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Confesión

A Paúl Mendoza

Amor pasión y placer
Son en mí tres muros transparentes que contienen el silencio
Tres paisajes de tul que aterrizan lentamente en el vacío

Dejará de morder la muerte estas raíces que me atan a la tierra
De agonizar en mi ser hasta la más ínfima energía
De reventarse hasta el último planeta
De marchitarse en mi jardín hasta la última de las flores
Y el insecto más malvado
O tú partieras en dos la oruga del infierno
Que perfora estas paredes
Esa oruga que viene hacia mí con máscaras angelicales
De seres que me profesan un amor falso

Destruyeras los cuartos de tortura
Que el miedo me ha construido en la cabeza
O al menos algún crepúsculo torciera sus barrotes
Y por aquel agujero deforme saliera mi alma
Ya no más como ave de rapiña
Como gusano cristalino resbalando de los ojos
Ni como el fantasma que asusta a la gente
Cuando se halla tendida en el lecho con los capullos cerrados
Y los sueños entreabiertos

Si tú podaras esta angustia como un pez que vuelve al río
Como una esperanza que se eleva al cielo
Para masticar por primera vez las nubes
Si tus palabras batieran esos ojos amarillos desiertos y enormes
Que me persiguen como mariposas de alas filudas desde el alba
Esos abrazos pegajosos que me reservan las dudas
Los besos de metal que me suelda el naufragio
Dejaría de fingirme muerta para no morir
Ahogada para que no me hunda otra vez la realidad


Yo me arrancaría hasta las sienes por ver
Un rayo de luz verdadera despertando de mi centro
Una daga de amor
Pasión
O placer verdadera

 

Abelius

A un personaje de ficción
que alguna vez
destruyó su propia ficción.

Un tropel de días camina desangrándose
Desnuda cabalgo sobre los fragores
De este corazón enfermo
Los personajes de mi libro
Escaparon de su jaula:
Abelius

Yo pensaba que la verdadera música
Sólo brotaba de tus poros
Cuando lo único que brotaba
Era este amor tan indigente
Veo con atención todas las esquinas azules
Por donde doblaron mis sueños
El tablero ensangrentado
Donde la humanidad sigue jugando al sacrificio
Con sus peones de huracán
La felicidad se detiene
Como un pájaro amarillo sobre una antena
Y un hombre
Como tantos personajes de ficción
Que aborrecen lo bello en tus historias
Le dispara una flecha y la mata

Pero yo sigo desbordándome con mis raíces
Desgarrando esta revolución
Que aprendí a crucificar en tu cabeza
Con tan sólo este par de manos
De dragones perdidos
Y esta soledad que sigo colgando a la intemperie
Para que la picoteen los cuervos
Sigo dándole a la gente los buenos días
Las buenas tardes
Y las malas noches
—No me olvido de tus buenos modales—

La mentira no tiene un esqueleto
Que la sostenga
Eres el virus que seguirá causando
Todas mis enfermedades
Aunque hayas muerto
Como murieron en un foso
Mis viejas plegarias a la luna
A los dioses sin cabeza

—Mi más terrible ficción—
Vivirás ahora en esta casa
Que he construido en la memoria

 

Sin rótulo

“Ahora será fácil destrozarnos lentamente
arrancarnos los miembros
beber la sangre lentamente...”.
César Moro.

No será necesario labrar tu mirada
para sembrarme en tus ojos
te conozco espejo indisoluble
me conoces
desde que el mundo decidió inventarse amarillo
y enfermo
nací en el primer latido de tus pasos
con el canto de la funérea ave que picotea tus costillas
allí me desdoblé desnuda invisible como una mandrágora
puedes abrirte el pecho si deseas
tal vez aún encuentres mi sombra perforándose en tu sangre
o a mi soledad jugando a ser
firme amante de tus glóbulos blancos.

Para insertarme en tus niñas como
un átomo del viento
no necesito mezclar
los colores tibios de mi alma
somos la misma luna despeinada repasando la noche
la misma cuerda vocal estacionando los días
el mismo músculo rojo andando de cabeza por las calles.

Por eso
cuando un bufón de mis ojos te encuentre y
te estire los brazos
cíñelo a tu cuerpo
súmalo a tu risa
pero no se te ocurra soltarlo temblando
recuerda que es imposible embriagarse
cuando bebemos la niebla de
nuestra propia sangre.

(De Euritmia, 2005)

 

Fusión

Para el ser que a veces despierta
por debajo de mis hojas.

