A la Generación Almada A la Poesía, Sociedad Anónima
A las cuatrocientas salidas del asendereado caballero
Ahora mira la lluvia esparcida por el mes de
noviembre,
las luces de la ciudad
y el dinero que cae en migajas los sábados a las seis,
espera
el despertar temible de Iberoamérica
y comienza a peinarte, a salir a la calle, a seguir
laborando por todos
los que callan, y avanzan, y protestan y empuñan
la luz como un cuchillo o la paz como un fusil.
Blas de Otero: Escrito con lluvia.
De claro en claro
Ardidura chamuscada, cuello de tierra, voz de la
tierra, dulzumbre, admiración, muerte arrinconada, flauta de huesos, todo
huesos, enjuto rostro, de carnes seco, atarantado, descuadernado, desabrochado,
desencajado, estrafalario, inaudito, extraño, firme en arrestos y en palabras,
por todo lo descubierto de la tierra, avalancha, trueno, tempestad, imparable
sobre el sueño. Testigo de la noche primigenia, en vuelo de latidos y
esperanzas, quimeras, necedades, desatinos, encaje del mar juvenecido, lujuria
del alba descubierta, pena capital de la belleza; aventura crispada de milagros,
grito salpicando en la garganta, nunca jamás la lumbre acuartelada. Roble
sideral, valiente, comedido, sufridor de trabajos y de encantos, a los pies de
la muerte y la derrota, funda la sinrazón mientras fulgura. Amorosa insensatez
los gigantes, irreales horizontes. Ciñe en la noche el pávido lucero, la
encendida razón de la locura, mantiene en alto la memoria en cierne, su tea en
lucha sin cesar contra los males, por la transida plenitud del sueño, velando
a pensamientos desatados.
Vive fuera de sí o muy adentro, sabe el tamaño
exacto de la pena, conoce el lado oscuro de la rosa y la terrible majestad del
pan. De lumbre en lumbre, en orfandad suprema —hijas de los trigales y las
piedras—, su cólera y ternura vagando andan por campos farallones y veredas.
Vigilia del asombro detenido, marchándose de prisa sin moverse, estatua en
soledad, en estampida, remontando hacia adentro de la lumbre, entre umbrales
abrojos y neblinas, subterránea fuente al descubierto.
Noche a noche, de claro en claro y de turbio en
turbio. Desde la noche, hacia la noche —reina negra—, profunda, eterna.
Atención, vigilia, cuido. Todo, nada, fuerza, gravedad, olvido, abdicación,
presencia extraña, serpiente, delicia, monstrua bella, atroz. Crepúsculo,
razón, delirio. Incendio, brasa, quemadura, amoroso intercambio de una ronda.
Revelación. Asombrada luz. Carne, redención,
fracaso, gloria o esplendor. Sudar la noche. Vivir el morir. A pesar, en contra
de la nada y de la muerte, tarde para los dioses, prontos para el ser. Rampante
sombra. El gozo, la lujuria, la partida. Distensión del alma. Pozo sulfuroso,
cenagal de sangre. Alfabeto pecaminoso, desordenado, asestado. Dos veces, dos
notas, doble, triple línea, en el mismo lugar. Aria breve. Tarde en celo, en
sueño.
Justo un toque de campanas para alborotar plumajes.
El vientre, el útero, un modo de estar, de preservar los mil ojos de la
memoria, el orden cósmico, el magma, la visión, el timbre, los arpegios. Uno
más engarzado en la alambrada; vibrando en el camino, el clamor del hombre, su
alarido, su gozo eterno, su asombro inextinguible, el vino, el himno de la vida,
itinerario, término, confín, halando al mundo.
Razón de la locura
Sacando cuentas, esperando olvidos. Sintiendo las
tinieblas y el relámpago. El ansia desgarrada de la luz. El canto, el rezo, el
grito, el alarido. El coro, la canción, el griterío. El aullido terrible de
los hombres. En el lugar del hambre todavía. En el lugar del grito todavía. A
la espera del juicio, la sentencia. Frente a todos los triunfos y derrotas. Nos
espera la sombra de la estrella. Primero fue el barro. Y el barro se hizo
llanto. Siempre fue el llanto y estamos en el llanto. Seguimos en las sombras
todavía. Al pie del grito. Vivos, en este barro todavía. Crujientes vendavales
milenarios. Los pliegues de los siglos cabizbajos. Alarido crispado en huracán.
Entre noches de pálpito y conjura nos quedamos de pronto sin presente, sin
futuro, sin fe, sin osadía. Desde el fugaz umbral de los fogones, crepitando en
enigmas postergados, pregunta que pregunta por el hombre, por la transida
plenitud del sueño, la encendida razón de la locura.
