Letras
Al final del crepúsculo

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Abandono

A Ricardo Contreras

Cierta claridad crepuscular
es atraída por un efecto lunar
dibujándose tenuemente
la constelación de Orión,
que ha sido plasmada
mágicamente en tu pecho
como en cual cielo infinito
en el que pierdo
y abandono todo...
caigo inevitablemente
en un suspiro casi mortal
y sin tiempo, para retroceder,
pudiendo así,
abandonarlo todo y en ti
lentamente con la Luna
mirando la bóveda celeste
idiotizada por la constelación,
que, aunque desapareciera la noche,
siempre en tu pecho se iluminará.

 

Al final del crepúsculo

Al instante del desenfreno,
observo tus pupilas,
aun más que en el alba
y sólo las veo reposar
como al final del crepúsculo,
hasta que depositas
tus preciosas gemas vertiginosas
dentro de mi sagrado aposento
de tu heredad.

 

Ausencia

A Ricardo Contreras

Hoy el alma ya no encuentra
el sosiego que le dan tus besos, pues hoy,
de gris se viste la bóveda y cobija de tristeza
la plácida y ausente imagen, ya impenetrable,
en la más agobiante ausencia.
Ha desaparecido el albor, el suspiro,
hasta las fuerzas,
por la lejanía de tu cuerpo,
ya ni la savia tiene sentido,
si tu respiración no sostiene
un dulce debate con la mía,
en ese hermoso instante de adhesión,
anhelado e ineludible a la vida y a la muerte
se juntan... se aman
para saber que no ha sido
en vano el existir.

 

Viento

En solitario lecho que habito,
implacable encuentro con el viento
dejando sólo tu recuerdo
que salpica de tristeza
al cuerpo inocente, entre tus manos
mientras este leve viento
acaricia sin permiso lo que te pertenece.
Anhelamos... nuestra inmensidad
cuando la irrumpe el viento,
en sublime placer al ínfimo contacto
pues ese soplo de vida
cualquier fuego aviva
induciendo la explosión al alba
absorbiéndolo todo
en donde ni el viento
puede habitar.

 

Cautiverio

A Emmanuel
(el primer niño nacido en
cautiverio en Colombia)

Colmada de vestigios de verdad,
ausente para los sedientos de justicia
la luna contagia de tristeza al sol,
Lagrimear de estrellas
Cielos que recubren
Bajo terciopelos de topacio
Frías e inescrutables tumbas
Olvidadas en la soledad de la selva
Lúgubres lechos, impunes refugios
De almas devastadas, mutiladas
Por un descomunal arrebato de libertad
Ríos de impunidad,
Donde flotan nombres y cuerpos
Que saben a años de espera
Sueños e ilusiones
De un país que se contempla
En un juego sin tregua ni fin

¡Oh esperanza!
Que dibujas tus contornos
En falsos pactos de alta ralea
Permítenos no borrar tu nombre
No acabar nuestros anhelos de verte
Por primera vez
¡Oh Emmanuel!
Y olvidar tu cautiverio.

 

Sentencia

Aterrador escenario
espigado por la eternidad,
aloja allí a las innumerables almas
sin destino y sin fin;
confundidas, atrapadas
con incesante codicia
y abrumadora desesperación,
albergando en sus recuerdos
pavorosos episodios
de la morada terrenal,
confrontándose entre los confines
del odio y la locura,
la fascinación y la espera
del acto de redención
inexistente en el crepúsculo,
transitado ya, sin retorno,
mientras Sílfide, dulce ninfa,
recorre los bosques con nimia
sutileza y premeditada indolencia,
ignorando
el dulce susurro de sus condenados,
que por un fuego abrasador
son consumidos una y otra vez.
Y así, la sentencia eterna:
lo que en vida
no se logra destruir,
después de la muerte esgrime
para la dulce satisfacción
de sus más temidos verdugos.

 

Impunidad

Sobre frías y húmedas tierras
reposas, inanimado,
cobijado de injusticia
con tu conciencia ausente
abatido por las sombras
van transcurriendo por su cuerpo
el tedio de las horas
mientras un ejército de pequeños habitantes
marchan implacables
arrebatando a su paso
lo que dejó tu verdugo
sin reclamos, ni sollozos
y tu alma expectante
anhela la victoria
sobre la impunidad.