Artículos y reportajes
Vicente Aleixandre y Miguel Hernández: una leal amistad

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A modo de introducción: la casa de Velintonia, 3

Este año de 2007 se cumple el 30º aniversario de la concesión del premio Nobel de Literatura 1977 al poeta sevillano Vicente Aleixandre (1898-1984). También es oportuno en esta efeméride literaria apoyar la iniciativa de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, creada en 1995, cuyo portavoz es Alejandro Sanz, que intenta rescatar de las garras de la especulación la casa de Vicente Aleixandre, situada en la que fue la calle Velintonia,1 número 3 de Madrid, y que hoy lleva el nombre del poeta. Se ha creado una comisión técnica formada por el Ministerio de Cultura, la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital, con la intención de realizar una oferta conjunta a los herederos del poeta y adquirir dicha casa, que pasaría a formar parte del Patrimonio Público. Estamos hablando de unos 3 o 4 millones de euros, cantidad muy inferior a la de comprar un cuadro de Picasso, si saliera a subasta para el Museo Nacional Centro Reina Sofía, por ejemplo.

Las últimas malas noticias que tenemos de mediados de mayo actual son que el director general del Libro, Rogelio Blanco, representante del Ministerio de Cultura en esta negociación, explicó a Europa Press que Cultura se ha retirado de la posible compra de la casa del Premio Nobel porque “el gasto era desproporcionado para los logros” y recordó que Cultura y las dos administraciones ofrecieron a los herederos 2,8 millones de euros, un millón más de la oferta presentada tras la tasación legal del municipio sólo por el valor “simbólico” del inmueble, mientras que los propietarios del edificio y herederos del poeta solicitan casi 7 millones de euros. Además, en la de Velintonia, 3, no hay nada de Aleixandre, “ni muebles, ni archivos, ni documentos, ni primeras ediciones, por lo tanto el contenido de este centro cultural tendríamos que inventarlo”, alegó Blanco.

Estos generalizados vandalismos a nuestra cultura literaria hispanoamericana nos deberían servir como ejemplo a la hora de salvar lo salvable en casos oportunos y puntuales, y que no ocurran casos lamentables como este de Vicente Aleixandre, donde se va a perder la casa, sus libros, su correspondencia. Y estamos hablando de un premio Nobel, ¿qué será entonces de un autor nacional o poco conocido?

Por esta casa pasaron todos los poetas de la Generación del 27, y los más importantes poetas contemporáneos; es, sin duda, un emblema de nuestra cultura, pero parece que, a semejanza de lo que hacen en otros países civilizados de nuestro entorno, rescatar los vestigios de su patrimonio cultural, aquí en España y en Madrid preferimos la picota y la espada a la pluma. Se ha llegado tarde, la especulación de los terrenos en Madrid es desorbitada, sólo una ley de expropiación sería viable.

Entre los ilustres poetas que visitaron la casa de Aleixandre, uno fue Miguel Hernández. Con este motivo hagamos una breve introducción a la amistad entre ambos autores, el primero autor de La destrucción o el amor, y el segundo de El rayo que no cesa. Vicente Aleixandre dijo de Miguel que era como un hermano menor para él y además que “era un alma libre que miraba con clara mirada a los hombres”. Esta amistad fue larga y leal, veamos algunos encuentros.

 

Breve reseña biográfica de Vicente Aleixandre

Vicente Aleixandre nació en Sevilla en 1898. Su infancia transcurrió en Málaga, ciudad y litoral mediterráneos que tanto habían de influir en la poesía de Sombra del Paraíso por traslado de su padre. Desde 1909 vivió en Madrid —lugar habitual de residencia—, donde estudió derecho y comercio. En 1922 era profesor de lenguaje mercantil en la Residencia de Estudiantes. En 1925, una grave dolencia, tuberculosis renal, acarrearía la extirpación de un riñón en 1932, que le aleja de cualquier actividad profesional o social y le fuerza a llevar una vida de reposo y cuidados clínicos que favorecerá su dedicación por entero a la poesía. Ámbito, Málaga (6º Suplemento de Litoral), 1928. Espadas como labios, M., Espasa-Calpe, 1932. En 1933 obtuvo el Premio Nacional de Literatura con La destrucción o el amor, uno de los más hermosos libros de toda la poesía surrealista, que confirmó a Aleixandre como un maestro de la poesía contemporánea. Pasión de la tierra, México, Fábula, 1935. Sombra del Paraíso, M., Adán, 1944. En 1949 es elegido miembro de la Real Academia Española. Con la obra Poemas de la consumación (1968) logró el Premio Nacional de la Crítica. Fue el 6 de octubre de 1977 cuando la Academia Sueca le concede el premio Nobel de Literatura “por una obra de creación poética innovadora que ilustra la condición del hombre en el cosmos y en nuestra sociedad actual, a la par que representa la gran renovación, en la época de entreguerras, de las tradiciones de la poesía española”. Muere en Madrid la noche del día 13 de diciembre de 1984. Fue enterrado en el panteón familiar del cementerio de la Almudena el sábado 15 de diciembre.

