Entrevistas
Cristina RascónCristina Rascón:
¡talento literario y belleza!

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Bajo el ardiente sol del verano desértico sonorense caminé por las calles de nuestra noble ciudad hasta llegar al centro de la intelectualidad de Cajeme, para conversar con Cristina Rascón Castro, bella mujer de la región del Mayo que reside entre nosotros escribiendo cuentos e impartiendo talleres literarios. ¡El arte de las palabras!

“Este año ha sido una locura para mí, porque he ganado tres premios literarios”, comentó muy emocionada la jovial escritora, al inicio de nuestra conversación sobre su personalidad y obra literaria quien, después de una breve pausa y un sorbo a su café capuchino, agregó: “Con el cuento titulado ‘El agua está helada’ obtuve el primer lugar en el Concurso del Libro Sonorense 2005 y anteriormente el Premio Latinoamericano de Cuento ‘Benemérito de las Américas’, en Oaxaca y el Premio Latino de Cuento de la Librería Mediática de Venezuela.

—Así que, ¿eres muy cuentista? —le indiqué en plan de broma.

—¡Sí! —replicó—, me gusta mucho lo ficcionario. El primer cuento, ya citado, relata sobre la soledad de los personajes, porque así me sentí algunas veces durante mi estancia en el Japón.

Quien está sentada junto a mí es una joven narradora y una de las mujeres con mayor intelecto que he conocido en Cajeme. Nuestro primer contacto fue en el año 2004 durante el Encuentro de Escritores Sonorenses, en la Biblioteca Pública. Con su sutileza y encantadora personalidad me impresionó al conocerla y escucharla narrar su cuento titulado “Autotexgráfico”.

Sin formalidades, la placentera plática con esta atractiva escritora se llevó a cabo durante una tarde sabatina entre pinturas y sabroso café en el negocio Libros y Más, para que usted conozca su pensamiento literario.

—¿Quién es Cristina Rascón; la mujer y la escritora? —le pregunté.

—Nací en el poblado de Bacobampo, cerca de Navojoa. Soy una niña soñadora e idealista. A esa edad me imaginaba historias y poemas que no me dejaban en paz... así que las empecé a escribir, por ahí a los 10 años de edad, lo que yo supuse eran guiones de películas.

Luego añadió:

—Soy una escritora juguetona porque manejo la realidad, el idioma, las palabras y a los personajes de mis cuentos. Me gusta mucho la ficción. Soy una mujer que busca la visualización de ideas, la independencia y la creación de valores... ¡Una nueva forma de escribir literatura! Pero pienso mucho en los lectores cuando edito una obra —comentó la creadora del poema “Aridez”: “Los recuerdos / gotas de saliva / mi corazón / tiene sed”.

Conversar con ella es admirar su porte; tez morena clara, alta, larga cabellera, ojos negros, educada con finos modales y muy acompañada de su computadora portátil, con mucha simpatía nos relata sus experiencias en el Japón y en el sur de México.

—Los premios que has logrado no son al azar, ¿verdad?

—Soy egresada del Instituto Tecnológico de Monterrey con licenciatura en economía, pero durante el quinto semestre me fui a estudiar al Japón, sociología y literatura, el idioma, el estilo de vida y el budismo —contestó.

—¿Por qué Japón? —la interrogué con curiosidad.

—Porque desde niña me atrajeron mucho el Oriente y los kimonos. Tenia 20 años cuando me fui a estudiar becada a ese país. Me enamoré de la cultura japonesa y, al graduarme, regresé a estudiar la maestría en políticas públicas internacionales en la Universidad de Osaka. Me encantó el Japón tradicional, la forma de expresión y la espiritualidad. ¡Fíjate que hasta nadé con delfines y una enorme ballena blanca! en el Parque Acuático de Shira-Hama. ¡Me salieron lágrimas por la emoción!

Al hablar expresaba ese íntimo sentimiento con un brillo de dicha en su mirada y afable sonrisa, para después saborear su café capuchino.

—¡Qué afortunada eres! Así que, ¿te tocaron el corazón los cetáceos? —la interpelé.

—¡Claro que sí, tuve una comunicación espiritual con ellos! Fue una experiencia inolvidable, porque acaricié y jugué con delfines, pretendiendo que me ahogaba, pero ellos me rescataban. Abracé a la ballena mientras ella giraba su cuerpo afuera del agua —afirmó muy emocionada para luego recordar su viaje al santuario de ballenas en la Baja California—. Fui a Guerrero Negro y acaricié a una ballena gris. ¡Fue fantástico!

Como ecologista protector de ballenas, le comenté que Japón caza ballenas minke y jorobadas para consumo humano. No pude evitar preguntarle:

—¿Comiste carne de ballena?

Con tremenda sorpresa, ella argumentó:

—Durante mi estancia en Japón, nunca observé un menú con carne de ballena. Sin embargo, en algunas ocasiones mis amigas japonesas replicaban entre risa y broma: “¡Está la carne muy roja! ¿No será de ballena?”. ¡Creo que era atún!

