Entrevistas
Rodolfo Häsler
La obra de cada poeta es resultado de su vida

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Rodolfo Häsler
Rodolfo Häsler: “Me nutro de la poesía de los demás”.

Rodolfo Häsler nació en 1958 en Santiago de Cuba y desde niño vive en Barcelona. Estudió letras y se dedica a la traducción. Ha publicado los libros de poemas Poemas de arena (1982), Tratado de licantropía (1988), Elleife (1993), De la belleza del puro pensamiento (1997), Paisaje, tiempo azul (2001) y Cabeza de ébano (2007), así como Antología personal (2005) y Antología de Tenerife (2007). Ha obtenido el premio Aula de Poesía de Barcelona y la beca de la Oscar B. Cintas Foundation de Nueva York. Ha sido incluido en diferentes antologías de poesía y ha sido traducido al macedonio, francés, inglés, portugués, italiano y alemán.

—Rodolfo, ¿cuándo y por qué empiezas a escribir poesía?

—Empecé a escribir entre los diecinueve y los veinte años, aunque algo que todavía no tenía forma de respuesta pero sí de inquietud, impulsado por una fuerza mayor, y es un modo primero de conocer ciertas respuestas que con la lógica no tienen explicación. En mi caso creo que uno se ve repentinamente escribiendo, y como también es un disfrute, se acaba convirtiendo en un modo de ver y comprender la vida.

—¿Qué poetas son tus referentes y cuáles son tus autores de cabecera?

—Han ido cambiando con los años. Desde luego, primero uno lee a los poetas que va encontrando en la biblioteca familiar, a los poetas que se estudian en la escuela, y de esa primera sorpresa uno comienza una ruta de descubrimiento. Como todo en esta vida, una cosa lleva a la otra. De la poesía española, francesa primera, fui descubriendo y ampliando, sin tener nunca preferencias claras. Siempre he sido alguien a quien la sorpresa le ha abierto muchas puertas. Descubrir y dejarse deslumbrar es una de las experiencias más gratificantes de esta vida. En este momento me produce muchísimo placer el descubrimiento y la lectura de poesía latinoamericana, y en mis viajes a festivales y encuentros de poesía aprovecho para ir profundizando en el tema.

—Tu poesía se nutre de una gran gama de imaginarios urbanos, idiomáticos, políticos, sociales, culturales muy diversos, ¿qué me puedes decir al respecto sobre tu propia poética?

—La obra de cada poeta es resultado de su vida. Y la mía desde luego que es bien especial. Mi padre era pintor, suizo-alemán, con todo el bagaje cultural que eso conlleva. Su sensibilidad y temperamento me han marcado desde niño. Y la pintura creo que es la materia que tengo como punto de partida. De manera natural mi escritura pasa primero por la experiencia del color y la materia. Mi madre es cubana, yo nací en Cuba, y eso es importantísimo para mí. Una forma de ver y ser, y los recuerdos, tan importantes, de una infancia junto al mar, son un tesoro que vive en mi memoria. Vivo en Europa, y eso también me ha aportado otra mirada.

—Sé que vives en España hace más de diez años y sé que eres un gestor cultural aparte de poeta. ¿Cómo se vive y se gestiona espacios para la poesía y otras manifestaciones en España?

—Vivo en España desde los diez años, desde 1968, no desde hace diez años. Mi vida ha transcurrido aquí, aunque Suiza, el país de mi padre, ha sido fundamental en mi formación, desde esa edad hemos pasado navidades y veranos con la familia paterna, he aprendido alemán y francés en la escuela, he estudiado allí. La verdad que a la pregunta de un posible origen siempre he de detenerme y pensar antes. Pero eso es una gran suerte, y es además el camino que toma el mundo en el futuro. He participado en proyectos que tienen que ver con la poesía, ciclos de lectura, revistas, pero siempre guardando una independencia y sin ser jamás un experto en nada.

—Pienso que tu generación (cubana y del continente) todavía no goza de la apertura y del conocimiento real que deberían tener sus poéticas. ¿A qué se debe esto?