La destrucción o el amor es definido por el propio Aleixandre como un “canto al renacer de las fuerzas y el apetito vital”. El mismo título, con esa “o” que es al mismo tiempo disyuntiva y asociativa, ofrece una intuición muy exacta del contenido: no hay otra salida sino el amor, porque fuera de éste se destruye todo sentido, pero amar es también destruirse”. Esta era uno de los dos libros que Miguel Hernández llevaba consigo el día que le detuvieron en huida hacia Portugal. Un ejemplar regalado que contenía una carta autógrafa de Vicente. Miguel fue gran admirador del poeta sevillano, así lo declaró ante la policía española el 4 de mayo de 1939 en Rosal de la Frontera (Huelva).

Pedro Salinas, en Literatura española del siglo XX, Alianza Editorial, 1970, escribe: “Hasta la aparición del libro La destrucción o el amor era Vicente Aleixandre, con sus volúmenes de versos publicados (Ámbito, 1928; Espadas como labios, 1932), un poeta de personalidad ya marcada, estimado en un reducido círculo como una segura fuerza del porvenir lírico español. Ahora su figura poética se corona, sin duda alguna de trazo ni de intensidad, con esta obra importantísima...”.

Aleixandre había sido sometido a una extirpación de un riñón en junio de 1932. Por ello no era amigo de tertulias en cafés. Su casa de Velintonia fue lugar de encuentros del grupo de poetas de la Generación del 27.

 

Inicio de una duradera y leal amistad

Miguel se hallaba en su quinto viaje a Madrid, 1935, conoce o ve en el escaparate de alguna librería la edición del libro La destrucción o el amor, que acaba de salir, y con su sensibilidad de poeta, emocionado, le escribe una carta a Vicente en papel basto y letra enérgica, firmado: “Miguel Hernández, pastor de Orihuela”.2 Un apelativo humilde para llamar la atención de Vicente.

“He visto su libro La destrucción o el amor, que acaba de aparecer... No me es posible adquirirlo... Yo le quedaría muy agradecido si pudiera usted proporcionarme un ejemplar... Voy a vivir en Madrid, donde estoy...”.

Antes de la cita en la casa de Velintonia, 3, Vicente pide referencias de Miguel a Pablo Neruda, entre ellos ya existía un idilio poético. No sabemos lo que le contestó Neruda. Miguel y Vicente se vieron posiblemente en abril o mayo de 1935, y le entregó un libro dedicado con una carta, luego en junio se encontrarán en la cena homenaje. No es muy probable que la data de 23 de septiembre, que es la barajada por diversos analistas, sea la del primer encuentro entre Vicente y Miguel en la casa de Velintonia, 3.

Posiblemente, y en agradecimiento a este regalo, Miguel escribió “Oda entre arena y piedra a Vicente Aleixandre”, que se encuentra en Poemas sueltos III, escritos entre 1935 y 1936, no publicados en libros. Con un tono ya surrealista. Empieza: Tu padre el mar te condenó a la tierra / dándote un asesino manotazo / que hizo llorar a los corales sangre. Quizás de alguna forma sutil Miguel anuncia aquí la enfermedad de riñón de Vicente. Es en esta época, quinto viaje a Madrid, cuando Miguel se inicia en el estilismo sincrónico de Neruda y Aleixandre que lo iniciaron en el surrealismo, bien a través de sus conversaciones u obras, en las formas poéticas del verso libre y en la poesía comprometida, sin pureza. Y son, sobre todo Neruda y Alberti, quienes le conducen en la ideología del socialismo revolucionario e ideas políticas del joven poeta oriolano provinciano. “Neruda y Aleixandre le dan coraje para superar su timidez, romper con las fórmulas poéticas tradicionales”, según el comentario de Juan Cano Ballesta, pág. 23, 1991.

