Entrevistas
Luis Ángel Casas
El verdadero antólogo es el tiempo

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—¿Quién es el poeta que más admiras? —con esta trilladísima pregunta a modo de anzuelo, inicio la entrevista y observo atentamente la incrédula expresión que se dibuja en el rostro del laureado escritor. “¿En qué me habré metido?”, debe ser la traducción que él hace mentalmente.

—Cualquier persona que cultiva la poesía con esmero y gusto, como arte puro, merece todo mi respeto. Seleccionar a uno o a unos cuantos implica dejar fuera una cantidad de poetas valiosos y eso no me parece correcto —responde cauto.

—¿Te animarías a hacer una excepción y nombrar a algunos poetas? —insisto.

—José Martí, Rubén Darío, Enrique González Martínez, José Santos Chocano son unos cuantos ejemplos de luminarias máximas.

—¿A qué te refieres con “cultivar la poesía como arte puro”?

—El arte puro es aquel que logra conectar directamente al receptor con el autor sin interferencias, sin necesidad de responder necesariamente a escuelas, corrientes y, mucho menos, a determinados intereses. En el campo de la poesía, ésta requiere, además, contenido, ritmo y belleza. De lo contrario, no es poesía sino un atentado al arte, un terrorismo verbal —agrega sonriente.

—Al afirmar que el arte puro es ajeno a escuelas y corrientes literarias, ¿planteas implícitamente que éste debe ser sui generis?

—Independientemente de escuelas y corrientes, el arte es arte o no lo es, sin necesidad de una explicación anterior ni posterior. La veracidad y la originalidad son inmanentes a la creación artística.

—¿Hallas alguna correlación entre Martí y Darío, por ejemplo?

—La grandeza de ambos espíritus.

—¿Crees que existen vasos comunicantes en la poesía de ambos?

—Las obras monumentales se parecen no porque una haya sido influida por la otra, sino porque fueron creadas al amparo de una grandeza espiritual sublime y porque sus autores tuvieron una elevación espiritual máxima similar.

—¿El arte y la mano de Dios van juntas?

—Dios es el artista supremo —sentencia contundentemente.

—¿Es posible ser artista y ateo?

—Algunos artistas que se autodenominan ateos, en realidad no lo son. Considero que sólo están confundidos.

—¿Cuándo descubriste que eras poeta?

—Nací poeta —afirma con la naturalidad de un niño.

—Recuerdas algún hecho particular en tu infancia que haya sido determinante en tu pasión por la poesía?

—Ninguno específico. En general, la poesía rítmica y rimada siempre conmovió los hilos más íntimos de mi espíritu —responde poéticamente.

—Tu abuelo, el maestro Luis Casas Romero, fue un gran músico. ¿Influyó él en ti y en tu arte?

—Definitivamente, sí. Aparte del amor mutuo que nos profesábamos, desde muy niño he sentido gran admiración por él. Lo conocí entrañablemente porque vivimos bajo el mismo techo hasta el día de su muerte, que ocurrió cuando yo tenía veintidós años. Fue un músico extraordinario —creador de la “criolla” y de la imperecedera pieza titulada “El Mambí”, de ese género musical, así como del hermosísimo bolero “Si llego a besarte”—, un gran patriota y un exitoso empresario, pero sobre todo fue un gran hombre y mi verdadero padre espiritual. Fui testigo excepcional de su vida y obra, contada por él mismo además de lo que vieron mis propios ojos. A través de su música, descubrí los misterios de la poesía. Fue mi abuelo quien me enseñó el secreto de la música de las palabras: además de su significado, cada palabra tiene su propia belleza y musicalidad y puede combinarse con otras palabras hasta formar un tejido sonoro armónico.

—¿Consideras que “El faro” es tu poema emblemático?

—Es uno de ellos. Tengo otros, como “Pepe del Mar”, “El olivo”, “El castillo medieval”, “La hoja”, “La cana” y “El idioma español en Norteamérica”. Quiero mucho a “El faro”, sobre todo desde que mi esposa Noemí (Fernández Triana) tuvo la delicadeza de recordármelo. Lo tenía olvidado y a ella le debo el hecho de haberlo redescubierto. Se lo agradezco infinitamente, porque ahora comprendo muchas de las cosas que escribí en ese poema y de las cuales yo mismo no estaba consciente.

