Entrevistas
Mario MendozaMario Mendoza
El realismo degradado es nuestra ciencia ficción latinoamericana

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Todo buen escritor está siempre contando historias y así fue que me encontré con Mario Mendoza en Medellín: presentando libros de escritores, conversando sobre sus relatos y contando historias de la vida. Con motivo de la Fiesta del Libro y la Cultura en la ciudad de Medellín, pude conversar con el escritor que ha logrado estructurar una obra sólida: nueve títulos, todos muy urbanos, sobre hechos que hacen desaparecer el borde de la ficción y el de la realidad. Se recordarán: Satanás, Relato de un asesino, Scorpio City, Escalera al cielo, Los hombres invisibles, entre otros.

En Latinoamérica, además de la novela negra y género policial, viene imponiéndose una mirada escueta, pero trascendente de la realidad. Una que habla sin tapujos, sin decoros, al cual han llamado algunos como realismo sucio: lo más hondo, lo que está por ahí pero algunos ignoran: las historias degradadas. De ese tema conversamos.

Me confesó además su imposibilidad de dormirse temprano. De lo entrenado de su ojo para husmear en los detalles, de que siempre se encuentra pensando en sus próximos libros, pero sobre todo siempre contando una anécdota, una historia. A Mario lo persiguen las historias y él es un portador y contador de muchas.

John Harold Giraldo H. Cuéntanos acerca de una tendencia literaria, que no es nueva en Latinoamérica, pero que ha venido haciendo un poco de reconocimiento del terreno y que ha publicado muchos libros y que a su vez los lectores los consumen mucho: el realismo sucio, Fadanelli en México, Roncagliolo en Perú, un poco lo que hace Fuguet en Chile, lo que hace Pedro Juan en Cuba y lo que haces tú aquí en Colombia.

Mario Mendoza. Mira, yo lo que creo es que hay un estallido de las grandes ciudades tercermundistas y sobre todo latinoamericanas durante la década de los 60’s y 70’s, fuertes migraciones del campo, que llegan a estas hipermetrópolis, que van creciendo desmesuradamente pero que crecen de una manera caótica, crecen de una manera entrópica, desordenada, lo que algunos sociólogos han llamado una proliferación cancerígena de células que de pronto se empiezan a reproducir a alta velocidad, en alta intensidad y que son enfermizas en el sentido en que van, digamos, pululan, se expanden y se extienden pero no hay ningún control ni ninguna regulación sobre esas células. De la misma manera que nuestros cuerpos van enfermando en la contemporaneidad, la ciudad va creando una especie de reflejo misterioso y extraño de esa nueva patología que es el cáncer, y yo creo que eso son nuestras grandes ciudades latinoamericanas: Ciudad de México, Rio de Janeiro, Sao Paulo, Lima, Bogotá. Eso, tarde o temprano, esos nuevos ritmos y esos nuevos vértigos, esas nuevas velocidades en donde entran hip hop, rap, Internet, teléfonos celulares, buscapersonas y finalmente una nueva violencia, y finalmente también nuevas injusticias, nuevas distancias, nuevas segregaciones, nuevos imaginarios urbanos, tarde o temprano tenía que llegar a la literatura. Era un proceso inevitable, y el imaginario latinoamericano, tanto en Europa como en Estados Unidos ha sido más el del exotismo, y ese exotismo, esa especie de paraíso perdido, esa imagen que viene desde el siglo XVIII del buen salvaje muy rousseauniano, es un imaginario que no se corresponde en realidad con lo que es el continente, y si lees esta literatura yo creo que conectas inmediatamente, yo creo que es como una frecuencia radial que está bien conectada con la contemporaneidad de América latina.

JHGH. Y, bueno, esos relatos también tienen una línea que los une, y es la decadencia de la utopía pero también la decadencia de los grandes relatos que presumió la literatura en algún momento.

