Especial: Adiós a Mahmoud Darwish
Mahmoud DarwishNotas para recordar a Darwish, el poeta de la resistencia palestina

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Nota 01

Jerusalén. Mahmud Darwish, el poeta palestino más reconocido del mundo, cuya obra dio voz a los palestinos y sus experiencias en el exilio, la ocupación y la lucha, murió recientemente, tras una operación a corazón abierto, en Houston, Texas.

Darwish tenía 67 años. Su obra ha sido traducida a más de veinte idiomas.

El poeta reavivó los sueños de creación de un Estado palestino, colaboró en la redacción de la Declaración de Independencia de su pueblo y ayudó a forjar una identidad palestina. No en balde es el Poeta de la Resistencia.

Fue miembro de la Organización de Liberación de Palestina (OLP). No obstante, en 1993, al igual que muchos intelectuales palestinos como Edward Said, Darwish dimitió en protesta por los acuerdos de paz que Yasser Arafat firmó con Israel (Acuerdos de Oslo), considerándolos un acto de liquidación de los derechos nacionales del pueblo palestino. Años después, estos temores se confirmaron; Darwish murió viendo a su pueblo dividido y polarizado, viendo a Palestina rodeada de muros y asentamientos ilegales, convertida en minúsculos guetos.

 

Nota 02

Darwish se dio a conocer en los años sesenta con la publicación de su primera colección de poesía, Pájaro sin alas. Allí incluía:

Escribe
que soy árabe,
y el número de mi carnet es el cincuenta mil;
que tengo ya ocho hijos,
y llegará el noveno al final del verano.
¿Te enfadarás por ello?

Escribe
que soy árabe,
y con mis camaradas de infortunio
trabajo en la cantera.
Para mis ocho hijos
arranco, de las rocas,
el mendrugo de pan,
el vestido y los libros.
No mendigo limosnas a tu puerta,
ni me rebajo
ante tus escalones.
¿Te enfadarás por ello?

Escribe
que soy árabe.
Soy nombre sin apodo.
Espero, con paciencia, en un país
en el que todo lo que hay
existe airadamente.
Mis raíces,
se hundieron antes del nacimiento
de los tiempos,
antes de la apertura de las eras,
del ciprés y el olivo,
antes de la primicia de la hierba.
Mi padre...
de la familia del arado,
no de nobles señores.
Mi abuelo era un labriego,
sin títulos ni nombres.
Mi casa es una choza campesina
de cañas y maderos,
¿te complace?...
Soy nombre sin apodo.

Escribe
que soy árabe,
que tengo el pelo negro
y los ojos castaños;
que, para más detalles,
me cubro la cabeza con un velo;
que son mis palmas duras como la roca
y pinchan al tocarlas.
Y me gusta el aceite y el tomillo.
Que vivo
en una aldea perdida, abandonada,
sin nombres en las calles.
Y cuyos hombres todos
están en la cantera o en el campo...
¿Te enfadarás por ello?

Escribe
que soy árabe;
que robaste las viñas de mi abuelo
y una tierra que araba,
yo, con todos mis hijos.
Que sólo nos dejaste
estas rocas...
¿No va a quitármelas tu gobierno también,
como se dice?...

Escribe, pues...
Escribe
en el comienzo de la primera página
que no aborrezco a nadie,
ni a nadie robo nada.
Mas, que si tengo hambre,
devoraré la carne de quien a mí me robe.
¡Cuidado, pues!...
¡Cuidado con mi hambre,
y con mi ira!

“Carta de identidad” es el nombre de este poema. Un poema redactado en primera persona sobre un árabe que ofrece su número de identidad (una práctica común entre palestinos que lidian con las autoridades israelíes) y con tono desafiante promete volver un día a su tierra.

 

Nota 03

Muchos de los poemas de Darwish han sido llevados a la música, como por ejemplo “Rita”, “Pájaros de Galilea” y “Anhelo el pan de mi madre”, convirtiéndose en himnos para dos generaciones de árabes.