Un mes más tarde, en junio de 1935, Miguel asiste a la cena homenaje que los intelectuales de la época dedicaron a Vicente Aleixandre en el restaurante Biarritz de Madrid, organizado por Gerardo Diego, por la aparición de La destrucción o el amor, editorial M. Signo (1935), libro que había obtenido dos años antes, en 1933, el premio Nacional de Literatura. Existe una fotografía de esta cena donde aparecen los asistentes: de pie a la izquierda aparece Miguel Hernández, sentado Vicente Aleixandre. Otros comensales fueron: Leopoldo Panero, Luis Rosales, Antonio Espina, Luis Felipe Vivanco, J. F. Montesinos, Arturo Serrano Plaja, Pablo Neruda, Juan Panero, Pedro Salina, María Zambrano, Enrique Díaz Canedo, Concha Albornoz, Delia del Carril, José Bergamín y Gerardo Diego.

Miguel se deja influir por la nueva poesía surrealista de Vicente, y por la llamada poesía impura de Neruda de Residencia en la tierra. La aparición de La destrucción o el amor, en 1933, supone la “partida de defunción de la poesía pura” (José Luis Ferris, pág. 218, 2002). Desde esta fecha casi todas las semanas iba Miguel a la casa de Vicente Aleixandre, y casi a diario a la casa de Pablo Neruda en Miraflores. Miguel escribirá a María Cegarra donde le dice que Aleixandre le interesa como poeta más que Neruda. Miguel imita la poesía aleixandrina, pero además aporta sus propios descubrimientos, puesto que Aleixandre le orientó por esa pasión de la tierra, según palabras de Juan Guerrero Zamora, que se había entrevistado en Madrid con Aleixandre para que le hablara de Miguel. También le habló de la náusea y el pavor que había visto en ambos escudos (bandos republicano y nacionalista):

“...el deseo de poseer y destruirse en la mujer elegida, de olvidar en ella, de embriagarse en ella, de cancelar en ella tanta inicua memoria. Con el hijo próximo a la ternura de sus manos” (pág. 48, Proceso a Miguel Hernández).

La temprana muerte de Ramón Sijé, la conoció Miguel a través de Vicente Aleixandre, dos días después de su muerte, quien había leído la noticia de su muerte en el diario El Sol de Madrid. Había fallecido en la Nochebuena del 24 de diciembre de 1935. Murió sin que pudieran reconciliarse, una amistad distante, ausente de cartas, se negó a asumir este periodo y en unos día escribió la famosa “Elegía a Ramón Sijé”, obra cumbre de la poesía castellana.

Miguel es quien ofrece trabajos de Vicente Aleixandre para la revista oriolana Silbo, que dirigía Carlos Fenoll Felices, a los que se unieron Manuel Molina y Adolfo Lizón.

En aquel ambiente madrileño Miguel se mueve a sus anchas, conoce a los editores Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, a Juan Gil-Albert, Bergamín, a Pedro Salinas, y al esquivo García Lorca, que según María Zambrano, “le tenía alergia por su condición rústica”, de hecho no estuvo en el homenaje a Luis Cernuda, en el restaurante de la calle Botoneras, por la publicación de La realidad y el deseo, donde acudió Lorca, ya en plena gloria. El 24 de enero de 1936 publicará El rayo que no cesa en la colección Héroes de Altolaguirre.

El 11 de julio de 1936, Vicente Aleixandre abandona Madrid como cada verano para ir a Miraflores de la Sierra; un día antes invitó a los amigos para una “juerga literaria”, entre ellos estaban Federico García Lorca y Miguel Hernández. Lorca había terminado el manuscrito de La casa de Bernarda Alba, el 19 de junio. Miguel y Federico se conocían desde el 2 de enero de 1933 en Murcia, en casa de Raimundo de los Reyes, en ocasión de publicarse Perito en lunas. La verdad es que Miguel había acosado al granadino con cartas fuera de tono.

Miguel dijo que Vicente es una carta a Carlos Fenoll “porque su aspecto es de hombre saludable, tiene la envidiable virtud de saber ocultar sus cosas tristes ante los amigos y parecer alegre...” (12 de julio de 1936).

Velintonia, 3Durante la guerra, la casa de Velintonia quedó muy dañada, hubo de trasladarse a la casa de su tío Agustín en la calle Españoleto, 16. En este traslado de cosas y libros participó Miguel, según contó años después a Gabrielle Morelli, autora del libro Hernández-Aleixandre: una amistad ejemplar.

