Artículos y reportajes
Mario Vargas LlosaVargas Llosa y el erotismo: medicina e ideología

Comparte este contenido con tus amigos

El escritor peruano Mario Vargas Losa (MVLl) ha devenido, al parecer por su cultura y cosmopolitismo, en un ideal del hombre moderno al que aspiraría una clase media latinoamericana emergente. Por eso mismo lo que piense y diga respecto al sexo goza del crédito que da la fama, con la consiguiente repercusión en la mente de muchos de sus lectores. Por otro lado, sabemos que la responsabilidad del intelectual es muy grande frente a la sociedad, siendo su obligación saber realmente aquello que afirma, lo que no se cumple en el caso de Vargas Llosa por sus falencias en lo que atañe a la sexualidad. Este artículo tiene el propósito de contrastar algunos conocimientos básicos vigentes a la fecha en relación con el erotismo, con las ideas sobre la materia del escritor peruano. Primero tratamos cómo la sexología médica distingue el placer sexual y luego haremos referencia a las ideas del escritor sobre el tema, para lo que nos basamos en entrevistas, artículos y ensayos del literato.

 

¿Qué dice la medicina sexual?

Realmente la medicina sexual nos dice poco, acerca del erotismo, el placer, el amor y su substrato biológico, como veremos a continuación.

Erotismo. El Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia (Drae) da una definición bastante escueta del término erotismo: “amor sensual”; “carácter de lo que excita el amor sensual”, y trae una referencia a la creación artística, “exaltación física en el arte”. Y por erótico: “...se entiende todo aquello que pertenece o hace referencia al amor sensual, pero también aquello que excita el apetito sexual”. Por extensión, siguiendo al Drae, se utiliza este término para referirse “a la literatura amorosa y al poeta que la cultiva”.

Por su lado, la literatura médica es elusiva respecto a la definición de erotismo, como ocurre con la de “orientación sexual”, y se limita a señalar, cuando lo hace, que el placer sexual incluye la satisfacción física y erótica. No llama la atención por eso que el texto de psiquiatría más completo y leído en el mundo, el Comprehensive textbook of psychiatry, 2000, editado por Sadock y Sadock, no se ocupe de la materia.

La psicóloga feminista contestataria, Leonore Tiefer, puso el dedo en la llaga cuando recordó la idea de Masters y Johnson de que, por ser el sexo una función natural, su ejercicio de un modo apropiado daría lugar, naturalmente, a la experiencia del placer. Señala asimismo que no hay nada acerca de la disfunción del placer en la clasificación oficial de los trastornos sexuales; tampoco se encuentra en los textos médicos sexológicos alusión a las bases fisiológicas del placer, las diferencias culturales o su desarrollo psicológico. Dice además que hay muy poca investigación teórica o empírica sobre el mismo y alude a cuatro razones que explicarían este vacío, de las que trata bajo el título de “complejidades”, a saber: conceptual, fisiológica, política y lo que llama el mito del modelo médico acerca de la “naturalidad” del sexo.

El placer. Mac Lean, según Panksepp, 2003, propuso que la región subcortical del cerebro de los mamíferos estaba integrada por una variedad de sistemas afectivos que gobernaban la conducta, y para denominarla acuñó el término “epistémico”. Ahora se acepta que habrían categorías naturales propias de los procesos afectivos. Algunas ligadas a los placeres y peligros provenientes del mundo; otras relacionadas a la anticipación de los dinamismos positivos y negativos; otras más vinculadas a las acciones y, finalmente, unas últimas en relación con las situaciones placenteras denominadas postconsumatorias.

Por su parte, Gard, 2005, nos recuerda que mucha investigación psicológica acerca de la experiencia del placer se ha centrado en lo vivido en el momento justo en que ocurren los estímulos específicos placenteros, es decir lo que se llama el placer “consumatorio”. Sin embargo no se ha comprendido bien las experiencias placenteras “anticipatorias”, que ahora sabemos están supeditadas a un proceso diferente al de las primeras. Estas últimas estarían más relacionadas con la motivación y la conducta orientada a una meta y, las primeras, consumatorias, con la saciedad del deseo.

Otro autor que ha iluminado la experiencia del placer es Zurbriggen, quien piensa que aparte del deseo erótico y de la búsqueda del placer, existen otras motivaciones para comprometerse en la conducta sexual. Aunque el deseo por las sensaciones físicas placenteras sigue siendo un motivo importante, que se comprueba cuando se estudian las fantasías sexuales en ambos sexos.

