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Los fallidos intentos de Miguel Hernández para asilarse en la Embajada de Chile

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Creo que tras la reedición del libro En España con Federico García Lorca, de Carlos Morla Lynch en Renacimiento, gracias al patrocinio del Centro Cultural de la Generación del 27 de Málaga y Diputación de Córdoba (2008), con prólogo de Sergio Macías Brevis, donde se restituyen numerosos fragmentos que habían sido eliminados por la censura franquista en la primera edición de Aguilar (1957-58). Más el libro El Madrid de Pablo Neruda, escrito por el investigador chileno Sergio Macías Brevis y editado por Tabla Rosa (2004), revela que la Embajada de Chile en Madrid, tras la Guerra Civil, primero a cargo de Carlos Morla Lynch hasta el 8 de abril de 1939 y después por Germán Vergara. Morla se contradice en varios textos, en uno dice que le ofreció asilo, y Miguel no lo aceptó; en otro dice que Miguel era un peligro potencial porque había escrito textos lleno de odio contra Franco (Memorias del Gobierno de Chile, Berlín, 1939) o que la embajada no era lugar seguro...

¿Entonces a qué fue Miguel a la embajada entre los días, creo, del 6 al 8 de marzo de 1939?, fecha probable porque entre el 5 y el 6 de marzo el coronel Casado da el golpe contra Negrín, crea la Junta (donde se excluye a los comunistas), y Miguel en peligro sale de Madrid para Cox. ¿Qué le pidió exactamente Miguel a Morla? Miguel escribe dos cartas a Cossío, 14 y 19 de marzo, donde nada le comenta sobre su conversación con Carlos Morla, donde le dice que se va a Sevilla. Josefina Manresa tampoco cuenta nada de este asunto en el capítulo XVI de su libro Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández.

Porque el asunto del asilo para mí no queda claro. Me voy a limitar a exponer los hechos y trataré de ser lo más objetivo posible. Cuando un asunto es evidente no hay necesidad de dar tantas explicaciones. Los comentarios de Morla aparecen en el libro de Marcelle Auclair, amiga de Carlos, que coincide con el de Arturo del Hoyo en Ínsula (1980). Germán Vergara dio su versión en Los Domingos de ABC en 1978. Juan Guerrero Zamora en su libro sobre el Sumario 21.001 de 1990. El embrollo lo arma Pablo Neruda, que estuvo en Madrid entre 1934 y 1936, pero no en el 39; parece ser que quiso apuntarse el tanto de su liberación, mediando en París con el cardenal Braudillac, para que le soltaran, cuando en realidad fueron las gestiones de José María Cossío y Vergara las que consiguieron su libertad (Cossío fue a verlo a la cárcel de Torrijos el 29 de mayo de 1939). Pérez Álvarez dice que gracias al aval de Juan Bellod Salmerón y la gestión de Tomás López Galindo consiguió la libertad en septiembre. Neruda, en su conferencia Viaje al corazón de Quevedo, dictada en Santiago de Chile el 8 de diciembre de 1943, dice que fue el propio Miguel quien no aceptó el refugio: Miguel Hernández no quiso aceptar este asilo. Creyó que podría seguir combatiendo. Pero años después, Neruda, en la revista Ercilla de 1953 y en Confieso que he vivido de 1972-1974, se desdice de lo anterior y argumenta que Miguel Hernández buscó refugio en la Embajada de Chile y el embajador de ese entonces, Carlos Morla Lynch, le negó el asilo al gran poeta, aun cuando se decía su amigo. Antonio Aparicio es de la misma opinión que Neruda, y es de fiar porque estaba asilado en la embajada.

También se debe tener en cuenta a Rafael Alberti, quien en la segunda parte de La arboleda perdida (1987) dice que Morla, amigo suyo, acudió a su casa (Marqués de Riscal, esquina Ferraz) para advertirle que era inútil abrigar esperanzas de asilo para Rafael y su mujer, pero trasladaron la propuesta a otros, y en concreto a Miguel, que le respondió: “¿Cómo me voy a meter yo en una embajada? Si esto terminara me iría andando a mi pueblo”. De esta misma opinión era Vicente Aleixandre, que se lo había contado a Juan Guerrero Zamora, sobre la oposición de Miguel de refugiarse en una embajada (p. 63, 1990).

Por una y otras versiones, se puede saber que Miguel estuvo dos veces en la Embajada de Chile, una antes del 9 marzo de 1939 ante Carlos Morla, y otra segunda vez a finales de septiembre ante Enrique Gajardo —Fajardo— (sustituyó a Carlos Morla como encargado de negocios el 20 de abril de 1939) con Germán Vergara Donoso como embajador, cuando salió de la cárcel de Torrijos, según Víctor González Gil. Esta vez “estaba bastante desanimado”. En Alicante, a través de la Embajada de Cuba intentó conectar infructuosamente con la embajada de Chile. Cuando pasó a Portugal su intención era llegar a Lisboa y desde la embajada chilena de esta ciudad contactaron con la de Madrid.

Julio Gálvez Barraza expone sobre la derrota republicana:

Las desgracias de Miguel Hernández comenzaron a sucederse una tras otra. En febrero de 1939, cuando la derrota militar de la República española ya era inminente, sus superiores en el Ejército incomprensiblemente lo destinan a Madrid. A partir de aquí su destino estaba tan marcado como el sino de la República que tanto defendió. Ahí se encontraba al término de la contienda. Se había quedado en la capital defendiendo su gobierno hasta el fin, como Alberti, María Teresa León y otros escritores de la Alianza de Intelectuales. La capital española, como es de suponer, era un verdadero caos y aún había gente, como el poeta León Felipe, que se negaba a aceptar la derrota y abandonar la ciudad (“Me llamo barro aunque Miguel me llame”, en Foro por la Memoria).

