Entrevistas
“Callejones de Arbat”, de Antonio Álvarez Gil
Antonio Álvarez Gil (Melena del Sur, Cuba, 1947) reside desde 1994 en Estocolmo, Suecia. Su obra discurre de manera paralela a su vida y refleja los conflictos y avatares de su pueblo, tanto en la isla como en su ya largo peregrinar por el mundo. Ha publicado doce libros en Cuba, Uruguay, Puerto Rico y España. Entre sus múltiples galardones se encuentra el Premio Vargas Llosa de novela de 2009 por la obra Perdido en Buenos Aires. Entre sus libros más importantes se encuentran Delirio nórdico (2004), Nunca es tarde (2005), La otra Cuba (2005), Concierto para una violinista muerta (2007), Después de Cuba (2009) y Perdido en Buenos Aires (2010). Álvarez Gil figura en varias antologías del cuento contemporáneo. Cuentos y artículos suyos han aparecido en publicaciones de España, Italia, Suecia, Estados Unidos y Latinoamérica. Es miembro de la Asociación de Escritores de Suecia.

Callejones de Arbat puede adquirirse en Amazon y en Barnes & Noble.

Antonio Álvarez Gil
“Nadie es completamente objetivo en su arte”

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Un periodista cubano, empleado en una organización internacional relacionada con el ex campo socialista europeo en Moscú, trabaja en un libro sobre poetas rusos de la primera mitad del siglo XX. Investigando sobre sus vidas y obras conoce de injusticias cometidos contra ellos. Pero alguien se entera de la existencia de este trabajo, y los representantes de Cuba en Rusia se hacen de una copia. A partir de este momento, el escritor caerá en problemas. De esto trata Callejones de Arbat, la nueva novela de Antonio Álvarez Gil (La Habana, 1947), quien cuenta con novelas como Delirio nórdico (2004), Concierto para una violinista muerta (2007) y Perdido en Buenos Aires (2010), entre otras.

—El tiempo y el espacio de Callejones de Arbat...

En Moscú, en 1990. Por entonces la perestroika había comenzado a erosionar los pilares que sustentaban al régimen totalitario en la antigua Unión Soviética, provocando, entre otros efectos, una cierta apertura en los mecanismos que regían los destinos de la sociedad.

En las páginas de los principales diarios y revistas aparecían continuamente reportajes que ponían al descubierto el siniestro entramado de la represión sobre los artistas e intelectuales en las décadas anteriores, e incluso posteriores, a la muerte de Stalin.

Como no podía ser de otro modo, los ecos de la perestroika soviética se sintieron muy pronto en las naciones europeas pertenecientes al llamado campo socialista.

Todo aquello terminó con la caída del muro de Berlín.

—En tu novela el protagonista investiga sobre algunos poetas de la Edad de Plata de la literatura rusa...

Aparecen Anna Ajmátova, Boris Pasternak, Marina Tsvetáyeva y otros grandes escritores reprimidos por Stalin y censurados en la Rusia de entonces.

Pero hay también referencias a El maestro y Margarita, la extraordinaria novela de Mijaíl Bulgákov. En la trama de Callejones de Arbat esta obra de Bulgákov es puesta en escena en un imaginario teatro de Moscú. En ese contexto, el periodista cubano vive un intenso romance con una actriz hispano-rusa que interpreta el papel de Margarita en la pieza. Los amantes parecen desdoblarse y confundirse con la pareja de enamorados de la sátira de Bulgákov.

—¿Cuánto de ficción y cuánto de realidad?

Los hechos históricos son reales, tomados de mi experiencia vital. Pero también de libros o documentos contrastados. En cambio, la trama misma de la novela, los personajes y sus historias, así como las situaciones que viven o atraviesan son producto de mi imaginación.

La ciudad de Moscú y los escenarios de la ficción sí corresponden con los reales. Al menos como eran éstos en la época del relato.

—¿Y por qué has elegido este título, Callejones de Arbat?

Por el papel que desempeña aquí la novela El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov.

Quien haya leído esta obra sabrá que se desarrolla en una zona de Moscú muy cercana a los lugares donde transcurre la acción de Callejones de Arbat. En particular, la casa del maestro, en la ficción del autor ruso, se encuentra en uno de los callejones de la región de Arbat, que es un barrio de Moscú que yo conozco muy bien, y en el cual quise ubicar los principales escenarios de mi novela.

Además, como he dicho más arriba, la actriz que es coprotagonista de mi historia actúa en una imaginaria puesta en escena de la novela de Bulgákov. Y en general, los héroes de mi ficción leen con gran devoción el texto del escritor ruso.

Por otra parte, los personajes de El maestro y Margarita son la última visión que tienen los protagonistas en la escena final de mi novela.

Por último, Mijaíl Bulgákov es uno de los escritores que en su momento fueron proscritos y marginados por el régimen soviético. Y por eso he querido rendirle una especie de homenaje en estas páginas.

—La idea de esta nueva novela...

La idea que subyace en el fondo de esta novela es la de mostrar algunos aspectos del conflicto que ha existido, y existirá siempre, entre la élite gobernante en los países de régimen totalitario y los artistas e intelectuales que se atreven a mantener su propio discurso ideológico, y en ocasiones estético, frente al estipulado por la política cultural oficial, y las normas imperantes en el país.

