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Antonio Joaquín Robles Soler, AntoniorroblesAntoniorrobles en el recuerdo

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Quien hoy, bajo las estrellas del cielo de Guadarrama (¿se podrá llamar así al que cubre esta sierra?), que viene a ser aprendiz de escritor, se ha venido en recordar al gentil escritor que vio la luz un 18 de agosto de 1895 (se acaba el siglo XIX), en la cercana villa de Robledo de Chavela; y cerró los ojos otro 23 de enero, de 1983; ya en la villa del Real Sitio de San Lorenzo del Escorial. Que no era otro que Antoniorrobles (Antonio Joaquín Robles Soler). Vino en ser hijo de un prestigioso médico (doctor Félix Robles), que ejerciera su profesión en la villa sanlorentina. Por lo que, como alguna vez manifestaría aquel infante, tendría como juguete el mayor que un niño pudiera tener, que no sería otro que el Monasterio que Felipe II construyera en estos lares, donde lo protegen de los cierzos estas cumbres del Guadarrama. Un buen amigo suyo, y tras los muchos años, de un servidor, a quien le hice de amanuense; porque sus torpes ojos ya atisbaban en muy poco la luz de estos contornos. Y tras de una larga década se pudo publicar por Anthropos y la Junta de Castilla-La Mancha, su obra en dos tomos: Cuadernos de Miguel Alonso; afirmó en la página 30 de la revista Anthropos (“Ramón de Garciasol: una poética de la otredad”, Nº 103, Madrid, diciembre de 1989): “La verdad es que sólo saludé por chiripa a don Alfonso” (Alfonso XIII), muerto en el exilio, uno de tantos miles españoles, Antoniorrobles —¡“Hermanos monigotes”, título ultrafranciscano, prosa de niño en perpetuo asombro!—, que vino a cegar y morir en España —¡tardes del Escorial!—, Manuel Andújar, nos contaba que don Alfonso, viendo el lucillo que aguardaba a sus restos en el Panteón de Reyes del monasterio escurialense, comentó con buen humor: “¡Ahí no quepo yo!”. Moría, como decíamos, en estos pagos, “el iniciador de la moderna literatura infantil española”. Como rezaba en un periódico nacional (El País, 24 de enero de 1983). En esa ciudad (San Lorenzo del Escorial), a la que consideraba la “más bella del mundo”; y a la que volvía tras 33 años de exilio; era un perfecto desconocido. (Lo era igual en el resto de España). No estaban editadas sus obras y los escritores más jóvenes no conocían sus obras. Solo en este silencio y olvido, amén de sus amigos (Manuel Andújar, Ramón de Garciasol, Ángela Figuera Aymierich, José Luis Abellán...), la escritora Carmen Martín Gaite le reconocía como “un escritor genial, irónico, tierno y surrealista”. Al año siguiente de su muerte, en la Biblioteca Municipal Infantil de Alcobendas, su amigo de transtierro y vecino después en la Calle de Juan de Leyva, de San Lorenzo; Manuel Andújar, pronunciaría la conferencia: “Antoniorrobles en el recuerdo”. Me regaló el texto de la conferencia (mejor dicho, se lo regalaría a mi hija Amanda el día de su nacimiento). Dos años después se publicó en el Instituto de Cultura de la Diputación Provincial de Jaén, dentro del libro Signos de admiración, págs. 63-65). Y, posteriormente, en 1995, en la Edición de Santos Sanz Villanueva (Manuel Andújar: Lares y penares), Asociación Cultural de Amistad Hispano-Mexicana. Fondo de Cultura Económica; no lo incluía. Amén de la dedicatoria, que no viene a cuento incluir; sí lo sería reproducir el texto íntegro:

Antoniorrobles en el recuerdo

“Amigos, niños de todas las edades, en armonía, de un solo corazón:

”Este año de 1984 se cumple, por el actual enero, el primer aniversario de ascensión a las nubes madrileñas de Antoniorrobles, que ha ido a conversar, interminablemente, allí, con Rompetacones y la bruja doña Paz y los diversos alabados seres que su ingenio alumbrara. De vivir, ¡cómo le hubiera complacido a nuestro Antoniorrobles hallarse junto a vosotros! Los ojos, tapiados por la ceguera, serenos los gestos y ademanes, sentiríais, como si le conociereis y quisierais de siempre, vencedor, él, del olvido. Y Antoniorrobles extendería las manos, temblorosas, hacia vosotras. Desgranaría, cual se hace con una mazorca de maíz de nutritiva pureza, los hermosos cuentos que os destinó, sentidos, pensados y redactados, compuestos para los niños de cualquier país, de cualquier tiempo, ahora puestos en el correo de los aires, para los chavalines de Alcobendas. No veía ya Antoniorrobles, y le mortificaba, las cosas, no distinguía las formas y rasgos de sus prójimos, los chiquitos, no podía contemplar la arquitectura majestuosa de su entrañable Monasterio de San Lorenzo del Escorial, no percibía el lenguaje canoro de los rostros, la suma de órdenes cósmicos que tanto amó. No escuchará más, en el verano, en su recoleto jardín, el vuelo y los gorjeos de los gorrioncillos, de los ‘gurriatos’, el rumor de la yerba cuando la brisa la ondula y acaricia, el mensaje de los árboles veteranos en la sombra estremecida que proyectan al anochecer. Antoniorrobles os hubiera divertido, compañeritos, con graciosas anécdotas, con el juego de una imaginación al propio tiempo inocente y traviesa. Hablaría, en confesión pública, de su notable, hermosa lucha para convertir las crueldades de algunos relatos que ‘otros’ destinaron a la infancia, en historias de bondad y fraternidad, ejemplares en el mundo de hoy, Él, nuestro Antoniorrobles, os hablaría, con el suave acento que solía imprimir a sus enseñanzas idealistas, idealizadoras, por vosotros comprendidas y compartidas, seguro estoy de ello. Vosotros, amiguitos, los débiles, podéis conquistar la concordia, la convivencia, que los ‘mayores’, los poderosos, entorpecen cuando no destruyen, enfermos de una mentalidad insana, mediante su proceder insolidario.

