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Neruda con España en el corazón.
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Organizadas por la Sociedad Estatal Española de Conmemoraciones Culturales
y la Residencia de Estudiantes, en colaboración con la Universidad de Alcalá
de Henares, el 23 y 24 de marzo se realizaron las jornadas "Pablo Neruda
en España", en las que se retomó la figura de Neruda y su etapa en la
nación ibérica, en 1934, como cónsul en Barcelona y posteriormente en
Madrid.
Entre los participantes estuvieron los escritores Gonzalo Rojas, Jorge
Edwards, Alain Sicard, Jorge Riechmann, Fernando Charry Lara, Ramiro Fonte,
Miguel Ángel Velasco, Luis Alberto de Cuenca y José Carlos Mainer.
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Edwards: a Neruda no le gustó el oriente.
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Para el escritor chileno Jorge Edwards, Neruda fue "el gran poeta del
siglo XX chileno y uno de los más grandes poetas del siglo XX en
español". Añadió que el autor de Residencia en la tierra era un
escritor "grande, torrencial e irregular, claro". Recordó que
Neftalí Reyes, que era su verdadero nombre, fue un mal estudiante de francés
e inglés, y que se escapó con razón de Chile y de su vida bohemia a tiempo,
"porque si no hubiera arruinado su carrera", para irse a Extremo
Oriente a trabajar con uno de los administradores coloniales.
"Oriente lo angustió, no le gustó nada, y siempre decía que él era
totalmente occidental. De allí, sólo recordaba, según me dijo en alguna
ocasión, los grandes y muchos brazos de esas mujeres diosas", recordó
Edwards con humor. Después de la etapa de Oriente y auspiciado por alguno de
sus jefes, el poeta marchó a Buenos Aires, donde conoció a Federico García
Lorca, y después a la ciudad española de Barcelona, lugar en el que se
encontró con Rafael Alberti, uno de los poetas del 27 que estuvieron más
unidos al chileno.
Neruda llega a ser cónsul en Madrid durante la República y al comienzo de
la Guerra Civil española. La convulsión política que derrocó la
República, y el alzamiento del general Francisco Franco, con una guerra que
duró tres años, produjeron en Neruda una profunda tristeza que se reflejó
en su salida del país y en la creación del poemario España en el
corazón. Es justamente esta la etapa que se estudió durante las jornadas
en Madrid.
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Rojas: era un animal precoz.
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Por su parte, el poeta chileno y último premio Cervantes, Gonzalo Rojas,
habló de su "hermano grande, que cumple un año de cien, con el que
aprendimos a oler y ver el mundo". Indicó Rojas que "Neruda
influyó en la generación del 38, la mía, de forma decisiva; él era de la
del 20. Lo comencé a leer con 14 años, cuando también me inicié con los
presocráticos".
Rojas imitó la voz de Neruda mientras leía alguno de sus versos. Explicó
que Neruda le imantó "sensibilidad" y fue, según dijo, "un
vidente y visionario, un animal precoz". Comentó de forma entusiasta la
etapa del Neruda más joven. "Me fascinaba aquella época en la que le
tachaban de ininteligible, no entendían nada, eran los letrados los que no
entendían nada. Nosotros lo entendíamos, ¿qué será no entender?", se
preguntó con ironía. "Aprendimos a oler, a ver el mundo, a entender.
Estábamos transidos por su poesía, como con Huidobro. Con Neruda nos
enamoramos y nos desarrollamos con él. Volvíamos a hacer el absoluto".
Para Rojas, la obra más importante de Neruda fue Residencia en la
tierra. "Con ella nos hizo bajar al fundamento y nos hizo más
estrictamente hombres. Yo tenía 18 años y nos deslumbró, nos hizo sentirnos
de las Brigadas Internacionales con la España a fuego en estado puro.
Despertó las más altas voces. Y no era el panfleto ni el sectarismo. A
Neruda hay que leerlo con inocencia", añadió.
Una de las cosas en las que Rojas hizo hincapié fue en marcar las
diferencias de las dos etapas del premio Nobel. "Aunque es un poeta
múltiple le debemos entender como una unidad", advirtió. Y añadió
que, en los 70, en una de las conferencias que dio en Valparaíso, Neruda
terminó diciendo que él era un poeta "de utilidad pública".
"Eso es discutible", completó Rojas. "Sé que no era un
poeta metafísico; pero en 1926, cuando tenía 22 años, escribió en el
prólogo de uno de sus libros más bellos en prosa, El habitante y
esperanza, y del que Cortázar me dijo que ‘era un prodigio de pieza
narrativa’, algo portentoso para un joven de su edad: ‘Tengo predilección
por las grandes ideas. Tengo un concepto dramático y romántico de la vida.
No me corresponde lo que no llega profundamente a mi sensibilidad’ ".