MM. Es que fíjate que, para uno idealizar, para uno producir exotismo o para uno producir esta imagen del buen salvaje o algo por el estilo, tienes que sublimar. Es decir, depositas de alguna manera la belleza hacia arriba, la pones en un plano ascendente, la elevas y casi que la alejas de una inmediatez y de una materialidad, de lo palpable; en este caso, se trataría de todo lo contrario: por eso se llama degradado, a veces, realismo degradado, porque no se trata de sublimar, no se trata de construir paraísos artificiales literarios por medio de los cuales te identifiquen en el futuro por haber construido una especie de torre de marfil, no, no, no trabajas de esa manera, trabajas hacia abajo y esa visión de una belleza que no se sublima, sino de una belleza que penetra casi que en la inmundicia, en lo que somos. Somos finalmente personas que mandan una cantidad de porquería en el sótano de una ciudad: materias fecales, orines, condones, mocos, todo eso de lo que la belleza no quiere saber, se trataría de construir una belleza humana y de reconocernos en esa transitoriedad, en esa materialidad efímera que somos y es un trabajo muy difícil porque de hecho el catolicismo y nuestra educación nos enseña a sublimar desde niños, entonces ir a contrapelo de eso, es muy difícil, no ha sido fácil.

JHGH. Y en ese sentido, por ejemplo la gente que lee estas obras cree que la ficción o la realidad está superada allí, es decir que estas cosas no existen y las quieren obviar muchas veces, y por ello el escándalo, y por ello un poco la condenación, y por ello también a veces un poco la moral que aplica en estos textos.

MM. Sí, yo lo que creo es que en este sentido hay una oposición muy clara entre los que siguen apegados a un establecimiento mariano, digamos, porque en el caso masculino nuestra belleza pasa por la sublimación de la Virgen María, y esa belleza la idealizamos un poco en el plano de lo mariano, pensado desde una perspectiva femenina sería distinto, pero pensado en una perspectiva masculina sería por esta línea y, claro, alguien que se niega a eso, alguien que en lugar de hablar de la pureza y de la impecabilidad de una de las mujeres que están al lado de la cruz, te habla de lo contrario, te habla de María Magdalena, de la otra María que está al lado de Jesús, quien es crucificado entre las dos, y tú optas por la Magdalena, pues sería casi que crear una nueva dimensión de conciencia, y eso es lo que produce en algunos lectores, creo yo, el rechazo y un repudio inmediato, visceral. Pero yo creo que es una línea muy sana, yo creo que es algo que va a enfrentar al continente con ciertos lectores y yo creo que hay algo ahí que no sólo es catártico, muy purificador, sino que creo que es muy valiente, creo que tenemos que darnos la cara, mirarnos en el espejo tarde o temprano para poder salir del agujero en el que nos hemos caído.

JHGH. En el caso tuyo, la literatura, a ti te han encontrado los asesinos, por ejemplo en este caso Campo Elías y casi que el mundo, el submundo, el inframundo ha llegado a ti de una manera muy particular, para el caso de muchos escritores no es necesario vivir en medio de los terrenos más agrestes pero sí narrarlos, en algunos casos es vivirlos, para hacer una especie de autobiografía. ¿Cuáles crees tú que son los rasgos característicos de esta literatura que se ha llamado realismo sucio o degradado?

MM. No sé, no podría, porque yo creo que cada autor es tan distinto, pero sí creo que debes tener una manera de percibir, tienes que tener una manera de ser, tienes que tener una manera de ver que te conduzca hacia allá, porque si no la tienes es muy difícil construir libros en esa línea, en el estricto caso personal, yo no soy una persona que mire hacia el centro, me cuesta mucho trabajo, yo soy una persona que siempre está mirando los bordes, soy alguien que siempre mira hacia la periferia, entonces, si ponemos un grupo de personas acá y ponemos una determinada imagen es seguro que ellos se van a fijar en ciertas cosas y yo me voy a fijar en lo que nadie se fija, mis ojos están muy entrenados para irse por el lado y fijarse en aquello que los demás obvian, y eso inevitablemente tenía que conducirme a este tipo de literatura que yo trabajé, que escribí y que he publicado.

JHGH. ¿Tú crees que esa tendencia del realismo sucio va a seguir incrementándose? Hemos dejado atrás el realismo mágico, pero sin decir que el realismo sucio no nos sorprenda, no nos genere lo que llamarían algunos autores la poética de lo intrascendente, ¿el realismo sucio seguirá cobrando, va a ser como el género que se imponga de aquí a no sé cuánto tiempo?

MM. Hombre, no sé, no me gusta jugar como el papel de profeta, porque asumes algo mesiánico, asumes el rol de una persona que se sube al púlpito y empieza a predicar y a dar la buena nueva y se cree un apóstol finalmente. Entonces como que es una imagen que rechazo. Yo lo único que sé es que América Latina está cada vez más necesitada de una visión distinta a la visión hipócrita y de doble moral que nos ha impuesto cierto catolicismo, porque tampoco vamos a hablar mal en términos tan radicales: está la teología de la liberación, es una línea en América Latina extraordinaria y maravillosa que dio una lucha muy fuerte, un catolicismo muy combativo, verdad, con grandes ideales que nos llevan a personajes como Camilo Torres, por ejemplo.

