Letras
Sonetos

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Meditación

Cuánto madura el alma en una noche
si es la noche del duende y el misterio
la que recorre, plena y con criterio
el recuerdo que salva sin reproche.

Andar la vida sin hacer derroche
de pena y gesto perturbante y serio
es el afán voraz de planisferio
de quienes viajan en un raudo coche.

Mas la vida es cambiante, aunque sencilla,
y la vestimos de sayal o seda
según los ciclos y el fugaz antojo

de cada uno y la sutil semilla
de cada uno y su revés que veda
el andar liberado... y sin cerrojo.

 

Alquimia

Espíritu y materia combinados
suceso substancial del universo;
no sé cuál de los dos es el anverso
ni qué logros consiguen separados.

Se repiten en los hechos cimentados
en el bien, en el mal, en el esfuerzo;
no sé cuál de los dos es el reverso
pero siempre estarán amalgamados

Bello enigma de siglos recorridos...
cíclicos son, espíritu y materia
y aun así, en el cosmos se eternizan.

Lo tangible y lo etéreo suspendidos
en la luz y en la sombra de una arteria
por la vida y la muerte se deslizan.

 

A mi madre

Recordar el cerezo que tenía
la casa de la abuela imaginada
es sentir tu franqueza amurallada
en la noche: tenaz melancolía.

Cuántos sueños hablados en vigilia...
Recorriste tu tiempo resignada
como un ave sin alas, aquietada
con un canto coral en tu utopía.

Mi castillo de naipes, desplomado,
se confunde en el duelo transcurrido
y en viajero rebelde se convierte

cuando acerca a mis manos el pasado
con olor a cerezas que me advierte:
”no está muerto el lucero que se ha ido”.

 

Desde siempre

Hoy una pena me contó su historia
sin consultarme si deseaba oírla
historia vaga de una cruel esquirla
que fustigó la pertinaz memoria.

Hechos tangentes de dolor y gloria
que no pudieron a la fe vivirla
reafirmarla y a la vez nutrirla
con la esforzada y fontanal victoria.

Si una pena me cuenta yo le cuento
que de luces y sombras se hizo el mundo
que de amor y de instinto son los seres

que viajamos a remo y barlovento
que si se hunden los otros, yo me hundo
y si vuelvo a surgir me apoyo en Ceres.

 

Confesión

(a Julián)

Gira la ronda de las horas mías
fiel atalaya que me juzga alerta
que no descubra mi comarca abierta
pues encierra, sutil, mis fantasías.

Pintada de ternura está mi ronda:
un niño con su luz me desafía
a extraviarme en el cielo, a que sonría
con su misma ilusión, carirredonda

Surcan mis horas música, papeles
aromas tenues —corazón de menta—
libros y amigas que al pasar varían

sueños platónicos que son vergeles
capaces de vestir la Cenicienta
capaces de lograr que otros se rían.