Artículos y reportajes
Miguel DelibesCinco horas con Mario: condiciones morales y sociales

Comparte este contenido con tus amigos

1. Marco de la obra: fecha, momento literario, éxito, circunstancias

Se publica en diciembre de 1956.

En literatura, época del realismo social.

El manuscrito, como el de Parábola del náufrago, muy corregido. Lo escribe en época de depresión: Manuscritos “macizos y tupidos” de letra, “período de depresión” (lo afirma en Un año de mi vida).

Se ve como una obra de denuncia social. Hay que precisar qué denuncia.

Bien recibido por la crítica. Esta es la novela de mayores ventas de Miguel Delibes: 35.000 ejemplares en dos años. 

 

2. Argumento de la novela

El argumento de Cinco horas con Mario es mínimo: ha muerto Mario y su mujer, a solas, durante cinco horas, vela el cadáver. Desfila por ella, en monólogo, lo que ha sido su vida matrimonial.

Partes:

  • Dedicatoria a Jiménez Lozano, “teólogo particular del novelista”.
  • Reproducción de la esquela aparecida en la prensa.
  • Parte primera, escrita en tercera persona: presenta las circunstancias, viene a ser el prólogo.
  • Parte central, la más extensa, escrita en primera persona: el largo soliloquio de Menchu.
  • Parte tercera y última, escrita en tercera persona: interviene Mario hijo, viene a ser el epílogo. 

 

3. Explicaciones de fondo

Realidad-expresión-estereotipo

Las vivencias humanas o las intuiciones encuentran una normal expresión mediante fórmulas verbales o no verbales. La fórmula es un espectro de la experiencia que representa. De la intuición nace la fórmula que intenta expresarla.

En un paso posterior, la expresión que fue primeramente espontánea y cercana a la vivencia, es decir, un borbollón de palabras originado por la misma fuerza de la realidad que pujaba por expresarse, termina decantándose en estereotipos.

En el estereotipo encontraremos acartonado el frescor inicial de las expresiones iniciales. El estereotipo, con frecuencia, es el cartón piedra que queda en la mente de lo que fue la presencia detonante de una realidad que ya queda lejos. Ese cartón piedra es lo que aún apunta a la inefable y rica vivencia humana fontanal.

Gráficamente:

Experiencia valiosa
Experiencia primera
Fórmula repetida
Señora cargada de valores
“gran señora”
“gran señora”
 
Se dice de señoras singulares que lo fueron o lo son
Se aplica como tipo distorsionado

 

“Cinco horas con Mario”, de Miguel DelibesUn ejemplo para los tres momentos

  1. Una gran señora o una señora bien es una mujer cabal que realiza los valores propios de su persona y condición. El prototipo se forja en las mentes de quienes experimentan esa realidad de gran señora con la suma y la idealización de las personas singulares que encarnan el señorío femenino en cuestión.
  2. Ante una realidad así surge la hermosa y viva expresiónde gran señora. Es apropiada, cierta, concuerda con la realidad.
  3. Repetida la expresión de gran señora se crea una especie de estereotipo, mejor sería decir, fórmula válida solamente por el tiempo en que determinados grupos y circunstancias sociales permanezcan los mismos.
  4. Menchu y, desde luego, que un colectivo de mujeres semejantes a ella, perciben el tipo de persona descrito en A (Menchu lo descubre en su madre), pero del tipo que se les presenta seleccionan, con su prisma de intereses y torpezas, los valores que encarna, y le añaden las desviaciones propias de su miope y distorsionada visión de la realidad. Así la gran señora que piensa Menchu ya no es la originaria gran señora sino la que está a tono con su categoría social, carga el énfasis en las apariencias, no hará lo que se ve obligada Menchu a hacer, que es “fregar cacharros, ¿de cuándo acá una chica bien ha de hacer de fregona?”, tiene sus propias vacaciones, porque “hay vacaciones para pobres y vacaciones para gente bien”...
  5. La expresión de gran señora, ahora, tras el filtro y dislocación de Menchu y semejantes, no tiene ya el sentido originario, es muy otra. Aparece desmontada de determinados valores que se daban en A y desfigurada por distorsiones añadidas en D.
  6. Vale esta expresión nueva de gran señora solamente para el mundo de Menchu y semejantes, es un estereotipo, que tiende a no cambiar, es inmutable, por eso es con toda propiedad un estereotipo.

Dos observaciones. Obsérvese que las circunstancias morales y sociales pueden empujar a Menchu y semejantes a esta y a otras distorsiones parecidas, pero es ella y sus semejantes quienes desde su propia decisión aplican los estereotipos dotados de la configuración especial de que les cargan.

  1. Obra literaria clásica. Quiere esto decir que la crítica social que pueda verse en esta obra de Miguel Delibes, en parte es crítica de una porción social de una época y, en este sentido, también de su época, en la que pudo darse, pero no se reduce a esa limitada porción temporal sino que va mucho más lejos y es mucho más honda y ancha y literariamente más valiosa. En eso está, precisamente, el alcance de su condición de obra que no marchitará el tiempo tan pronto, quizá nunca, por su condición de obra clásica. Hunde sus raíces en la condición humana, perenne y eterna, perforando la corteza de las circunstancias concretas que rodean, en nuestro caso, a Menchu. En efecto, Menchu no hubiera dejado de ser Menchu en otras circunstancias por muy distintas que hubieran sido de las que la rodean en la ideada aquí por Miguel Delibes.
  2. Independencia del personaje del autor. Aunque Delibes, por sus ocasionales depresiones, por sus circunstancias profesionales y por concretos roces sociales y políticos, se identifique en buena medida con Mario, a Mario y a su mujer no les maneja a su antojo. No puede hacer de ellos lo que le venga en gana, como no podía hacerlo Cervantes con nuestro señor don Quijote, que se le imponía sin remedio. Son seres independientes de Miguel Delibes, con vida propia. Recuérdese la independencia del personaje novelado —nivolado— por otro don Miguel. Miguel de Unamuno, en Niebla, nos hace asistir al espectáculo sorprendente de un Augusto que va a Salamanca a encararse, “ente de ficción”, con su creador, pues no quiere morir... Augusto replica a su creador que quien no existe es él, Miguel de Unamuno, que, equivocado, cree que el ente de ficción es Augusto, cuando “usted y no yo es quien no existe en realidad ni vivo ni muerto” (Niebla, XXXI)...