El hoy olvidado Carlos Morla Lynch fue un diplomático chileno destinado en Madrid desde 1928 hasta 1930, durante la República y la Guerra Civil. Convirtió la Embajada de Chile en un refugio para perseguidos de ambos bandos. Cuando el presidente de Chile en 1938, Pedro Aguirre Cerdá, acepta refugiados en la embajada chilena, tiene la idea de reclutar intelectuales para su país; por ello los doctores, licenciados, profesores y militares de alta graduación eran los más apreciados y favorecidos, como se puede ver por la nómina de los 17 famosos exiliados en la embajada de Madrid. Pablo Neruda dijo que hasta 2.000 personas le debieron la vida, entre ellas el escritor y falangista Rafael Sánchez Mazas o las familias de Manuel Azaña, Indalecio Prieto y Largo Caballero; sin embargo, Neruda le acusó de ser Morla quien le denegó asilo político a Miguel Hernández, cuando, años después y debido al excelente trabajo de Arturo del Hoyo en “Dramatis personaje: Carlos Morla Lynch y Miguel Hernández”, publicado en Ínsula, Nº 400-401 (marzo-abril 1980, p. 11) se ha sabido más acerca de los asilados. Y por Guerrero Zamora sabemos que en marzo Miguel se hallaba agregado accidentalmente al Comisariado del Grupo de Ejército de la Zona Central y autorizado para circular libremente por toda la zona no catalana de la República; si se asilaba, se convertía en desertor.

Comenta Sergio Macías en la página 31 del prólogo, que con todo lo que hizo Morla por los refugiados que acogió bien en los edificios donde ejerció sus funciones y en su propia casa calle Alfonso XII, no le dedique Madrid una calle o una simple placa en la casa donde vivió y recibió a tanto poeta de la generación del 27.

Quizás no queda aún del todo claro, a pesar de lo que se ha oído de las partes, lo de la propuesta de Morla a Miguel (a pesar de que Miguel no quería por no desertar). Bien, ¿y si hubiera querido asilarse, lo hubiera conseguido?, tengo dudas porque Morla tenía la orden de reclutar a intelectuales y que no fueran muy marxistas-leninistas (caso de Rafael Alberti y Teresa León); para Morla, Miguel no era más que el exótico “pastor-poeta”, nadie interesante.

 

Carlos Morla LynchBreve biografía de Carlos Morla

Carlos Morla Lynch se llama en realidad Carlos Vicuña Lynch. Nació en Santiago de Chile en 1885. Sustituyó Vicuña por Morla, que no es apellido, sino la transformación o cambio de María por Morla que había adoptado su padre cuando era estudiante del colegio inglés Golsfisher, ya que se llamaba Carlos María Vicuña Zalldívar (1846-1901), diplomático, escritor y poeta chileno que en 1873 había sido comisionado por el gobierno para trasladarse a España e investigar en los archivos oficiales todo lo relativo a la extremidad austral de Sudamérica. Se trataba de esclarecer los derechos de Chile a la Patagonia y Tierra del Fuego, cuya posesión le disputaba Argentina. En la Patagonia existe un canal que lleva su nombre. Se casó en Londres con Luisa Lynch Solar, tuvieron seis hijos: Nicolasa, Carmen, Ximena, Wanda y Carlos (falta un nombre). Ministro de Relaciones Exteriores, estuvo de diplomático en Argentina, Uruguay, Francia, Japón y Estados Unidos. Murió en Buffalo (EEUU) en 1901.

Carlos Morla Lynch, además de diplomático, era conocido como periodista por su seudónimo o anagrama Almor. Considerado por todos como una persona de carácter hospitalario simpático, amable y dialogante.

Llegó a España desde la Embajada de Chile en París, un destino forzoso, casi como castigo, debido a un incidente involuntario, según comentario de Servio Macías Brevis:

...su retraso en la llegada al funeral de un uniformado. Entonces el presidente de Chile, el general Carlos Ibáñez del Campo, tuvo en esto el pretexto para enviarle a Madrid, cuando aún no se había recuperado de la muerte en París de su hijita de diez años, Colomba. (“Relación literaria entre Chile y España: Carlos Morla Lynch, la Embajada de Chile y algunos escritores chilenos en la Guerra Civil”, Prólogo para En España con Federico García Lorca, edición Renacimiento Biblioteca de la Memoria, 2008).

Carlos estaba casado con María Manuela Vicuña Herboso, conocida como Bebé Vicuña.

 

Amistad de Pablo Neruda y Miguel Hernández

En el verano de 1934 Neruda se interesó por Miguel a raíz de la publicación del auto sacramental, publicado en Cruz y Raya. Pablo Neruda dio una conferencia en la Universidad de Madrid el 6 de diciembre de 1934; en el acto se conocen y coincidirán Miguel Hernández y Federico García Lorca, al que ya conocía desde que se lo presentó Raimundo de los Reyes en Murcia (2 de enero de 1933), que no recibe muy calurosamente al ya incordiante “poeta-pastor”; sin embargo Miguel, humilde como era, le entregó el Torero más valiente (tragedia española inspirada en la rivalidad del torero Ignacio Sánchez Mejías y su cuñado Joselito) con el ruego de que se ocupara de la obra. Neruda percibe este rechazo lorquiano y le advertirá en una carta del 4 de enero de 1935 que no se forje falsas esperanza con Lorca. Es la famosa carta en la que sataniza a Ramón Sijé por la revista neocatólica El Gallo Crisis, cuando escribe: “Querido Miguel, siento decirle que no me gusta El Gallo Crisis, le hallo demasiado olor a iglesia ahogado en incienso”. El 9 de febrero de 1936, un importante grupo de intelectuales organiza una comida homenaje a Rafael Alberti y a María Teresa León en el Café Nacional, a su regreso de América y de la Unión Soviética, donde también acuden Pablo Neruda, Federico García Lorca y Luis Cernuda..., pero no invitan a Miguel Hernández, su presencia era incompatible con los dos últimos poetas señoritos andaluces, a pesar de la aceptación favorable de Pablo en su círculo de amigos. Tampoco invitan a Miguel al mitin político de adhesión al Frente Popular, donde Lorca leyó un manifiesto en el mes de febrero, días antes de ganar el Frente Popular.