Grito de hombre o de mujer. Grito perdido en los
tejados. Grito del tiempo desguazado. Grito en soledad encabritada. Grito de
guerra dolorida. Grito de rabia desplomada. Grito de demencia asqueada. Grito de
hombre, de mujer. Grito de todos, grito macho. Grito hembra, hermafrodita.
Grito, aullido, hambre a gritos. Grito, reto en el lugar del grito. Grito en la
palabra, en el coro. Grito, en la canción asombro. Grito en el riel, en la
barriada. Grito insomne al descubierto. Grito espeluznando la antigua noche.
Grito salvaje, eterno, zigzagueado. Grito alzado rodando por la calle. Grito,
visión, misterio, subversión. Grito, magma, hojarasca, huracandad. Grito
volcánico, auroral, carnal. Grito greda, alma, fragua, tempestad. Grito
cósmico, faro, barro alzado. Grito macho, hembra, hermafrodita, flor. El grito
a sangre y fuego, a paso largo, capaz de amar, capaz de armar la paz.
Esta es la sombra antigua repitiéndose, por fin él
ocupándose del hombre, el hombre, pincelazo en el paisaje, ara de dolor, barro,
claroscuro, como un faro en mitad del ventisquero, mochuelo en las tronadas de
la noche, abandonado al agua y sus quimeras, el hombre en ventanuras del azul
sobre los fogonazos de sus huesos, delirante al acecho de otra aurora sobre la
polvareda de los sueños, entre borrasca, grito y alborada, locura al cinto en
lucha con su pena, andando, andando, andando, andando, andando.
Por obra y gracia del asombro el hombre, el hombre,
rayo que arde en la tormenta, alarido crispado, verbo, cosmos, el hombre a punta
de hombre y tempestad, el hombre, simplemente el hombre yendo, en paz consigo,
con su pena al hombro, al descubierto, hermano universal, ceniza, granizada en
singladura, en pulpa, en hueso, en lluvia, en soledad, semilla germinal a la
intemperie, resistiendo en la tierra de la noche como un árbol al pie de la
tormenta, asombro a la intemperie, al descubierto, insomne, terminal, asombro
insomne.
Proviene de una despeñadura enloquecida. Insinúa
una suave sonrisa divinal. Respira la celeste mirada de su sol. Consume la
agónica tristeza de las hojas. Interpreta la silenciosa huracandad del tiempo.
Cavila debajo de la noche y la tormenta. Desangra en las cinco parcelas de la
Tierra. Agoniza en la nieve, en el llanto y en el plato. Cabalga con toda la
tristumbre de los montes. Transita en tempestades mundanal miseria. Maldice las
horrendas torturas del hermano. Consagra la levadura eterna de los panes. Conoce
los pasos permanentes de la sombra. Despliega temores, ramalazos y portentos. Se
agita en el fuego bravío de la mar. Mendiga la lumbre de la gota en el alambre.
Quisiera recuperar el curricán perdido. Tritura las indómitas fieras que lo
acosan. Renace de entre la podredumbre de la fosa. Se entrega en las redes de un
tiempo submarino. Violenta volcánico la luz de otras estrellas. Arremete contra
la infancia alada de las rosas. Se astilla ante el antiguo malecón del puerto.
Desgarra el alma fulgurante de la flor. Se aferra a las entrañas de su viejo
pan. Desguaza furente el huracán en alta mar. Desgaja las indomables fauces de
la sombra. Se eterniza sepultado en la fragua de la guerra. Mientras yace en su
sombra, apenas ilusoria, nos acusa, nos grita y nos reclama.
La risa le va durando hasta más allá de la Mancha.
Armaduras y luceros
Rodeados de pueblo, de malhadados libros,
combatientes, versos perdidos, arrugados, rumiando hierba fresca, fusiles,
cadenas, sudando a mares, leyendo historia e injusticias, objetos usados,
apreciados, despreciados, noche arriba, sueño arriba, indios, buitres, poemas y
canciones, vomitando salmos, cuevas, miedos y luciérnagas, soltando armaduras y
luceros, entre el río, caminando, soñando, trashumando, limpiando dolores,
asperezas, arrebatos, silenciosa, lenta, apresurada, exactamente, cantando,
silbando, arborescentes, telúricos, orquídeos, amarantos, bosques eternos, en
tempestad de sueños aurorales, bebiendo a grandes tragos, lanza en ristre,
verso a verso, texto a texto, imágenes, voces y visiones; pendencias, batallas,
riñas, agresiones, desafíos, a libertad por todos los caminos.
