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Testimonios, espejismos y desconciertos, de Rafael Fauquié

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Testimonios, espejismos y desconciertos
Rafael Fauquié
Caracas
Comala ediciones
2007
98 pp.

Entonaciones autobiográficas y carácter fragmentario de las voces escritas: dos de los signos en los que Rafael Fauquié identifica algunas peculiaridades de importantes espacios literarios en nuestro presente.

Alguna vez comentó Borges que toda época poseía sus propias supersticiones literarias, y que, en nuestros días, la de la novela sería una de las más significativas. Pero, acaso, esa “superstición” se relacione, sobre todo, con la recepción del género novelesco: el más leído, el más popular, el más extendido, y, desde luego, el más comercial. Superstición de la novela, entonces, más que todo por la recepción de un público que, en ella, fue acostumbrándose a cierta manera de “consumir” lo literario.

Este nuevo libro de Fauquié es un reconocimiento y una apuesta suya a otras supersticiones, relacionadas mucho más con el acto de escribir y quienes escriben que con el de leer y quienes leen. Superstición, por ejemplo, de cierta pulsión de los seres de palabras por verbalizarse al interior de su escritura, por mostrarse ante lectores que son, sobre todo, interlocutores. Y, desde luego, superstición del creciente desvanecimiento en los límites que tradicionalmente separaban a la prosa de la poesía; protagonismo de una prosa poética que es progresión y ramificación de imágenes e impresiones, de vivencias y recuerdos, de fantasías y convicciones, expresados en voces rápidas y discontinuas que reflejan lo rápido y abrupto de las revelaciones.

Pero, acaso, por sobre todo, Testimonios, espejismos y desconciertos sea un testimonio; o mejor: una suma de muchos testimonios relacionados con tres grandes temas: la existencia humana, la escritura y la opción de la felicidad. En relación a esto último se reitera una y otra vez en el libro de Fauquié cierta interrogante nietzscheana: “¿Qué sucedería si un demonio te dijese: esta vida, tal como tú la vives actualmente, tal como la has vivido, tendrás que revivirla... una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella; al contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro... vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y orden... Si este pensamiento tomase fuerza en ti... ¡Cuánto tendrías que amar la vida y amarte a ti mismo para no desear otra cosa sino esta suprema y eterna confirmación!”. Amar la vida y amarnos a nosotros mismos en ella; tratar de entenderla aceptándonos dentro de nuestros caminos construidos... Actitudes necesarias para todo ser humano que, desde luego, no podrían dejar de reflejarse en el esfuerzo de seres de palabras empeñados en hacer de su escritura un sustento de pasos y un impulso con el que apoyar el apasionante esfuerzo de vivir. Como muy bien dice el propio Fauquié: “Estas páginas (tratan) de la necesaria relación entre la felicidad y la vida y entre la vida y la escritura; y, en medio, de las respuestas a las muchas curiosidades sobre las que, personalmente, he ido apoyando mi propio esfuerzo de caminante ante el muy difícil aprendizaje —¿o debería llamarlo arte?— de vivir, de saber vivir”.