—¿Cuándo te iniciaste en la creación literaria?

—¡Nunca dejé de escribir! En la preparatoria, con el cuento “Desafío”, gané el Concurso Estatal Juvenil de Cuento. Sabía que esto era lo mío, pero no veía claro cómo ligarlo a la vida productiva, así que estudié economía. En 1993, Margarita Araux fue mi tutora de cuento y poesía en los talleres de la Asociación de Escritores Cajemenses. Después estudié cursos de cuento, poesía, creación literaria y narrativa con Rafael Ramírez Heredia, David Huerta y Guillermo Sampeiro en el D.F., Monterrey y poesía japonesa contemporánea.

—¿Por qué escribes?

—Porque vivo en un mundo caótico e injusto, creo poder ver lo que sucede; un universo paralelo y la fantasía son la llave para entender el mundo que me rodea; mi familia y mi profesión. ¡Con el budismo aprendí a ocupar mi lugar en el cosmos con mucha sencillez!

—Hasta hoy, ¿cuál es tu producción literaria?

—Los cuentos “Libitum” y “Hanami”, entre otros 40; varios ensayos, dos novelas y estoy traduciendo al español el libro Sekenshirazu (El ingenuo), del poeta Shuntaro Tanikawa. También escribo sobre la ficción y educación y sus comparaciones técnicas entre México y Japón. Sobre cultura y economía del arte para el periódico Milenio y en las revistas Tragaluz, de Guadalajara; San Quintín, de Monterrey, y Juku Jeeka, de Cajeme.

—¿Vives de tu obra literaria?

—Soy profesionista independiente en consultorías, estrategias y estadísticas de mercados y traductora de idiomas. Ambas las combino con la docencia en creación literaria en el Tecnológico de Monterrey e imparto talleres literarios y de poesía japonesa en la Academia de Arte y en corto lapso en el Itson.

—¿Por qué impartes talleres?

—Porque en mi tiempo no los había para mí y yo tenía mucha inquietud por la literatura. Hoy deseo apoyar a la gente en este arte, involucrar a jóvenes y adultos y compartir el conocimiento que la generación de los setenta no tuvo. También para organizar concursos.

—¿Concursos literarios?

—¡Sí!, el Primer Certamen Literario de Cajeme, en los géneros de poesía, cuento, dramaturgia y texto en lengua indígena como miembro de la línea de cultura en Cajeme 20-20 A.C.

—¿Qué le comunicarías a las personas que desean escribir?

—Que la ficción es una forma de entender la realidad, cuestionarla y criticarla. El ejercicio de escribir nos conecta a nosotros mismos, al mundo que nos rodea y a cada una de las personas que pudimos haber sido... porque en el fondo somos producto del azar. Para tener paz y disminuir la violencia, creo que la literatura nos posiciona en los zapatos de los demás y nos hace comprender al prójimo y entender al mundo.

Con una pausa para deleitar su pastel, agregó:

—Creo que la literatura es la esperanza, aunque muestre a veces lo más oscuro de la naturaleza humana. De ahí que si alguien tiene inquietudes hay que desarrollarlas con el oficio, porque nadie ha escrito lo que tú podrías escribir... la veta es inagotable y en el fondo, creo que la competencia no existe. ¡Entre más escritores haya, es mejor!

—¿Qué piensas de la enseñanza de la literatura?

—Que hacen falta licenciaturas y maestrías en las letras —firmemente acentuó el comentario del cual en este rubro estoy de acuerdo con ella, pero abarcando todas las bellas artes.

—¿Dónde escribes?

—En mi pequeña casa, rodeada de mis libros y diccionarios que consulto; entre pinturas y dibujos que he realizado y litografías que colecciono, escuchando música clásica, jazz y tradicional japonesa. Algunas veces en un café, como aquí.

—Pero, ¿también pintas?

—¡Sí!, pero soy más escritora que pintora —afirmó, mientras observaba unas fotografías del Cajeme de Ayer, para agregar:—. Estudié las técnicas del dibujo, la figura, tinta china y el acrílico en el Claustro de Sor Juana en el D.F. y el arte Sumi-e, en Japón.

—¿Pintas bajo algún estilo?

—No, porque creo que cualquier manifestación artística carece de explicación científica o académica que logre englobar por qué surge “el milagrito”.

—¿A que pintores admiras?

—A Gustavo Klimt, Shegel y Kandinsky.

Platicar con la simpática Cristina fue muy agradable por ser ella muy conversadora y nada aburrida. Desafortunadamente tuvimos que concluirla. Al bajar la escalera del recinto, de soslayo; observé cómo se sumergía en su propia existencia y soledad de escritora al observar la pantalla de su laptop. Sentí admiración y respeto por esta joven, quien, con tenacidad, está cosechando éxitos en Sonora y en el extranjero. ¡Un orgullo para Cajeme!