Letras
Pasado y otro tiempo

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¿Me vas a sentar, al lado de la lámpara; a la par del despertador, encima de la mesa adornando el rincón de tu cuarto confundida entre las paredes o como parte de un retrato sonriente?

Ya cumpliste, bebita, ya te tuve, fuiste mía por un momento, ahora has caducado; por eso al rato te llevo al sitio de arrumacos; bajando las gradas, a mano derecha, pasillo oscuro. Encendamos la linterna, movamos el cofre, quitemos los libros, los ponchos, abramos la puerta. Más oscuridad, ¿a quién se le ocurre? Caminemos despacio no sea que caigamos nuevamente sobre los trastos viejos, cuidado con la mano. Sí, sí, sí, no tropieces con su pierna, ten cuidado con la cabellera. A mí ya no me sirves pero puede que a alguien más sí le seas útil. Recuerda, lo que a nosotros nos parece un montón de basura para otros podría ser una gran riqueza, un tesoro, una maravilla.

Aquí vas a estar bien, muñeca. Procura no llorar tan alto, ni mojar las tablas. Procura no levantar las telas de polvo. ¡Ah! por cierto, no molestes a los vecinos. Pobres bichitos tan silenciosos... como tú, a veces.

Subiendo, subiendo, subiendo, cuidado con las cajas y con las casas; de arañas y con las arañas. Subiendo, subiendo... Apaguemos la luz. Lo siento... ¿eso fue tu dedo? Bueno, qué importa, nadie vino por ti, supongo que rota ya a nadie le sirves, mucho menos a mí, de la basura ya no recojo nada. Subiendo, subiendo... Cerrando la puerta, ¡clic!... ¡Qué precioso sonido! ¡Clic... Trac! La llave en la palma de la mano derecha, la cerradura ajustada cuidadosamente, ¡trás!..., echando pasador. Moviendo el cofre, ¡ya está! Colocando los ponchos, ¡ya está!, ordenando los libros, ordenando los libros, ¡listo! ¡Ah!, qué cansado. ¡Ah!, qué fastidio, saliendo, saliendo, ¿en qué momento perdí la linterna? Bueno, no importa, a la próxima llevo una vela, con un golpe de suerte la dejo olvidada y consume entre cenizas y quejidos el pasado y otro tiempo.

Yo muñeca, sí, sí... claro. Aun aquí sobre las tablas, por si las moscas no quise ni abrir la boca. No fuera que una de tus palabras se enredara en mi lengua y me acariciara con sus alas la garganta o con sus patas las papilas sabiéndome a mielecita, o de perdida me zumbara entre los dientes... ¡No, qué va ser! Te veo partir con un saco de recuerdos justo como los que me llevo grabados en la piel. Huellas de viejas sonrisas y luces que iluminaron nuestras ventanas, un par de mareos y aleteos de algún insecto multicolor deambulante de organismos, ¡escucha! Qué pena, ya no le oíste, ese zumbido como de papelitos. Ya va, sí, ahora me llevo también unas cuantas de esas imágenes que cobran vida al evocar una tonada. ¡Qué bonito..., que alegría, vivirte para después contarlo!... ¿o vivirnos, cómo es?, bueno ya estuvo, me empaco el racimo de espasmos y el agotamiento de brazos, piernas y labios. El racimo de temblores de cuerpos febriles bañados de ilusión y otras especias, digo, de vez en cuando hace falta de algunos de ellos. ¡Sí, de verdad!... cuando el tiempo le llama a uno la puerta para saber qué tanto hay de nuevo o qué tanto de viejo y uno no sabe si servirle una taza pequeña de café oscurísimo o algún té y galletitas, ofrecérsele un sillón grande o un cojín en el suelo. Me imagino que dependería entonces de cuántas visitas haya realizado antes, pero, ah, sí, entonces, gracias por las huellas, por ahí vi pasar algunos de tus fantasmas; por cierto, les di la mano; me despedí de tus muertos a los que les llamaste bichitos. Al parecer no te fijaste y aquí el polvo no conversa, pero bueno, si algún día te veo te cuento lo que me dijeron los demás, tan amables, me acicalaron las alas, bueno, me marcho, un beso en la ceja...