—Se te atribuye la creación de la llamada “Rima potencial”. ¿Podrías explicarnos en qué consiste?

—Es una rima en potencia, no asonante ni consonante. Tiene muchas variantes que he clasificado minuciosamente en un trabajo presentado por la Academia Cubana de la Lengua a la Real Academia Española. Su explicación sería demasiado larga y sólo te daré algunos ejemplos: tesoro y Teresa, labios y viola, velos y veloz, ruiseñor y sueño, etc.

—¿Sientes, en ocasiones, que al escribir es alguien más quien te dicta?

—Sí, es como un misterioso desdoblamiento. Sé que también le sucede a otros poetas y es vital en mi caso.

—¿Por qué a los poetas nos tildan de soñadores?

—Porque somos los soñadores por excelencia, en la mejor acepción y la mayor extensión de la palabra. Un palacio, por ejemplo, está primero en la imaginación del arquitecto, quien lo concibe en su mente, lo acaricia con su imaginación y, finalmente, lo plasma en una obra tangible. El poeta, por su parte, sueña con el arquitecto, que piensa en un palacio, e imagina lo que éste imagina, y edifica el palacio en un mundo paralelo...

—¿Y por qué también nos califican de locos?

—En su Elogio de la locura, Erasmo de Rotterdam afirma que nada grande se hace en el mundo sin un grano de locura. De los absolutamente cuerdos, no se ha escrito ni se escribirá nunca nada. Un hombre totalmente cuerdo es terriblemente aburrido.

—Aparte de la literatura, ¿cultivas algún otro género artístico?

—Dentro de la literatura, hago poesía, cuento y novela. Admiro grandemente la música y la pintura, pero en ellas reconozco mi torpeza.

—Una cosa es escribir poesía y otra cosa es declamarla. Hay un aspecto teatral importantísimo en lo segundo. ¿Cómo y dónde aprendiste a declamar?

—Haciendo un símil, no es lo mismo leer una partitura musical que ejecutarla en el piano. Las notas musicales impresas no emocionan. Igual sucede con algunos poemas, cuya musicalidad es tan expresiva que únicamente mediante la declamación pueden llegar al corazón de un auditorio. Siempre me ha gustado la interpretación y, en particular, la interpretación poética. Tuve la oportunidad de hacerlo desde muy niño en las emisoras de radio que pertenecían a mi familia.

—En cierta ocasión, le solicité a Manie Rey, una muy famosa locutora peruana, que leyera uno de mis cuentos. Gentilmente, accedió. Pero, al leerlo, le daba una entonación distinta a la que yo había concebido en mi mente. Cuando se lo hice notar, me respondió que, ahora, lo que yo había escrito era independiente de mí y que cada lector le daría su propia entonación, a pesar de los puntos y comas, y signos de exclamación que me había esmerado en colocar convenientemente en la redacción. ¿Qué opinión te merece su respuesta?

—No estoy de acuerdo, porque nadie mejor que el autor conoce la forma de expresar un poema o un escrito. Lo escuchó en su mente cuando estaba escribiéndolo y vuelve a hacerlo, con mente y oídos, cuando lo recita para ensalzarse a sí mismo o para deleitar a los demás.

—¿Como se te ocurren las metáforas?

—La vida es una metáfora y, si uno tiene el don, sabe identificar la expresión metafórica dondequiera que ella se manifieste. Es un proceso que consiste más en captar que en crear. La genialidad creativa radica en saber aplicar y dosificar las metáforas. Mi amigo José Ángel Buesa decía que los poemas cargados de metáforas deslumbrantes son como los fuegos artificiales que vemos en la noche. Llaman mucho la atención en el momento en que estallan, pero pasada la impresión momentánea y fugaz que nos producen, desaparecen.

—¿Qué es lo básico para hacer poesía?

—Antes que cualquier aspecto formal, primero el poeta debe conmoverse. Si no hay sentimiento, no hay elevación y, si no hay elevación, no hay emoción ni poesía. Pareciera ser un círculo vicioso. El duque de Rivas acuñó una sentencia famosa, casi axiomática en la literatura: “Pensar alto, sentir hondo y hablar claro”. Si falta uno de estos tres requisitos indispensables, el poeta y su poesía son incompletos.