Una vez incorporado Miguel al 5º Regimiento del Partido Comunista, septiembre de 1936, es la recomendación de Vicente Aleixandre al malagueño Emilio Prados de la Alianza de Intelectuales, y es Emilio quien le pasa de cavar trincheras en Cubas a la Primera Brigada Móvil de Choque. Es la época en que conoce al periodista cubano Pablo de la Torriente Brau, que le nombra comisario cultural.

Vicente Aleixandre estaba enfermo3 después de la guerra civil, temía por su libertad pero no se exilió. En realidad su enfermedad le impidió ser un auténtico poeta de guerra al modo de Miguel. A pesar de ello, Vicente, perseguido y fichado, colabora en El Mono Azul con “El fusilado”, publicado en septiembre del 36; “El miliciano desconocido (Frente de Madrid)”, febrero del 37; Mundo Obrero (“Oda a los niños muertos por la metralla”, noviembre del 36), Hora de España y otras publicaciones militantemente republicanas. No sabemos si obligado por los republicanos. Recomiendo leer: El enigma Aleixandre, de José Luis García Martín.

En el verano de 1936, nuevamente enfermo y buscado por “los rojos”, consigue escapar a Miraflores de la Sierra. Termina los poemas para el libro Mundo a solas, 1937: publica su semblanza sobre Federico García Lorca, recientemente asesinado (19 de agosto de 1936). En plena guerra se refugia en casa de sus tíos, en la calle de Españoleto, en Madrid, porque la zona de Velintonia se ha convertido en escenario de guerra. El miliciano Miguel Hernández, que está en Madrid, le ayuda en el traslado de enseres y libros.

 

Un reloj de oro de pulsera

Vicente Aleixandre le regaló a Miguel un reloj de oro de pulsera como regalo de bodas, enlace que se celebró el 9 de marzo de 1937, en Orihuela, por lo civil, porque no hubo forma de hacerlo por la Iglesia, ya que no había curas, según Josefina, que era conservadora de las tradiciones, pues era hija de un guardia civil. No sabemos la marca ni el modelo del reloj. Este reloj de oro acabó en manos de un portugués, ya que el día 30 de abril de 1939, domingo, en su huida hacia Lisboa, en Santo Alexo, Miguel se vio obligado a vender un traje azul y el reloj, por pura necesidad.

Según Josefina, fue el único regalo que les hicieron en su boda, ya que ni los padres de él ni sus cuñadas les regalaron nada. Dinero era lo normal que se regalaba, o bien utensilios del hogar para la mujer y ropa para los hombres. Cuando Miguel fue entregado por la policía portuguesa a la policía española, al Cuerpo de Investigación y Vigilancia de Fronteras, llevaba en su poder 20 escudos y unos centavos, dos salvoconductos y el libro de poesía de Aleixandre, del que ya hemos hablado, La destrucción o el amor, másuna carta del propio Vicente, y un ejemplar del auto sacramental “Quien te ha visto y quien te ve, y sombra de lo que eras”, que usaba casi como aval a favor de su antigua lealtad a la religión católica, que tanto le habían inculcado los jesuitas de Santo Domingo, el canónigo don Luis Almarcha, e incluso su Ramón Sijé, El Estigmatizado, o el de sobrenombre “compañero del alma”, o el que llamaba “hermano” en su correspondencia. Quien ya le advirtió que se alejara de su “nerudismo, aleixandrismo y albertismo” (noviembre de 1935).

El día 22 febrero de 1937 Miguel se encuentra en Valencia; en esa fecha fue destinado a Jaén, al “Altavoz del Frente Sur” a las órdenes de Vittorio Vidali, “Comandante Carlos”. Durante ese estancia en la capital del Turia entrega el original de Vientos del pueblo (Litografía Durá, septiembre de 1937), Socorro Rojo, Valencia. Este poemario de guerra, casi un testamento poético hernandiano, está dedicado a Vicente Aleixandre, donde comienza con esa frase que ya pertenece a la historia de la literatura:

“Vicente: A nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos hace poetas la vida junto a todo los hombres... Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros...”.