Las referencias a la taberna también se aprecian en el prólogo de El hombre acecha, como evocaciones de estas veladas: “...Oigo tus pasos hechos a cruzar la noche, que vuelven a sonar sobre las losas de Madrid, junto a Federico, a Vicente, a Delia, a mí mismo. Y recuerdo a nuestro alrededor aquellas madrugadas, cuando amanecíamos dentro del azul de un topacio de carne universal, en el umbral de la taberna confuso de llanto y escarcha, como viudos y heridos de la luna...”. Se refiera Miguel a los paseos con su amigos y a la tertulia de la “Cafetería de Correo” en Madrid donde se reunían con el llamado grupo de Neruda. En el diario de Carlos Morla del 19 de junio de 1935, aparece la siguiente anotación que lo corrobora, es la primera anotación donde aparece Miguel:

En el “Café de Correos” [sic] pasa todas las noches [se refiere a Delia del Carril] con el grupo de Neruda, hasta la madrugada: entre otros, el músico Cotapos [Acario], el torero Amorós [Pepe Amorós fue matador de toros en los años 30 y primeros 40; Antonio Márquez le dio la alternativa en la Semana Grande de San Sebastián, en 1930, en presencia de Vicente Barrera y Marcial Lalanda], el poeta-pastor Miguel Hernández, el dibujante Caballero [José], Isaías Cabezón [pintor chileno], el secretario de “La Barraca”, Rafael Rodríguez Rapún [matemático y estudiante de ingeniería, el amor de Federico al que había conocido en 1933] y, a veces, Federico García Lorca.

En su libro En España con Federico García Lorca, hace tres veces referencia a Miguel Hernández, la ya mencionada del 19 de junio de 1935, la segunda es del 6 de julio del mismo año, sobre una velada en casa de Pablo Neruda, donde también estaba el poeta León Felipe. Y la última el 11 de julio de 1935. “La reunión de esta noche, que tiene el carácter de un final de capítulo [ese día parte para Ibiza de vacaciones], ha traído a un pastor-poeta —Miguel Hernández— que concibe sus poemas exquisitos cuidando cabras en la montaña. Andan todos locos con él. De ojos muy claros, de traje humilde y alpargatas, me produce el efecto de un niño sonámbulo que viviera en otro plano: espíritu ausente”. Carlos lo ve como a un personaje exótico, no demuestra por él otro interés.

Tanto era el entusiasmo de Hernández por Residencia en la Tierra que se atreve a escribir una reseña que publicó el diario El Sol de Madrid el 2 enero de 1936: “Ganas me dan de echarme puñados de arena en los ojos, de cogerme los dedos con la puerta [...]. La cuya voz es un clamor oceánico, que no se puede limitar...”. Hay una carta inédita de Miguel a Pablo, del 8 de septiembre de 1938, publicada por Orihuela Digital, donde le recuerda velada de vino, alegría y poesía. Miguel escribió a Juan Guerrero Ruiz pidiéndole residencia en vacaciones para la familia Neruda y a Malva Marina, hija enferma en la isla de Tabarca, pero no fue posible.

Existe una carta de Miguel a Neruda de fecha 26 de junio de 1939, que Juan Guerrero Zamora cree que podría ser apócrifa, donde le escribe: “Es de absoluta necesidad que hagas todo cuanto esté en tu mano por conseguir mi salida de España y el arribo a tu sierra en el más breve espacio de tiempo posible. El señor Fajardo [Enrique Gajardo, encargado de negocios de la embajada chilena], y nuestro amigo José María Cossío, te pueden escribir con detalle sobre lo que me sucede (...). Conmigo habrían de salir mi mujer y dos amigos nuestros” (el hecho de olvidar nombrar a su hijo es alto sospechoso, porque Miguel no se hubiera olvidado de mencionarlo, y quiénes son esos dos amigos).

Juan Guerrero Zamora escribe en la página 71 de su libro Sumario 21.001):

La carta debió de sortear la criba censura de la cárcel y salir de ella —¿a manos de Gajardo o de Cossío?— clandestinamente: lo indica el que Miguel espere la respuesta a través de la Embajada chilena. Pero hemos de ser cautos: la carta pudiera ser apócrifa. Son varias las diferencias que la letra ofrece, en algunos rasgos distintivos, con la de otros autógrafos del poeta (...). La publicó Gueraña (sic) en su biografía del poeta [Miguel Hernández, Biografía ilustrada, Barcelona, Destino, 1978, p. 153], fascimilándola en formato reducido y con transcripción (...). Lo que es inexplicable, afirma haberla tomado de las Obras completas de Hernández publicadas en la Editorial Losada, Buenos Aires, en 1960 (...). Pero en tal caso, ¿cometió Guereña fraude o error por intermedio de tercero? En todo caso, ¿cuál es el paradero del original de esa carta?

En las notas 147 y 148 del referido libro de Guerrero Zamora, amplía que según el testimonio personal del librero anticuario César Soto,1 de Santiago de Chile, afirmaba poseer el original de la carta de Miguel a Neruda, en papel con membrete publicitario de Viento del Pueblo. Esto del membrete es harto sospechoso, ¿de dónde saca Miguel, encarcelado, un membrete?, ¿podía alardear de ser el “poeta del pueblo”?, que es el verdadero significado de “viento” en el título de este poemario del 37, y lo especifica en la dedicatoria a Vicente Aleixandre: “Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de los poros...”. Aunque parece ser cierto lo de una carta en este sentido, cuando Neruda escribe en la revistaErcilla, de 1953: “Desde Madrid, M.H. me escribió una carta en la que me decía, ingenuamente, que quería venir a Chile”. La carta no tiene tono de ingenuo sino de exigencia. Y se pregunta Guerrero: ¿se refería a la publicada por Guereña o a la que el librero Soto me dice poseer? ¿Acaso ésta y aquella son una misma? Creo que otra posibilidad es que ante la pérdida de una carta de esta importancia y valor filológico, se reprodujeran de memoria y venderla.