Barro modelado, soplado, savia, cicuta, dolor,
llanto, locura, cruce de vientos, jaula poblada de caminos, sombra vagabunda,
confundida, ráfaga inaudita, lacerada carne del sentido, lodo desolado, lo
oscuro, lo que quema, lo que ata, ladridos del silencio, alud de gritos, pasos
sobre los sueños, alucinamiento de vacío, abordaje, cosmos sin término,
esperanza acuchillada, de puntillas, nueva voz, cauce nuevo, dorada comarca,
ovillo luminoso, reverso del reloj, desvelo, turbulencia, sinrazón, palabra
vieja, nueva, fecunda noche, recuerdo ensombrecido, hambremar en vuelo, tiempo
prohibido, sombra loca, tecla enloquecida, deshojado día, minuto, grieta,
instante a la deriva, al escondido, imagen saturada, fuego de cosechas, entraña
recorrida, sudor, curso, viento, luchafuego, perraje angelical, valerosa fe,
noche por venir, futuro pie, flujo, entrega, paso eterno, colores vagabundos,
sonrisa de acuarela, mansa presencia, leve agitación viniendo, enderezando,
yendo, no lo siendo, una coma sin bolsillos, vacío, derrumbe íntimo, penumbra
antigua, sin saber qué hacer con tanta lluvia en el pañuelo, itinerario,
encanto, otra eternidad, confín, a tientas, en busca de un lugar, sucios,
descalzos, ángeles, laya sideral, figura triste, entreverado loco, capricho
niño, salvaje enredadera, humo que se aleja, ascenso del ave, flor abierta, ola
desierta, costa desierta, huella desierta, valiente, leal, devota, fiel, rostro
emputecido, carcomida letra, mayúscula de América susurrando sus secretos,
reptiles traspasando la frontera.
Aldea de pájaros bajo el costado izquierdo, a lo
Guaicaipuro, sin franela, sin cadenas, sin escopeta pero sin miedo: brazoflecha,
canción primigenia, canción para siempre, convocados sólo por el desafío,
desnudos como la rabia, ebrios de futuro y de júbilo, algo entre tanto pueblo,
algo de la región florentina, indeleble gota del Arauca, triunfales en el reto
y la porfía; primos de Tamanaco, palabrarma, furia, gentileza, tierra brava,
tierra de polvo y de agua; palabrapueblopólvora, desierto, mar, pozo, no
paisaje manso, patria preñada de coraje, agravios, sinrazones, aventuras, dulce
imperio… lugar, míresele por donde se lo mire, forjado a fuerza de victoria y
victoria y más victoria alzada, almada.
Almácigos en guardia
Samain diría el aire es quieto y de una contenida
tristeza. El Hidalgo dice hoy la Muerte está soldando cada lindero a cada hebra
de cabello perdido, desde la cubeta de un frontal, donde hay algas, toronjiles
que cantan divinos almácigos en guardia. Las manos avanzan de diez en fondo,
desde un martes cenagoso que ha días está en los lagrimales helado. Y
preguntamos por el encuentro absoluto, por cuanto pasa de aquí para allá. Por
haber sido niños y también por habernos juntado mucho en la vida, reclusos
para siempre nos irán a encerrar. Qué extraña manera de estarse muertos.
Quienquiera diría que no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos. Estáis
muertos, no habiendo antes vivido jamás. Bomba aburrida del cuartel achica
tiempo tiempo tiempo tiempo. Piensa el presente, guárdame para mañana mañana
mañana mañana. Aguardemos así, obedientes y sin más remedio, la vuelta, el
desagravio de los mayores siempre delanteros dejándonos en casa a los
pequeños, como si también nosotros no pudiésemos partir. ¿Aguedita, Nativa,
Miguel? Llamo, busco al tanteo en la oscuridad. No me vayan a ver dejado solo, y
el último recluso sea yo. Busco volvver de golpe el golpe. A su halago, enveto
bolivarianas fragosidades. Lloro en mi mano, recuerdo, escribo y remacho una
lágrima en mi pómulo. Oh las cuatro paredes de la celda. Oh las cuatro paredes
albicantes que sin remedio dan al mismo número. Amorosa llavera de innumerables
llaves, si vieras hasta qué hora son cuatro estas paredes. Sólo yo me voy
quedando con la diestra en alto, en busca de terciario brazo que ha de pupilar,
entre mi dónde y mi gallo incierto. Es posible que me persigan hasta cuatro
magistrados. Es posible que me juzguen pedro. Alfan alfiles a adherirse a las
junturas, al fondo, a los testuces, al sobrelecho de los numeradores a pie. Tal
el tiempo de las rondas. Tal el del rodeo para los planes futuros. Cristiano
espero, espero siempre de hinojos en la piedra circular que está en las cien
esquinas de esta suerte tan vaga a donde asomo. Quién sabe madrugada. El
cancerbero cuatro veces al día maneja su candado, chancea con los presos. Por
entre los barrotes pone el punto fiscal, inadvertido, a la pista de lo que
hablo, lo que como, lo que sueño. Quiere el corvino ya no hayan adentros, y
cómo nos duele esto que quiere el cancerbero. ¿Puedo decir que nos han
traicionada? No. ¿Qué todos fueron buenos? Tampoco. En la celda también se
acurrucan los rincones. Y me retiro hasta azular, y retrayéndome endurezco,
hasta apretarme el alma. Es de madera mi paciencia, sorda, vegetal. Esta noche
desciendo. Rocinante me desciende, ante la puerta de la casa, donde me despedí
con el cantar del gallo. Está cerrada y nadie responde. Llamo de nuevo, y nada.