Dos años más tarde, Aleixandre fue nombrado, o mejor diría, llamado desesperadamente por Miguel, en el famoso poema “Llamo a los poetas” para el poemario El hombre acecha, de 1939, destruido, queno se publicaría hasta junio de 1981 por la Casona de Tudanca.4 La voz de Miguel Hernández era muy conocida en todos los frentes republicanos, continuó alzando su voz en las cárceles franquistas hasta su muerte, fue acusado de ser “poeta de la revolución”. Él mismo dijo: “Al servicio del pueblo de una manera franca y noble” en carta a Josefina, septiembre de 1939, preso en el Seminario de San Miguel de Orihuela. En definitiva, gran poeta del pueblo.

Llamo a los poetas

Entre todos vosotros, con Vicente Aleixandre
y con Pablo Neruda tomo silla en la tierra:
tal vez porque he sentido su corazón cercano
cerca de mí, casi rozando el mío.

(Miguel Hernández, El hombre acecha).

Terminada la guerra y detenido Miguel Hernández, primero en Rosal de la Frontera (Huelva), y luego en Orihuela (Alicante), y trasladados a diferentes cárceles, Vicente auxilió moral, alimenticia y económicamente al poeta preso, en cuanto pudo, y cuando no pudo hacerlo por sí mismo invitó a amigos como José Antonio Muñoz Rojas o a Germán Vergara (jefe de negocios de la Embajada de Chile), a que le enviaran dinero, tanto a él como a su viuda; incluso, después de muerto el 28 de marzo de 1942, mantuvo esta ayuda a la viuda y editó Obras escogidas en Aguilar, 1952.

Vicente estaba al tanto de sus vicisitudes carcelarias y seguimiento de la condena a muerte. Es muy posible que pidiera a su padre, Cirilo Aleixandre Ballester, coronel de ingenieros retirado, que intercediera en el sumario 21.001 abierto a su amigo. A pesar de los peligros, puesto que Vicente temía que cualquier día fueran los fascistas a por él, por los poemas que había escrito en revistas republicanas, le ayuda enviándole paquetes de comida a la cárcel y libros a través de su hermana Elvira o de Rodríguez Isern.

Vicente recibía noticias de Miguel semanalmente a través de Luis Rodríguez Isern, antiguo compañero de Torrijos, ya excarcelado5 que iba a su casa para contarle cómo iba el preso; sin embargo, Vicente en realidad no podía a ir a la cárcel de Toreno a visitar a Miguel por el temor a ser detenido, como manifestó la Elvira, hermana de Miguel.

En las Obras completas de Miguel Hernández de RBA, 2007, aparecen 4 cartas destinadas a Vicente Aleixandre:

  • De fecha 29 de abril de 1941 (recepción de un paquete en la cárcel de Toreno):
    “¿Qué hay, Vicente? Sí, sí me ha llegado tu paquete y lo de Víctor [González Gil, escultor], todo junto...”.
  • De fecha 19 de mayo de 1941, desde la prisión de Ocaña:
    “...Harás el favor de avisar a Rafael Fernández Revuelta, quien por medicación de una hermana suya telefonista avisará a Cox...”.
  • De fecha 3 de junio de 1941, desde la prisión de Ocaña:
    “Querido Vicente: ya lo sabes, he pasado unos días con una bronquitis que me ha dejado mucha flojera. Además la falta absoluta de preparados farmacéuticos atrasa la cura completa y todavía no ando firme...”.
  • De fecha 25 de junio 1941, Alcázar de San Juan, preso transeúnte:
    “...me olvido decirte en mi anterior que leyendo tu libro me siento primitivo, Vicente, tan aplicada está tu sensibilidad poética y tan trabajado tu sentimiento en lo universal...” (no sabemos qué libro de Vicente estaba leyendo Miguel, pues La destrucción o el amor le había sido requisado en Rosal de la Frontera).

El 22 de junio había escrito Miguel una carta a Josefina Manresa, donde le dice:

“Por Vicente [Aleixandre, se reserva el apellido por cautela] me entero a última hora, cuando menos lo esperaba, que no se verifica mi traslado a Alicante sino a Valencia...”.

Desde que es detenido, Miguel le pide reiteradamente a Josefina que escriba a Vicente, este Vicente de Aleixandre, según la carta de 27 de mayo de 1939, en Torrijos, 67:

“Escribe a Vicente desde ahí: dile dónde me encuentro. Yo no puedo hacerlo desde aquí”.

Como no se sabe muy bien qué pasó, Miguel le reitera a Josefina el 5 de agosto:

“Escribe a Vicente. No es posible que siga así después de (borrado) de hambre y sufrimiento. Tú eres más tonta que yo, y es una desgracia más grande haberse juntado a casarse dos tontos...”.