 

Carlos Morla en España

Carlos, a su llegada a España en 1928 como encargado de negocios, se instala primero en la calle Velázquez, luego en Alfonso XII, donde se hacen tertulias y reuniones, y en la calle Hermanos Bécquer, 8, (la Embajada de Chile, situada en la Calle del Prado 26, piso 3º 4º dch., el Consulado en Plaza de Salamanca, 3). Tuvo varios embajadores, el primero Emilio Rodríguez Mendoza, el segundo Enrique Bermúdez de la Paz, y el tercero Aurelio Núñez Morgado, quien abrió las puertas de la Legación chilena para dar refugio a españoles republicanos y falangistas perseguidos por uno y otro bando.

Se vieron obligados a alquilar locales en La Castellana, 29, Reforma Agraria, 3, Santa Engracia, 13, domicilio de la chilena María Astoreca, Alcalá Zamora, 4, los hogares de Carlos Morla y del agregado aéreo, Humberto Luco. Por ello es raro entender que se hablara tan sólo de 17 asilados (ver Francisco Esteve); podemos conocer la lista nominal de los 17 exiliados republicanos colaboradores o pertenecientes a la Alianza y la revista que publicaban, como el diario El Comenta, hecho a mano (entre ellos los escritores Antonio Aparicio y Pablo de la Fuente, Ontañón), gracias a un artículo de Francisco Esteve: “Luna (1939-1940). Análisis de una revista singular”.

Mas siguiendo con su costumbre de hacer amigos con los intelectuales (en Francia conoció a Jean Cocteau, Blasise Cendras, Nadia Boulanger, Juan Gris, Foujita, Strawinsky, Boris Gregorio y otros), lo hace con intelectuales y escritores españoles: Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Federico García Lorca, Jorge Guillén, José Bergamín, Teresa León, Luis Rosales, Vicente Aleixandre, Pedro Salinas, Eugenio d’Ors, Salvador de Madariaga.

También conocerá a sus paisanos Gabriela Mistral, cuando estuvo de cónsul en Madrid entre 1933 y 1935. Conoce a sus paisanos Vicente Huidobro, Juvencio Valle, seudónimo de Gilberto Concha Riffo, “Juvencio Silencio”, bautizado así por Neruda; en 1938 viajó a España como corresponsal de guerra de la revista Ercilla. De regreso a Chile, en 1941, ganó el concurso de la Municipalidad de Santiago, con su libro Nimbo de piedra, dedicado a los cuatrocientos años de la ciudad. En 1966 recibió el Premio Nacional de Literatura. Luis Enrique Délano, funcionario de la Embajada, Eduardo Garrido Merino, dramaturgo, cuentista y novelista. Augusto D’Halmar, periodista y escritor, autor de La mancha de don Quijote (1934); Acario Capatoso, Isaías Cabezón (pintor chileno).

El 18 de julio de 1936, sale en vacaciones desde Madrid a Ibiza embarcando en Alicante o en Denia. A finales de julio su gobierno le deja libertad de optar entre salir de España o regresar a Madrid; decide regresar a Madrid, y tuvo el valor de quedarse como diplomático durante los años de la Guerra Civil, primero ayudando a los de derechas y luego a los de izquierdas, lo cual es un mérito que nadie le puede arrebatar. Para ello tuvo que enfrentarse a dos autoridades, la republicana del asedio y la vencedora franquista.

En cambio, Ricardo Reyes (Neruda) solicitó salir de España junto a otros funcionarios. Según Sergio Macías (p. 28):

“El poeta del amor y de la lluvia se separa de María Antonia Hagenaar y de su hija Malva Marina [enferma de hidrocefalia, murió con ocho años]. La envía a Barcelona, donde piensa reunirse con ellas para continuar al extranjero, pero no las ve más. La pasión es más fuerte y se va con Delia del Carril [a París] para continuar una vida nueva. Luego en Francia se dedica a la ayuda solicitada en favor de los republicanos”. Ya cónsul en París, fletó el Winnipeg, donde salieron unos 2.000 españoles refugiados de Francia hacia Valparaíso.

 

Primera visita de Miguel a la Embajada de Chile

Miguel llega a Madrid desde Valencia el 24 de febrero, según la carta de Josefina, se entrevista con Vicente Aleixandre y José María Cossío, que le aconsejan que abandone España cuanto antes. En la noche del 5 al 6 de marzo de 1939 el coronel Casado se sublevó contra el gobierno de Juan Negrín y formó el Consejo Nacional de Defensa o Junta de Casado, según el escritor Gabriel Jackson, representando a todos los elementos no comunistas del Frente Popular. Por lo tanto Miguel se ve en peligro, por un lado las tropas franquistas y por otro los hombres de Casado. Tras esta sublevación se oculta en la sede de la Alianza, y en casa del escultor Víctor González Gil en calle Garcilaso, 10. Es muy posible que entre el 6 y el 8 de marzo Miguel busca a Antonio Aparicio, que le pone en contacto con el poeta chileno Juvencio Valle para ir al despacho de Carlos Morla Lynch, para pedir salir del país con Josefina y su hijo hacia Chile. Teresa León dice que fueron ellos los que propiciaron la entrevista con Morla (“El cuidado de los recuerdos”). Pero como Morla no le garantiza nada, el 9 de marzo salió de Madrid para Cox (Alicante).

Arturo del Hoyo, en el artículo ya citado, transcribe la versión de Morla, que coincide con la de Marcelle Auclair en su obra Enfances et mort de García Lorca. Veamos el texto y las contradicciones.

