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Eugenio Montejo y Adriano González León homenajeados en Guadalajara
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Los escritores Antonio Deltoro, Juan Villoro, Adolfo Castañón y Francisco José Cruz protagonizaron el homenaje que, durante la 22ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), se hizo a los escritores venezolanos Eugenio Montejo y Adriano González León, el pasado lunes 1 de diciembre.

Natural de Valera (Trujillo), donde nació en 1931, González León fue el autor, entre otros títulos, de País portátil, novela con la que obtuvo en 1968 el premio Biblioteca Breve, y falleció en Caracas el 12 de enero de este año. Montejo —cuyo verdadero nombre era Eugenio Hernández—, a quien se deben títulos como Alfabeto del mundo o Papiros amorosos, nació en Caracas en 1938 y murió en Valencia (Carabobo) el pasado 5 de junio.

El homenaje celebrado en la FIL, organizado por la Cámara Venezolana del Libro (Cavelibro), convocó a un nutrido público y se inició con las palabras de Deltoro. El conocido poeta mexicano, integrante del jurado que le concedió en 2004 el Premio Octavio Paz de Poesía a Eugenio Montejo, tituló su texto “Final sin fin” y resaltó la cordialidad en los versos del autor de Terredad.

“La poesía de Montejo es cínica e inteligente, por eso la existencia de sus heterónimos que llevaba siempre en paz. Algo fantasmal había en él, como sucedía con Antonio Machado. Sus poemas son lugares donde soplan vientos de presencia y ausencia al mismo tiempo. Releyendo su obra creo que está tan vivo como los asistentes de esta sala”, dijo Deltoro después de recitar “El último gallo”.

Villoro, por su parte, dividió su intervención en dos mitades dedicadas a cada autor homenajeado. De Adriano González León dijo que le debía su primer asomo a la literatura venezolana, cuando se topó con fragmentos de País portátil, novela que calificó de referencia y ruptura para su generación, y a la que comparó con obras de John Dos Passos y Aldous Huxley.

“País portátil trataba de varias cosas a la vez. Nosotros leíamos la polifonía de las voces con musicalidad, más todo el contenido político que encerraba. Con este libro comprobamos que la novela latinoamericana podía renovarse con formas arriesgadas. Fue la primera obra que entiende las voces a distancia, como si todos los personajes llegaran por teléfono”, comentó el escritor mexicano.

El ganador del Premio Herralde de Novela 2004 reconoció haber sido más amigo del poeta Eugenio Montejo, a quien dijo admirar: “A lo largo de 18 años conocí a un hombre que convirtió el decoro y la discreción en formas de cultura. Por eso me sorprendió mucho la reacción de la gente ante la pérdida de un hombre mesurado. Creo que esperamos ese momento para hacer un ruidoso duelo por Montejo. Pienso que en su parquedad logró calarnos más hondo”, confió Villoro antes de leer un poema infantil incluido en Chamario.

El poeta mexicano Adolfo Castañón intentó trazar paralelismos entre los dos autores fallecidos este año. Los percibió como artistas del instante, sagaces y finos oyentes, que escribieron cosas para niños y alternaron la prosa con la poesía. De Adriano González León se permitió evocar episodios de su novela Viejo y leyó fragmentos de su último libro, Cosas sueltas y secretas.

Con Montejo confesó sentir que, después de su partida, sigue dejándole mensajes ocultos. Antes de finalizar su intervención le dio un consejo al auditorio: “Si alguna vez arribaran al otro mundo, y Fernando Pessoa les preguntara cómo llegaron a él, ustedes le responderán: porque Eugenio me habló de ti”.

Por su parte, el poeta español Francisco José Cruz leyó en braille su intervención. El joven sevillano, quien dijo reconocer en Montejo a un padre, hizo referencia al contraste entre la dura realidad del poder político en Venezuela y la educación del poeta.

“Conservo esta frase de Eugenio: en un viejo país desabrochado, yo iba de puerta en puerta mendigando la forma”, dijo antes de finalizar con estas palabras: “He hecho mías, rumiándolas, viejas observaciones suyas. Al releer la poesía de Montejo, tras su muerte, estoy seguro de que las escribió para nosotros cuando no estuviera”.

Fuente: El Universal