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“Mekong”, de Hebert AbimoradUn viaje fluvial por la conciencia fragmentada
Prólogo de Mekong, de Hebert Abimorad

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“aquí se asoma la vida sobre el bosque”.
H.A.

Mekong es un viaje por el río, por los diferentes y “exóticos” paisajes que se describen con puntillismo casi impresionista (“exóticos” para la mirada occidental, claro), por la hospitalidad de los niños, de los chamanes, de los hombres y mujeres que acompañan, saludan o reciben a los viajeros.

Mekong es además, y por sobre todo, un viaje estético, una experiencia en la ruta aguada del lenguaje, un viaje exploratorio por entre los meandros de la sintaxis, del léxico, de la lengua propia y de las lenguas del lejano oriente visitado. Es en ese sentido que este libro es un corte y una continuidad, ya que si algo caracteriza o singulariza a la poética de Hebert Abimorad es su voluntad de experimentación, su gusto por explorar la palabra y extremar sus posibilidades, su insistencia en “probar” el juego visual, la disposición gráfica, el diseño estrófico en la página del poema. Por otra parte, al universo poético del uruguayo radicado desde hace muchos años en la ciudad de Gotemburgo (Suecia), nada le es ajeno, ni indiferente. Más aun, en ese territorio de escritura que ya lleva varias décadas construyéndose en un corpus literario que la crítica debería atender con mayor detenimiento, pareciera ser que todo (o casi todo) es poetizable: el sonido del celular en el paisaje agreste, “una camiseta del Barcelona” como incrustada en un escenario imposible, los cascos de los motoristas precavidos, la maravilla de los templos, el napalm o los cráneos que avisan del genocidio.

Cuando leemos este último libro de Abimorad sentimos que el río fluye, que la escritura poética fluye, que el lector fluye por entre la red acuática de versos, por las costas de estos poemas breves, fragmentarios, sinuosos, elípticos, sincopados. Tampoco estas estrategias compositivas son ajenas al programa estético del autor: ya la hemos visto en su reciente Hermatario (escrito, al parecer, por Silvestre del Bosque) Malena y ciber, en las diferentes series de sus “poemas frugálicos” (o “frugalías” como prefiero denominarlos), ya sea escritos por Abimorad o por sus alter egos, sus heterónimos que lo obseden y conviven confortablemente con el poeta.

Mekong no supone un libro como mero resultado de un viaje por el río homónimo. No estamos en presencia de un trabajo de escritura turística con pretensión literaria. Mekong constituye un proyecto estético complejo que apuesta a la unidad y a la diversidad, a la mirada fragmentada de un mundo fragmentado. Asimismo corre, tras el viaje, un trasfondo ético, político, histórico. Circulan allí historias de dolor y caos, del horror que ha podido “construir” la zona peor de la naturaleza humana. Horror maquillado en causas políticas, en guerras “necesarias”, verdaderas masacres de pueblos que aún siguen atónitos ante el desastre, más allá de que, como lo expone el propio hablante lírico, sus vidas continúan, en ambas márgenes del río, en medio de las marcas y las heridas de la historia peor.