Es así que Mahmud Darwish no sólo es uno de los más grandes poetas árabes contemporáneos sino también una leyenda viva: sus libros circulan a millares por todos los países árabes y los estadios se llenan para escuchar sus recitales poéticos.

Darwish es, en pocas palabras, un símbolo de la cultura palestina.

Pensemos en sus orígenes. Procedente de un ambiente campesino, sus primeros años los pasó en Birwa, una pequeña aldea de Galilea, situada a unos nueve kilómetros de Acre, donde sus padres poseían unas tierras que cultivaban para poder vivir. En 1948, tras la retirada de las tropas británicas de Palestina y la implantación del Estado de Israel, su familia, una más entre tantas otras, se vio obligada a huir de su casa para salvar la vida. Permanecieron un año en el Líbano y al regresar a Palestina se encontraron con que Birwa había sido completamente destruida por el ejército israelí. Se instalaron en Dair Al Asad. Allí estuvieron de manera clandestina, pues, durante el año que habían permanecido refugiados en El Líbano, las autoridades israelíes habían elaborado unos censos y los que no figuraban en los mismos no tenían derecho a vivir en el nuevo Estado de Israel.

Clandestino en su propio país y posteriormente ciudadano de segunda categoría en un Estado que le rechaza, el adolescente Darwish realiza dos labores que condicionarán su existencia: lee y escribe. Pero no es una escritura cualquiera. Es la escritura de la identidad. La suya y la de muchos. La palestina.

A los veinte años publica Pájaros sin alas, su primer poemario. A este siguen Hojas de olivo, Enamorado de Palestina (1966), Fin de la noche (1967), Los pájaros mueren en Galilea (1969), Mi amada se despierta (1970), entre otros.

En Hojas de olivo aparece, muy marcado, el sufrimiento físico y psicológico de los palestinos dentro del Estado de Israel. En cambio, en su libro siguiente el estilo es más delicado, menos feroz (en el mejor sentido del término), aun cuando continúan las denuncias de las condiciones políticas y sociales en la Palestina. Ya la amargura ha dado paso al análisis.

Análisis que lo llevaría a ser miembro del Comité Ejecutivo de la OLP y a ser considerado internacionalmente como el ministro de Cultura de un futuro gobierno palestino.

 

Nota 04

Darwish fue editor jefe y fundador de la prestigiosa revista literaria Al Karmel. En 1997 la televisión francesa produjo un documental sobre él preparado por la famosa directora franco-israelí Simone Bitton. También recibió la condecoración de Caballero de la Orden Francesa de las Artes y las Letras. En el año 2001 ganó el Premio de la Fundación Lannan a la Libertad Cultural.

Premio importante este último. El premio reconoce la obra de aquellas personas cuyo extraordinario y valiente trabajo afirma el derecho humano a la libertad de imaginación, información y expresión. Como define esa fundación, la libertad cultural es el derecho de los individuos y las comunidades a definir y proteger las diversas y valiosas formas de vida amenazadas actualmente por la globalización.

 

Nota 05

Es así que Darwish es, en palabras de la poeta Naomi Shihab Nye, “el aliento esencial del pueblo palestino, el testigo elocuente del exilio y la pertenencia, el cantor de tono exquisito de imágenes que invocan, vinculan y encienden una luz brillante en el corazón del mundo, una voz completamente necesaria, inolvidable una vez descubierta”.

Conozcamos, entonces, mejor a Darwish y, en consecuencia, al pueblo palestino a través de sus poemas.