—El amor, el despecho, la muerte, la soledad, el olvido, el misterio, la belleza femenina y la patria son algunos de los grandes temas de la poesía. ¿Qué te conmueve? ¿Cuáles son los temas centrales de tu poesía?

—Exactamente esos: la connotación de la vida, los conceptos del mundo que nos rodea, etc. Valiéndome, como pretexto, de asuntos mundanos y corrientes —la cantera es inagotable—, puedo abordar temas profundos y trascendentales.

—¿Cuál es la virtud que más admiras en un ser humano?

—La justicia. Más que el amor. Si no hay justicia, no puede haber amor. Cuando uno habla de amor, como la palabra misma es amorosa, a toda la gente le gusta, pero cuando se habla de justicia, la gente se pone seria.

—¿Qué es lo que más admiras en Noemí?

—Su sinceridad. Y, en ocasiones, escucho de sus labios verdades que no quisiera oír.

—¿Cuál es el defecto que más condenas en una persona?

—La envidia.

—¿Consideras, como afirmaba Rousseau, que el niño nace bueno y es la sociedad la que lo corrompe?

—Hay ciertos infantes terribles y eso les viene en los genes.

—Si tuvieras la posibilidad de empuñar un arma y asesinar a un enemigo, ¿lo harías?

—Sí. Sobre todo, si tuviera la impunidad —responde irónico.

(Risas)

—¿Eres capaz de perdonar?

—Sí, soy capaz, pero no a quien me ha ofendido o me ha hecho daño y no me ha pedido perdón.

—¿Crees en las antologías?

—El verdadero antólogo es el tiempo.

—¿Cómo crees que tu obra va a ser apreciada dentro de cien años?

—Confío mucho en mi obra porque ha sido escrita con sinceridad y sentimiento. Creo que, transcurrido el siglo que mencionas, será apreciada como la aprecio yo mismo, en su justicia, en su pureza; en toda su plenitud.

—¿A qué atribuyes el hecho de que tan poca gente joven cultive la poesía hoy en día?

—A su falta de preparación y dedicación. Como no cultivan la habilidad para aplicar el ritmo, la métrica y la rima, cuando lo hacen, les queda una producción cursi y, como no desean caer en la cursilería, optan por el verso libre que, por lo general, difícilmente reúne los requisitos de belleza de un buen poema.

—¿Y a qué se debe la falta de preparación y dedicación de los jóvenes?

—En el mundo contemporáneo, se incentiva la velocidad y el orden práctico de las cosas. Para hacer poesía, es necesario no quedarse en lo mundano y elevarse a lo sublime. Eso que nos hace precisamente más humanos ahora no sólo no está de moda sino que, además, está desprestigiado.

—A diferencia de la poesía, los jóvenes sí cultivan la música. Si bien es improbable el resurgimiento de figuras de la talla de Bach, Mozart o Beethoven entre los jóvenes actuales, el reguetón, por ejemplo, es una expresión musical propia de ellos y se torna cada vez más popular.

—Eso no es música; es ruido disfrazado de música.

—¿Por qué, entonces, no se cultiva el “ruido disfrazado de poesía”?

—Así debería llamarse la expresión seudo poética de muchos jóvenes.

—¿Cómo sabes que un poema está terminado, que está listo?

—Un poema nunca está terminado. Aunque haya sido cerrado temporalmente, siempre es perfectible y, finalmente, quien acaba y redondea el poema, el que le da su forma definitiva, es el público. El poema se prolonga y cada cual lo termina dentro de sí, como coautor.

—¿Alguna vez has corregido un poema que ya ha sido publicado?

—No. Porque, cuando escribí el poema, era una persona y, con el paso del tiempo, me he convertido en otra. ¿Con qué fuerza moral voy a regresar a modificar ese poema que fue escrito por un ser diferente y en otras circunstancias? Me permito corregir errores ortográficos e imperfecciones formales, pero no la esencia misma del poema. Uno debe ser sincero con uno mismo.

—¿Como quién te gustaría escribir?

—Como Luis Ángel Casas.

—Voy a hacerte la pregunta al revés: ¿con quién, o quiénes, de los grandes de la literatura te hubiese gustado compartir tu obra?

—Con un personaje sin rostro llamado “público”.

—¿Está tu obra dirigida a cualquier tipo de público?

