Letras
Soledad

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Antes de que la guerra comenzara, solía caminar por las tranquilas calles de mi ciudad, fumando... acostumbraba reunirme con mis amigos en el bar flotante de tía: algunas veces nos invitaba tragos azules de miel. Ahora que lo recuerdo con claridad fue precisamente en aquel ahora destruido lugar donde la conocí: entró sacudiendo su índigo melena, agitada por el viento que soplaba a aquellas madrugadoras horas. Se sentó justo frente a la banda virtual que tocaba rock clásico sobre la pantalla de plasma. La miré fijamente como troll de las montañas. Mi quijada se fue hasta el piso cuando me sonrió. Mi tía me dio un codazo impulsándome a acercarme a tal visión, porque eso era: una visión. Era probable que viniera de un planeta lejano, o al menos de otra galaxia, porque nunca en mi corta vida había visto tal belleza. Después su asiento voló hasta mi lado. Ella hizo como que no me veía, sin embargo yo sabía que de reojo me observaba. Quise hacerme el interesante haciendo bromas estúpidas a mis amigos. Ella reía como si las entendiera también. Le invité una cerveza roja con mucha espuma. Brindamos, encendí su cigarro: las manos me temblaron, no logré controlar mi pulso y la quemé. Meses después bromeábamos acerca de que aquella era la marca de mi amor.

Hace algunas semanas me la arrebataron y ya me parecen siglos. No le veo caso continuar viviendo aquí, sin ella, sin nadie, en este planeta solitario, sin vida, con los bluptones persiguiéndome todo el tiempo. Estoy cansado de esconderme en estas cavernas. Siento que retrocedí en el tiempo... milenios atrás. Desde aquí puedo apreciar los restos de mi ciudad. Tengo hambre, mas no queda ningún vegetal comestible, tendría que volar hasta las ruinas... demasiado peligroso. En el bolsillo de mi pecho guardo aún la cápsula con las cenizas de ella... Cuando la abro, se materializa su holograma frente a mí: sus mejores momentos, no me canso de verlos. En algunos aparezco yo. Tal vez, si me viera en un espejo, hoy no me reconocería...

Sale danzando ante mí en el lago de cristal. Un día donde los cuatro soles nos quemaban la pálida piel y opacaban a las lunas. Su falda de pieles se empapó de lluvia ácida y se deshizo... traía otra debajo y se burló de mí. Entramos a una caverna muy parecida a esta y me contó la historia de la red que servía para pescar los sueños. Mientras hablaba, se mordía las uñas... la red para cazar sueños no era invención suya, sino de un científico loco que la creó para el gobierno. Para tenernos controlados, porque sin nuestros sueños... ¿qué somos? Después de eso la besé. Me besó. Bailamos con el sonido que emergía de las ramas disecadas. Seguramente si yo hubiese muerto en su lugar, en mi cápsula también vendría el mismo día, la misma imagen.

Cierro el diminuto estuche, la guardo cerca de mi corazón. La gente por aquí no creía en el amor, sin embargo yo era de los rebeldes... por los cuales estalló la guerra contra la monarquía. No admito aún la idea de que el amor no exista... Por eso me la arrebataron: aquel día cuando entraron a su casa a desollar a sus compañeros de cuarto, sé que la buscaban a ella. Huimos juntos. Los bluptones nos buscaron tanto que no conformes con destruir la única montaña real que quedaba, arrasaron también con los habitantes, que sin saber la razón encontraron por fin un pretexto para rebelarse. Yo los apoyaba y me sentía apoyado también. Me di cuenta de que algunos humanos aún creían en lo mismo que yo...

Qué equivocado estaba. ¿De que sirvió todo el sacrificio? Han muerto. Si me quedé más solo que antes de conocerla. Ya no hay naves que salgan de aquí, estoy atrapado, solo, muerto en vida...

Espero que algún día alguien reciba mi señal... a través del espacio. ¡Escúchenla!

Abro de nuevo la cápsula, me arropo con las rocas líquidas y vuelvo a soñar...