Si los artistas no se avienen a los requerimientos del poder, si no se incorporan al coro de los incondicionales al líder de turno, son suprimidos de la escena pública. Y, si persisten, pueden llegar a ser aplastados física o moralmente.

Tampoco es raro verlos condenados al silencio, el ostracismo, la reclusión y, con frecuencia, obligados al exilio, según los tiempos que corran y la suerte, ¡o la mala suerte!, del “culpable”.

Antonio Álvarez Gil
Antonio Álvarez Gil.

—¿Expectativas..?

Mis expectativas son altas, como me ocurre generalmente con cada libro que termino. Cuando me enfrento a la escritura de un texto lo hago siempre pensando que se trata de mi obra mayor, de la definitiva.

Luego el resultado es el que es, y unos libros son más apreciados que otros, algo que a veces depende de ciertos factores extraliterarios, como la casa que los saca a la luz, la inversión realizada en su lanzamiento y promoción o algunos otros mecanismos de carácter más bien económico.

En el caso de esta novela, debo decir que desde el inicio fui muy ambicioso con ella, tanto en su planteamiento como a la hora de llevarlo a la práctica. Me puse metas muy altas, dada la importancia del tema y lo cercano que lo siento.

Antes de sentarme a escribir realicé un enorme trabajo de investigación, traduje textos del ruso y me leí o releí un número importante de obras de los poetas y narradores de la llamada “edad de plata” de la literatura rusa. Luego me sumergí en la escritura de la trama con una pasión y dedicación extremas.

Y así trabajé durante varios meses, hasta que estuve satisfecho con el resultado final.

Pero con la última escena del libro terminó mi responsabilidad como escritor. Ahora las cosas ya no dependen demasiado de mí. Seguramente serán otros los encargados de decir la última palabra sobre la novela.

En cuanto a su alcance, es difícil predecir cómo funcionará el libro en el mercado, qué dirá la crítica, qué aceptación tendrá entre los lectores: tanto cubanos como de otras nacionalidades.

Algunos escritores y críticos amigos que han tenido la oportunidad de leerlo me han reconocido sentirse conmovidos por el texto. Algo similar me ha dicho la editora de Terranova Ediciones, que, por cierto, piensa hacer una gran campaña de promoción en Puerto Rico y el resto de los Estados Unidos.

Más allá de esto, es difícil decir qué ocurrirá con Callejones de Arbat.

—Por el momento solo se puede leer en formato digital, pero ¿para cuándo podría estar editada en papel?

Según los editores, dentro de unos pocos meses podrá adquirirse también la versión en papel. No tengo, sin embargo, la fecha exacta de este evento.

—¿Crees que esta novela pueda ser leída por los lectores de dentro de la isla, si en verdad se produce una apertura, o tolerancia literaria entre “ambas orillas”?, refiriéndome al pasado debate en la Uneac. ¿Lo ves como otra utopía, o como una probabilidad cercana?

La novela puede ser leída por cualquiera que sienta interés por el tema. Yo la escribí sin prejuicios de ningún tipo y espero que así sea recibida por los lectores, cubanos o no, tanto si residen en la isla como en el exterior. Otra cosa es que no veo muy probable que sea publicada en Cuba. Al menos en un futuro cercano.

—Una última pregunta: Mario Vargas Llosa afirma que “la autenticidad o sinceridad del novelista está en aceptar sus propios demonios y en servirlos a la medida de sus fuerzas”. Partiendo de esta idea, ¿cómo Antonio Álvarez Gil acepta sus propios demonios y los coloca a favor de la literatura?

Yo pienso que esas dos palabras que mencionas son esenciales a la hora de proyectarse en la vida, no sólo en la literatura. Sin ellas las personas nunca serán bien acogidas en ningún lugar.

Hay que tratar de ser siempre mejores, de superarse continuamente y de saber elevarse desde los propios defectos y errores. Pero también hay que saber presentarse como quien uno es, y no como aquél que nos gustaría ser y que en realidad no somos. Pienso que si uno va por el mundo ejerciendo de algo que en realidad no es, nunca será tomado en serio, ni como escritor ni como ser humano.

Ahora, si por demonios se entienden las vivencias personales y las preocupaciones éticas y estéticas del escritor, el modo de ver y apreciar la realidad de su país y del mundo, pues es natural que empleemos esos demonios en la construcción de nuestra fábula. Usamos toda la información de que dispone la memoria, todo el bagaje de diversa índole que vamos acumulando a lo largo de la vida. Así es, al menos, en mi caso concreto.

En cada obra que escribo, e incluso en cada artículo que publico, va mucho de mí, de mis experiencias personales y de mi propia sensibilidad artística y humana en general.

El escritor tiene la facultad de crear mundos a la medida de sus fuerzas y sus deseos, de su apreciación sobre el tiempo en que vive y la realidad que lo rodea. Pero le es imposible escribir sin trasvasar al texto los juicios y opiniones que alientan en su mente. De un modo u otro, en su obra está presente no sólo aquello que desea proclamar en público, sino también lo otro, lo que no está explícito pero que llega igualmente hasta el entendimiento del lector. Y, en mi opinión, con un alto grado de parcialidad.

Nadie es completamente objetivo en su arte. Siempre, y no sólo en el mundo presentado y en los caracteres de los héroes que creamos, sino también en cualquier artículo, en cualquier argumento que se esgrima, cosa que se escriba o respuesta que se dé en una entrevista, ahí estarán presentes nuestros propios demonios, como los ha llamado Vargas Llosa.