Letras
Tres cuentos

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Los gatos

Cuando abrí la puerta del cuarto de papá, los gatos salieron corriendo por debajo de mis piernas. Creí ver sonreír a uno, pero qué estupidez. Mi hermana intentaba llorar pero no podía.

Aquella mañana quise dejar todo organizado. Quería que papá descubriera que su hija mayor podía hacerse cargo de la casa mientras él dormía.

Me levanté muy temprano, a las cinco, sin necesidad del despertador, alerta con el primer canto de los pájaros, contenta de pensar que nada podía salir mal. Me bañé rapidito para no molestarlo a papi con la ducha y mientras cebaba unos mates le preparé el desayuno a Loli. Luego la desperté despacito y le puse las medias mientras se libraba de la pereza y con escaso ánimo se resignaba a comenzar la mañana profiriendo ruidos indescifrables, gritos de guerra de la modorra. Para cuando terminó de lavarse los dientes y peinarse, y se asomó por la puerta de la cocina con las trenzas torcidas, los ojos chiquitos y los labios secos en una boca entreabierta (me miró quizás con enojo pero no quise darme cuenta), yo le acomodé la bandeja con café con leche y tostadas en las manos. Se quedó unos segundos en la misma posición. Después decidió sentarse y comer con una mano y con la otra sostenerse la barbilla mientras miraba dibujitos.

Llegó la hora de partir y las dos salimos de la mano. La dejé en el colegio no sin antes darle un beso que se refregó con un asco ritual ya gastado que no recordaba su porqué.

Fue un día tranquilo en la facultad. Almorcé rápido y bajé a la biblioteca. Terminé dos lecturas y ya tuve que pasarla a buscar a Loli para llevarla a comer algo a la plaza y dejarla en inglés. Yo volví luego a la facultad y tres horas pasaron rutinariamente. Finalmente regresamos las dos cansadas a casa.

Ninguna se sorprendió del silencio que se respiraba. Era ya rutinario el letargo de papá, recomendado por unos médicos de los cuales dudábamos su verdadera consulta. Preparé la cena despacito como queriendo darle tiempo a papi para que se le acabara el sueño. No hubo caso, comimos solas mirando algo por la tele que no valía mucho más que comer en silencio mirando al techo, y no sé por qué después algo me hizo dejar de lavar los platos para ir a ver cómo dormía papá, si estaba bien. Abrí la puerta de su cuarto, y a quién quiero engañar. Ya no podré demostrarle a papá que puedo hacerme cargo de las cosas, si tan sólo me hubiera acordado de darle de comer a los gatos.

 

