El Quijote de Dalí
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El Quijote de Dalí pesa 12 kilogramos.
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En un trabajo conjunto entre la Fundación Gala-Salvador Dalí y Editorial
Planeta, a principios de noviembre de 2003 apareció en Madrid la edición de
El
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha que Salvador Dalí ilustrara hace
ya más de medio siglo. La publicación de esta joya bibliográfica se debe a
que este año se arribará al primer centenario del nacimiento de Dalí y, el
año próximo, al cuarto centenario de la aparición de la primera parte de la
novela de Cervantes.
La edición es limitada y exclusiva y consta sólo de 998 ejemplares,
numerados caligráficamente, manufacturados artesanalmente y con los facsímiles
de las 38 láminas más cinco bocetos preparatorios que Dalí elaboró en
Estados Unidos en 1945. Las ilustraciones originales se conservan en el
Teatro-Museo de Dalí en Figueras. El volumen, de 672 páginas y doce kilos de
peso, tiene el tamaño predeterminado por las medidas de los trabajos de Dalí:
37 x 37 centímetros.
Para preservar la característica de exclusividad del libro, se le ha
impuesto un precio de 3.600 euros y se ha asegurado que, una vez hayan sido
impresos los casi mil ejemplares, las planchas serán destruidas. La edición
consta de dos volúmenes, presentados en el interior de un estuche fabricado a
mano y forrado exteriormente en tela de algodón dorada con estampaciones en
rojo y negro. Junto a El Quijote se incluye un libro titulado Estudios,
con una introducción de Martín de Riquer, y un ensayo en el que Montserrat
Aguer —comisaria del año Dalí— interpreta las ilustraciones. El peso total
de la obra es de doce kilos.
En los primeros quince días ya se habían apuntado trescientos compradores,
según indicó el 5 de noviembre el presidente del grupo Planeta, José Manuel
Lara Bosch, durante la presentación de este trabajo. El ejemplar marcado con el
número 1 fue reservado para el rey Juan Carlos y le fue entregado el 6 de
octubre pasado en Figueres, con motivo de la presentación del año Dalí.
Las ilustraciones del Quijote fueron realizadas por Dalí bajo consejo
de su padre, quien en una carta de 1945 le asegura que la novela de Cervantes
"es una obra en la que tus facultades podrán sobresalir
extraordinariamente". El artista no sólo ilustró el libro, sino que
volcó lo mejor de sí mismo, introduciendo su iconografía y reinterpretando la
obra. Lo mismo haría, en su etapa norteamericana (1940-48), con los ensayos de
Montaigne y la autobiografía de Benvenuto Cellini.
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