Letras
Poemas

Comparte este contenido con tus amigos

El poema

Se me ocurre imaginarme a este lápiz
como a una larga lombriz.

A esta hoja en blanco como a una sábana
donde hago garabatos.

Noto que el tiempo se detuvo un instante.

Un hermoso corcel dejó de galopar
y ahora hace evoluciones de forma elegante
en una plaza.

Un niño ciego ha dejado de tocar el acordeón
y extiende sus manos en busca de monedas.

Otro niño dejó escapar de entre sus manos una paloma,
despidiéndose así de su inocencia.

Mi gata me clava sus ojos húmedos y ronronea.

Desde los speakers de mi ordenador
Omara me grita: “Si te dicen que te quiero, eso no lo he dicho yo...”*
Mientras Yves Thibaudet, en la tele, degrana una a una, melifluas,
cada nota de un nocturno chopiniano.

Una mano deja caer un clavel recién cortado,
empapando con gotas de humedad
el papel donde intento escribir de prisa
una larga fila de palabras
para atrapar a esa criatura recién nacida,
evasiva y traviesa que convenimos llamar:
poema.

Notas al poema:

*Aludo evidentemente a Omara Portuondo, notable figura de la cancionística cubana, quien cultiva particularmente el género llamado filinesco.

Yves Thibaudet es un afamado virtuoso pianista francés, célebre por sus brillantes interpretaciones de la pianística chopiniana.

 

Puertas

Las puertas son
hendiduras abiertas a la noche,
agujeros
jirones deshilachados
en el costado virgen de la tarde
ranuras resquebradas que miran
donde un loco baila jadeante.

Puertas
punto final de un laberinto
acceso definitivo
a la loca vacuidad de cada día
puertas, puertas
lecho improvisado
que aspira el aire de mi aliento.

 

Elogio a la locura

A Miguel Barco, in memoriam.

El amarillo cadmio se esparce estridente
sobre el lienzo.

Un rostro desdibujado se desparrama
como pisada sobre el vacío
sin dejar huella que lo identifique
o simplemente le recuerde.

La sonrisa retorcida
me asalta desde el cuadro,
manos oscuras se extienden
invitándome al saludo, al diálogo silente.

El Gran Hermano nos vigila, Miguel.
Nunca lo olvides.

 

Sueños

Anoche me soñé pez
muriendo a pedacitos.
Luego soñé la luna
escondida en una caja de zapatos.

Una fila de hormigas movía una araña.
—¡Niño, no te manches la ropa, ni los zapatos blancos!

Quise soñarme hombre y me soñé poeta,
un infeliz que sueña
escondiéndose siempre de la Muerte.

 

Bretoniana

me dejo caer
me escurro
me deslizo
me pierdo siempre en el vacío
sin remedio.

 

El equilibrista

Camina despacio sobre las líneas del poema
evitando caer de bruces en la nada.

 

Visiones

Para Álvenix, visto en sueños.

Paseas tu sonrisa con los últimos rayos de este sol
asciendes y desciendes por frágiles columpios
y escapas con esa monja que te grita maldito
acompañada sólo por los acordes de una sonata.