Las ideas ejecutan coreografías de ballet
en el magro salón de mi cabeza
mi bolígrafo como una flecha azul se estrella
contra un muro frágil y pálido.
Abro puertas invisibles
merodeo pasadizos sin suelo
y estás aquí
debajo de todo lo que escribo
olfateando con desquicio el olor a tabaco
que despide cada letra
sosteniendo un paraguas donde se resbala el horizonte
tanteando algún utensilio con el cual rascar
la olla de carbón donde quedaron adheridos
los restos de mi alma.

La ternura es un hilo perfectamente bordado
en cada región árida de tu rostro
el volumen de tu risa se balancea en el silencio
y pienso
que bien podría terminar siendo sobre tu piel (si me lo propongo)
una sombra desmesuradamente rosa
o algo parecido a una pieza de Chopin.


saliendo del papel
de este fango blanco con raíces negras
con un quinqué en la boca y un pozo rojo en el pecho
esperando la irradiación el avepez
el último fruto de mi árbol.

Afuera
el sol aún duerme tapado con periódicos
mientras que tú y yo bailamos atados
por una sola camisa de fuerza
en el ancho renglón de este manicomio
bailando como dos siameses que comparten
el mismo mentón
la misma frente.
Lo que en este momento creemos que es el amor
—tal vez un pájaro de agua atravesando famélicamente
el cielo bermellón de nuestra sangre—
también baila al ritmo de un paisaje de Tilsa
que en mi vientre detona sus colores.

El tiempo no se depila
la soledad se pela mejor con las manos
y no somos más que un par de abismos
desgarrándose...

 

Introspección

A un muchacho de papel

Yo miraba a Andrés más allá del cuerpo: al alma
y más allá del alma: al papel
y sobre esa pradera color desierto
acariciaba su letra gótica
con mis manos de niña salvaje.

Yo miraba su portada de labios rotos
su prólogo de mano femenina
su índice fracturado por la indolencia
de una luz que anochece
y Andrés era cárdena rosa
llorando en los huertos del corazón
pero cuando atrapaba sus ecos
se echaba a rondar el aroma materno de su dedicatoria
entre nuestros abrazos nocturnos
de corazones incompletos
entonces la estación de los ojos era dulce
como sus páginas centrales.

Yo miraba a Andrés repleta de vacío
—era un pájaro distante—
no sé cuántas veces compuse y descompuse
canciones silenciosas en sus pies de página
no sé cuántas veces
la eternidad del verso se deshojó
en su biografía de pálidas juncias
como un lenguaje del viento entrecortado.

Sólo sé que lo miraba
—casi siempre—
y era feliz con mi vacío cantando entre sus hojas.

Un día Andrés se diluyó con las voces
de sus páginas heridas por caballos indomables
entonces el libro regresó al polvo
el oriente se volvió aun más oscuro
y dejé de verlo más allá del cuerpo
más allá del alma
más allá del papel:
en la nada...

(De Euritmia, 2005)

 

Lo que no se ve es lo que existe

(inspirado en Sylvia Plath)

El silencio silba mis nuevas canciones
Como un niño vagabundo
Yo contraigo nupcias con las voces
Que germinan de la nada
Pareciera ser que soy una mujer escondida
Detrás de su máscara de hierro
Oculta como la abeja en los senos del gladiolo
O una pequeña piedra que agoniza en el fondo del río
Mírenme bien
Con la atención con la que el lince mira a su presa
A punto de batirla
La civilización no sabe que en el rostro
Tengo dos salones negros
Donde valsean lo inefable con lo brutal
De mi fachada rosa
Ni que desde el cuarto piso de la noche la vislumbro
Como una larva transportándose lenta
Mírenme
Yo soy la que abofetea la falsa luz
Que se vuelca en sus ojos
Bajo mi blusa de seda ya no escondo
Un mausoleo de cristal
Un encaje de perlas y zafiros
Existen dos ventanas
Al paraíso y al averno
Una puerta en vaivén
Que perdió la cerradura
Lo que no se ve es lo que existe
Y mana ascensores hacia las profundidades
Yo aún sueño con escuchar lo que calla el universo
Con encontrar una frase que pudra la sordera
O un código que nos descifre
Por eso ejecuto el lenguaje de los ciegos
Y mis poemas son zarpas que se incrustan
En los harapos de la tierra.

