-d: ¿Me acompañas? Hoy es sábado. En esta ciudad hay tres cementerios, hoy vamos al de la 45 con 9, el de los perros como le decía mi abuelo y como leí un día en Vanguardia. Pero se llama “Cementerio Universal de Bucaramanga” como dice el letrero oficial.
-D: Mi abuelo también decía que el que no era católico y aparte de eso era liberal allá iba a terminar.
-d: Se suponía que estaba cerrado desde el 98, pero Alfredo Cifuentes le abre a los que ve con cara de buena gente o de periodistas.
-D: Ya ves, no nos conviene, no importa. No era el día de visitar suicidas, artistas, toreros o algún masón que creyera que todavía tenía acciones en el mundo. Además me dijeron que el pasto está muy alto y hay que tirarse al piso para saber de quién es la tumba. Muchas están quebradas, otras saqueadas. Venimos otro día.
-d: Sí, aquí hasta el que cuida tiene cara de malo. Leí que cerró porque algunos vivos decidieron usar los huesos de algún poeta maldito. Además, el gobierno está ampliando una calle desde hace 4 años y pasará por la mitad del cementerio. Mejor nos devolvemos al Central. Allá sí está abierto todos los días y hay muchos vivos de visita, por si tienes miedo.
-D: Yo nunca fui a un concierto en el Daniel Peralta, pero sí fui a su Clínica. Otro día venimos, quiero conocer su tumba.
-D: La gente le trae cosas a sus muertos y los hacen venir hasta sus propias tumbas para saber que se acuerdan de ellos... es impresionante la cantidad de gente que viene.
-d: Sí, pero pocos a pasear como nosotros.
-d: Una foto, seguro que don Miguel Caicedo no se acuerda de él mismo, entonces viene y se mira. Aquí está Bethsa y sus hermanas, que ya no se encuentran entre ellas porque ha pasado mucho tiempo y no se reconocen. Un niño, con la foto de su primera comunión, seguro que no se murió ese día, pero su mamá cree que se convirtió en un ángel y entonces, él viene a visitarse y se confunde porque ya tiene su especialidad de muerto sin ser precisamente un ángel. Las personas generalmente vienen los domingos o los lunes y se pelean decentemente por la escalera, recorren verticalmente a los mismos nombres de siempre y cuando llegan le tocan al suyo dos o tres veces. Como para que se despierte.
-D: A ese loco le contestaron.
-d: Los cementerios tienen dos partes y una depende de la clase de persona que seas, si vienes a visitar a alguien entras, te haces la bendición, buscas el bloque del pabellón San Judas Tadeo, y sólo vas a ese lugar. Como la mayoría de la gente que ves.
-d: Y como tú eres como yo, o mejor, haces lo mismo, sabes de la división especial y sólo la sientes en el ambiente. A la derecha están a los que la familia o los amigos les compraron un lugar después de ahorrar durante los seis años de plazo que tenían mientras los sacaban de las tumbas de alquiler, son casi cinco pabellones de huesos con casa propia, a estos ya casi nadie los visita, se murieron hace tiempo y la familia los ha dejado libres por fin de todo ese ritual de obsequios, ya descansan en paz.
-D: Aquí no se siente nada, es como una calle normal donde cada casa tiene su propio nombre, no hace frío ni calor, no huele a muerto.
-d: En la mitad, están los que asustan, los que no tienen especialidad, los que tienen un año de retiro para decidir qué van a hacer en los próximos nueve que les quedan.
-D: Mira esta lápida de vidrio, tal vez la familia quiere comprobar paso a paso la frase profética que les dice el cura católico cada año cuando les pone una cruz de ceniza.
-d: A este señor le dejaron una toalla quién sabe para qué, a otros como a los policías les dedican una carta que parece un libro donde se convencen que morir por la patria es el camino más corto al cielo, esto también confunde, así como el niño “ángel” de la primera comunión... Ningún muerto se acuerda de lo que era, aunque muchos de ellos nieguen su condición.
-d: Doña Rosa Prada, esposa del señor que está al lado, tiene una lápida violeta con el rostro de Jesús en relieve. Los dos deben estar por ahí y tampoco se reconocen. Y, finalmente, la más triste y la más envidiada, está hecha barro con brochazos cemento gris y tiene escrito con un palito: “CHAO ABUELO SAÚL”; ahora es un fantasma libre de los que no están atados a este lugar a las flores malolientes y marchitas, a los objetos inútiles.
-d: Llegamos a mi parte favorita, los muertos viejos. Antiguamente lo más importante de la vida era saber dónde estarías después de muerto, así que si tenías mucho dinero comprabas un lote familiar donde se encontrarían todos. Si no tenías lo suficiente pero conservabas tu posición, desde que la familia empezaba a crecer abrías tu cuenta en la Caja Agraria con el pretexto de reformar tu casa pero que en realidad destinarías para la compra del lote mortuorio, y así a final de tus días poder encontrarte con lo más selecto de la ciudad, claro, en esa época no existía el Cementerio de las Colinas, en donde hoy compras tu seguro de muerte desde los 18 años y te dan una tarjeta que lo certifica.
Aquí por ejemplo, Familia Covelli, cada vez que se moría alguno el muerto de turno que todavía estaba vivo venía y le escribía algo en la lápida, “nos vemos en el cielo”, “no morirás para mí”, epitafios así, hasta el final.
-D: Mercedes Covelli, …no tiene nada escrito.
-d: Llegamos a donde las hermanas Bethsa “algo”, estas tenían mucha plata y sus padres sin imaginación construyeron casi un edificio en mármol gris para todos, pero como sus hijas murieron primero que ellos les dejaron el “edificio” y ellos posaron durante largo rato para que quedaran exactos los bustos más ostentosos del todo el cementerio.
-d: He venido aquí muchas veces a copiarme de los nombres que no se me ocurren en las historias. Ya casi me aprendo el orden, sigue Familia Sepúlveda.
-D: Esa tumba es la única que no me gusta, aquí vine hace diez años... ¿Te acuerdas?