Lo cual evidencia que Aleixandre estaba, desde el principio, al tanto de la situación del poeta-preso, y tenía contactos con el Ministerio de Justicia y Germán Vergara. No obstante parece ser que es en septiembre de 1939 cuando Aleixandre contacta con Josefina en Cox (Alicante). Se trata del hecho, como escribe José Luis Ferris (pág. 465, 2002), que “la prisión alicantina no admitía a presos sentenciados a treinta años, motivo que el ministro de Justicia, Esteban Bilbao, decidiera conducir al poeta oriolano al penal de San Miguel de los Reyes en Valencia..., anexo del edificio del hospital antituberculosos de Porta-Coeli”. Sin embargo, Germán Vergara Donoso, siguiendo las instrucciones de Miguel (de ir a Alicante para ver a su mujer y su hijo) consigue que le lleven al Reformatorio de Adultos de Alicante, quizás no fue la mejor de las ideas.

 

Miguel en la prisión de Ocaña

Desde Palencia, pasando unos días por Yesería, fue conducido a la prisión de Ocaña (Toledo) el 29 de noviembre de 1940. Desde esta su nueva residencia carcelaria propone a Josefina en carta de 18 de enero 1941 que vaya con su hijo Manolillo a verle:

“Dime en seguida si estás dispuesta a venir, y el tiempo que tardes en decírmelo, trato yo en arreglar esto, Josefina. Si no te decides me darás un buen disgusto y no volveré a insistir nunca (...) no estarías sola nunca, pasara lo que pasara, porque además de Vergara [Germán Vergara Donoso], están Vicente (Aleixandre) y una infinidad de amigos”.

Es decir, que Miguel cuenta con la buena acogida de Aleixandre, y entre estos amigos figuraba la familia Rodríguez Isern. En realidad Miguel cree que Ocaña está cerca de Madrid y no en Toledo. Josefina no fue o no pudo ir a verle a Ocaña. Estos amigos eran la familia Fernández Revuelta y además la familia Rodríguez Isern, pero éstos no tenían recursos suficientes para mantener a Josefina y al hijo en Madrid, tal y como lo manifestó Luis (1915-1984) en una entrevista a Eutimio Martín:

“El problema era económico porque mi padre continuaba en prisión, éramos cuatro hermanos y yo, el mayor, tenía 19 años. La llegada de dos personas más agravaba la nada boyante situación. Además la vida en Madrid era mucho más dura que en Orihuela (...). Decidimos (junto a Aleixandre), pues, que lo mejor sería retrasar por el momento la venida de Josefina a Madrid” (pág. 39, El Maquinista de la Generación, nº II, junio de 2006).

Los presos sólo tenían derecho a una carta por semana, en Ocaña eran los sábados; como tenía mucho que escribir usaba los nombres de sus compañeros de celda, además las cartas sólo podían dirigirse a familiares, además eran leídas y censuradas. Por ello se dirigía a la madre de Luis Rodríguez Isern como madrina, o a los padres de Ramón Sijé les llama padres. Esto de que las cartas llegaran a Josefina en nombre de otros no le gustaba y no lo quería entender, y el carácter agrio y vacilante de Josefina se manifestaba constantemente.

En enero de 1941, escribe Miguel a Luis Rodríguez Isern:

“Mira: quiero que vayas a ver a Vicente. Hazle saber lo que expongo a tu madre y comunícale sus impresiones, además del estado de salud en que le encuentres. (El asunto que le exponía a la madre de Luis era la petición de que consultara con Aleixandre para acordar la forma de que Josefina viniera a Madrid). Le harás saber que he recibido unos versitos muy simpáticos de una tal Mirta Aguirre, que él (Vicente) tal vez conoce. Y dile que sé (de) su interés por conseguir que Josefina cobre para sus hermanos la pensión que en justicia debiera cobrar hace tiempo”.

Este asunto de la pensión se refería a que Josefina y sus cuatro hermanos, Manolo, Carmen, Conchita y Gertrudis, eran huérfanos de un guardia civil, Manuel Manresa Pamies, al que mataron unos milicianos en Elda (Alicante) el 13 de agosto de 1936. Parece ser que Aleixandre medió en este tema de la pensión de orfandad.

Luis fue a ver a Aleixandre a la calle Velintonia, 3; acordaron que era mucho trastorno traer a Josefina y al niño a Madrid, para luego trasladarla una vez en semana a Ocaña para hablar por unos minutos.