—Creo que Cuba, junto a México, Chile, Argentina, tiene una gran tradición poética. En general todo el continente tiene una efervescencia poética sorprendente, lo que me hace creer que la poesía más interesante se está escribiendo allá. Si uno mira lo que se escribe en el Perú, en Venezuela... Es sorprendente y maravilloso. Pero hay un enorme problema de distribución de los libros publicados. A pesar de eso los festivales y los encuentros sirven sobre todo para paliar esa carencia. Y bueno, cuando a uno le interesa un tema y dedica su energía a conocer, acaba descubriendo, y luego acaba hasta viniendo a ti.

—Si tuvieras que dar un mapa poético actual para tratar de entender los procesos y la poesía contemporánea de tu país, ¿quiénes serían y por qué?

—No me atrevo ni quiero hacer eso. Trato de conocer, en la distancia, lo que se ha escrito y lo que se escribe en Cuba, pero no puedo destacar nombres porque no estoy allí y no puedo tener una idea exhaustiva del asunto.

—He escuchado en numerosas ocasiones que supuestamente la poesía sólo la leen y la consumen los mismos poetas, ¿crees que es así? ¿Cómo crear mecanismos para que la poesía llegue a otros sectores de la sociedad, pero sin que pierda su parte radical o subversiva?

—Los poetas leen poesía, o casi todos, yo por lo menos es lo que más leo. Es normal que exista esa curiosidad. Yo me nutro de la poesía de los demás, soy un voraz lector de poesía. Pero la poesía exige un esfuerzo de concentración, y el disfrute además llega después de una cierta familiarización, después de leer y leer, y eso es algo muy personal. Es muy positivo que en la escuela se familiarice a los chicos con la lectura, siempre hay quienes descubren ese camino y lo siguen, pero imponer, obligar, no tiene sentido. Como todo lo importante, es un camino de elección personal y solitaria.

—¿Actualmente en qué proyectos literarios estás?

—Acabo de terminar una antología de la poeta boliviana Blanca Wiethüchter para una editorial de México y estoy escribiendo, en ese momento en que los poemas van tomando más o menos cuerpo, pero ninguno está terminado, y nada tiene forma de libro.

 

Visión del cálamo

A Blanca Andreu

Me hallo en un esmerado jardín
con dos cipreses lanceolados, un melocotonero
en flor y una fuente. En su perfección lo tomo
por un huerto persa. Mientras contemplo
ensimismado la eclosión de una rosa
una voz me devuelve a la belleza del vergel,
una extraña voz, voz hermafrodita: toma el cálamo
y escribe, toma el cálamo y escribe cuanto sabes.

 

Visión del mercado

A Conchi Jubany

Lo único que nos detendrá, te dije, será la visita
al mercado de Algeciras.

El mar, que aparece sin ser visto,
es un reino de fuerza que se asienta en la cabeza
y tiene el color potente de una aguamarina.

Recorremos un camino de aceitunas moradas,
limones cortados que salpican el rostro,
cestos de higos secos que esconden el áspid,
carne de pez espada donde gime el corazón.

Poco antes de abrir los ojos
el gesto de tus manos entre el pescado
me eleva en el espacio con la plenitud
de un ángel sobreviviente.

 

Visión de Venus

Complacido voy de la mano de dos hacia una cama destendida
que acoge entre sus pliegues un libro de cuyo autor
no alcanzo a leer el nombre. Compagino seducción y poesía
y ese pensamiento súbito me enciende.
Oh trajín de la carne oh tarde de lectura, no sé qué puede más,
dónde reposar la yema de los dedos mientras permanezco desnudo,
y al rato, uno de los tres, en completa entrega y lengua salaz
recita un poema de Blanca Varela. El poder de la voz
es tan turgente que a la vez nos acucia el sueño del orgasmo.
A diestra y siniestra potros y hogueras. Cadenas, azufre y humo.
Una vez satisfecho el mandato de Venus
me provoca el deseo de un diálogo jadeante,
tres lunas enlazadas que preñan el espejo de la estancia
donde multiplicar la perecedera entrega de la carne
hasta que dejo de existir, y renazco, un poco más allá,
mientras la carne inquieta se serena y el oído queda satisfecho.