El amor. Ubillos y colaboradores, en Amor, cultura y sexo, 2001, sintetizan las que serían las funciones del amor de acuerdo a la concepción evolucionista y en base a autores tales como Lampert, 1997, y otros. Así, la teoría de la evolución tratando de explicar la necesidad biológica de la conducta amorosa, señala que ésta vendría a ser consustancial con la condición de ser humano y su mayor importancia radicaría en facilitar la supervivencia de la especie. Tanto el deseo sexual como la unión de la pareja estuvieron desde antes relacionados con la reproducción y tuvieron un refuerzo positivo en los primates superiores que los orientó al placer no sólo en las relaciones sexuales sino en la pertenencia a la pareja y la parentalidad. De allí que los seres humanos estaríamos ancestralmente constituidos para las relaciones sexuales, el enamoramiento y el cuidado de los hijos.

Esta interpretación da pie para entender las diferencias en la conducta sexual y el amor entre el hombre y la mujer. Concurrirían dos procesos fundamentales que explican la selección sexual y la inversión parental diferenciada de uno y otro sexo. Se postula que la selección sexual depende de dos procesos diferentes, por un lado la selección intrasexual y por el otro la epigámica. Por la primera se trata de la presión que ejercen los miembros de un sexo sobre el otro a través de la competencia, los machos se enfrentan por las hembras y gana el mejor dotado. Por la segunda, la inversión parental, se cree que si un sexo selecciona al otro de acuerdo con ciertas capacidades, estos talentos tendrán que ser propios naturalmente de uno y no del otro. La inversión parental es el gasto de tiempo, energía y riesgo que pone en juego el padre para garantizar la supervivencia del hijo, siendo evidente que la inversión de las hembras es mucho mayor que la de los machos.

En la especie humana, las mujeres serán mejores objetos sexuales de acuerdo a su apariencia juvenil y maternal, es decir en función de la fertilidad. Por su lado las mujeres deberían ser más selectivas en la elección de pareja dado que su inversión parental es mayor. La hipótesis evolucionista apoya la idea de que, para favorecer la reproducción de la especie, el amor llamado “lúdico” sería propio de los hombres y el “pragmático” de las mujeres.

Bases biológicas. Partamos reconociendo que la comprensión de las bases neurobiológicas del placer, y mucho más del erotismo, está en su comienzo. El aporte de Burgdorf y Panksepp sobre el estudio de las “emociones positivas”, ha concitado últimamente gran interés científico. Por ellos sabemos que los aspectos cognitivos de las emociones, como reconocer una cara feliz o triste, son procesados a nivel neocortical, pero la experiencia de felicidad o tristeza está fuertemente vinculada a circuitos límbicos subneocorticales que compartimos con otros mamíferos.

La investigación neurobiológica también se ha dirigido a estudiar la infraestructura de la vivencia amorosa y ha lanzado la hipótesis de que en el cerebro humano, en el transcurso de unos cinco millones de años de evolución como homínidos, se han desarrollado estructuras cerebrales que serían su soporte físico. Consisten en sistemas nerviosos, asociados a motivaciones específicas que se corresponden con vivencias, conductas y una química cerebral especial.

Se propone la presencia de tres sistemas neurales: apareamiento, reproducción y parental. El circuito del apareamiento es el soporte del impulso sexual, la vivencia del deseo y las relaciones sexuales, íntimamente asociado con las hormonas sexuales, estrógenos y andrógenos. El circuito reproductivo vinculado con la motivación al amor romántico, vivencias del tipo de felicidad y obsesividad propias del enamorado, la conducta que traduce la unión emocional de la pareja y sustancias tales como la dopamina, norepinefrina y serotonina. Finalmente el sistema parental asociado al “amor amistoso”, la identidad emocional de la pareja y las relaciones estables, con la concurrencia de la oxitocina y la vasopresina. Estudios modernos de imagenología están permitiendo identificar con más precisión las regiones cerebrales en las que se asentarían los circuitos nerviosos mencionados.

 

El erotismo vargasllosiano

En esta segunda parte, revisamos la visión del escritor peruano sobre el erotismo, principalmente sus ideas acerca de su naturaleza; identidad con el impulso y el acto sexual; el erotismo como ceremonia y creación literaria; su relación con la pornografía y condicionamiento por la civilización.