  1. Acompañado de Juvencio Valle Lynch acude a mi despacho el poeta-pastor Miguel Hernández. Lo conoz­co y aprecio. Ha escrito mucho a favor de los “leales”, un folleto lleno de odio, en extremo funesto para él ante la situación que se avecina, titulado “Franco, traidor”; es autor, además, de muchas otras publicaciones en contra de los nacionalistas y el peligro en que se encontrará en breve es inminente. El general Franco ha declarado que dictará leyes en extremo severas para los periodistas que en sus artículos han azuzado al pueblo a cometer desmanes y las calumnias vertidas serán irrevocable­mente castigadas.
  2. Su mujer se encuentra en Alicante y no sabe si irse a su lado o permanecer aquí, enrolado en el ejército popular. Allá no hay embajadas donde refugiarse en caso necesario. Titubea y sufre violentas reacciones: le repugna asilarse en un territorio extranjero. Quisiera, más bien, salir de España; dan pasaportes, pero, naturalmente, las autoridades se los niegan a los hombres de edad militar movilizados. Es su caso y no debe, a mi juicio, solicitarlo.
  3. Además, ¿dónde podría irse? ¿Cómo y con qué? No permiten sacar suma alguna. En vista de la situación en que se encuentra le digo que, llegado el momento de la hecatombe final, se asile en la Embajada. Días después, preocupado por el muchacho, mando llamar a Juvencio Valle. Me dice que Hernández ha declarado que “no se albergará en sitio alguno porque lo considera como una deserción de última hora”. No ha tomado ninguna medida de precaución.
  4. Le envío con él una carta para el gobernador civil de Madrid, señor don José Gómez Osario, a fin de que le facilite su salida de España en el momento oportuno para hacerlo. El gobernador lo recibe unas horas después. Le es­cribo, asimismo, al comisario general de Seguridad, quien está dispuesto a conce­derle un pasaporte, pero desaparece y no vuelvo a verle por más esfuerzos que hago para dar con su paradero. En la hora postrera encargo al joven poeta Antonio Apa­ricio, que a duras penas encuentro —figura entre los diecisiete asilados actuales de la Embajada—, que vea modo de ubicarlo. Esfuerzos sin resultado.

Si leemos con detenimiento este texto vemos que se contradice. Para examinarlo, lo he dividido en cuatro partes.

En el apartado A expone Morla que Miguel acude a su despacho junto al escritor chileno Juvencio Valle. Siempre se refirió a él como poeta-pastor, menospreciándole. Por lo tanto si ha ido a su despacho será para pedir algo, parece ser que le plantea la posibilidad de salir del país con su mujer y su hijo hacia Chile. Carlos y Miguel ya eran conocidos desde el 13 de junio del 35 en la “Cafetería de Correos”, a través de Pablo Neruda. Luego nos previene sobre los peligros potenciales de Miguel diciendo: “Ha escrito mucho a favor de los ‘leales’, un folleto lleno de odio, en extremo funesto para él ante la situación que se avecina, titulado ‘Franco, traidor’ ”. Lo que evidencia, en principio, ya de entrada a una persona “non grata”.

Arturo del Hoyo comenta en su trabajo ya citado: “El propio Carlos Morla Lynch ha contado en un folleto titulado Memoria del Gobierno de Chile [Berlín, 1939], donde refiere que negó el asilo a Miguel Hernández porque había escrito poemas insultantes contra el general Franco. Desde Madrid, Miguel Hernández me escribió una carta [Carlos Morla] en la que me decía que quería venir a Chile... Se fue desde Madrid a Orihuela, a buscar a su mujer e hijo”. Esto no se ajusta al tiempo de la biografía hernandiana, ya que Miguel sale el 9 de marzo hacia Alicante, después de ver a Morla, y cuando lo detiene el “Patagorda” en Orihuela es ya el 28 de septiembre (siete meses después). Por lo tanto no había ido en marzo a recoger a su mujer y a su hijo, que a lo mejor ni lo consigue, ya que Josefina no iba a dejar desamparados a sus tres hermanas y hermano Manolo, huérfanos de padre y madre, siendo Josefina la mayor de los seis, y esto Miguel lo sabía; por eso, el 22 de abril sale solo de Cox a Sevilla en tren (ver expediente militar de Manuel Manresa Palies).

En el apartado B expone sus dudas entre ir a Alicante (Cox), al lado de su mujer y de su hijo, o seguir enrolado en el ejército popular. Advirtamos que no dice asilado en la embajada sino seguir enrolado en “el ejército popular”, porque temía desertar. Y presintiendo que los asuntos de la guerra no van bien, piensa que en Alicante no hay embajada para refugiarse. ¿Y “titubea y sufre violentas reacciones”?, ¿por qué?, simplemente, esta reacción siempre es debida a una negativa. Tras los dos puntos escribe Morla que a Miguel le repugna asilarse en un territorio extranjero, pero que quisiera más bien un pasaporte para salir, aunque pudo salir para Francia desde Barcelona sin necesidad de pasaporte, en los tres primeros meses de ese año salió medio millón de republicanos. De esta misma opinión son Alberti y Teresa León.

En el apartado C declara Morla dónde podría irse Miguel con pasaporte, cómo y “con qué”, evidentemente Miguel no tiene dinero ni nada que ofrecer a Chile, y luego lo asevera diciéndole que si lo tuviera no podría permitirse sacar suma alguna (dineros). Pero si tuviera mucha preocupación por su vida, le prestaría dinero, que no lo hizo. Le dice Morla que se asile en la embajada, podría ser la palabra de éste nada más, ya que Miguel no comentó a nadie lo del ofrecimiento del asilo. Quizás, Morla le ofreció asilo cuando desde el principio sabía que Miguel no quería asilarse sino un pasaporte para salir con su mujer y su hijo a Chile; ante esta negativa se va a Cox y luego parte hacia Sevilla, en principio, buscando a los amigos: Pedro Clotet, Romero Morube, Jorge Guillén... (“Las huellas de Miguel en Andalucía”). Cuando estaba ya en Cox escribe una carta a Cossío datada el 14 de marzo: “...le escribo para decirle que haga el favor de decir a Juvencio [Valle]que mande a Cox los comestibles que tiene en su poder. Sería mejor que los trajera él mismo cuando viniera a Valencia o Alicante, pasándose por aquí y dejándolos a mi mujer”. Aquí hay algo raro, parece ser que Juvencio tiene la dirección de Cox. ¿Por qué Juvencio tiene comestibles para él?, posiblemente porque no le dio tiempo a despedirse, ya estaba todo hablado.

