Artículos y reportajes
Ilustración: Tim SouthallPoética de lo cotidiano

Comparte este contenido con tus amigos

Bastante se ha hablado de Kafka, el término “kafkiano” ha invadido prácticamente nuestro vocabulario de adjetivos. Todo es kafkiano, el tráfico, los trámites, las instituciones, lo académico. Ya es tan común que Kafka ya se volvió un abuelito que apadrina cada uno de nuestros actos. Tal vez si Kafka viviera en nuestros días ni siquiera sería Kafka, se quedaría tan sorprendido que ya ni escribiría sus novelas, así que lo bueno es que vivió antes de todas nuestras cucarachas contemporáneas que piensan menos que Gregorio, y son más asquerosas.

Lo cotidiano nos ha rebasado, cada día digo lo mismo, cuando veo que mi hábito de comprar libros se ha visto rebasado por mi economía, haciendo cuentas, leo un libro cada dos días, que cuesta alrededor de doscientos pesos, pero diario gano 100 pesos, así que si comprara lo que consumo de libros, ya no comería de verdad —carne y esas cosas—, de adolescente no me importaba, pero cuando ya hay una boca de cuatro años que no se llena con los poemas de Verlaine o las novelas de Houellebecq, ya no hay mucha elección. Por eso me he conformado más que nunca con los libros de Internet (o los prestados, casi nunca robados), que no son cuando mucho los mejores, pero son los que me dejan alguna posibilidad de comer.

Tal vez por eso hasta mis sueños se han vuelto tan cotidianos, tanto que Breton me desecharía de inmediato de su movimiento surrealista. Sueño tan ruralmente como preguntar al panadero cuánto cuesta el bolillo, o lo que le dije a mi hermana, o si dejé bien cerrado el gas. Mis sueños ya no son nada premonitorios o visionarios, sin ninguna revelación, simplemente se quedan en lo plano, horizontal (no soy vertical como Plath).

Así que estoy inmersa en lo cotidiano, que tal vez si existiera una última visión que se me permitiera no escogería ver un cuadro de De Chirico o Klee, y si se me permitiera ser de nuevo una persona no sería otra vez una maestra en historia del arte o Sor Juana, sino tal vez una Claudette de Claude Françoise, así algo de sencillo.

Claro que lo cotidiano no tiene nada de poético, pero si este texto lo hubiera titulado mis miserias rurales como diría el otro poeta, nadie lo hubiera leído, ¿verdad?