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Nota para Ana lanzada en una piedra

...con mi raíz cerca de la tuya
para que nuestras copas juntas mecieran con el aire.

Ana, esta noche lo leí. No me puedo dormir. Te alerto.
No te muevas hoy.
No vayas a ningún lugar. Es un libro maldito.
Con razón tu abuela lo escondía tan alto.

Dice que saldremos de la casa y que no regresaremos.
Que nunca más volveremos a encontrarnos.
Que no escucharás el silbido desde mi balcón.
Que no colgaremos más toallas de colores
para llamar los novios desde la ventana.
Y que puede suceder en un instante.

Tu casa aparece en un extremo de la hoja. La mía en el otro.
El resto es una maraña de tierras y agua,
no media nuestra calle con baches.
Quizá si recortamos el papel y unimos los bordes podamos evitarlo,
pero entonces los nombres quedan al revés,
chocando las cabezas
y eso puede ser peor,
son campos visuales opuestos.

En un país lejano veremos nuestros cuerpos, diferentes.
Yo te reconoceré enseguida y silbaré con fuerza,
pero tú no escucharás.
Desplegaré en una plaza la toalla de colores
y tú no la verás.
Te tiraré una caja de recuerdos con las flores secas de la noche del viernes
con los aspavientos de tu madre en el patio
con los besos de Manuel.
Y ni siquiera recordarás que Manuel fue el amor.

Busca el segundo tomo. Encuentra el maldito libro.
Ahí deben estar las soluciones. Siempre las hay.
Tengo miedo Ana.
Hoy vamos a quedarnos quietecitas.
No salgas aunque tu madre te lo pida.
Vamos a agarrarnos bien a estos balcones.

 

Pido tu cabeza

Para el acomodo
en hombros
de la mía
pido tu cabeza a Antipas
pero no fría
servida en la bandeja
sino al retozo
tendida en mi cintura.

 

Quién iba a creer

Cuando lo escuchamos, nos reímos
porque ¿quién iba a creer aquel absurdo?
no era más que un guijarro, un lunar, un soplido
una siesta de todos los sentidos.

Cuando lo leímos, nos reímos
porque ¿quién iba a creer aquel absurdo?
no era más que el vuelo de un escritor muy fértil
un susto de muchacha, una agujeta.

Cuando empezamos a vivirlo, nos reímos
porque ¿quién iba a creer aquel absurdo?
no era más que un mazo golpeando las cabezas
un grillo alojado en el oído, el hincón de una abeja en la esperanza.

Cuando empezamos a morirlo, nos reímos
porque ¿quién iba a creer aquel absurdo?
no era más que un hierro quemando las entrañas
un rasgón de tiras de vagina, un incesto tardío,
un tiro sin la gracia de la muerte.

Cuando nos mataron, nos reímos
porque ¿quién iba a creer aquel absurdo?
no era más que un temblor sin piedad en los cuerpos
un nular de alas, un talar de troncos, un silencio de pájaros.

Cuando las imágenes salieron, nos reímos
porque ¿quién iba a creer aquel absurdo?

 

Amiga insustancial

Amiga
en la extensión de la caligrafía más gótica
—no en el concepto—
tan llena de arbotantes y arcos seccionados
elevada en beatitud de rosetones.
Muerta
en la magnitud circunstancial del contenido
—no en la rigurosidad textual de la palabra.
Insustancial
inmaculando la gelitud concreta en que defecas.
Con tanto cielo que pudimos pintarle
a esos pájaros pudriéndose en tu sombra
comiéndote los párpados.
No dejaste una gota de agua del Leteo
te quedaste lerda, cuesco en fruto seco
distante al sur que raja.
Yo que te traje un cofre piramidal con la calima
una duna, el ocre del desierto en la pupila
para que huellaras
y me dejas sólo el modo
el exótico modo de decir
que te den
por todo lo muerto que vas dejando a tu costado.

 

Los amigos son raras especies

Hay amigos mariposas.
Nos regalan el placer de los colores
pero son breves
no saben de raíces ni de rayos
y se pierden en las flores.