En el apartado B dice: Le envío con él una carta para el gobernador civil de Madrid, señor don José Gómez Osario, a fin de que le facilite su salida de España en el momento oportuno para hacerlo. El gobernador lo recibe unas horas después. ¿A quién recibe el gobernador, a Miguel o a Juvencio? No sabemos nada de esta gestión, ni con el comisario general de Seguridad.

Cuando Miguel se pone en contacto con Antonio Aparicio, éste estaba ya exiliado en la Embajada de Chile, había un total de diecisiete (según listado del 20 de abril). No sé por qué dice Morla: “En la hora postrera encargo al joven poeta Antonio Aparicio, que a duras penas encuentro”, si lo tenía localizado. Escribe José Luis Ferris en la página 403 de su libro Miguel Hernández: Pasiones, cárcel y muerte de un poeta (2002) algo muy esclarecedor:

Para el diplomático (Morla), aceptar a Miguel en su lista de refugiados era una grave responsabilidad, esencialmente por la destacada envergadura política que el oriolano había adquirido a través de sus escritos y de su activa participación en la contienda, y quizás esta sea la razón de que, en un primer momento, no derrochara demasiados esfuerzos para convencer a Hernández de que se acogiera a su beneficio. Por otra parte, Carlos Morla había recibido de Alberti una lista de recomendados, compañeros de la Alianza, en la que no aparecía el nombre de Miguel, aunque sí el de su secretario, Joaquín Miñana, y el de Antonio Aparicio (desconocemos la fecha de esta lista).

Por lo tanto, y visto que los argumentos parecen darle la razón a Pablo Neruda cuando escribe: “Miguel Hernández buscó refugio en la Embajada de Chile y el embajador de ese entonces, Carlos Morla Lynch, le negó el asilo al gran poeta, aun cuando se decía su amigo”, si no directamente, sí con artimañas y engaños propios de los diplomáticos. Además primero habla de “Puerta ancha para los izquierdistas en peligro, con la misma amplitud que fueron abiertas para los derechistas”. Luego se contradice: “A todos les advierto que, dadas las circunstancias del cambio político en Chile, no podíamos asegurar que, a la caída de Madrid, fuera reconocida inmediatamente la entidad triunfante. En este caso, el asilo en nuestra Embajada, más que un refugio, podía constituir, quizás, un mayor peligro” (Arturo del Hoy, pág. 83, Escritos sobre Miguel).

 

Segunda visita de Miguel a la Embajada de Chile

Cuando Miguel fue puesto en libertad, posiblemente por error administrativo o intercesión de algunos amigos, el 15 de septiembre de 1939, se refugia otra vez en casa del escultor Víctor González; al día siguiente acude a la Embajada de Chile. Ahora está como embajador Germán Vergara Donoso, Enrique Fajardo sucedió a Carlos Morla Lynch desde el 20 de abril de 1939, y es encargado de negocios.

El escultor Víctor González, que le dio refugio a Madrid, recordaba:

Un día fue a la Embajada de Chile y, cuando volvió, estaba bastante desanimado, me dijo que había mucha gente en sus mismas circunstancias. Otro día le acompañé a dicha embajada, pero no se atrevió a entrar por miedo a que le detuviera la policía que hacía guardia ante la puerta.

Se había entrevistado con su amigo Antonio Aparicio, que seguía asilado en la embajada; le dio gran alegría verlo de nuevo. Miguel fue testigo de su boda celebrada el 25 de febrero de 1939. Ambos poetas se presentaron ante el embajador.

Escribe Juan Guerrero Zamora, pág. 130, Sumario 2.001, 1990):

Aparicio, según Vergara, sugirió la posibilidad de que Miguel quedara agregado a los diecisiete acogidos [después de seis meses debían ser más] en la Embajada, pero el diplomático hubo de rechazar la sugerencia porque la nómina de los asilados obraba oficialmente en poder del Ministerio de Asuntos Exteriores [era verdad; se entregó el 20 de abril], no era factible aumentarla y cualquier intento de burlar la vigilancia policial significaría un riesgo para la suerte de aquellos a quienes se había reconocido y respetado el derecho de asilo.

Si, como asevera el testimonio de María Ifach, Miguel se entrevistó con el embajador en el Hotel Palace, y que ante el consejo de asilarse prometiéndole un posterior traslado de su mujer e hijo, y Miguel se negó rotundamente (versión de Vergara en 1978) a asilarse, pregunto, entonces, ¿a qué fue Miguel a buscarle, de qué hablaron en realidad? Lo cierto es que Vergara, después de que Miguel fue vuelto a ser detenido le visitó y ayudó en la cárcel lo que pudo y a la familia.

Escribe Antonio Aparicio:

La única salvación era salir de España y para conseguirlo no había otro recurso que el asilo en una embajada. ¿Por qué este asilo le fue negado? ¿Por qué se cerraba a Miguel Hernández las puertas de una embajada que había asilado, durante la guerra, a más de dos mil falangistas, usando para ello no sólo el edificio de la embajada sino también la casa personal del embajador señor Carlos Morla Lynch —calle de Hermanos Bécquer, número 8— y hasta una o dos casas alquiladas con tal fin, a las que se puso bajo la protección de una bandera chilena? Lo cierto es que Miguel Hernández, después de pisar por algunos momentos el suelo seguro de la Embajada de Chile, en Madrid, debió abandonarla y caer otra vez en la encrucijada tenebrosa de la huida constante, sintiendo tras sí, un día y otro, los pasos de la policía fascista que no tardarían en volver a tenerlo entre sus redes. Y así fue. Volvió a caer preso y entonces sobrevino la condena a muerte, conmutada más tarde por la de cadena perpetua, y, dos años después, tras cruentos martirios, su fallecimiento en marzo de 1942.

