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Gustavo PereiraGustavo Pereira, ganador del Premio Internacional de Poesía “Víctor Valera Mora”
La poesía es un arte bien secreto

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La entrega del Premio Internacional de Poesía “Víctor Valera Mora” correspondiente al 2011 recayó en el poeta venezolano Gustavo Pereira.

En el prestigioso concurso poético que concede un total de cien mil dólares, participaron 105 poemarios de 15 países pertenecientes a la comunidad hispanoparlante. Los finalistas fueron el mejicano Margarito Cuéllar con Estas calles de abril / Saga del inmigrante; Fernando Denis, colombiano, con La geometría del agua; Las nadas y las noches, de la venezolana María Auxiliadora Álvarez; Bajo continuo, del argentino Maras Silber; Los cuatro horizontes del cielo y otros poemas, del venezolano y ganador del concurso Gustavo Pereira; Cuando ya el paisaje es otro, de la argentino-cubana Basilia Papasmatiu, y Obra cierta, del ecuatoriano Humberto Vinueza.

Gustavo Pereira nació en Punta de Piedras, isla de Margarita, en marzo de 1940. Poeta y crítico literario, es doctor en estudios literarios de la Universidad de París, fundador del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales y del Centro de Investigaciones Socio-Humanísticas de la Universidad de Oriente. Fundamental voz poética de su generación, formó parte en 1958 del grupo “Símbolo” y se desempeñó como director de la revista Trópico Uno, de Puerto La Cruz, y de la Revista Nacional de Cultura. Tiene en su haber algunos de los más preciados galardones literarios concedidos en el país: Premio “Joven Poesía de las Universidades Nacionales” (1965), Premio Fundarte de Poesía (1993), premio de la XII Bienal Literaria “José Antonio Ramos Sucre” (1997) y Premio Nacional de Literatura (2001).

Producto de la tórrida poesía de los años cincuenta y sesenta en una Venezuela convaleciente de la dictadura perezjimenista, su estilo rompe con el discurso poético instituido hasta entonces en un clima temeroso y tradicional. Poemas festivos, eróticos e irreverentes, plasman el despertar de una sociedad venida del caudillismo gomecista. Eleazar López Contreras, heredero del viejo dictador, da un primer viraje en el confuso panorama político de entonces al permitir la fundación de partidos políticos y sindicatos y promulgar la Ley del Trabajo más moderna del momento en Latinoamérica. Después vendrían el exilio político de los líderes adecos Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Gonzalo Barrios y del dirigente urredista Jóvito Villalba. Luego el oasis democrático de Isaías Medina, el fugaz gobierno de Rómulo Gallegos y la irrupción de una de las dictaduras más polémicas y personalistas de la turbulenta historia de Venezuela: la autocracia no exenta de progreso del general Marcos Pérez Jiménez, instaurada después del golpe militar que envió al exilio al escritor Rómulo Gallegos.

Fue un período de radicalización vertical, cambiante y violento, que desembocaría en la formación de los grupos “Sardio” y “El Techo de la Ballena”, integrados por los jóvenes escritores de entonces, militantes de la resistencia y forjados en la clandestinidad, voceros de un desgarramiento profundo y portadores de voces incubadas en la reacción promovida por la realidad sociopolítica del país. El suyo fue un programa estético con cuestionamientos frontales de los programas culturales hegemónicos. Juan Calzadilla y Caupolicán Ovalles, autor del emblemático poema “¿Duerme usted, señor presidente?”, se erigieron como voces ductoras de la inconformidad juvenil del momento.

De ese tsunami político, social y literario, viene la voz de Gustavo Pereira. Hijo de su tiempo, canta desde las vísceras. En los treinta títulos publicados, entre los que se cuentan Preparativos del viaje (1964), En plena estación (1966), El interior de las sombras (1968), Libro de los Somaris (1974), Los cuatro horizontes del cielo y otros poemas (1970), está presente la irrupción más valiente y genuina de un zarpazo literario que entró y salió desgarrado por la tormenta, como los barcos en alta mar.

Poseedor de una buena dosis de autocrítica, diría cuando fue notificado del galardón que le había sido adjudicado: “Intento mantener los pies sobre la tierra y conservar lo que me hizo asumir la poesía como una conducta, como una razón de ser en la vida, porque la poesía no es un arte mediático, es un arte bien secreto. La carrera literaria es una argucia política de relaciones políticas que nada tiene que ver con la poesía”.

“Se trata de una obra de madurez, de una gran riqueza lingüística, de un espíritu unitario, de un poeta de prodigiosas epifanías como la invención poética de los somaris”, dijo al respecto el jurado integrado por el colombiano Jotamario Arbeláez, el alemán Tobias Burghardt y la venezolana Judit Gerendas.

Su poesía no es sólo protesta política. También la dulce rebeldía del amor se abre paso en uno de sus celebrados “somaris”: “Un ridículo poema en tu nombre, señora / una taza de té levantada en tu nombre, señora / la última cerveza en el último bar levantada en tu nombre, señora / todos los sueños ¿adónde se escaparon? / algo que brilló ¿fueron tus ojos alguna vez? / Déjame extraer la última moneda de mi manga / por ti, señora / la última moneda del sol / un pájaro a lo lejos y todavía el mar / Parroquianos fumando / y este ridículo poema en tu nombre / amor mío, amor mío”.