”Ojalá hablara, por mi palabra delgada, en esa unión, reunión, Antoniorrobles, como los railitos del tren nombre y apellido tó seguío... Pero no comentaré yo el desafuero de imitarle, de lo que también sería incapaz. Nuestro aquí y ahora homenajeado autor, máximo renovador y contribuyente de la moderna literatura infantil de habla castellana, no ha muerto, su espíritu vive en los libros, que os deleitarán por su sobria y asequible palpitación emocional, os acompañarán gracias al espíritu limpio y enaltecedor. Y existirán, cada vez más, sus obras, en vosotros, al igual que alentaron en los años de niñez que los “abuelos” añoramos. Y seguirán divirtiendo e impresionando a las generaciones que os seguirán, pues están inmunizados contra las trampas y espejismos de las modas, de las técnicas corruptoras. Antoniorrobles y su magnánima y recordada esposa, Angelines, no tuvieron hijos de hueso y carne. Pero él, por la ternura y cariño que le inspirabais, que siempre os profesó, ejerce una paternidad, sin fronteras, de almas y ánimas, que su escritura y temas ponen en relieve: ¡tan copiosa y rica y multitudinaria es su descendencia, que esta vez se afinca en Alcobendas!

”Creedme: Antoniorrobles fue un mago, casi le atribuiríamos facultades cercanas al don de los milagros: transformó en cordero al lobo, la maldad atribuida a las brujas en el sorprendente y grato fenómeno de que cada una de ellas encarnara su apasionado, quijotesco anhelo de paz. Cuando vivía transterrado en México, tituló ‘Columpio’ su diaria columna en el periódico Excélsior. Junquillo al brazo os invitaba a jugar, desde su eternidad, en ‘columpio’ donde cada uno de vosotros tiene su asiento y espacio reservados. Camina y andará en vuestras almas el infatigable ‘Rompetacones’. Pero Antoniorrobles, además de ser el maestro más amable, en la inefable asignatura del Colegio del Porvenir, la Fantasía, en el Reino de sus amenidades y gentiles ideaciones, murió por un amor que abarcaba, en su sentir de los ámbitos del mundo inmenso, a vosotros, criaturas, creaturas, a los perros, gatos y pájaros que lo adoraban, a la Naturaleza, flora y fauna, que es preciso defender y cultivar.

”Antoniorrobles fue un santo varón, rico en lecciones morales contra la discriminación de las razas, por el hondo entendimiento entre los humanos. Escribió: ‘El día en que todos hayamos aprendido a perdonar, ya no habrá que perdonar a nadie’. La sabia sentencia es aun más válida en nuestro país...

”Ya no subimos Ananda (esposa de Andújar, que aún vive en México) y yo, los sábados por la tarde, en torno a las siete rituales, la pina cuesta que conduce a su casa solariega en la calle Marqués de Borja. Aun nos duele más su ausencia-presencia, al sonar las campanas de esa hora y en tal jornada. Tremendo vacío. ¡Fueron tantos años de pláticas confortadoras, de intercambiar ilusiones!

”Vosotros, niños de todas las edades y de un solo corazón generoso, niños de Alcobendas, sois más afortunados: en sus cuentos, siempre lozanos y conmovedores, Antoniorrobles, jardinero del bien y de la esperanza, os aguarda. ¡No dejéis de acudir a la cita!

”Manuel Andújar”.

Otro día, con más tiempo, con mejor tiempo seguiremos bajo este manto de estrellas que abarca este pueblo serrano, trayendo si alcanzamos a ello, otras historias que contar de quienes con sabio y docto talento han hecho que este oficio silencioso y a prueba de desdén, refulja allende las fronteras patrias. En esta jornada nocturna se nos ha venido a la memoria la imagen bonachona de Antoniorrobles. Es conveniente para la memoria traer, de vez en cuando, recuerdos de quienes han puesto, en su manera de entender la vida, otra manera, en este caso: Los Sueños. Otro creador de éstos, el sin par Álvaro Cunqueiro, recordaba: “En la aspereza de la vida cotidiana, soñar es necesario, y perder el más grande de los ensueños es perder el más grande de los tesoros del mundo. Cuando yo escucho, en alguna aldea nuestra, hablar de tesoros, creo que en nuestra pobreza todavía somos ricos...”. Bajaremos este manto con estrellas y nos iremos al sueño, igual mañana, con el alba, un nuevo día nos traiga buenas nuevas.