 

Diálogos

Existencia
Lápiz carbón que me delineas
En un sobre de carta sin membrete
Sentada en el trono del desquicio me contemplo
Como un reloj sin números
O un trastorno de Dalí

Felicidad
Cerradura sin llave
Anciana con manos de niña
Deberías ser más poética
Para poder llegar a tu garganta
Por la boca de cualquier calle
Caer a tu estómago
Digerirme
Y finalmente salir por tu húmeda vagina
Como un tibio líquido armado
En forma de niño
Para que me den de lactar
Los senos calientes del mundo

Existencia
Frente a ti la poesía y mi cerebro
Desovan a diario
De tu silencio heredé los acertijos
El angosto y prolongado pasadizo azul
Por donde desfilan mis palabras
Como los ademanes de una fiera reclusa
Sobre tu lecho de espinas
Duermo despierto
Y para sobrevivir
Coloco mi corazón en un vaso con agua proveniente
Del grifo de la espera

Felicidad
Señorita callada
Mariposa huyendo de los estanques de mis ojos
Tus dedos ensayan
El mismo paisaje monocorde de chimpancés
Que creen haberte visto castrándoles la noche
No seguiré disputándome tu rostro ahogado
En matrimonio
Ni la rosada pianola donde ensayas
Rancios pedazos de cielo
Después de todo
Existencia
Subsiste la inesperada sabiduría
Que me dan tus abrojos

 

Emergencias

Sentada
sobre un peldaño de locura
escucho el claxon de un tren
corriendo dentro de mí
a mil por infinito
los libros me enseñaron a romper la razón
en casos de emergencia
y la rompo
la emergencia es esta soledad
corriendo tras de mí con una hacha roja
mi corazón viendo todo detrás
de unas gafas oscuras
el vahído de la tierra atropellando a los viandantes
los viandantes atropellando los dones de la tierra
la mano del tiempo llevando un filudo garrote
flagelándome
como un ciego caballo que me derrumba
el vetusto catre del cielo
donde nada de mí ha de acostarse
la melodía del vacío tan sonora
tan turbia
encarándome
encarando esta voz tan pequeña
como los labios donde derramé
mis primeros cantos
ya no más la infancia rosada
el mundo descalzo que cabía en mis gavetas
el amor navegando como un juguete de goma
no encontraré jamás el archivo
donde guardé mi sonrisa
tan sólo estas vísceras de un aire
que ya no respiro
esta sorda verdad
donde se monta mi corriente
este verbo despeinado
contra las huestes del extravío
vida
vuelve a entrar por mis pies
sin el galope de tu música muerta
vida descósete y vuélvete a hilar
con otros hilos menos profanos
más resistentes
mientras tanto
nostalgia erguida
primitiva incolora mujer
corazón humeante
entre los fresnos de tus pulmones
mientras tanto
pluviales versos escribiéndose
aunque el horizonte y estas horas de concreto
se despeñen.

 

Supuestos

Si usted se acerca
si se detiene
por medio segundo inexistente
en el umbral de mis ojos
en mi ventana chueca
sentirá la humedad de una calle nublada
y enfurecida.

Si su curiosidad
como el marfil de su rostro
persiste y aumenta
lo invito a pasar
a este apartado escondido
silenciado terreno
reservado para usted
y su arrebatado diario.

Pase
no se sienta como en casa
sólo pase
pero... no hallará una banca
a la mitad de una glorieta
ni una pareja bajo el cielo
de una heladería
—piletas sí, muchas piletas—

Ahora
si su impaciencia
y su escasa bravura se ausentan
vaya al mar
al melancólico azulejo
de abundante y eterna canción
que se divisa en el fondo
¡corra! ¡y corra! con sus pulsos
¡grite! ¡y grite! con su sangre
hasta que el barco se detenga
entonces abórdelo
no mire al capitán
no pregunte por su nombre
y despídase del tiempo
de la calle
y de esta muchacha que vio al comienzo
porque en ese barco
usted
se encontrará consigo mismo.

(De Euritmia, 2005)

 

Charlotte

Charlotte
contigo nacieron los colores
árbol rosa
manzana celeste.
En mí se empozaron los grises
sangre prieta
ojos guindón.

Galopa el melón en tus manos
nace una fruta
descansa el ocre en mis muslos
respira...

Charlotte
en ti se suicida la venalidad
la melancolía
aterriza el verde en tus ojos
y surge una perpetua pasión
el edénico sabor de la vida
el boleto de ida
nunca de vuelta.

Germina en tu prado la risa
la ternura infantil
en tu busto se clava la daga pacífica
de mi inefable amor
de mi acústica sonrisa
de mi nostalgia en huelga.

(De Euritmia, 2005)