Letras
Breves dardos asesinos

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Dardo mortal

Cuando me pellizqué la oreja,
comprendí que nada de aquello
había sido un sueño.

Todavía estaba caliente su lado de la cama.
Ropa esparcida por el suelo...

Y un reguero de sangre conducía,
desde la puerta del piso,
hasta mi malherido corazón.

 

Nuevo armamento

Habré terminado contigo
cuando al nombrar tu nombre
—triste tránsito de cristales en la garganta—
no se contraiga un músculo.

O mejor aun:
El día en que no recuerde
pronunciar tu nombre.

 

Ojo por ojo

Cuando descolgué el teléfono,
no pretendía en realidad
tu lástima.
Sólo quería escuchar el crujido
—largo y quedo—
que provoca el remordimiento en la conciencia.

Venganza.

 

Suero de olvido

Como una voz
que extiende sus raíces desde lejos
para lamer la luz,
habré nacido desde el centro del problema.
Habré resquebrajado continentes
y bebido de bocas antiguas
que saben de la memoria.

Nada será suficiente.
La palabra se nombra y aparece
y no es esa la forma de crecer.
El olvido era el único camino.

 

Blindaje

Para no hacerme daño propongo
librar una batalla,
quemar un libro,
arrancar la flor.
Para no hacerme daño
engullo el pastel de los recuerdos.
Tapizo de nuevo los sillones
Y me inyecto después esa anestesia
bendita que todo lo aligera.
Me blindo,
en definitiva,
como puedo, el corazón.

 

S.O.S.

Préstame aliento.
Me llegaré al sol
desde la niebla.

*

Préstame aliento.
Se abrazará la luz
al ojo de la noche.

 

Reflexión tras la batalla

Hubo un tiempo suave y feliz,
ligero como las hojas,
como la nieve.
Y una promesa se acostaba entre mis párpados,
transparente y cierta,
con la irrefutable consistencia de los sueños.
Esa esperanza vana de los hombres
de despertar y ser otros,
de partir de cero hacia la vida
con un alma joven entre los dedos.

Ese tiempo suave y feliz
—breve como la infancia—
que duró lo que se tarda en comprender
que todo es mentira.