Entonces yo creo que hay un catolicismo muy combativo, que da la revolución en Nicaragua, donde tiene mártires, incluso de la causa social que me parece muy meritorio, pero hay otro catolicismo que es el que se impone por lo general: el de parroquia, el del púlpito, el conservador, el que le tiene miedo al sexo, el que prohíbe el condón, ese tipo de imbecilidades, y yo creo que esa visión tan conservadora y mentirosa sí nos ha hecho mucho daño, yo creo que el continente tiene que enfrentar lo que le está pasando, el ataque que hicieron los yuppies de Wall Street el año pasado, es un ataque que venía cantado por Chomsky durante toda la década de los 90’s. Es decir, las grandes multinacionales y las grandes empresas y los grandes consorcios multinacionales ya no están contentos meramente con el dinero que han hecho, sino ahora se vienen sobre el erario, sobre los dineros públicos, los 850.000 millones de dólares que dio el gobierno Bush y el gobierno Obama, ellos no saben cómo controlarlo, ahora finalmente, éticamente ese dinero que iba para la General Motors, para la Chrysler. Y es un ataque que Chomsky cantó durante todos los 90, una cosa que viene desde la era Thatcher y desde la era Reagan, se viene un paso salvaje, del capitalismo salvaje al capitalismo depredador, eso causa sólo en América Latina 43 millones de indigentes durante los años 2009-2010-2011; desde esa perspectiva, creo que cada vez más el horror se va a imponer en nuestras sociedades, es decir, gente que va a pasar de la franja de pobreza a la franja de indigencia, multitudes de desarrapados por las calles, durmiendo debajo de los puentes, haciendo fuego en las horas de la noche; es imposible estar en humanidades, es imposible ser un antropólogo, es imposible ser un filósofo, un escritor, es imposible ser un artista plástico y no saber la época que te tocó vivir, no ver lo que está sucediendo, entonces yo creo que este ataque que se fraguó desde dos décadas atrás y que empieza a hacerse evidente, anuncia o es el advenimiento de un horror que va a ser inevitable, que los que se han negado a verlo lo vean y van a empezar a reconocer a las malas, desafortunadamente, que lo que viene trabajando el realismo degradado era casi un anuncio de unas nuevas ciudades apocalípticas, en las que quizás vamos a sucumbir muchos de nosotros, porque por ley de probabilidad los hijos de los hijos de nuestros hijos no serán magnates, si alguno de tus hijos llega a generar multimillonarias ganancias espero que se acuerde de los míos, pero por ley de probabilidad no creo que ni tú ni yo, ni nuestros descendientes serán julios marios santo domingos, yo creo que por ley de probabilidad, lo más seguro es que los hijos de los hijos de tus hijos y los míos sean indigentes y que caminen por las calles con sus bártulos al hombro en el futuro, eso es de lo que estamos hablando y lo que va a suceder.

JHGH. Bueno, en eso que tú estás hablando, a mí se me ocurre pensar que en una época, los 70 por ejemplo, el escritor estaba muy comprometido con esa serie de sucesos y su literatura casi que se convertía en un medio para denunciar o para nombrar este tipo de cosas, el realismo sucio las nombra pero no es una literatura comprometida.

MM. Desde la perspectiva, digamos, de la izquierda, de una militancia política, en partidos de izquierda no, yo creo que no, yo creo que hay algo claro y es que no se trata de una denuncia, porque la mera denuncia no te conduce a la buena literatura. Digamos, hay el profundo anhelo, el profundo deseo de construir una nueva belleza, ese es un propósito distinto. Yo creo que desde esta nueva perspectiva el realismo degradado está más cerca de la science fiction. Aunque uno los ponga contrapuestos, aunque uno crea que la ciencia ficción está acá y el realismo degradado está por allá, son opuestos, uno por ser excesivamente hiperrealista y el otro por ser una fuga de la realidad, aparentemente. Yo lo que creo es que en el hiperrealismo hay una fuerte dosis de anticipación y desde ahí se acerca a la anticipación de la ciencia ficción, la que nos narra mundos que están por venir o que están gestándose y que están a punto de llegar; si un tipo como Ray Bradbury escribe Crónicas marcianas o Fahrenheit 451 en el sur norteamericano, nosotros escribimos realismo degradado que es nuestra ciencia ficción latinoamericana.