Naturaleza, impulso y acto sexual. La reflexión sobre el erotismo se confunde con la del amor; basta revisar el discurso de Platón, Stendhal, Rougemont, Paz y Ortega y Gasset, como lo ha hecho Luna Escudero-Alie, 2003. En todo caso, Vargas Llosa asume la tesis sobre el erotismo de Georges Bataille como una experiencia de violación, tal puede leerse en su artículo “El sexo frío”, Caretas, 1998: “Para que esta sublimación [del sexo al erotismo] ocurra, es imprescindible, como lo explicó George Bataille, que se preserve ciertos tabúes y reglas que encaucen y frenen el sexo, de modo que el amor físico pueda ser vivido —gozado— como una trasgresión”. Es decir, propone un erotismo restringido principalmente a quienes han experimentado con las complejidades del mundo desarrollado.

MVLl confunde impulso sexual con erotismo. Afirma, en “Sin erotismo no hay gran literatura”, El País, 2001, que éste es una “exaltación muy desembozada de la pulsión sexual, de la fantasía erótica, de los fantasmas, del derecho al placer”. Digamos que la pulsión sexual exaltada y desembozada no puede confundirse con el erotismo, pues sigue siendo nada más que pulsión sexual, aunque de mayor intensidad. La “fantasía” y los “fantasmas” que según el autor conformarían el erotismo no son esenciales para acreditar una experiencia erótica. Más sorprendente es la mención al novísimo “derecho al placer”. Aunque MVLl no explica por supuesto de qué trata ese derecho, lo que parece seguro es que en este punto coincide con los despropósitos de la “Asociación Mundial de Sexología” (WAS) y su lista de derechos sexuales.

El escritor cree que puede distinguirse entre impulso sexual y erotismo, aunque sea desde luego difícil concebirlos separadamente. Así es como, al comentar una novela de Moravia, en La verdad de las mentiras, 2002, leemos: “Entre los escritores modernos pocos están tan embebidos de sexo y de erotismo (ambas cosas pueden ser la misma o pueden ser muy diferentes) como el autor de La romana” (p. 230). En descargo del escritor agreguemos que en los últimos años, lejos de concluir, sigue abierto un gran debate a propósito de la sexualidad de la mujer, acerca de los fenómenos del impulso, la excitación y el deseo sexuales, su momento, secuencia e identidad. Podría decirse que el mismo error aparece en La orgía perpetua, 1978, cuando asume que Emma, la protagonista de la novela de Flaubert, no habría experimentado el placer.

Ceremonia. Vargas Losa insiste en “Sin erotismo no hay...”, que para que la relación sexual califique como erótica, ésta “se convierte en un juego, en un teatro, en una ceremonia, en unos ritos... El amor se practica entonces como un espectáculo rodeado de formas”. Esta idea podría ser cierta si se refiere al sexo como es tratado en la literatura, pero en el caso del ejercicio más extendido de la sexualidad, ¿qué quiere decir con teatralidad y espectáculo rodeado de formas? Realmente los modos de vivir el erotismo pueden ir desde la mayor simplicidad a la máxima complejidad sin abandonar por eso su naturaleza.

El novelista pareciera entender el erotismo como aquél que se ofrece usualmente en la pantalla del cine, primando la coreografía, el “espectáculo”, en el que desaparece la intimidad y por eso el placer se presenta usualmente pre o extra matrimonial. Para decirlo de una vez, el erotismo no está sujeto a la apariencia, es una adición que marca la humanidad del deseo, una experiencia subjetiva, pero en tanto reciprocidad en la entrega, comunicación y valoración mutua de los seres, mientras se aproxima al florecimiento del amor.

Piensa MVLl, detenido en las fantasías y los fantasmas, que el sexo (suponemos se refiere al impulso sexual) y el erotismo pueden darse separados. Sin embargo basta con que un componente extra a la fisiología sexual esté presente, no hay duda que el sexo califica como un acto propio del ser humano.