Callamos y nos ponemos a sollozar, y el animal relincha, relincha más todavía.
Oh voces y ciudades que pasan cabalgando en un dedo tendido que señala a calva
Unidad. Amémonos los vivos a los vivos, que siempre no estaremos como estamos.
Jamás, hombres humanos, hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la
cartera, en el vaso, en la carnicería, en la aritmética! Jamás tanto cariño
doloroso, jamás, tan cerca arremetió lo lejos. ¡Ah!, desgraciadamente,
hombres humanos, hay, hermanos, muchísimo que hacer. Cuándo nos veremos con
los demás, al borde de una mañana eterna, ¡desayunados todos! Si lloviera
esta noche, retiraríame de aquí a mil años. Mejor a cien no más. Como si
nada hubiese ocurrido, haría la cuenta de que vengo todavía. Nunca, sino
ahora, supe que existía una puerta, otra puerta, y el canto cordial de las
distancias. ¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia? Hay siempre que subir
¡nunca bajar! ¿No subimos acaso para abajo? Canta, lluvia, en la costa aún
sin mar! Calla, crepúsculo futuro, y recógete a reír en lo íntimo de este
celo de gallos ajisecos soberbiamente, soberbiamente ennavajados. ¡Cae agua de
revólveres lavados! Vamos, pues, compañero; nos espera tu sombra apercibida,
nos espera tu sombra acuartelada. Todo aparentemente sigue igual. Camaradas,
varios días el viento cambia de aire. Como insomnes almácigos en guardia, en
la cárcel con sueño de esperanza, estará nuestra sombra cuestionando. Esto es
urgente, el tiempo apremia, el día. ¡Hasta cuando volvamos! ¡Hasta siempre! Y
entonces tocarás cómo tu sombra es ésta mía desvestida y entonces olerás
cómo he sufrido. Sobre el hosco muñón de la tristeza, sólo tu brazo, ciego
en el vacío.
Sin coraza fiel ni limpio acero
A tientas viaja, a espaldas de su sombra. Con
amplias tiendas en Marte y en la Luna, desolada, la tierra sólo es queja,
lamentación, huracandad y grito, sin árboles, sin lagos y sin nieves; sin
huertas, sin almácigos, sin hombres. Apenas duerme el sol en altas cimas, al
lado del rugido de los vientos, en noche sepulcral, horrenda y fría, lecho de
fauces, fosas y lamentos. Soledad, soledad, la de la tierra, con sólo el sol
soldado y centinela. Casi sueño, el hombre, sombra de paso por la noche en
sombra, árbol sin tierra, fuego entumecido. El agorero llanto de los pájaros
esconde en su garganta la cigarra —guitarra augusta en forestal plegaria—.
Mañana cuando tornen las luciérnagas, el sol sobre la copa de los árboles
brindará por el sueño de los hombres, por el canto del bosque y sus caudales,
porque regresen todos los caminos y sol y nieve sigan siendo hermanos.
A ciegas cada noche o en vigilia, reconocemos
nuestra casa entre la luz de los postigos. Una que otra luciérnaga alumbra la
esperanza. El aire bailotea en la espesura, los gallos poco a poco se despiertan
y echan al voleo su largo canto. Todo debe ir con acento cuando la vida de
regreso llama, cuando se aclaran todos los caminos. Buscaremos todo, al final
encontraremos nuestro viaje. Iremos al paso de una sombra. Modo de jugar a
muerte, a noche, a vida. Juego antiguo, incógnito, perdido, para asaltar el
alba ante el altar del viento enfurecido. Si supiesen los hombres del camino,
tornarían repletos de regresos. Si el hombre se midiese con el viento, sabría
que todo pasa como el sueño.