Pero no nos equivoquemos: no esperemos que la simple enumeración de unos datos, con el nombre de varias cárceles y la mención de algunas fechas, pueda decirlo todo sobre el horrible crimen que puso fin a la vida de un gran poeta. Quien lo conoció sabía muy bien que su ánimo fuerte correspondía a una naturaleza física difícil de quebrantar. Ahí están sus retratos, ahí está el testimonio de familiares y amigos. ¿Cómo pudo Miguel ser reducido, con tres años de cárcel, a ese espectro sobrecogedor retratado a lápiz por un prisionero que lo vio morir? A falta de mejores informaciones, nos queda la que el poeta pudo dejar dentro de su obra. Leamos esos poemas y empezaremos a saber algo sobre aquellos tres años mortales. Abandonado por todos, ni una sola mano se acercó para recoger las lágrimas de quien decía de sí:

...vuelvo a llorar, desnudo como siempre he llorado.

En el mes de julio de 1958, el semanario Ercilla, de Santiago de Chile, publicó un artículo firmado por Victoriano Lillo —por Julio Gálvez Barraza (publicado en Sociedad de Escritores de Chile)— en el que se acusaba a Germán Vergara de haber negado el asilo a Miguel Hernández. El autor se basaba en un ensayo publicado por el poeta Antonio Aparicio, uno de los asilados republicanos en la Embajada de Chile. Victoriano Lillo señala que el ensayo de Aparicio contiene datos que los chilenos desconocían:

Lo que no sabíamos, lo que aprendemos ahora, con rubor, era que Hernández había ido a golpear las puertas de la Embajada de Chile en Madrid después de haber huido milagrosamente de su última prisión. Antonio Aparicio nos lo cuenta en un documentado ensayo que publicó hace ya algún tiempo en una revista centroamericana. Según Aparicio, nuestra embajada, que había asilado durante la guerra a más de dos mil falangistas, dio un portazo sobre la frente luminosa del gran poeta que pretendió cobijarse a la sombra de la bandera chilena.

No tardó en contestar el aludido. A la semana siguiente, con el título “Responde Vergara Donoso: Nunca negué asilo al poeta”, se publicó la carta respuesta. En ella, el diplomático señala que:

Con sorpresa me impongo del artículo de Victoriano Lillo, aparecido en Ercilla 1.207 (Tribuna), sobre la muerte del poeta español Miguel Hernández. Fundado en algo escrito por Antonio Aparicio, se me culpa de no haber dado asilo a Miguel Hernández y, en consecuencia, de ser responsable de su muerte en prisión meses más tarde. Los hechos son textualmente diferentes, y bien lo saben el propio Antonio Aparicio y todos los que estuvieron asilados en la Embajada de Chile en Madrid, en los años 1939 y 1940.

Cuando llegué a Madrid, en mayo de 1939, había terminado ya la lucha y Miguel Hernández se encontraba desde tiempo atrás en prisión. Meses más tarde (no recuerdo con exactitud la fecha), Miguel Hernández fue puesto en libertad a raíz de dictarse una medida general que ordenaba libertar a todo detenido a quien no se hubiese iniciado formalmente proceso. Miguel Hernández fue entonces a la Embajada de Chile y tuve ocasión de conversar con él. Se hallaban asilados en la Embajada 18 personas, entre ellas el propio Antonio Aparicio. Hernández estuvo con todos ellos. Más de uno le sugirió que pidiera asilo y me hablaron sobre ese punto. Hernández, sin embargo, no lo pidió, ni quiso pedirlo, a toda costa, según mis recuerdos, deseaba ir a su pueblo en Alicante (Orihuela) a ver a su hijo que acababa de nacer y al cual tenía ansias de conocer. Como es sabido, este hijo le había llegado después de perder el primero, lo que explicaba la vehemencia de su decisión. En su pueblo fue inmediatamente reconocido y lo que no había sucedido en Madrid, se le imputaron hechos ocurridos durante la Guerra Civil. Las decenas de miles de procesos iniciados al terminar la Guerra Civil impidieron muchas veces que se identificara al detenido y se juntara al personal de la Guerra Civil con el preso en cualquiera de las cárceles repletas. Fue lo que aconteció con Miguel Hernández y por eso quedó en libertad. La segunda detención, a raíz de su viaje al pequeño pueblo donde vivía su familia, hizo posible que se le reconociera y fuese concretamente denunciado por los hechos que se le imputaban.

Ya preso por segunda vez, recibí avisos, entre otros de Pablo Neruda, sobre la situación de Miguel Hernández, junto con el encargo de ocuparme de él. Hice todo lo que tuve en mi mano por evitar su condena.

Julio Gálvez Barraza (publicado en Sociedad de Escritores de Chile), escribe:

Sobre Miguel Hernández, supuestamente, ya se ha dicho todo. Eso es lo que más o menos señala una reseña literaria a la biografía escrita por José Luis Ferris. Sin embargo, también señala que ninguna biografía, por muchos datos que lleguemos a aportar, estará jamás completa del todo. Creemos que Miguel Hernández: Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, la magnífica obra de Ferris, tampoco cierra completamente el llamado caso Morla, es decir la supuesta negativa del entonces encargado de negocios de Chile en España a otorgar asilo al poeta oriolano.

Veamos lo que dijo Antonio Aparicio en el capítulo IV de su ensayo:

—En la cárcel he conocido lo mejor de España.

Había salido de la cárcel en forma inverosímil. Es necesario tratar de formarse una idea aproximada de cuál era el grado de amontonamiento de presos en las cárceles españolas durante los años que siguieron a la caída de la República, para aceptar que un simple error de administración, tal vez una confusión de nombres, hiciera posible que un hombre sometido a larga condena viera abrirse de pronto ante sí las puertas de la prisión. Miguel mismo no había salido todavía de su sorpresa. Había estado hundido en el fondo del cautiverio más negro.

