Letras
Poemas para un tiempo prohibido

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A Carlos Casares in memoriam

I

Quisiera habitar en los gritos del silencio
pero mi voz no se oye y el grito no traspasa mis labios
se ahoga y enmudece.
La cometa de chispeantes ojos
cuando la sueltas, se aleja o pierde su vida —pensé.
Me pides que detenga el tiempo
que evite tu dolor
que no borre tus recuerdos
que los impulsos eléctricos que guían mi pluma
no sean como una lanza en el costado
mientras el cielo está en movimiento
y mi cuerpo se mueve sin ser movido.
La sonrisa brilla en cuarto menguante
como un gato en el país de las maravillas.
Las piedras exudan agua
observo mi mano y veo a través de ella
los surcos que ha dejado la vida
torpe selva de animales heridos.
Tras la batalla, sembré la tierra con sal
y dejé las naves ardiendo en este diario de fábula
y estabas allí, simplemente, mi desconocido.
Parece que me esperabas desde la eternidad y que llegabas
desde el otro lado del mundo para que te diera vida.
Duele adentro lo que aún se desconoce
porque junto al amor comienza el infinito.
¿Tiene sentido esta larga lucha para quedarnos solos o el sentido final es precisamente la soledad?
Entre los huesos y los libros
descansa mi alma barca
cubierta con su viejo gabán
que habita en un cielo extraño de dimensiones internas.

 

II

Las estatuas nos observan
con sus ojos vacíos
como agujeros negros
sus cuerpos
son como un lienzo
donde el tiempo ha posado
el pincel sonoro de Vivaldi.
Si fueses como ellas
a tu figura le pondría alas
hablaría con el dios ciego
hijo del Caos y de la Noche
para que Atropos alejara de ti
el hilo fatal.
Detrás de ti
el azul líquido
se confundiría con la línea del azul celeste.
Pondría en un altar
una gran ofrenda de sueños
con el que Oriente llamaría a Occidente
desde las cumbres nevadas de especias molidas
hasta las onduladas formas con olor a salitre.
Las lágrimas de los dioses
iluminarían los campos de té
con una nube de leche y miel
para que con un soplo
volvieras a la vida
y tú y yo pudiéramos decir nunca más solos.

 

III

Tu conquista se sembró
con pólvora y magnolias
mientras dios sentado en su sillón azul contemplaba la escena
como en un códice calixtino
encontraste la verdad que buscabas
recursos de una elipsis y otras sombras.
La extracción de la piedra de la locura
te hizo sentir como un Marat asesinado.
El fuego blanco ardía
en el calendario perpetuo
de la impaciencia del quiero y no puedo.
Isla, cofre mítico
el son de mar te hizo extraño en el paraíso.
Qué lejos han quedado
los males de cabeza,
el capitán lobo negro y los venenos de Zardigot.
Aposentado en la ciudad de los césares
al pie de cada hora
el sol en la cresta del gallo
es como un tiovivo que gira
alrededor de sí.
¿Es esa tu felicidad?
Fausto en continua metamorfosis,
paseata alrededor de la muerte o las palabras del exilio. Ruido, relatos de guerra.
En el mismo lugar a la misma hora de siempre.

Notas: Homenaje a: Casares, Xosé Mª Cáccamo, Méndez Ferrín, Alejandra Pizarnik (autora sobre la que hablamos a lo largo del curso) pasando por autores como Terenci Moix, Manuel Vicent...

Prosa y verso se unen, asistiendo al nacimiento de una nueva poesía.