JHGH. Y pasando a un plano mucho más particular tú conoces a Pedro Juan Gutiérrez y lo has leído, ¿qué opinión tienes de él?

MM. Extraordinario, es uno de los escritores que más me gustan en toda América Latina, ahora hablábamos de dos, uno era Pedro Juan, debo reconocer que lo leo después del año 2002, cuando ya tengo Satanás, Relato de un asesino, Scorpio City, La ciudad de los umbrales y La travesía del vidente, o sea lo leo casi como en la mitad de mi obra, yo tengo nueve libros publicados, cuando llevo 4 o 5 leo a Pedro Juan. Leí primero Trilogía sucia de La Habana y sentí una empatía profunda, me pareció de los mejores escritores cubanos y latinoamericanos que he leído, y el otro escritor del cual hablábamos era Élmer Mendoza, el mexicano, yo conozco todos los libros de Élmer, pero tengo fascinación por uno que es Un asesino solitario, ese libro lo leí también hace unos 3 años y me marcó profundamente, yo creo que leí el primer párrafo de esa novela y yo dije este tipo no va a ser capaz de sostener este ritmo a lo largo de 200 cuartillas, no va a poder, y sí, la voz se mantenía durante las 200 páginas y al final cerré y eso me produjo una admiración irrestricta.

Esos son dos de mis escritores preferidos, tengo un peruano muy poco conocido que se llama Alonso Cueto, que ganó también un premio de narrativa y que tiene una novela que se llama La hora azul, es muy conocido también por otra novela que se llama Grandes miradas y me parece de lo mejor que tiene también el continente en esta línea escueta, entonces para mí Pedro Juan, Alonso Cueto y Élmer Mendoza son como tres de las directrices que tengo siempre como de nombres que me acompañan en esta escritura tan difícil, como te digo, porque nos ha tocado prácticamente una oposición del establecimiento que no quiere enfrentar lo que nosotros estamos haciendo y también en ciertas páginas de periódicos y revistas y en cierto lado muy recalcitrante de la academia, esa oposición no ha sido fácil y esas murallas que ha construido esa nueva visión conservadora; no ha sido fácil de derrumbar esas murallas, pero yo creo que vamos bien y creo que los lectores lo que sí ven en esta literatura es una profunda honestidad, una sinceridad, y que estamos dejando la carne en el asadero, que es, yo creo, finalmente, de lo que se trata.

JHGH. Hablemos de Satanás para terminar. Uno podría pensar que la obra toda es una obra trasgresora: desde el título, desde la forma como está contada, de cómo estas historias dispersas aparentemente se unen en un suceso y que en términos generales también los sucesos que están allí relatados: un profesor, un ex combatiente de Vietnam, una mujer del submundo que se va a las altas élites a hacer una especie de delincuencia común, en fin, tu obra de Satanás, además de lo que yo he dicho, ¿podríamos denominarla como una obra trasgresora?

