Letralia, Tierra de Letras - Edición Nº 7, del 19 de agosto de 1996

Las letras de la Tierra de Letras

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El ensayo en Latinoamérica

Delia Barreiro Pérez

El ensayo en el contexto de comienzos del romanticismo en Hispanoamérica fue cultivado por los autores en diversas formas como el tratado, la memoria, el discurso, el artículo periodístico, el prefacio, la autobiografía, la biografía, etc. Este conjunto tan heterogéneo nos obliga a enfrentar cuestiones aún no resueltas por la crítica especializada.

Sin entrar en la historia del género, se puede decir —con palabras de Miliani— que el ensayo como manera de expresar un mundo a través de las ideas, con valor expositivo muy personal y variable, preexistió a su nombre, o como lo señaló Bacon "la palabra es nueva, pero el contenido es antiguo".

En este sentido, los teóricos europeos admiten su existencia antes de Montaigne; sin embargo en Latinoamérica se decreta su nacimiento con los grandes maestros de la modernidad intelectual: Martí, Rodó, Montalvo, González Prada... Entonces habría que preguntarse: ¿dónde quedan Simón Bolívar, Andrés Bello, Esteban Echeverría, Simón Rodríguez, Fermín Toro?, sólo por nombrar algunos; habría que realizar una revisión conducente a elaborar un cuadro más ajustado y justo de este tipo de literatura.

El ensayo en América Latina debe ser considerado como la voz de la conciencia del hombre sensible ante su historia; que en los países iberoamericanos la resonancia del ensayo se escucha desde sus inicios en la lucha ideológica por la independencia o a la búsqueda posterior de la propia identidad.

Pasada la anarquía y en cierta forma el caudillismo, así como la pasión de los románticos, surge con los pensadores modernistas un deseo de consolidar la autonomía conquistada. Se tiende al esfuerzo de la defensa de la libertad, de estabilizar ciertas instituciones y estudiar aquellos elementos idiosincráticos que configuren, al menos en su inicio, lo que sería característico de lo hispanoamericano.

Sin embargo, hay que establecer algunas consideraciones, tal como el señalamiento, entre otros, de Concejo, quien expresa de manera categórica que para hacer reflexionar, expresar un mensaje y despertar a sus contemporáneos, debe ser un autor maduro; he ahí uno de los prejuicios: la edad del ensayista.

En efecto, son numerosos los autores que hacen aseveraciones como las de Díaz Plaja: "el ensayo es el resultado de un análisis de los datos recibidos desde la soberanía del yo pensante...", el ensayo pues, género difícil porque es un género adulto.

Es así como entonces estaríamos frente a la condición de "menores de edad" en materia ensayística en América Latina. En este contexto, ¿cómo se explicaría que José Martí escribiera un ensayo como Madre América (1889) teniendo apenas 36 años, o que Fermín Toro, a los 31 años escribiese Europa y América (1939), o Rodó su obra maestra Ariel (1900), con tan sólo 29 años?

Es pues verdaderamente contradictorio señalar que para hacer ensayos hay que ser maduro, pues los casos señalados anteriormente —sólo por nombrar algunos— tendríamos que explicarlos como lo señalaba Miliani, con aseveraciones como: "El trópico madura rápidamente a sus ensayistas" o también que "nuestra inmadurez está presente en lo mejor de la reflexión sobre nosotros mismos."

Concluiría entonces diciendo que estamos muy lejos de haber leído la última palabra, aún hay muchas cosas que precisar y mejorar con respecto al ensayo en general y particularmente con el referido a Latinoamérica.


       


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Depósito Legal: pp199602AR26 • ISSN: 1856-7983