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Las moscas huelen el carpe diem

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Le digo por teléfono a Torres Álvarez que de noche. Torres Álvarez me toma del brazo como un agente soviético y me susurra que las fuentes de los deseos parecen hermanas subnormales de los objetos perdidos y me grita (me trata como si yo fuera su alumno) que los objetos perdidos son el único rastro de lo mágico que queda, me dice que los objetos perdidos caen, que la caída de la memoria es la desaparición más perfecta. Los enfermos de Alzheimer, grita más fuerte, son la imagen platónica de la ancianidad, representan en sus cuerpos (como Cristo en el suyo) el drama de la pérdida. Los enfermos de Alzheimer son (y aquí ya su tono de voz es tan alto que tiene que coger aire tras cada palabra y hay gente que se asoma a los balcones) hombres hueco, huecos andantes que destilan negrura, abismos reconcentrados y que SÓLO TIENEN ENTIDAD (grita tanto que me he alejado unos metros y no sé dónde mirar) EN NUESTRAS MIRADAS, DATE CUENTA, SON COMO UN ACANTILADO DEL QUE NO ESPERAMOS NADA, NOSOTROS PONEMOS LAS MIRADAS y ellos empiezan a vivir en nuestro interior (se relaja pero luego): SON SERES SIN RECUERDOS QUE SÓLO VIVEN EN NUESTROS RECUERDOS. Entramos al restaurante y ya en la mesa le pregunto y la respuesta viene casi acabando el segundo plato y se prolonga hasta el café:

“Su madre era brillante, pero antes de marcharse le habíamos llamado la atención. En algunos cursillos de motivación habíamos notado las peculiaridades de su personalidad (altibajos emocionales, tendencia al aislamiento), pero al no repercutir en su productividad no le hicimos caso; dejamos que su interior se arreglara con su interior. Pero últimamente estaba excesivamente apática, incluso desquiciada; se quedaba silenciosa en su despacho y recibimos quejas de algunos compañeros a los que había respondido ariscamente. Se la animó a que cogiera una baja por depresión, o por lo que le apeteciera, en fin, algo que la despejara. Ella insistió en seguir trabajando; y eso hizo, durante una semana más. Luego desapareció. Pensé que se había quedado en casa, móvil apagado, tomándose esas vacaciones que le sugerimos; y ahora resulta que no está ni en su casa. ¿Pero han llamado a la policía? Ya, tampoco hay que alarmarse; la gente desaparece, les gusta, aunque lo que más les gusta es desaparecer sabiendo que lo que han abandonado va a mantenerse, ¿eh? ¡Eso es lo que me gustaría promover en mi empresa! Imagino para mis empleados una ‘desconexión controlada’ que consistiría en hacerles creer que están abandonando su trabajo, su matrimonio, su vida... Cuando en realidad serían unas vacaciones más; esto les permitiría olvidarse del estrés y tras un periodo de tiempo les localizaríamos y serían readmitidos. Supongo que deberíamos manejar informes psicológicos de personas que han huido verdaderamente de su trabajo. No sé qué pensará usted, pero es necesario que los trabajadores gocen de un completo bienestar psicológico, en la medida de lo posible; y no se equivoque, a nadie le gusta trabajar, pero nadie quiere tampoco ser totalmente libre. Mis empleados no querrían regir la empresa desde mi posición; ellos quieren que las cosas estén ya hechas, que las circunstancias estén dadas. Si acaso me guardan rencor por ser rico, pero, ¿quién no quiere ser rico? Es legítimo que quien lucha por la riqueza obtenga riqueza. ¿Usted cree en el capitalismo? ¿A que no esperaba que fuese yo quien le realizase esta pregunta? Yo creo en el capitalismo, y me resulta muy fácil, porque el capitalismo es lo único que hay. Déjeme explicarle. Piense en los países subdesarrollados; están como en un vientre. Las criaturas nacen en el vientre al que pertenecen, ¿verdad? El planeta es una enorme faz, una gigantesca tabla de equivalencias magnificadas; lo instintivo en el hombre es el comercio (llámelo intercambio primitivo, llámelo trueque, coño, llámelo respiración e inspiración), y el capitalismo tiene en su base el intercambio: es el espíritu del comercio, la abstracción definitiva, indefinible, que penetra cualquier actividad simplemente al haber sido, al haber nacido, con su flexibilidad retroactiva. ¿No le parece que habrá capitalismo siempre? Y está bien que así sea. Capitalismo; lo de la democracia es accesorio. No hace falta que comparta esto conmigo, es indiferente, no importa qué me pueda inventar para justificar mi adhesión al mundo libre. Los hechos han erosionado, han corroído, las utopías. Los comunistas hacían una variante del campo de concentración; hacían propaganda de su trascendencia. Por favor: ¿qué medio de producción tienen anarquistas y comunistas para erosionar el capitalismo? Los burgueses superaron el feudalismo no por sus ideas, sino estructurando su fuerza en torno a la superación económica del feudalismo. El feudalismo, exhausto, falleció, y el capitalismo triunfó y se propagó, mesiánico. Somos lo nuevo y lo vamos a ser siempre. Y los marxistas de repente propugnan la conversión a su tesis, y dicen que esto no va bien porque no piensas como ellos, ¡pues qué bien! Si todos pensaran como Torres Álvarez el mundo también marcharía genial, se trabajaría para la misma causa, la mía. Sin embargo, si una mentira es útil psicológicamente, puede fundirse con el alma. Pienso en el marxismo, en el antisemitismo, en la misma idea de Dios, que son ya parte del alma de muchas personas. Y al igual que pienso que son ficciones con fecha de nacimiento, también creo que no van a extinguirse argumentando en contra. La única manera sería exterminar a los marxistas, a los antisemitas, a los creyentes. Camarero, la cuenta. ¡Y luego está el malestar! Sé que existe malestar entre las personas, pero desconozco hasta qué punto se debe a la tarea que personas como yo realizamos. Es decir, esto que usted ve, la mesa, el mundo, está sostenido por la iniciativa de la sociedad civil, y los empresarios ocupamos un indudable papel. El malestar de las gentes debería dirigirse contra nosotros, ¿no? Es un silogismo fácil: nosotros sostenemos esto, ellos rechazan esto, nosotros los sostenedores somos rechazados. ¡Sin embargo es falaz! ¡Nosotros sostenemos incluso a los que nos rechazan! La gente no se cansa de los fracasos, la gente adjudica papeles libremente; es posible que a su madre nadie le haya intentado convencer directamente de lo caótica que supuestamente es la vida, pero no hace falta. En todos lados hay síntomas de ese malestar que algunos interesados magnifican. Yo creo que las gentes actúan en principio de buena fe, pero que cuando escuchan que alguien dice lo que ellos piensan, ya está. Se acoplan, como perros salidos. Con demasiada facilidad. ¡Las tonterías que se escuchan en los medios de comunicación dan una idea tan equivocada de cómo son las cosas! Aparecen a mi alrededor personas que se han quedado al margen, seres destructivos con una actitud equivocada. ¿Qué hacer con los destructivos? Que derrumben mundos, deformen realidades, imaginen vidas a cada segundo, pero en la, digamos, república de la mente; que las sombras pugnen allí por salir, que cada uno aprenda a ser su guardián. La cuestión no es qué hacer, sino lo que de hecho se hace; muchas de las mentes más inquietantes se pulen en las artes, donde no pueden matar con sus aberraciones. Por tanto, la cuestión se invierte, y hemos de mirar con escepticismo los intentos de aplicar las filosofías a priori a la realidad. Las ideas que han ido por delante de los hechos han cercenado techos y padres. Cuando una idea tiene que verse sustanciada en corporeidades tan distintas a como fue pensada, el resultado puede ser tan grotesco como lo sería la existencia de un embrión al que se le conminara a caminar en nuestro mundo sin más conocimiento que ese limbo claustrofóbico en el que estaba suspendido, pero ¡eso sí!, proporcionándole estadísticas sobre cómo actúa el hombre medio. Me dejo de tonterías: ¿qué es un buen hombre? El que entornando los ojos, siempre melancólico y sin que necesite que los demás le vigilen, da un paso, mientras el Absoluto da otro, en dirección opuesta. ¡Eso es un buen hombre! ¡Eso fue Burke!