 

Nota 06

A mi madre

Añoro el pan de mi madre,
El café de mi madre,
Las caricias de mi madre,
Día a día,
La infancia crece en mí
Y deseo vivir porque
Si muero, sentiré
Vergüenza de las lágrimas de mi madre,
Si algún día regreso, tórname en
Adorno de tus pestañas,
Cubre mis huesos con hierba
Purificada con el agua bendita de tus tobillos
Y átame con un mechón de tu cabello
O con un hilo del borde de tu vestido...
Tal vez me convierta en un dios,
Sí, en un dios,
Si logro tocar el fondo de tu corazón
Si regreso. Tórname en
Leña de tu fuego encendido
O en cuerda de tender en la azotea de tu casa
Porque no puedo sostenerme
Sin tu oración cotidiana.
He envejecido. Devuélveme las estrellas de la infancia
Para que pueda emprender
Con los pájaros pequeños
El camino de regreso
Al nido donde tú aguardas

 

Para nuestra patria

Para nuestra patria
Próxima a la palabra divina,
Un techo de nubes.
Para nuestra patria,
Lejana de las cualidades del nombre,
Un mapa de ausencia.
Para nuestra patria,
Pequeña cual grano de sésamo,
Un horizonte celeste... y un abismo oculto.
Para nuestra patria,
Pobre cual ala de perdiz,
Libros sagrados... y una herida en la identidad.
Para nuestra patria,
Con colinas cercadas y desgarradas,
Las emboscadas del nuevo pasado.
Para nuestra patria cautiva,
La libertad de morir consumida de amor.
Piedra preciosa en su noche sangrienta,
Nuestra patria resplandece a lo lejos
E ilumina su entorno...
Pero nosotros en ella
Nos ahogamos sin cesar.

 

Estado de sitio (fragmento)

Aquí, en la falda de las colinas, ante el ocaso
y las fauces del tiempo,
junto a huertos de sombras arrancadas,
hacemos lo que hacen los prisioneros,
lo que hacen los desempleados:
alimentamos la esperanza.
Un país preparado para el alba.
Nuestra obsesión por la victoria
nos ha entontecido:
no hay noche en nuestra noche que con la artillería refulge;
el enemigo vela,
el enemigo nos alumbra
en el sótano oscuro.
Aquí, tras los versos de Job, a nadie esperamos.
Aquí no hay yo,
aquí Adán recuerda su arcilla...
Este sitio durará hasta que enseñemos al enemigo
algún poema de la yahiliya.
El cielo es gris plomizo a media mañana,
anaranjado por las noches. Los corazones
son neutros, como las rosas en el seto.
Bajo sitio, la vida se torna tiempo:
memoria del principio,
olvido del final.
La vida.
La vida plena,
la vida a medias,
acoge una estrella cercana
atemporal,
y una nube emigrada
aespacial.
Y la vida aquí
se pregunta:
¿Cómo resucitar a la vida?
Él dice al borde de la muerte:
No me queda un rincón que perder,
libre soy a un palmo de mi libertad,
el mañana al alcance de mi mano...
Pronto, me adentraré en mi vida,
naceré libre, sin padres,
y tomaré por nombre letras de lapislázuli...
Aquí, en los altos del humo, en la escalera de casa,
no hay tiempo para el tiempo,
hacemos lo que hace quien se eleva hacia Dios:
olvidamos el dolor.
El dolor:
que la señora de la casa no tienda la colada
por la mañana, que se conforme con lavar esta bandera.
Nada de ecos homéricos aquí.
Los mitos llaman a la puerta cuando los necesitamos.
Nada de ecos homéricos...
Aquí un general excava un Estado dormido
bajo las ruinas de una Troya inminente.
Los soldados calculan la distancia entre el ser
y la nada
con la mirilla del tanque.
Calculamos la distancia entre el propio cuerpo
y las bombas... con un sexto sentido.
Vosotros, los apostados en el umbral, pasad,
tomaos con nosotros un café árabe
—acaso os sintáis seres humanos como nosotros.
Vosotros, los apostados en el umbral de las casas,
largaos de nuestras mañanas,
necesitamos creernos
seres humanos como vosotros.
[...]