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Eduardo González ViañaEntrevista con Eduardo González Viaña
El corrido de Dante: una metáfora sin documentos de la inmigración latinoamericana en EEUU

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Cuando hace un lustro salió a la luz la colección de cuentos Los sueños de América, del escritor chepenano Eduardo González Viaña, Mario Vargas Llosa no se ahorró afirmar que se trataba de un testimonio magnífico de la presencia latinoamericana en los Estados Unidos.

Profundizando en su indagación literaria sobre el rico universo de la inmigración latinoamericana en los Estados Unidos, González Viaña —quien terminó el 2006 dictando cátedra en calidad de Distinguido Profesor Visitante en la Universidad de Oviedo— acaba de sacar a la luz la novela El corrido de Dante (Arte Público Press, University of Houston).

 

¿Cómo surgió el tema?

“Una tarde en Salem, Oregon, me encontré con Marcos Zernén, un mexicano que trabaja jardinero en la casa de mi vecino. Nunca lo había visto tan feliz. Mientras cortaba el pasto, invadió mi jardín y cortó buena parte del mío. Se lo agradecí y quise preguntarle la razón de su alborozo”, refiere el autor.

—Después de vivir diez años como ilegal en los Estados Unidos...

—¿Has conseguido la green card? —lo interrumpió.

—No. Eso todavía no. Pero he logrado traer a mi compañera desde Michoacán —respondió el interpelado.

Luego pasó a contarle las múltiples peripecias que durante una década le habían impedido traerla. Mientras lo escuchaba, a González Viaña se le ocurrió que allí había carne para una novela.

 

“El corrido de Dante”, de Eduardo González ViañaAlgunas historias

Hacía seis meses, la señora Zernén había logrado contratar a un “coyote” muy reputado para lograr el paso de la frontera. El especialista la condujo junto a un pequeño grupo de personas a la boca de un túnel que comenzaba en México y terminaba en San Diego. Eran seis mujeres, pero iban a ir precedidas por un caballero muy gordo. La segunda era doña Angélica Zernén.

—¿Lograron pasar? —surge la pregunta.

Cuando el caballero gordo hubo avanzado unos veinte metros, el túnel comenzó a angostarse, por lo que el hombre iba a rastras con mucha dificultad. Por último su cuerpo comenzó a taponar casi por entero el camino.

La señora estaba muy nerviosa. Trataba de hablar con su compañero de aventuras, pero sólo le escuchaba un pesado resuello. Avanzaron diez metros más, pero ya no era posible. La señora Zernén ya no podía respirar.

En medio de la oscuridad, Doña Angélica sólo veía, según ella, unas chispitas. De pronto, sintió que ya no podía respirar. Se dio media vuelta y comenzó a correr hacia la salida mexicana. Allí se encontró con el coyote y le dijo:

—Adoro a mi marido y no lo veo diez años, pero ya no puedo seguir por ese túnel. No puedo aguantar el trasero de ese gordo.

González Viaña asegura que la escritura de la novela le llevó unos seis meses. “La estuve escribiendo en mi oficina de Western Oregon University, donde soy catedrático. Luego de dar mis clases y atender a los alumnos, me sumergía en la novela y a veces no salía de ella hasta la medianoche”.

La historia cuenta las aventuras de Dante, un inmigrante ilegal, mientras viaja por los Estados Unidos en una van. Se sabe de su pasado porque se lo va contando a un burro que viaja con él.

“Si hay un aporte técnico, ese lo da el burro”, acota el novelista. “La verdad es que he escrito esta novela para que la lea todo el mundo, y todos pueden leerla. No es necesario ser un profesor ni un especialista”.

¿Dante? ¿Es esa una alusión a la Divina Comedia?

“Una alusión y una ilusión. Siempre he vivido obsesionado por ese maravilloso texto. Cuando era un niño de 8 años, mi abuelo lo leía conmigo en italiano porque creía que los niños entienden todos los idiomas del mundo”, esclarece el autor.

La mujer de Dante está muerta y se llama, por supuesto, Beatriz. Por su parte, el burrito se llama Virgilio, como el guía del poeta. “Tal vez algún día esta metáfora será la metáfora del inmigrante en su camino por el infierno, el purgatorio y el cielo de los Estados Unidos”, apunta el autor. Tal vez.