En el epistolario aparecen nombrados otros Vicente, por el contexto de la lectura hay que entender que se trata de su hermano y no de Aleixandre.

 

Tras la muerte de Miguel Hernández

Tras la muerte del poeta de Orihuela, Vicente mantiene la correspondencia con Josefina Manresa, quiere salvar del olvido y del ostracismo la obra de Miguel. Existen en el Centro Hernandiano de Estudios e Investigación de Elche unas 300 cartas que Vicente le escribió a Josefina, la viuda de Miguel, y las cartas de Luis Rodríguez Isern.

Según cuenta Arturo del Hoyo en el prólogo para la Antología comentada (I, Poesía) de Francisco Esteve, Ediciones La Torre, Madrid 2003, pág. 15; Vicente Aleixandre intentó publicar obras hernandianas sin éxito:

“Mientras tanto, Vicente Aleixandre preparaba, calladamente, la publicación de un volumen de obras de Miguel Hernández para salvar poemas dispersos, en riesgo de perderse, y otros muchos inéditos, en mayor riesgo de pérdida. Abierto un portillo de esperanza con la publicación de El rayo que no cesa, en Argentina, Vicente Aleixandre propuso la publicación de las obras de Miguel a algún editor argentino, pero sin resultado positivo...”.

En 1950, Vicente Aleixandre propuso la edición a José Aguilar, sobrino del editor, en un volumen que recogiera la mayor obra posible de Miguel. Arturo del Hoyo se convirtió en intermediario entre la editorial y Vicente, y escribió un prólogo, asunto que no era muy frecuente. En este prólogo se cuenta la historia de la edición de Obras escogidas que salió en enero de 1952.

“Vicente Aleixandre procuraba la publicación de un volumen de obras de Miguel Hernández, para salvar poemas dispersos... Aleixandre, pues, ofreció la publicación de la obra de Miguel Hernández al único editor en que podía confiar (Aguilar). Casi todo el equipo editorial estaba formado por depurados o excarcelados, por personas consideradas, en el lenguaje de la época ‘desafectos al Régimen’ ”.

Vicente hizo todo lo que pudo por que tanto Josefina como su hijo Manolillo recibieran ayuda económica; él no mandaba dinero directamente, sino que se lo encargaba a su amigo José Antonio Muñoz Rojas, el financiero, como hemos podido comprobar en la correspondencia entre ambos, según el libro Cartas de Vicente Aleixandre a José Antonio Muñoz Rojas (1937-1984), edición al cuidado de Irma Emiliozzi, transcripción y colaboración de María del Carmen Martínez Pereira. Pre-Textos. Podemos leer que en carta de fecha..., de la página 211, escribe Vicente:

“Aprovecho para hacer lo que quiero hacer desde hace días, y es pedirte el acostumbrado envío de 125 pesetas para la viuda de Miguel. Sus señas son: Josefina Manresa. García Morato, 14, Cox (Alicante)”.

En otra carta escribe Vicente a Muñoz Rojas:

“La viuda de Miguel Hernández ha trasladado su vivienda a Elche para buscar más trabajo de coser, y que el niño vaya al colegio. ¿Podrás mandarle las 125 pesetas que de vez en cuando te pido para ella? Pues hazlo si puedes, y si ahora no puedes dímelo para buscarlo de otro modo. No me digas sí: con callar sé que lo haces. Te doy sus nuevas señas: Josefina Manresa. Partida Carrús, 352 (Elche) Alicante”.

Por otro lado, Josefina era pobre pero muy orgullosa, y no quería reconocer que recibía algunas ayudas económicas. Como la pensión de huérfanas de la Guardia Civil, que iba cada mes a recoger a la Comandancia, como ella misma relata en Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández.

Vicente dijo de Miguel que era como su hermano menor:

“Era un alma libre que miraba con clara mirada a los hombres. Era el poeta del triste destino, que murió malogrando a un gran artista, que hubiera sido, que ya lo es, honor de nuestra lengua”.6

De hecho, tampoco perdió la relación con Alicante ni con los oriolanos, fieles seguidores hernandianos. Puesto que en mayo de 1952, estuvo en Alicante, existe una foto de grupo7 donde podemos ver a Santiago Moreno, Antonio Ramos, Román Bono, Manuel Molina, Juan José Esteve y Vicente Ramos. Durante esta visita, Aleixandre sitió la tumba de Miguel en el Cementerio del Remedio; en la foto de 1952 podemos verle entre Urbano García Orad y Vicente Ramos.8 Tú, el puro y verdadero, tú, el más real de todos, tú, el no desaparecido, fueron las palabras que Vicente Aleixandre depositó en su tumba.