Benignas sean las horas nuevas. Benigno el campo,
los hogares. Benignos los arados. Benigno el pan multiplicado en paz y en
libertad. Benigna la sierra, la arboleda. Un pueblo hambriento confía en sus
pasos. Es tiempo de escribir con mayúscula el amor. Es tiempo de que el prado
sea más verde. De que aminore el mal, el miedo, la prisión. De que en medio
del fogón resplandezca Paz. De que aparezcan otra ley, otro campo, otra ciudad.
Otro pueblo, otro trabajo, otra razón. Otro palacio, vida y dignidad.
Inmensa nuestra noche. Nuestra vigilia, inmensa.
Nuestra huida de la muerte. Nuestro asombro o noche sepulcral. Donde tanto fue
diezmado, desguazado, consumido, arrebatado. Vivos todavía bajo la sombra de la
noche, mensajera de misterios. Cabe la lumbre de un amanecer repleto de razones.
Al compás de un mismo sueño. Dispuestos a alcanzar el horizonte. Desde estas
alboradas soñolientas. Desde el relente de este portachuelo. Vivos bajo el
caudal enloquecido. Bajo la lumbre agazapada, el cósmico pavor de la centella.
Ante la huerta, jalonando soles, siglos, madrugadas, ventisqueros. Cruzando
ríos en noches espantosas. Cruzando mares. Invocando orillas inasibles.
Capeando turbias confusiones. Remando entre tifón o torbellino. Después del
vendaval, el cataclismo y la vorágine. Después del arrebato. Después del
llanto, el miedo, el desespero. El hombre al desamparo de los dioses. A cielo
descubierto, galopando tristumbres, soledades y esperanzas.
Asombro el de los magmas furibundos. De mano del
lucero. Junto al grano y la simiente. A la derecha de la sombra. Del remolino,
el vórtice o corriente. De la sombra a la pena. De la pena al sollozo. Del
sollozo al sueño. De la Nada a la Vida. De la Vida a la Muerte. De la Muerte al
Misterio. Sobre las entrañas de la noche. Ya sin coraza fiel ni limpio acero.
De cara hacia el misterio para siempre. La noche sepulcral donde morimos cuando
a nacer apenas empezamos.
Sentencia de Quijotes
Mientras el oráculo inunda con su eco, dejando que
el universo se mueva a su alrededor, en la honda noche diluvial de esta hora en
que el sueño pertinaz de la vida corre peligro de quebranto, en esta hora
tristísima del hombre, en esta hora de guerra planetaria, en la noche de la
guerra, del hambre y de la lluvia, donde aparece, gigante, la sombra de la
muerte, en este instante estremecido del alba, antes que a Dios le sea fácil
matar del todo su obra, empecinados en sus caprichos de que son pocos los que
sueñan el mundo, pensando que son sus únicos espectadores, que si dejaran de
verlo se moriría, desde sus “Torres de Timón”, con fervoroso asombro, como
presentimiento tembloroso del amanecer horrible que amenaza estos arrabales
desmantelados, Eduardo, Elis, Sael, Leonardo, Antonio, Octavio, Wiston, Oscar,
Carlos, Triunfo; Gabriel, Roger, Miguel, William, Alfredo, Elsa, Lola, Iris,
Xiomara, Bettina, Luz Marina, María Luisa, Dora, Meira, Amparo, Ofelia, Mery;
Jorge, Tirso, Ciro, Quijano, Sancho, Simón, Alonso, Homero, Luis José, Freddy,
Antonio María, Pedro Pablo, Pablo, dos poetas, cinco poetas, diez poetas,
veinte poetas, cien, mil, quinientos mil, gallos flacos, desgreñados, cantando
juntos a la vez, Quijotes de la Tierra, a coro en el asombro, en soledad
centenaria, trasnocharán, hasta que la noche gastada se quede en los ojos de
los ciegos y nuevamente el mundo sea salvado.
