Letras
Poemas

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Retrato del otro

Ese hombre de la mirada adusta
que ensaya sin lograr una sonrisa
delante de un espejo.

Ese sujeto torpe que enreda sus pisadas
entre libros y juguetes al descuido
que revuelve las piedras arañando la tierra
y dialoga con árboles y ríos
desandando caminos.

Ese loco que increpa a la montaña,
al cielo, a las estrellas en la noche.
Que llama al sol su amigo.

Ese infeliz que sufre de delirio
puede ¿por qué dudarlo?
tratarse de mí mismo.

 

Breve apología de la muerte

A Federico García Lorca y a Pablo Neruda,
esos dos grandes locos enamorados de la Muerte.

Vestida de mujer.
Exquisitamente perfumada.
La Muerte vino a visitarme.

Calzando altos tacones.
Colgándose al hombro un bolso nuevo de piel.
La Muerte vino a visitarme.

Lento camina la Muerte.
Muy despacio se llega a mi recámara.

Se detiene delante de un espejo.
¿Quiere mirarse el rostro la Muerte?
¿Es que la Muerte acaso tiene rostro?

“La Muerte tiene el rostro verde”. En eso coincidimos, Pablo, viejo amigo.
Pero ¿qué tan verde es el rostro verde de la Muerte?
¿Es verde aqua, verde jade o simplemente verde?

La Muerte me clava sus ojazos.
Sus dos enormes ojos deslumbrantes.
¿Es un súcubo la Muerte?
¿De veras quiere la Muerte poseerme?

La Muerte me roza y me rechaza.
Veo a la Muerte alejarse de mi casa.

Se va la Muerte a buscar muertos
con su look de femme fatal
irresistible.

 

Onírica

Que recuenten los muertos.
Uno a uno.
Deben asegurarse que están bien muertos y tumbados
—esa ha sido la orden—
Hay que vigilar a ese muerto violinista
que yace junto al joven Werther con el rictus visible aún
de morir de tisis galopante.
Hay que evitar que el violinista se despierte
y le arranque a su violín notas vivaces
que levanten al resto de los muertos.

 

Para exorcizar la soledad

A Mirurgia Duconger, desde lejos.

“La soledad es un pájaro grande, multicolor...”.
Pablo Milanés

Si tan sólo pudieras apretujar tu soledad
hasta hacerla caber en tu bolso de mano
como un perfume de Givenchi.

Arrancarla del ropero donde duerme
y vestirla con los colores más brillantes.

¡Ah, si pudieras!
Invitarías a todos tus amigos
e intentaríamos exorcizar a la maldita.

Pero es demasiado tarde.
Ya la vida te robó un pedazo de tu sonrisa
y quizá un poco del brillo de tus ojos.

No hay nada por hacer.
¿Por qué no tiendes tus años locos sobre un lecho
  y le cantas nanas al pasado?

 

Solitude II

“De mis soledades vengo
a mis soledades voy”...
Antonio Machado

Y de nuevo tú
buscando un escondrijo donde anidar.
Cualquier oscuro recoveco.

Dejando caer tu débil cuerpo
sobre mis reconditeces.

Se me ocurre vestirte de azul
en una de mis noches insomnes
y asomarnos juntos al pozo de la memoria,
al trasfondo interior.

¿Por qué me pegas siempre?
Estás presente en el agudo filo de la introspección
y en la angustia kierkegardiana que me desgarra.

¿Cómo desprenderme de ti, mi antigua compañera?
Si ya te has vuelto parte de mis huesos.

 

El poema lúcido

No pidas que te mire.
¡No insistas!
Ya no tengo mis ojos.
Se me salieron y se fueron al mar.
Búscalos entre las aguas.
Allí flotan.