En el libro de Aleixandre Los encuentros, Guadarrama, Madrid, 1958,escribió que Miguel usaba alpargatas, tenía los ojos azules (otros autores dicen que los tenía verdes), dentadura blanca, blanquísima, era rudo de cuerpo, pero poseía infinita benevolencia. Algunas veces paseaban por la Moncloa con Pablo Neruda y Delia del Carril, y Miguel desaparecía, una veces bebía agua en un arroyo o se subía en un árbol gateando.

 

Conclusión

Hemos tenido ocasión de leer la parte visible de la amistad entre dos hombres, y la admiración mutua entre dos grandes poetas, que se acrecentó en los momentos de dificultad y apuros. Una amistad leal, sincera y prolongada más allá de la muerte. Ejemplos que hemos de seguir en estos tiempos de destrucción y sin amor.

 

Bibliografía consultada

  • Obras completas de Miguel Hernández, RBA. Barcelona, 2006. Introducción y notas de Agustín Sánchez Vidal, José Carlos Rovira, Carmen Alemany. De esta edición: Espasa-Calpe, S.A.
  • Esteve, Francisco, Antología comentada (I, Prosa). Prólogo de Arturo del Hoyo. Ediciones de la Torre, Madrid, 2002.
  • Cano Ballesta, Juan, El hombre y su poesía, Cátedra, Madrid, Nº 2, 1991.
  • Ferris, José Luis, Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, Tema de Hoy (2002), pág. 490.
  • Fernández Palmeral, Ramón, Doce artículos hernandianos y uno más. Palmeral, Alicante, 2005.
    —. El hombre acecha, como eje de la poesía de guerra, introducción de Manuel Roberto-Leonís, Palmeral, 2004.
  • Guerrero Zamora, Juan, Proceso a Miguel Hernández. El sumario 21.001. Dossat, Madrid, 1990.
  • López Alfonso, Alfonso, “Arturo del Hoyo; ¿eesistir es vencer?”, Clarín, 63, junio de 2006, Oviedo.
  • Martín, Eutimio, “La relación Miguel Hernández-Luis Rodríguez Isern”. El Maquinista de la Generación, Nº II, junio de 2006, pgs. 27-29.
  • Revistas Leer. “Salvar la casa del poeta: Velintonia, 3”, Nº 180, marzo de 2007, A. del Moral Fernández.
  • Morelli, Gabrielle, Hernández-Aleixandre: una amistad ejemplar.

 

Notas

  1. El nombre de su calle Velintonia se debe a que la anglófila Wellingtonia, nombrada así por las abundantes secoyas o meliosmas que antiguamente crecían en el lugar, apareciera en el diccionario hispano como Velintonia, aunque el Ayuntamiento se empeñara en ignorarlo. Hoy la calle se llama Vicente Aleixandre, en honor del poeta que la bautizó dos veces.
  2. Marchamo de “pastor-poeta” que le había colocado el médico escritor oriolano José María Ballesteros, en su primeros años.
  3. Una frase de Neruda: “Ahí está Aleixandre, con su mala salud de hierro”.
  4. La edición de El hombre acecha fue destruida en Tipografía Moderna de Valencia; se habían salvado dos capillas, pliegos sin coser, una en poder de Antonio Rodríguez Moñino y otra en poder de José María de Cossío, que fue la que se tomó para editar una edición facsímil con introducción de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia, junio de 1981. También se ha editado El hombre acecha, como eje de la poesía de guerra, ensayo e ilustraciones de Ramón Fernández Palmeral, con introducción de Manuel Roberto-Leonís; Palmeral, Alicante, 2004.
  5. Artículo de Eutimio Martín, “La relación Miguel Hernández-Luis Rodríguez Isern”, publicado en la revista El Maquinista de la Generación en junio de 2006.
  6. La carta de Vicente Aleixandre al poeta canario Juan Maderos fechada el 3 de septiembre de 1946 y recogida por Idelfonso Cases Andreu en la revista Oleza, Orihuela, diciembre de 200, páginas 88-89.
  7. “Santiago Moreno, o la inmortalidad sentada”. Ramón Fernández Palmeral. Orihuela Digital.
  8. Página 133, Miguel Hernández en Alicante. Vicente Ramos-Manuel Molina, Colección Ifach, Alicante 1976.