Alzados en almas, al rincón del fuego, de este
infierno, este fango, este fondo, presidio, cementerio o noche albada, a golpes,
sin silencio, sin remedio, conscientes de que se habrá logrado una real
conciencia de clase, alcanzado una sociedad más justa y un modelo de democracia
directa cuando los oprimidos de todaspartes aprendamos a decir no, a objetar lo
que no conviene; a negar todo orden que vaya en detrimento de nuestros derechos
originales; cuando el grito negador-creador recorra las fronteras desde aquí,
desde los almendros, los eucaliptos y las azoteas, desde aquel lado de la
oscuridad, desde dentro del socavón y de la lluvia, desde el Rey Arturo y los
Caballeros de la Tabla Redonda, hasta Lanzarote del Lago y Amadís de Gaula,
Felixmarte de Hircania y Don Belianís de Grecia; desde las soledades sonoras de
los Andes hasta las azules somnolencias de los Alpes; desde las galopantes
regiones esteparias hasta los calcinantes sueños de las cálidas arenas; desde
las septentrionales águilas nevadas hasta las vallejianas resonancias
proletarias de las quenas; desde los espejos enterrados del alma hasta los
confines donde, tal vez afuera, lejos de la tierra, titilen las estrellas; desde
el Caño de la Guacharaca hasta el Raudal del Muerto, desde el Río Bravo hasta
la Tierra del Fuego, desde un lugar de la Mancha hasta la eternidad; convencidos
de que el despertar no es otra cosa que el fruto de la resistencia cultural de
los pueblos indios y afrodescendientes que llevan más de quinientos años dando
la pelea al invasor; de que los sueños no aceptan prólogos ni epílogos, de
que hay mucho por hacer, mucho por corregir y todo por inventar, hasta asegurar
el camino a una sociedad intercultural y equitativa, plena de individuos libres
y felices… a punta de belleza y de locura, sobrevivientes de la muerte
cotidiana sin sentido, frente al brutal mundo de la contrautopía, limpias las
armas, de galope y aprisa, con adarga, celada y suerte almados, con seco y
polvoroso rostro, con gentil talante, embrazada vida, persuasión, proeza,
palabralanza en mano, embelleciendo y subvirtiendo todo acoso, alienación,
diatriba; seguros de que no morirá la flor de la palabra y menos su jardín,
donde aclaran los abismos, la palabra insomne, los cuarenta mil millardos de
millas de hombres luz; gozosos en una pompa de jabón donde caben, enteritos,
todos los sueños; mientras esperan que la noche no sea propiedad de los lobos
solamente y sí ferviente procesión de altaneras madrugadas; venidos de la
noche, yendo hacia la noche, mordidos por la alegría, heridos, tras las huellas
del sol; unidas las manos para que el mundo no esté en pocas manos sino en
todas las manos… ensartando éstos y otros tantos disparates, fantásticas,
increíbles desventuras, sentencian que decir es fundar, derribar
gigantes y dragones, que la palabra que se escribe sobre el papel es más
duradera que el mármol, más resistente que el bronce y más efectiva contra la
opresión que el fusil y la pólvora; que los tambores transmiten la buena
nueva: los invasores no son inmortales; que se trata de vivir contra morir.
Plegaria cósmica
Más allá del cosmos, de cara al sol y desde
oriente; al norte, al este, al sur, al oeste, galaxias, soles, astros, montes,
dioses, rogad por nosotros, por el huracán y la gaviota, por las mil cruces
siderales, por las luciérnagas sin noche, por el aullido, el grito, el
griterío, por las primaveras encendidas, por los ocupados y confusos, por las
alas rotas en el itinerario, por los presagios alumbrados, por los justos para
que enciendan de nuevo sus milagros, por la piedra, el enigma, el insomne, el
insomnio y el asombro, por el plenilunio enamorado de noches que no acaban,
durante mil años después del mundo, las latas, los ejércitos batracios.
Por la espalda —trozo hambriento y desgreñado—,
por el castigo siempre miserable, por la meca, el muro, sus nichos y la cúpula
dorada, por el delirio de los sanos ojos, por la lengua pegada al paladar del
tacto, por el padre nuestro, el odio nuestro, el mártir nuestro, la horca, el
yugo, el verdugo y la palabra huérfana, por el pus latiéndole a la herida,
sobre el vientre de la tierra desguazada.
Por el escalofrío del que reza a pie, de rodillas,
de dorso, de frente, de perfil, inverso, adverso, por los opacos, roñosos,
divinos arrepentidos, fatigados guerrilleros, héroes, vueltos, pesados,
entregados; por el rastro del abecedario, por la babel y el sinsentido, por el
cascabel encigarrado, por la boca, el acero, la alambrada.
Por el arroyo, arrullo del mutismo, por el malvado,
el humilde, el ángel, el humano redimido, por la salamandra, el limpia casas,
por el cocodrilo, el ciempiés, la iguana, por el misterio de la alondra
ennegrecida, por los que follan, almuerzan, se abotonan, por la sombra insomne
de esta noche incierta, por los extáticos, los desnudos, los relámpagos; por
el sueldo micro o el sin sueldo, por los olores, los sabores y los panes, por el
ladrón enriquecido, empobreciendo, por el desnudo, el suspiro y el empeño, por
las veredas del gusano, por el santuario, cotizaciones y valores, por los
celulares vertebrados capitales, por los descosidos, los distintos, los
vestidos.