—Sí. En general, su opinión ha sido muy favorable hacia mí, aunque no siempre me han dejado llegar a él. Al contrario, hay quienes han hecho todo lo posible para que no sea así. Entre el público y yo se han interpuesto tendencias y organizaciones plagadas de cretinos y envidiosos. Esto mismo le ocurrió a José Ángel Buesa, el mejor poeta en su estilo neorromántico, un maestro del idioma, a quien algunos llamados críticos suelen ignorar.

—¿Es el hecho de ignorar a un autor incluso peor que una mala crítica?

—¡Claro que sí! Los envidiosos tratan siempre de eclipsar a la luminaria, haciendo una campana de silencio, con un ejército organizado capitaneado por los más imbéciles e ignorantes.

—¿Qué opinas de Vallejo?

—Me gusta mucho su poema titulado “Los heraldos negros”, que me parece de gran valor y belleza. Y, con el perdón de quienes tanto admiran a este autor, no me impresiona el resto de su obra.

—¿Tienes predilección por algún poeta peruano?

—Por José Santos Chocano. Es uno de los grandes poetas de América y del mundo.

—En tu familia corre la vena artística. Del lado de los Casas, tienes a tu abuelo, a tu hermano Roberto y a tu sobrino Rey; los tres músicos. También a tu sobrina Giselle, productora de espectáculos de gran calidad. Y, para completar, tu esposa, Noemí, es una maravillosa poetisa. ¿Hubieses podido casarte con una mujer sin esa vasta cultura y sin ese gran talento?

—Más que la cultura y el talento, lo que admiro en ella —y, en general, en las personas— es la autenticidad de sus sentimientos. De nada sirven la cultura ni el talento sin esa virtud.

—En breves palabras, ¿cómo definirías la poesía de Noemí?

—Su poesía refleja la delicadeza de lo femenino y la profundidad de sus sentimientos, a través de la observación de la naturaleza y de la vida, y expresa sus reflexiones con la belleza que le añade el uso de la rima y el ritmo que, en ella, es intuitivo y natural. Noemí nació siendo poetisa.

—La sociedad pondera la belleza femenina y la inteligencia masculina. Ninguno de estos atributos obedece a méritos personales; sencillamente son dones, regalos de Dios. ¿Opinas que has sido consecuente con el talento que Dios te dio? ¿Consideras haber cumplido con Él?

—Siento que he cumplido cabalmente con Dios, pero, aunque parezca una herejía, creo que Dios no ha cumplido siempre conmigo.

—¿Por qué?

—Prefiero no entrar en detalles. Pero no debe tomarse mi declaración como una blasfemia.

—Siendo católico, ¿eres tolerante con las demás religiones?

—No sólo con otras religiones sino también con todas las tendencias personales, menos con aquellas que atentan contra la libertad.

—¿Crees en la democracia?

—Es un buen sistema. Sin embargo, generalmente es practicado por gente mal preparada y malintencionada que, en ocasiones, incluso se vuelve tirana.

—¿Y el socialismo y el comunismo?

—Son antibiológicos; atentan contra la espontaneidad de la vida. Los cinco dedos de la mano son distintos, aunque formen una unidad, que es la mano. Un dedo no es superior a los otros, sino superior sólo con respecto a sí mismo. La belleza de la vida radica, precisamente, en esa diferencia. Si todos los músicos de una orquesta sinfónica tocaran el mismo instrumento, no habría armonía ni orquesta sinfónica.

—¿Te gustaría volver a Cuba?

—Nunca me fui de Cuba. Hay una Cuba intemporal, eterna e independiente que siempre estará en mí.

—Además de su geografía, ¿qué hace que Cuba sea Cuba?

—La historia de los grandes hombres que han coincidido en esa pequeña isla.

—¿Consideras que las personas que han nacido en una isla tienen una forma particular de percibir el mundo?

—Creo que sí. En uno de los artículos escritos por Noemí, ella hace alusión a una influencia insular negativa. Dice que el hecho de que mi poesía no haya sido difundida en su debido momento y extensión obedece a “atavismos insulares”. La isla aísla.

—¿Cómo sería tu isla ideal?

—El universo es, también, una isla dentro de lo infinito. Me gustaría que, en esa isla universal, la poesía volviera a ser la reina de las artes, en su trono magnifico sentada.