Hay amigos trasgos.
Aparecen sorpresivamente
iluminando los rincones de la estancia
y se van dejándonos las ganas todavía.

Hay amigos dinosaurios.
Son aquellos que pactaron con sangre
guardar nuestros amores en secreto
y ahora lo ríen con otros dinosaurios
delante de nuestros hijos.

Hay amigos troncos.
Permanecen en el mismo lugar donde nacieron
nos reciben colmándonos de frutos y de sombras
y nos hacen llorar al despedirnos.

Hay amigos puentes.
Esos jamás pierden el norte
nos van señalando teléfonos, ciudades
aparecen en las fechas señaladas
y enternecen.

Hay amigos lluvia.
Llegan en las sequías prolongadas
a prodigar nuestras tierras
a devolver el verde a las montañas
y estremecen.

Hay amigos quimera.
Les guardamos por años la blandura
y un día al voltearlos
al mirarle los ojos descubrimos
que un extraño los habita
y lastiman.

Hay amigos estrella.
Se alzan en las noches más oscuras
para darnos su luz y la esperanza.

Hay amigos concha.
Que buscan la humedad de nuestra ola
y les damos el mar
y los corales.

Hay amigos brujas.
Que en su afán por descoser espasmos
nos llevan en sus vuelos por pecados celestes
y nos hilvanan los sueños todavía.

Hoy
con sólo la presencia de uno de estos brujas
bastaría.

 

Cirugía

No me esculpa la nariz perfecta
que empañe la fealdad que me distingue
limítese a restaurar las piezas
siendo más fiel que lo imposible.
No haga pinzas que apuntalen descensos
no cercene el poniente
no me ampute locura
no silicone en los pechos
no succione con lipos mis derrames
no me corte la burla en los ojos
no reduzca la abertura de la risa
no me aumente los labios
que ya saben bastante de palabras obscenas.

Esta mujer ya fue primavera
y hoy transita en paz por los otoños.

 

París no me conoce

París no me conoce
no ha pisado un hierro de su torre en mi osamenta
no conduce mis ruinas
ni Corbusier se asombra de mi mano
de esta mano con alas
que una vez flotó el cuerpo.

Madrid me sabe poco
no me ha abierto el escote
no ha dejado resquicio
por donde asome un volar
no me aguarda en cibeles
no aconcava al cincel.

¡La Habana!
La Habana es un monstruo que carga con mis huesos.
La Habana me arde
me encaja en cubierta
me alza en dos brazos colosos
me juega imposibles
me tiende cipriones.
Yo raspé el malecón de madrugada
le exprimí el cielo hasta sacar la aurora.
La Habana es un fuego de cuatro pulmones.
Me aguarda en los muros
en los adoquines.
La Habana me lava la risa
me estruja la sal
me condena a la vida.

La Habana me asiste
me guarda una ola...
tengo que pasar a recogerla.

 

Problemas generacionales

Ha pasado mi tiempo
frente a la caja tonta
ordeñándole la vacuna inteligencia

mientras a mi hijo

le pasa todo su tiempo
frente a una caja inteligente
ordeñándole el tonto vacunamente.

 

Isla

Llegó por un costado de la noche.
Le pareció que era una isla hermosa
sin madre que le zurciera la pena.
La alzó en una mano
y le acomodó la montaña
le peinó las palmas
le puso un sol y una nubecita clara
le cosió la ola.
“¡Qué desvalida está!” pensó
y se la guardó.
Ahora la isla siempre lo delata
por el solecito que le salta en la camisa.

 

No, Don Anselmo

No, Don Anselmo.
Recurro al cansino principio del marxismo:
en la esencia del ser radica el tema.
No importa qué cuna lo vio nacer a usted
ni en qué remota isla, por hermosa.
No reinicie la ruta conocida
ni vuelva a ver en América, Las Indias.
No equivoque.
Mi nombre no es asere
no es santa ni gallega.
Es agua clara.
Ser de mi isla no entraña
ajustar su isla a mi cintura.
Desande usted camino. Marche al barranco.
Y entréguele a su madre mis respetos.