Por los azules excrementos, por los fuegos, por las
lenguas, por los dioses, por el remanso estremecido, por el ligero, el
inevitable, el insolente, por el indicativo, imperativo, activo, impertinente o
desactivo; por el barro, sus flores, sus simientes, por las mutilaciones, los
rodeos, las posiciones, por los cumplimientos e incumplimientos, por los
canallas, las sospechas, por los bastardos y bribones, por los asquerosos y
cobardes.
Por los borbotones, los impotentes y reversos, por
los inocentes, los helados, los repletos, por los rotos, los usados, los
doblados, los desgarrados, los caídos, encarnados, por la apetencia, la brecha,
la vereda, los caminos, por el pan escaso y la avaricia pronta, por la calma, la
borrasca o la herejía.
Por las tortillas, las especias, los emplastos, por
los terremotos, los rosarios, los bordones, por el gemido, el grito, el alarido,
por el envuelto, el quieto y el inquieto, por el furor del viento, por el
incrédulo, el silbante y el creyente, por el pleito vuestro y nuestro, por la
maleza incierta, por el enredo, la resaca, el miedo, por el desaguadero, la
desolladura, el pan que sobra, por la cólera, el odio, la inclemencia, por el
engaño y el terror y la creencia, por el descubrimiento, encubrimiento,
cubrimiento, por la náusea, la quema, las cenizas, por el rayo, el espejo, la
muralla.
Por el ciego, el apoyo, el fundamento, por el
secreto, la tumba, la palabra, la ventana o la cortina abierta; por el beso, el
barro y el planeta, por el envite, el alfarero y el nonato, por los matices y
las gasas del silencio, por los pétalos del sol mugiente, por las piernas
callejeras salerosas, por las sombras y las luces rotas, por el gargajo, el
tártago, el trabajo y el tartajo, por la liebre, por el libre, el blindado y el
venado tuerto; por el dado, el perfume y el misterio, por vivir, por morir o
estar presentes, por los paréntesis solos moribundos, por las balas, las dudas
y las tardes, por los nombres severos de las deudas, por la inclemente soledad
del orbe, por la tardanza de quien porta el pan, por el burdel —la cópula
perfecta.
Por las flores que brotarán en las calles de
Kandahar, por los presagios fulgurantes del hombre emplumado, por las ventanas
que se abren más allá de las oscuras noches, por todas las historias que la
ausencia nos cuenta, por quienes cañonean niños en las calles de Najaf y de
Falluja, por los imperios rapaces al acecho contra el hombre, por la humanidad
en marcha contra la barbarie.
Por el claro misterio de la luz, por el sol de la
noche más gozosa, por la amarilla dulzura del oriente, por la tenue caricia de
lo incógnito, por la antigua quebrada de la fronda, por la nostalgia vuelta
hacia la infancia, por la aurora que se abre en el misterio, por el rayo furente
de la vida, por el arroyo que quedó dormido, por la sencillez espiritual de un
nido, por el claro sigilo del amor, por la desfachatez del cristofué, por la
luz total de nuestras cosas, por la cuajada plenitud del grano.
Por los sonrojados, luminosos luceros catatumbos,
mirando de reojo, por el viento durmiendo entre los árboles o a la intemperie
el niño; por la emoción de quien anhela el mar desde su aldea, por el tiempo
desafiando la fiesta de los hombres, por los cuentos y mitos en sombras de
alborada, por la fruta y el sabor de sus perfectas mieles, por la dulce soledad
del tiempo manso; por el himno triunfal de la alegría, por la lumbre amarilla
del camino, por estos girasoles que nos miran, por la vida esa gloria
suspendida, por el fulgente camino de la luz, por embriagar de luz la eternidad.
Por la nieve que duerme allá en Saluggia, por la
nieve que nunca vio mi aldea, por la canción de cuna de la nieve, por la
inmensa dulzura de la nieve, por el niño dormido entre la nieve, por el retorno
eterno de la nieve; por la muerte sin tregua construida, por lo que está
perdido, va o termina, por el hombre que gira con el día, por el hombre sin
tiempo ni sin fin, tan sólo un animal desconocido.
Por la mágica mutilación, el afinamiento
primordial, el sentido del sinsentido, camino y universo y atalaya; por el arma
celeste, la palabra, para fundar un mundo para el nido, manos abiertas, pájaro
en vuelo, con hambre de luz para la siembra.
