Letras
Literatura y muerte de Roberto Mendoza

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En una cita bibliográfica del biólogo y naturalista Edmond Listwiz hallada en un ejemplar descatalogado de la revista Filosofía y naturaleza encontré la primera pista de Roberto Mendoza: “La vida es literatura, cada día una página, cada sueño una vida”. En esta mera frase, en un principio, hermética, se podría resumir la obra y pensamiento de Roberto Mendoza.

Aunque cultivó varios géneros parece ser que destacó en el ensayo poético, una forma que consideró la síntesis de su idiosincrasia. Muy distante y distinto de sus contemporáneos los realvisceralistas, él prefirió llamar Literatura Genética al conjunto de su producción.

La primera impresión que se tiene al conocer alguno de sus trabajos es que estamos ante simples historias fragmentarias o cuentos con algunas pretensiones barrocas que dificultan su legibilidad. Pero como el propio Roberto Mendoza afirmaría: “Mi obra como la vida es poliédrica y cambiante, y cualquier intento de analizarla anula su valor, invalida su análisis”. Evidentemente, al analizar más a fondo las páginas que componen sus relatos poéticos o poemas narrativos se aprecia una coherencia y lógica internas. Y entre cada obra, una interrelación que las unifica.

Algunos críticos han querido ver en el corpus de su obra una sola y única narración que entronca con la propia vida de su autor.

Basándose en textos dramáticos y ensayos de astronomía del siglo XVII llegó a la conclusión de que la literatura abarca al mundo antes de que éste existiera. La fecha de publicación de dicho estudio en la editorial Acantilado coincide con su internamiento en el psiquiátrico “Valle del Reposo” en la ciudad de Palomares, Nuevo México.

Desde el colapso mental y el pronto ingreso hospitalario de Mendoza se detuvo la carrera literaria de quien prometía ser el mejor escritor de los últimos años. No obstante, se han rescatado fragmentos de algunas entrevistas que concedió desde el centro hospitalario. De estas reflexiones se desprenden ideas que pueden ayudar a arrojar luz sobre el testamento literario de tan incomprendido autor.

A diferencia de muchos escritores para Roberto no es que la literatura fuese como la vida misma sino que la vida era Literatura propiamente dicha. Para explicar esta afirmación solía recurrir a los más disparatados ejemplos. Uno de los más llamativos es el de la aparición del hombre en la Tierra:

Si el hombre no existió hasta unos cuantos millones de años después que los dinosaurios, ¿significa esto que los dinosaurios no existieron? Evidentemente no. Lo mismo ocurre con la literatura. Si el viento y el rugido de un pterodáctilo formaron una música, un poema aliterativo y hermoso, no importa que el hombre haya sido testigo o no. Hubo literatura. Hubo poesía. Por lo tanto, afirmaba con ironía Mendoza, la literatura es anterior a la literatura. Así que los que se empeñaban en datar el origen de la literatura en los primeros relatos prehistóricos alrededor de una hoguera primigenia se quedaban cortos.

Otro dato curioso que se desprende de las póstumas entrevistas de Roberto Mendoza es su concepción bioliteraria de la existencia. Para mí, afirmaba con la mirada perdida en el vacío, la vida transcurre de forma literaria. Los pensamientos coherentes son mis recuerdos ordenados, mi día a día es prosa. La voz de mi pensamiento que me dice “voy a acostarme o a lavarme los dientes” discurre en prosa. Nuestras conversaciones diarias son en prosa. ¿No lo ve usté así, doctor? Sin embargo, mis miedos, mi amor y mis sueños son poemas. Siempre extraños y caóticos pero poemas. Por eso no soy capaz de narrar algo que no conviva entre ambos mundos. Todos son uno y yo estoy encerrado en medio de toda esta obra y ¿de qué hablábamos..?

 

En sus neurosis comenzó a desarrollar un cuadro agudo de trastornos disociativos. La literatura era todo lo que envolvía su pensamiento. Comenzó a percibir el mundo de forma lingüística y a sustituir las cosas por sus nombres. Como algún estructuralista señalaría años más tarde los significados de las cosas fueron sustituidos por sus significantes y, por lo tanto, la noción de realidad fue cada vez más relegada a un segundo plano mental. Esta teoría se observa claramente en un fragmento de su última entrevista donde afirmaba: “Los rayos y las nubes y la lluvia y la noche que me acechan con frío y soledad no son una Tormenta sino la palabra tormenta”.

El 29 de agosto de ese mismo año fallecía víctima de intensas fiebres y delirios. “Si la poesía es nuestro refugio último estamos jodidos. La vida es prosa, sólo vulgar y sucia prosa”. El doctor Vargas Quijada declaró que en los últimos días de su existencia era incapaz de diferenciar los objetos y las personas que lo rodeaban. Los confundía con palabras, letras y signos de puntuación. Hablaba solo y declaraba ser consciente de que no era real sino un simple personaje de un relato de ficción. A su esposa llegó a decirle en aquellos febriles y póstumos días: Eres tan real, cariño. En su delirante percepción de las cosas, el propio autor de toda la existencia, tal vez, fuese él mismo.