Erotismo y literatura. Sobre esta cuestión existen comentarios más que interesantes por Gruss, 2002; Cadena, 2005; Montoya, 2005, y varios más. En La verdad de las mentiras, el escritor afirma que la literatura creó el erotismo: “Éste [el lenguaje], a medida que, gracias a la literatura, evolucionó hasta niveles elevados de refinamiento y matización, elevó las posibilidades del goce humano, y, en lo relativo al amor, sublimó los deseos y dio categoría de creación artística al acto sexual. Sin la literatura, no existiría el erotismo”, y afirma luego, “En un mundo aliterario, el amor y el goce serían indiferenciables de los que sacian a los animales, no irían más allá de la cruda satisfacción de los instintos elementales: copular y tragar” (p. 390). Si nos quedara alguna duda ratifica sus ideas en “La literatura y la vida”, del libro Mario Vargas Llosa; escritor, ensayista, ciudadano y político, 2001. Resulta llamativa la afirmación del origen de una experiencia tan implícita en la condición humana. De verdad no se sabe si piensa que el erotismo es producto de la literatura o si lo que está diciendo es que ésta sondea en sus sutilezas más allá del dato meramente científico.

En otra afirmación se confirma que MVLl no distingue lo nuclear del erotismo: si éste no es el alambicado que prefiere, sencillamente no es. En la crítica a Un mundo feliz, de Aldous Huxley, en La verdad de las mentiras, se encuentra que, “En el planeta Ford el sexo está demasiado higienizado, exento de todo riesgo, misterio y violencia como para que la gimnasia copulatoria que practican sus habitantes coincida con lo que entendemos por erotismo, es decir, el amor físico enriquecido y sutilizado por la fantasía humana” (p. 125).

Pero, en una entrevista concedida a Concha García Campoy, 1997, sobre su novela Los cuadernos de don Rigoberto, atempera su repetida tesis sobre el erotismo y señala el papel central de la “imaginación”: “MVLl: Exactamente. El erotismo es perfectamente definible, es un enriquecimiento del amor físico con ayuda de la imaginación, ésa podría ser una de las definiciones del erotismo”.

Pornografía y civilización. La diferencia que establece entre erotismo y pornografía cuando se trata de la creación literaria sí es convincente, al afirmar que para ser calificado de literatura el sexo en la ficción debería alcanzar un “determinado coeficiente estético”. Aunque debemos advertir que este concepto no nos dice qué es el erotismo sino cómo tiene que aparecer para calificar en la obra literaria.

Vargas Llosa recuerda, en la entrevista con García Campoy, que en el mundo actual hay una “permisividad tal que todo es aceptable y aceptado”, y declara que el sexo se ha banalizado y estereotipado, el “erotismo se ha vuelto previsible, convencional, mecánico, es decir, que se haya degradado en pornografía”. Pero un observador tan fino de la sociedad como es el escritor peruano, no dedica media palabra a las consecuencias del fenómeno que reseña, nos referimos a la confusión creada entre normalidad y desviación, salud y morbilidad, con los serios efectos sanitarios para la población que todos conocemos. La epidemia del VIH/SIDA no ha cambiado el discurso hedonista que viene de los 60s, el cual a lo sumo ha quedado estancado en el pregón del sexo seguro, como lo observa Connell y Hunt, 2006.Tampoco se le ocurre que la banalización del sexo no sólo se refleja sin duda en el erotismo, sino en algo más importante: las relaciones interpersonales mediadas por la sexualidad. El erotismo adquiere nuevo perfil con la riqueza que aporta la pareja a la unión física en tanto que seres humanos, y cuya condición inexplicablemente el novelista deja de lado.

Más curiosa su idea, formulada a Jimena Villegas, revista Qué Pasa, 1997, con ocasión del lanzamiento de Los cuadernos de don Rigoberto, por la que niega la existencia del erotismo en los que llama “pueblos primitivos”. A la pregunta: “De la lectura de su novela se desprende que, para usted, el erotismo es un elemento fundamental en la vida”, responde: “El erotismo es una manifestación de civilización; no existe en pueblos primitivos. Cuando una sociedad se va distanciando de su origen primitivo —en que la relación amorosa se diferencia muy poco de la cópula animal— y se va refinando y con ello rodeando de ritos, es que puede desarrollarse el erotismo”. El placer sexual, el erotismo, seguro que tiene matices, complejidades e intensidades diferentes, pero la persona en tanto ser humano, por antropología elemental, no puede estar ajena a una experiencia común para la especie. Es evidente que, como miembros de una especie, los seres humanos, no importando el grado de “civilización” que hayamos alcanzado, tenemos la implícita capacidad para vivir el erotismo. Como bien se reconoce, el hombre, a diferencia de otras especies, durante la respuesta sexual pone en marcha un conjunto de procesos mentales del más alto nivel, como imágenes y fantasías sexuales. Concepto que no podría sino ser confirmado, en este caso por uno de los más reconocidos antropólogos del mundo, Herdt, 2006, quien declara que reducir el erotismo a la civilización sería igual a decir que el arte estaría limitado sólo a occidente o a la civilización occidental, siendo negado para el pueblo salvaje o iletrado.