”Su madre pudo estar turbada por mil razones, es normal, a mí también me sucede. Existe el desconcierto, la vida es estar perdidos. Usted, cuando la encuentre, háblele, deje que se explique, no la juzgue, dele tranquilidad. Mire, le voy a dar tranquilidad: no está despedida. Dígaselo. La tranquilidad... ¿Qué edad tiene usted? Si le digo mi edad... Prefiero aparentar que no me doy cuenta de que ya no follo como antes. Soy así, la lucha es entre mi cuerpo, las apariencias y yo. ¿Qué ha estudiado usted? ¿No habrá estudiado psicología? Piense en la triple quiebra del esquizofrénico: la de su yo con su cuerpo, la de su cuerpo con el exterior, la del exterior con su yo. Cuando pensamos en nuestra edad también sucede un triple quiebro: vida, años, muerte, pero mucho más agudizado, porque no podemos escapar de él y en cambio la esquizofrenia sólo le toca a algunos desgraciados. Con la edad que tengo aún me gusta contemplar a las mujeres y enamorarlas, más que enamorarme. Me quedo con sus cuerpos, de los que, sépalo, nunca podemos enamorarnos. Me hacen gracia los que dicen que el sexo es el culmen de una relación... ¡Es falso! ¡Faaaaaaaaaalso! El sexo es biológico y, por definición, el mismo con cualquiera. El orgasmo borra las distinciones. Separa. Da igual con quién se tenga un orgasmo: tenerlo nos lleva a los límites mismos de la biología. Nos encontramos con nuestros límites, con nuestro destino, la procreación. Usted y yo hemos nacido para que alguien nazca. La salida es por aquí. Se puede ir contra ello, no somos ciervos ni tiburones, pero eso es el destello de la inteligencia, un muchacho enrabietado. Hace una bonita noche. Me acosté dos veces con su madre, supongo que debo decírselo”.