Artículos y reportajes
Germán Espinosa, tejedor de historias

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Las biografías de personajes célebres comienzan de una forma clásica, al lado del nombre se dibuja un paréntesis para consignar en ese breve espacio encerrado dos fechas vitales, nacimiento y muerte. En el caso de Germán Espinosa, para fortuna de Colombia y la literatura universal, el paréntesis todavía no se cierra. Espinosa nació en Cartagena de Indias a las ocho de la noche del día 30 de abril de 1938. Se trata de un prolífico autor, que ha incursionado con éxito en todos los géneros, novela, cuento, teatro, ensayo, poesía, crónica periodística.

No es extraño que un cartagenero tenga una imaginación fecunda. El “Corralito de Piedra” o “La Heroica”, nombres con los que se conoce a la ciudad amurallada, refleja en sus construcciones y calles las huellas de fantásticas historias, relatos de romances, brujas, corsarios y héroes de la independencia. Espinosa publicó en el año 2003 sus memorias, tituladas La verdad sea dicha, en donde plasma los recuerdos de su existencia hasta el presente. Se narra, entre otras situaciones, su desplazamiento a Bogotá, para continuar sus estudios, en compañía de muchos de los jóvenes caribeños de mediados del siglo XX, por ejemplo un muchacho llamado Gabriel y apodado por el mundo “Gabo”.

El descubrimiento de la capital para Espinosa fue definitivo. A diferencia de García Márquez quien se aterrorizó con el frío, Espinosa se deslumbró con el ambiente cultural. “¡Los cafés! ¡Bogotá era una ciudad de cafés, como París!”. Germán Espinosa es un rendido admirador de Rubén Darío, a quien en el año 2003 convirtió en personaje de una breve novela que mezcla lo místico y policíaco, Rubén Darío y la sacerdotisa de Amón. Su conocimiento de la obra del vate nicaragüense le sirvió además para asegurar su ingreso a uno de los colegios más tradicionales de Bogotá, el claustro del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, gracias a que impresionó al rector en una entrevista de selección.

A finales de la década de los cincuenta, Germán Espinosa comenzó a trabajar en el periódico El Espectador, no como reportero, sino en el cargo de “fabricante de crucigramas”, labor en la cual demostraba su habilidad como prestidigitador de las palabras. En 1954, publicó su primer libro de poesía, Letanías del crepúsculo. Once años más tarde fue su hora definitiva, no sólo se casó con su gran amor, la pintora Josefina Torres, una historia digna de contar algún día, también publicó su primera compilación de cuentos, La noche de la Trapa; el relato que le da título a todo el libro es del orden futurista fantástico y aparece en algunas antologías de ciencia-ficción.

En 1977, Germán Espinosa se integra al mundo diplomático, es nombrado cónsul de Colombia en Nairobi, Kenia, y posteriormente es trasladado a Belgrado, en la antigua Yugoslavia. Experiencia que le sirvió para concretar uno de sus mayores retos intelectuales, la elaboración de la que sería una de las grandes novelas escritas en español durante el siglo pasado, La tejedora de coronas, publicada finalmente en 1982. Esta novela ha pasado de ser objeto de culto de un reducido grupo de especialistas para convertirse en un título indispensable en cualquier biblioteca, hasta el punto de ser consagrada por la Unesco como obra patrimonio de la humanidad.

La tejedora de coronas, obra fundamental, va de la mano de su protagonista, una mujer fascinante. Es la historia de Genoveva Alcocer, quien aparece como la encarnación del siglo de las luces en el nuevo continente. Acusada de brujería, perseguida por la Santa Inquisición al interesarse en la astronomía en su Cartagena natal, comienza un periplo que la llevará por diferentes países durante el siglo XVIII, época en que las ideas comienzan a traducirse en revoluciones. Espinosa demuestra no sólo su amplia erudición, sino que hace gala de la misma habilidad del antiguo crucigramista, maestro en el arte de disponer de las palabras.

Algunos de los libros de su extensa obra son: Los cortejos del diablo (1970), Noticias de un convento frente al mar (1988), Sinfonía desde el Nuevo Mundo (1990), La liebre en la luna (1990), La tragedia de Belinda Elsner (1991), Los ojos del Basilisco (1992), Romanza para murciélagos (1999), La balada del pajarillo (2000). Aunque La tejedora... es caso excepcional, personalmente confieso mi admiración por El signo del pez (1987), la historia de un perseguidor convertido en perseguido, Paulo de Tarso, el reverso de la moneda de su vida, nos advierte el autor.

La autobiografía de Espinosa recoge algunas opiniones que valen la pena destacarse: “Los libros son simientes que, en la punta de una flecha, lanzamos hacia la altura y no sabemos dónde van a caer”. De igual manera, describe su relación con Gabriel García Márquez: “Su personalidad posee demasiados intersticios y el enorme amor que le profeso como escritor colisionará siempre con el enfado que suelen producirme algunas actitudes suyas”. El prolífico autor sostiene que “todo género literario, es por necesidad, poesía... por poiesis entendían los griegos toda la creación que tiene por elemento principal la palabra”. Actualmente Espinosa reside en Bogotá, su lugar favorito para la creación.

La tejedora de coronas se tradujo al francés como La cartagenera, este título en sus dos versiones, ayuda a definir a Espinosa como un cartagenero, tejedor de... historias. En el año 2002, Espinosa obtuvo el Premio Nacional de Literatura, por votación popular, una iniciativa de la fundación cultural Libros y Letras, demostración de cómo la democracia y la escritura son dos mundos que pueden encontrarse en la encrucijada de la libertad. Es posible que Espinosa pase a integrar la exclusiva galería de grandes escritores que mereciéndolo, no les fuera otorgado el Nobel de literatura.

Ojalá el paréntesis vital demore bastante en cerrarse.