Por el postigo y su presagio cuervo, por los
instantes, cienes y millardos, los izquierdos, los neutros, los derechos, por lo
oscuro, lo ralo, por lo ebrio, por lo hembro, lo sobrio, por lo macho, por las
piedras, cimientos y cuadriles, por las señales de la santa lluvia, por
quebradas, florestas, renacuajos, por los solteros, cuerdos y borrachos, por la
tos, la sonrisa y las estrofas, por la guerra, la paz, por los de arriba, los
del centro, sin nada, los sin heces, los de abajo, de cara al sol de oriente,
por la última estrella que veremos.
Por la buenaventura de la rosa, por el atardecer de
los venados, por el alma llanera dulcecita, por la primera labradora a pie, por
mí, por ti, Tolú y la Trifaldi, por la casa en el aire y en el suelo, por la
varilla de llegar al cielo, por los guaduales cuando van al río, por la
hazaña, la fama que eternice, por la soberbia Kalamary en celo, por Darío Fray
Luis y sus versiones, por la lujuria del primer jardín, por la guabina
santandereana, por las penas del río cuando brise.
Por el tiempo que dura la agonía, por las espadas
ángeles y aldeas, por todos los resabios rocinantes, por el plural con una sola
sombra, por el poema aquel inagotable, por el misterio del divino loco, por la
noche que se arma en ciego sueño, por la puerta falsa del corral de campo, por
los cuchillos de la lluvia a secas, la amenaza del gato en pleno hechizo, por el
barco encantado y sus aceñas, por los dos golpes a la endeble espada, por la
razón y sinrazón del viento, por el sordo pecado de la luna.
Razón de ser: confabulación tachirense
En octubre del año 2000, después de un buen par de
pininos, sobre el banco de la paciencia, la escalera o la barricada, irrumpe en
la ciudad de San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela, un verdadero complot
contra la pululante abulia literaria. “Nadie Nos Edita Editores” es
nombre-eslogan-escudo para el trajín de los neo-conspiradores y sus primeros
dardos-poemarios. Toman una de las emisoras de radio con Después de Misa.
Para salvarse de los espantos de la media noche y para “meterle el dedo en el
ojo al silencio” fundan “Los Jueves Inéditos”. Coleccionan sus libros en Dragones
de Papel. Piensan en un periódico propio y al instante aparece la revista Sujeto
Almado, con versión electrónica, advirtiendo de
entrada que es peligroso asomarse a su interior. Chucho (Freddy Ñáñez), el
fundador, el motor de tal confabulación.
El grupo entra en acción, se instala justo en los
albores del siglo XXI con el firme propósito de constituirse en hito
fundacional capaz de pasar la página de la reivindicación de la nueva poesía
tachirense. Haciendo honor a significativos testimonios culturales como la BATT
(Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses), La Cueva Pictolírica, el Grupo
Literario El Parnasillo, el Taller Literario Zaranda, el Periódico Voz y Rima,
El Árbol Editores, la Peña Manuel Felipe Rugeles, deviene verdadero zaguán
por donde la nueva literatura regional tachirense responde por el nuevo texto de
los nuevos tiempos. A un lustro de vida, es ya bisagra natural dispuesta a
fundir y multiplicar, sinérgicamente, los frutos hasta ahora cosechados en uno
y otro ámbito. A través de la pulcra presentación de Sujeto Almado asistimos
periódicamente a un permanente debate ideológico-literario que oscila entre
los vericuetos de la razón poética y los intríngulis descaradamente dolorosos
del saqueo hegemónico mundial.
Estamos, así, delante de un Movimiento que apuesta
a la belleza y la locura, únicos argumentos para sobrevivir a la muerte
cotidiana sin sentido. Frente al brutal mundo donde a diario se fortalece la
contra-utopía, esgrime la palabra honda, la que embellece y subvierte todo
acoso, alienación, diatriba. Muy agazapadamente, se propone inventar nuevos
mundos y Apocalipsis. Perfectamente sabe de las falsedades de la Literatura.
¡Y miren si han sido capaces de fundar! Pretenden
la refundación del quehacer literario a través de una confrontación
participativa, con miras a salirle al paso a la palabra nueva, protagónica,
capaz de enarbolarla como verdadera subversión o resistencia ante todo
arremetimiento o impune dominación. Desde el incienso hasta el quejido del
papel y más allá del viento, mientras inventan pasiones para ejercitarse,
mientras se siguen robando el fuego, saben que la ruta es larga, afuera y
descalza. Por eso su grito no otro que: ¡Generación Almada! ¡A navegar! ¡A
soñar! ¡Hasta embriagar la realidad!