Letras
Color de luna

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I

Patricia tiene ojos color de luna. Recientemente se separó de su pareja. Vive con su pequeña hija y trabaja dando clases en una escuela particular. De vez en cuando se para frente al espejo y se pregunta si todo ha valido la pena.

Nos conocimos hace dos semanas en un café internet. Ella acudía para matar el tiempo. Sí, tú sabes, para recibir e-mails de sus amigas que después reenviaba a sus conocidos como parte de una cadena. Yo acababa de quedarme sin trabajo y enviaba mi currículum a diversos portales. Fue un rápido intercambio de miradas y ya estábamos platicando.

El siguiente fin de semana nos citamos en un bar cercano a la Arena México. Ella llevaba una blusa pegadita que le sentaba muy bien. Estaba hermosa. Bailamos un poco, ciertamente incómodos por la presencia de tantos oficinistas. En el segundo trago le tomé la mano, en el tercero ella me besó. Hicimos el amor en un hotel de la colonia Obrera.

 

II

“Mi ex marido era un imbécil, nunca comprendió que no soy como su madre, que no cocino igual y que necesito cierta independencia”, me dice mientras se viste. A ella le gusta hablar, a veces arrebatadamente. A mí, que no soy de muchas palabras, me encanta escucharla. “Nunca dejó de compararme, de decirme que las mujeres se deben a la casa, a pesar de que yo pagaba la renta del departamento y la colegiatura de la niña”. Sus ojos son hermosos, pienso mientras la beso. Noto una inmensa melancolía en esos ojos de luna.

 

III

Caminamos por Cuauhtémoc, por las calles de Puebla y Orizaba. Ella me dice que la ha pasado muy bien conmigo, que necesitaba dejar de pensar en sus fracasos amorosos, que si no me aburre su conversación. Yo la escucho callado, asiento o niego, según sea el caso.

Cerca de un puesto de flores, ella dice que no sabe quién tuvo la culpa de la ruptura matrimonial, yo compro un par de rosas y se las entrego pensando en que a veces el amor es así, llega y se va cuando uno menos lo espera y que por más cosas que haya, por más veces que pidas perdón, cuando algo se fractura, se rompe para siempre.

 

IV

La siguiente semana, nos vemos en el mismo hotel, a la misma hora. Ella sigue hablando de su ex marido.

No deja de hablar de su ex pareja, sin duda que lo extraña y creo que no dudaría en correr de inmediato a sus brazos. Yo sé que en las cosas del amor no hay razón que valga y acepto sin reclamos que se desnude para mí pensando en otro. Hacemos el amor en medio de una canción de la Quinta Estación. Yo hago el amor con ella: ella lo hace con su marido. Es innecesario decir que no me acongoja para nada esta situación. Para alguien como yo que ha pasado por la misma situación, esta etapa se supera con algunas dificultades.

Cuando la beso en la boca siento cómo una lágrima resbala por su mejilla y humedece aun más nuestros labios. La canción que escuchamos, me dice, le recuerda un hermoso viaje que hicieron ella y su ex a las Bahías de Huatulco. Toco su cara, sus hombros y me detengo poniendo una mano en su corazón. Cierro los ojos pensando que será una noche larga en la que muchas veces me confundirán con otro, pero ¿quién no lo ha hecho así? ¿Y a quién no le ha pasado?...