 

Las ayudas postreras de Germán Vergara Donoso a Miguel

Detenido Miguel el día de su onomástica de 1939 en Orihuela, es enviado a la cárcel de Toreno en Madrid. Vergara guarda silencio; sin embargo, meses después Vergara envía una carta a Miguel (lo sabemos por la carta de 3 de junio de 1940 que se lo cuenta a Josefina), le decía Vergara que se interesaba por su asunto ante el ministro Rafael Sánchez Mazas, favores que le debía porque Rafael es apresado en Madrid —zona republicana— y logra refugiarse en la embajada de Chile, “donde pasará casi un año y medio”. Allí se cree que escribió su mejor novela: Rosa Kruger).

Luego le enviará dinero a Josefina, como lo demuestra la carta de Miguel a Carlos Rodríguez Spiteri (3-06-41): “He de decirte que quiero veas a Vergara, Josefina no recibe el dinero que acostumbra...”. Los contactos con Vergara se hacían a través de Carlos Rodríguez Spiteri, con domicilio en la calle Generalísimo, 59. Constantemente le dice Miguel a Josefina que Vergara y Vicente Aleixandre le enviarían giros de dinero. A veces, Vergara se olvidaba y otra es que estaba ausente de Madrid.

Miguel escribe a Josefina el día 27-11-1940, le dice que cree que le envían a Ocaña gracias a las gestiones de Vergara. El 28 de junio de 1941 le escribe Vergara a Carlos Rodríguez Spiteri que a Miguel le trasladarán desde Ocaña a San Miguel de los Reyes en Valencia.

En carta de 30 de agosto del 41, le dice a Josefina que Vergara le escribirá, supongo que para enviarle dinero.

Ya en el 42 y cuando la enfermedad de Miguel se agrava, Vergara y otros amigos de Madrid reclamarán la documentación al director del Reformatorio de Adultos de Alicante para agilizar el traslado del enfermo al Sanatorio de Porta-Coeli (Valencia); cuando el 21 de marzo llegó la autorización de traslado, “nadie asumió la responsabilidad de mover aquel cuerpo de la cama en que yacía” (pág. 485, José Luis Ferris).

 

Conclusiones

La cuestión es que por dos veces pidió Miguel ayuda en la Embajada de Chile, lo hizo aquí porque era amigo de Pablo Neruda. La primera vez que va a la embajada no se asila, bien porque no quería desertar del ejercito popular, él era el autor de Viento del pueblo, y permanecer indefinidamente en la embajada junto a los 17 asilados que ya había y, por consiguiente, dejar a su mujer y a su hijo desamparados en Cox, o porque a la embajada no le interesaba darle asilo a un simple “pastor-poeta”. Según la versión de los Alberti parece cierto que Miguel le dijo: “¿Cómo me voy yo a meter en una embajada?”, sin embargo, cuando fue a la embajada, ¿qué le pidió en realidad a Morla? No lo sabemos.

La segunda vez que fue a la embajada (mediados de septiembre de 1939), Germán Vergara Donoso era embajador, Miguel corría peligro de ser nuevamente encarcelado, seguro que esta vez estaba convencido de asilarse, no existía otra solución. Vergara se inventó una buena excusa, quizás sabía que no podía dar su nombre al Ministerio de Asuntos Exteriores franquista. Quizás Vergara, después, con cargo de conciencia, trata de ayudar al encarcelado, y a Josefina, enviándole dinero. Desconozco los procedimientos diplomáticos de asilo en aquella época, pero la verdad que no le ayudaron mucho. Nunca sabremos exactamente qué le pasó.

 

Bibliografía consultada

  • Del Hoyo, Arturo, Escritos sobre Miguel, Fundación Cultural Miguel Hernández, Biblioteca Hernandiana 2. Orihuela, 2003.
  • Fernández Palmeral, Ramón, Doce artículos hernandianos y uno más. Palmeral, Alicante, 2005.
  • Ferris, José Luis, Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta, Temas de Hoy (2002), pág. 490.
  • Guerrero Zamora, Juan, Proceso a Miguel Hernández. El sumario 21.001. Dossat, Madrid, 1990.
  • Gálvez Barraza, Julio, “Me llamo barro aunque Miguel me llame”. Foro por la Memoria.
    —. “Por obra y gracia del Winnipeg”.
  • Jackson, Gabriel, La República Española y la Guerra Civil, Biblioteca Historia de España, 2005.
  • Manresa, Josefina, Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández, Ediciones de la Torre, Madrid, 1980.
  • Martín, Eutimio. “La relación Miguel Hernández-Luis Rodríguez Isern”. El Maquinista de la Generación, Nº 11, junio 2006, pp. 27-29.
  • Morla Lynch, Carlos. En España con Federico García Lorca, Renacimiento, Centro Cultural Generación del 27, Málaga, y Diputación de Córdoba, 2008.
  • Obras Completas de Miguel Hernández, RBA. Barcelona, 2006. Introducción y notas de Agustín Sánchez Vidal, José Carlos Rovira, Carmen Alemany. De esta edición: Espasa-Calpe, S.A.
  • Riquelme, Jesucristo, Antología comentada (II parte), cronología, Ediciones de la Torre. Madrid, 2002.

 

Otros artículos de referencias

 

Notas

  1. César Soto G. El libro de los libros de Pablo Neruda. Editorial América del Sur, Santiago de Chile, 2004, 199 pp. Descrita como “una recopilación documental biobibliográfica y fotográfica”, esta obra reproduce con excepcional cuidado un total de 167 impresos correspondientes a libros, folletos, cartas, manuscritos y otros originales de Neruda, que forman parte de la colección bibliográfica de César Soto. En nueve capítulos cronológicamente organizados se reproducen portadas y páginas de impresos que van desde 1921 —con las colaboraciones de Neruda a la revista Claridad— hasta los últimos títulos de su obra. En cada capítulo, una “guía bibliográfica” ofrece breves y precisas notas que identifican cada pieza. Otras muchas imágenes complementarias y reproducción de páginas autógrafas terminan por entregar la más amplia visión documental sobre esta materia.