Ameba guacha

Cuando la ameba que nos sueña a todos juntos decide por una noche o día o tardecita lluviosa, porque resulta que la ameba sueña todo el tiempo y nunca despierta hasta que un día sí lo hace pero creo que la existencia de ese día es un placebo para el miedo de que en algún tiempo se formule una pregunta cuya respuesta sea nada. Cuando esta ameba decide en algún momento que yo no sea ni artista de reparto, ni semáforo, ni tilo alergénico de una plaza poco concurrida, y me da papel protagónico aunque sea de una escena poco feliz, cuando por fin me lo da, yo aprovecho y pienso. Borracha en mi desgracia de egocentrismo escaso, casi nulo, no tengo mejor idea que pensarme ameba, es decir, la ameba no tiene mejor idea que yo me piense ella. La cuestión es que comienzo con delirios de grandeza e imagino que vos (sí, vos), sos mero protagonista secundario de mi propio sueño y hasta llego a gozar con la idea de que te hago un favor soñándote. Y ni siquiera se me pasa por la cabeza pensar que cuando la ameba te da el papel principal a vos, quizá ni siquiera me sueñes, o me sueñes diario de ayer, o canción de Chayanne. Pero no quiero utilizar Mi Día para pensar en eso. Volviendo a lo que iba a contarte, en mi sueño sos un protagonista secundario con bastante peso, no voy a mentirte, pero no podes pensar sino a través de mí. Por eso es que me consuela saber que si te amara, me estaría amando a mí misma, lo que es mucho más cómodo, porque cuando uno quiere dejar salir apenas un grano o dos de ese puñado de arena al que llamamos amor, ya se le va toda la cantidad de la mano a uno, y el amado queda con una sensación muy desagradable de arena en lugares desagradables que para qué contarte. En mi sueño te amo de todas maneras, parada, sentada, haciendo la vertical o acostada, y aun en todas esas posiciones es un amor sin contacto físico, un amor de delirio de ameba nada baboso ni pegajoso porque en realidad es eso, sólo un delirio de ameba, jamás seré ameba de verdad... Pero en el sueño a vos te encanta ser amado en seco, no sos pretencioso y te basta con que te ame sin transpirar. Y en una de esas aparecemos tomados de la mano sentados en uno de esos lugares que yo elijo llenos de sol y perfectos para suicidarse aunque no me suicido, sólo me gusta que el lugar sea perfecto para el suicidio, lo que le da un dramatismo fuera de serie y creo que me estoy convirtiendo en una buena directora de cine sómnico. Como te decía, vos y yo tomados de la mano y sentados en un lugar suicidial y eligiendo el nombre de nuestro niño o niña futuro, ese que estará hecho de sopor de ameba mutuo y con mucho amor porque a los nenes hay que gestarlos o por lo menos inventarlos con mucho amor. Un pequeño soporcito de ameba que si es ito se llamará no recuerdo y si es ita se llamará Sao. Interferencias. La ameba decidió darte papel protagonista a vos y estoy a punto de dejar de pens

Hoy la ameba me dio protagonismo en su sueño por primera vez en muchos ciclos de eternidad y me decidí a jugar un picadito con los chicos en la plaza esa a la que nunca vamos, llena de tilos alergénicos.

 

Secretos de una entendida
Hoy: cómo realizar una mariposeante guerra de almohadas

Ya no se consiguen de las de pluma, pero sería ideal (aunque también una pena y luego una hernia y para todo esto las marisopas quién sabe).

Nota preliminar: la servidora que les confía estos secretísimos lujos incurrió cierta vez en el error de querer fotografiar la escena bélica, pero inútilmente sólo consiguió fotos movidas de espaldas y cabelleras que andaban en algún asunto indescifrable.

Cuestión es comenzar con un deseo de golpe cosquilleándole a uno a medio centímetro del centro eufórico-epidérmico (disimular estos avatares si es que usted se halla en la oficina o dando conferencias sobre asuntos que más bien le despiertan en las marisopas un querer de regresar pelusa y grisáceamente a sus capullos). Conseguir a continuación un contrincante que reúna especialmente la capacidad ciclotímica de recibir tres segundos de mullidos golpes, impasible, y fajarlo a usted durante otros tres segundos, sucesivos, impasible aun más.

Notar cómo cuesta lanzar la primera almohada, no así disponerse en la cama y empezar a relojearse con una risa bullente de esas histéricas que presienten las cosquillas (las mariposas rompiendo sus capullos).

Cobarde quien lanza el primer golpe como quien da un beso sin pedir permiso a quien de todos modos se lo hubiera dado. Azote sin pudores que ya le tocará recostarse y exponer la yugular. Repita la escena hasta que las marisopas se distraigan en otros asuntos que tengan que ver más con el amor que con la guerra (llamado momento del punto cíclope o excentración de los amantes) y relájese boca arriba mirando un techo no se asuste si gira y disfrute de su aliento, realice un seguimiento sólo por el placer de oírlo confundirse con el de quien ha florecido a las marisopas.1

Luego del amor, tienda la cama y desembrújese los pelos. (Pero no intente encapullar a las marisopas). (Ahora deciden ellas). (Y usted no tiene otra que exponer la yugular). (y suerte si son las almohadas).

  1. Recomendación: tener la precaución de relamerse en el éxtasis del sudor, el cansancio y las ganas de abrazar pero esperá un cacho que tengo una fiaquita.