Este trabajo forma parte del libro Vargas Llosa y la sexualidad menoscabada, en preparación.

 

Bibliografía

  • Burgdorf, J. and Panksepp, J. (2006). “The neurobiology of positive emotions”, Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 30: 2, 173.
  • Cadena, A. “La literatura erótica escrita por mujeres en México”, Letralia. Tierra de Letras, Año X, Nº 135, 5 Feb 2005. Disponible en http://www.letralia.com/135/articulo04.htm. [21 Feb 2006].
  • Connell, E.; Hunt, A. (2006). “Sexual ideology and sexual physiology in the discourses of sex advice literature”, Canadian Journal of Human Sexuality, 15: 1.
  • Diccionario de la Lengua Española, Vigésima Segunda Edición; Real Academia Española, 2001.
  • García Campoy, C. Entrevista a Mario Vargas Llosa, 1997. Disponible en http://sololiteratura.com/repo1.html. [23 Feb 2006].
  • Gard, D.E. et al. (2005). “Anticipatory and consummatory components of the experience of pleasure: A scale development study”, Journal of Research in Personality, 19 Dec.
  • Gruss, L. “Narrativa erótica. Escrito en el cuerpo”, Nº 286, 19 de diciembre de 2002. Disponible en http://www.3puntos.com/seccion.php3&numero=290&archivo=286cu/03&seccion=archivo [31 Ago 2006].
  • Herdt, G. Comunicación personal, 20 Feb 2006.
  • Luna Escudero-Alie, M. L. “La llama doble y Carta de creencia: Correspondencias”, Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 2003. Disponible en http://www.ucm.es/info/especulo/numero25/o_paz.html [30 Oct 2006].
  • Montoya, V. “Apuntes sobre literatura erótica”, Letralia. Tierra de Letras. Año IX, Nº 120, 21 Feb 2005. Disponible en http://www.letralia.com/120/ensayo01.htm [21 Feb 2006].
  • Panksepp, J. and Burgdorf, J. (2003). “ ‘Laughing’ rats and the evolutionary antecedents of human joy”, Phisiology & Behavior, 79: 3, Aug, 533.
  • Sadock, B.J. and Sadock, V.A. (Editors), Comprehensive Textbook of Psychiatry, Lippincott Williams and Wilkins, Philadelphia, 2000.
  • Tiefer, L. (2002). “Pleasure, medicalization, and the tyranny of the natural”, SIECUS Report, 30: 4, 23, Apr / May.
  • Ubillos, S. y cols. “Amor, cultura y sexo”, Revista Electrónica de Motivación y Emoción, 4: 8-9, Diciembre, 2001. Disponible en http://reme.uji.es/reme/número8-9/indexsp.htlm. [20 Nov 2005].
  • Vargas Llosa, M. La orgía perpetua, Bruguera, Barcelona, 1978.
    —. “El sexo frío”, Piedra de Toque, Caretas Nº 1.506, 5 Mar 1998.
    —. “Sin erotismo no hay gran literatura”, Babelia (suplemento de El País), sábado 4 de agosto de 2001.
    —. “La literatura y la vida”, en: Forgues, R. (ed.). Mario Vargas Llosa. Escritor, ensayista, ciudadano y político, Lima, Minerva, 2001.
    —. La verdad de las mentiras, Alfaguara, 2002
  • Villegas, J. “Los placeres de Vargas Llosa”, revista Qué Pasa (Chile), 1.358, 22 al 28 de abril de 1997. Disponible en http://www.geocities.com/Paris/2102/art30.html [30 Oct 2006].
  • WAS, Declaración de los Derechos Sexuales, 13r Congreso Mundial de Sexología, Valencia, 1997; aprobado por la Asamblea General de la Asociación Mundial de Sexología, 1999 en el 14º Congreso Mundial de Sexología, Hong Kong.
  • Zurbriggen, E.L., Yost, M.R. (2004). “Power, desire, and pleasure in sexual fantasies”, J Sex Research, Aug, 41: 3, 288.