Je est un autre.
Rimbaud.
- Como
cuenta Ignacio Solares en uno de sus libros, Malraux, mientras agonizaba a causa de una fuerte fiebre,
logra ver en su gato esa sonrisa delirante y burlona del personaje estrella de Alicia en el País de
las Maravillas
: el gato de Cheshire.
- En su infancia, Paul Auster se encuentra con su jugador favorito de béisbol. Le pide su autógrafo,
pero no tiene papel ni pluma. El jugador se disculpa y le dice que no puede hacer nada al respecto;
desde entonces, Auster trae siempre consigo un bolígrafo y un papel: se convierte en escritor.
- R. Barthes explica el nivel mítico del lenguaje. El pensamiento humano otorga significados a las
cosas más allá del mero significado lingüístico: el lenguaje humano se mueve siempre en un nivel
mítico.
- Los monjes zen escriben un poema para la muerte que represente su efímera estancia en este mundo.
Taigen Sofu escribe a sus sesenta años: Me llevo el espejo de mi vida / A la cara: sesenta años. /
Rompo de un golpe el reflejo. / El mundo, como siempre. / Todo está en su lugar.
Un niño pequeño se mira al espejo y le pregunta a su madre: —¿Quién es él?
La madre queda silenciosa por un breve lapso de tiempo sin saber que contestarle. Poco después, le
responde: —Eres tú.
En este caso, la imagen se proyecta fuera de cualquier grado de representación. No obstante, no puede
dejar de ser una re-presentación. Ahí esta, como es... y no.
Así también, la literatura es como aquella imagen proyectada, "viviendo" y mirándose a sí
misma desde el otro lado, en el mundo del espejo
. Pero, ¿quién sabe lo que hay allá?
Alicia decide perseguir al conejo blanco. Cae en un agujero y llega a ese lugar. la pregunta sigue
presente en la mente de algunos lectores: ¿qué lugar es ese?
El hecho literario ha sido estudiado hasta el cansancio. Notables teóricos han ido tomando su lugar en
la fiesta.
Los estructuralistas quisieron ser los organizadores, ellos sabrían bien el color adecuado para los globos,
el sabor preciso para el ponche y seguro que habrían de conseguir al mejor dj
para la animación. De esta forma, la fiesta sería perfecta: ellos construirían, sin ningún problema, su
sentido.
Los deconstruccionistas eran los invitados especiales. De hecho, parecía como si la fiesta hubiera sido
realizada sólo para ellos. Al llegar, los deconstruccionistas encontraron todo demasiado perfecto...
¿dónde demonios estaba el alcohol? ¿por qué todo tan rosa? Uno que otro logró meter una anforita, otros
se fueron al baño y fumaron un poco de marihuana. Unas horas después, la fiesta era un caos pero no fue
hasta ese momento cuando todo empezó a adquirir un rumbo no poco interesante.
La literatura dejó los hábitos (una vez más): se cansó de habitar aquel mundo del espejo y decidió
salir (¿o el mundo de acá decidió entrar al de allá?).
Durante mucho tiempo, la literatura se había mantenido en su lugar sólo cambiando su forma, sus
contenidos. A medida que el "pensamiento contemporáneo" fue adquiriendo madurez (si es que puede
llamársele de algún modo), la teoría literaria comenzó a borrar esa línea imaginaria que separaba al
mundo de acá, con su reflejo.
El gato de Cheshire
le regaló a Malraux una deliciosa sonrisa irónica. Todo lo que se había mantenido dentro de un área
limitada de ficción empezaba a amenazar con realizar divertidas sesiones de promiscuidad con la vida
cotidiana. Si no, ¿cómo habría podido Alicia ver al conejo blanco corriendo por los jardines?
En el libro de Mitos,
Roland Barthes explora los niveles de significación del lenguaje llevando a la literatura (cualquier
literatura) a un nivel mítico. La pregunta es esta: ¿ese nivel de significación no se manifiesta también
en el mundo común? ¿No somos todos nosotros una especie de estructuralistas intentando dotar de sentido a
todo? Además, la cantidad de significaciones que damos a nuestro mundo nunca son a un nivel meramente
lingüístico: somos capaces de ver todos una misma cosa y pensar y sentir cosas absolutamente diferentes.
¿Deja por eso de ser válida una u otra sensación y pensamiento?
La literatura clásica
viene siendo toda la que se mantiene sobre una base concreta, una fórmula de la que a través de los años
se ha demostrado su efectividad. Pero han existido algunos autores que han logrado traspasar el canon. Su
originalidad no ha sido otra cosa que ir más allá del umbral del espejo,
crecer hasta el punto de darse cuenta de que aquello no es solamente un reflejo, ir como Alicia tras el
conejo blanco para mezclarse con ese mundo, que sin lugar a dudas coexiste con el de acá, unidos los dos
por un puente que solemos llamar lenguaje.
La literatura no surge por sí misma, como por generación espontánea; es más bien resultado de una
construcción lógica, distinta de la que gobierna (y despóticamente por cierto) nuestra realidad.
El hecho literario no pierde su sentido de acción
, lo que nos dificulta comprenderlo es justamente esa permanencia temerosa, a veces inocente, en el borde de
nuestra propia imagen proyectada.
Para Paul Auster, la literatura (como todo lo demás) cae en la cómica, pero no por eso menos trágica,
situación casual. El porqué comenzó a escribir, no es más que una anécdota simple, cotidiana. No fue
tocado por la musa, ni sufrió el terrible azote de los hados, nada más un día sucedió algo que le hizo
cargar a todas partes con una pluma y un cuaderno.
De esta forma, el mundo literario y el real no responden a la antigua regla del tercero excluido. Como
todas las visiones de mundo que pueden encontrarse en las distintas culturas, la literatura abre nuevos
campos de visión y acción, igualmente válidas.
Las cosas suceden y no, se aparecen y no, están y no. ¿Cuál es el problema?
El umbral del espejo se torna difuso... desaparece. Si nos damos cuenta de que dicha línea la dibujamos
nosotros mismos, ¿no somos también nosotros quienes la estamos borrando? No existe parámetro alguno para
la queja: como siempre, somos al mismo tiempo "víctima" y "criminal" de todo lo que nos
pasa.
En un capítulo de Alicia en el País de las Maravillas,
Alicia pregunta al gato de Cheshire por algún lugar en el que no haya locos. A esto, el gato le responde:
—¡Pero si todos los que estamos aquí estamos locos..! Y tú también estás aquí.
Después de leer esto, el lector hace una pausa y dice —¡Vaya! Pero si de alguna forma yo también
estoy ahí.
En ese instante, pareciera como si el gato de Cheshire volteara hacia nosotros, y nos regalara una de sus
irónicas sonrisas de luna menguante. Ese es el hecho literario.
El mundo del espejo tiene sus propias reglas y no importa qué tan absurdas o incoherentes puedan ser
para nosotros, su validez está dada por sí misma. Es una mitología privada, a veces secreta. ¿Qué pasa
entonces si éste es, justamente reflejo de lo que hay acá?
Como dice Taigen Sofu en su poema a la muerte (otro hecho literario): El mundo, como siempre. / Todo
está en su lugar.
Así, volvemos a la pregunta acerca de Alicia... entonces, ¿qué lugar es ese?
Finalmente, después de darle vueltas y vueltas al asunto, pensamos: ¿y a quién le
importa?, ¿acaso no es divertido? ¿Para qué arruinar la fiesta
si la noche es joven?