MM. Hombre, no sé, tú sabes que un autor no debe teorizar sobre sus libros, no le corresponde, que no le pase lo que le pasaba a un personaje de Borges, que está en el Aleph, que decía que las explicaciones de sus libros eran mejores que sus libros. Entonces espero que ese no sea mi caso, pero yo sí tenía muy claro cuando terminé El relato de un asesino, que es la novela inmediatamente anterior a Satanás, esas dos novelas funcionan como un díptico sobre Bogotá, hay profunda conexión entre las dos: casi que la una es un espejo de la otra y son mis dos novelas ejes de psicopatología criminal, es mi gran acercamiento hacia lo negro y hacia la novela de tinte un tanto policiaco, y lo que sí te puedo decir es que cuando yo escribí Scorpio City, no pude tener como modelo lo policiaco anglosajón, no podía tener como modelo a Dashiell Hammett o a Raymond Chandler o a Ellery Queen, porque hay una oposición entre los buenos y los malos y esa oposición que tiene la novela policiaca tradicional de vertiente sobre todo anglosajona, aunque la francesa también, al final hay una reconstrucción del tejido social gracias a esa novela, triunfan los buenos, el criminal es descubierto, el caso se soluciona y la sociedad queda limpia de esas manchas que la contaminan. En América Latina tú no puedes trabajar en esa línea, en América Latina todos son malos, no hay buenos y malos, en América Latina si tú fueras a trabajar el caso de Galán, por ejemplo, desde esa vertiente, uno dice: Ah, bueno, qué maravilla, hay una gente buena que está intentando investigar a los malos y tiene que dar con ellos, veinte años después Masa Márquez está retenido y está finalmente demandado, investigado por la complicidad en el crimen y se supone que era del bando de los buenos, ese es sólo un ejemplo para mostrar cómo en América Latina no hay maniqueísmo, en América Latina lo que pulula es la corrupción y la contaminación, entonces trabajar en esa línea es muy difícil y mis modelos a seguir fueron Paco Ignacio Taibo II, en México, y por otro lado Rubem Fonseca, en Brasil, y en la línea del gran arte, y en la línea de Paco, fue que yo empecé a tejer esta visión que llega hasta Satanás y en Satanás también hay un fuerte acercamiento a lo popular, a lo popular no en términos socioeconómicos, sino en término de los diálogos, en término de lo pastiche, en término de las telenovelas; los diálogos están construidos de una manera televisiva, la estructura de la novela es matemática, yo creo que si los estudiantes desmontan la estructura se van a dar cuenta de que son 4 capítulos en trenza y que hagan la trenza abc, cba, etc., que son los 4 personajes que se van entretejiendo, el cura, la burundanguera y el pintor, toca dibujar esa estructura y de pronto un capítulo quinto que parte la novela en dos que es “Diario de un futuro asesino”, los 4 capítulos en trenza y el capítulo del asesino, si tú dibujas esa trenza y te das cuenta de cómo están ubicados los dos capítulos es una estructura matemática, absolutamente geométrica, que yo espero que al final dé la sensación de perfección, que dé una sensación que el mismo lector no sepa de dónde viene, porque está en la estructura, es un problema en que él sabe que algo está muy bien armado, que todo calza como en un gran rompecabezas pero no sabe por qué, sólo si dibujas la estructura en un tablero y la vas desmontando te das cuenta de que yo no me salí nunca una sola página de esa estructura.

Yo lo que hice fue delirar y jugar con las formas populares, mezclarlas y amalgamarlas y fusionarlas como en una olla de alta intensidad, pero sin escapar de la estructura y del rigor hiperracional que me daba el mapa inicial. Entonces hay un delirio pero entre estructuras racionales muy sólidas, y eso es lo que yo siento que puede llegar a ser quizás no sólo renovador, sino quizás subversivo en esa novela, pero es un juego muy grave porque hay que hablar y hay que desmontar para poderse dar uno cuenta de esa especie de truco que está detrás de Satanás. Entonces yo espero que los estudiantes perciban eso, que lo sientan, además si son estudiantes de letras, pues el ejercicio es desmontar el libro y creo que desde ahí podría verse así.

Lo otro es que yo siempre me esfuerzo mucho en que haya una visión del cuerpo muy abierta y sobretodo de sexo, tanto de un sexo amoroso, como de un sexo violento o agresivo, pero creo que es fundamental en nuestra literatura, empezar a enfrentar el lecho y la cama desde una estética que no sea la estética del decoro, porque esa estética que nos enseñó el cine norteamericano es horrible, los amantes se van a la cama, corte, y de pronto a la mañana siguiente la sábana aparece arrugada, ellos están ahí y no vimos ni escuchamos nada, creo que ese decoro esconde también algo perverso y una de nuestras grandes taras, y yo creo que nuestra literatura tiene que empezar a desprenderse jubilosamente y entrar a la cama con cierta alegría y con cierta fuerza. Yo siempre recuerdo en este campo una anécdota de Woody Allen, en donde lo invitan a un instituto para señoritas en Nueva York a que hable sobre sus películas, y una muchachita ingenua levanta la mano y le dice: Señor Woody Allen, el sexo es algo sucio, y Woody Allen le dijo: Si se hace bien sí, y creo que en las novelas hay que tener claro eso, hay que ser ligeramente sucio y perverso para poder excitar y para poder llevar al lector a buenas páginas de sexo, y eso hace parte de la visión que te estoy diciendo, no la mariana, no la de la sublimación, no la de María de Jorge Isaacs, sino las mujeres reales que sienten, que te abrazan, que tocan, que te dicen vulgaridades en la cama mientras estas haciendo el amor con ellas, mientras estas acostándote con ellas y hombres que también entran a la cama con una profunda alegría y con un deseo incontrolable y yo creo que un escritor se mide sobre todo en momentos donde aparece el sexo.