Letras
Tres relatos

Comparte este contenido con tus amigos

Death in two legs

Laura viste un bikini rojo y se aproxima a la alberca de un hotel muy concurrido. Los hombres presentes unifican miradas para verla como si quisieran desnudarla.

Ella siente que la devoran con los ojos y se oculta tras una toalla abandonada en el piso antiderrapante.

Los testigos abuchean, baten palmas y silban mientras miran a la mujer desaparecer entre las plantas que recrean una selva. Los más aventurados suponen que no volverá, pues se le veía angustiada e incómoda. Algunos bañistas lamentan haber sido admiradores tan burdos e impacientes. Simples acechadores de banqueta incapaces de capturar una presa tan apetecible. Intercambian miradas hambrientas. No pueden ocultar el mal humor y el desprecio provocado por los compañeros de balneario y cacería.

Dos horas transcurren sin apariciones suculentas. El aburrimiento agobia a los hombres desparramados bajo el sol implacable. El personal de servicio va y viene entre ellos para llevarles bebidas alcohólicas y platos previos a la comida.

Tapas, botanas y picadas revelan el ambiente cosmopolita creado por los comensales empeñados en saciar el apetito insubordinado por tanto sol y tanto trópico de sol enrojecido.

Laura los sorprende un rato después. Ahora se muestra sobre sandalias altísimas en vez de las chancletas abandonadas en la habitación cercana y el bikini luce más breve. Los hombres apuran tragos, abandonan esposas, hunden el vientre, se humedecen los labios y lanzan miradas más hambrientas que en el primer encuentro.

Laura no se abochorna y camina sin prisa iluminada por el sol que se encuentra en lo más alto del cielo.

Los tacones repiquetean ritmos primitivos como si una legión de batidores africanos iniciara una persecución entre la jungla.

Laura dibuja sonrisas a su paso. Gira una vez y gira dos veces antes de comenzar a bailar ante los hombres que la miran con ojos tan abiertos como las bocas ansiosas por aproximarse al cuerpo bellísimo.

La mujer se manifiesta en movimientos cada vez más sensuales. La única parte de su cuerpo que no parece moverse es la mano derecha apretujada en torno de un frasquito de vidrio. Laura baila hasta advertir espuma sobre los labios del bañista más cercano. Él parece excitado. Ella sonríe maliciosa, el hombre babea absorto. Laura abre el dispensador de donde extrae varias tabletas de arsénico para engullirlas al instante sin un sorbo de agua.

El baile se intensifica ante la multitud incapaz de pensar en las consecuencias mortales del apetito colectivo.

Los hombres no dejan de relamerse los labios.

Ávidos se agitan mientras saborean el último giro de la belleza devorada sin pudor alguno.

Laura se desploma y el derrumbe crece hasta volverse colectivo y doloroso.

Los sobrevivientes advierten un aroma de almendras imponiéndose al cloro habitual de la alberca.

 

Globalizaciones

De las alcantarillas surgen bocanadas de aire pestilente en los días angustiosos de la canícula. El calor las arrastra por la ciudad hasta combinarlas con otras emanaciones tóxicas. Algunas mezclas producen nubes coloridas aptas para payasos y uno que otro extravagante loco por la moda. Otras formas parecen reservarse para las personalidades más discretas. Entre estas últimas abundan las tonalidades grises y cabe señalar que la mayoría de las veces asumen comportamientos irreprochables.

No faltan los vahos de aspecto ambiguo imposibles de clasificar. Lo mismo se perciben como flores pantanosas que como juguetes estrafalarios. Van y vienen más ansiosos de divertirse que de extender sus malos efectos. Otros miasmas asumen su capacidad contaminante con indiferencia y se limitan a resoplar como las chimeneas de las fábricas desde los días de la Revolución Industrial.

Diversos vapores convocan al espanto. Sin sutileza asumen formas monstruosas. Los más traicioneros aparentan ser globos destinados a una fiesta infantil. Estallan de pronto para ahogar a sus víctimas como si no les importara convertir a la tierra en un yermo. Se sabe que un grupo de efluvios retrógrados no vacila en asumir la forma de un ombú en diversos espacios de la capital, incluso en Europa o Asia donde no habían sido vistos con anterioridad. Parece agradarles la confusión que despiertan entre biólogos, botánicos e ingenieros agrónomos al no saber incluir esta rara especie entre los árboles, los arbustos o las hierbas gigantes. De todos modos crecen hasta alcanzar los veinte metros de altura desde donde regalan sombra, pero nunca frutos ni madera buena para tallar una pipa, no digamos una escultura un poco más complicada.

Un investigador afirma que tarde o temprano estallarán como todo personaje baldío condenado a la extinción de la raza humana en cualquier historia repleta de humo y reiterada extravagancia.

 

Espacio patafísico

Altura para distanciarme de ti es lo que necesito. Bastará siempre y cuando no repliques mi rumbo. En algunas posibilidades tendré que desplazarme en otras direcciones. Arriba, abajo, hacia los lados. En realidad no me importa hacia dónde; siempre y cuando sirva para restablecer la soledad donde me encontraba antes de conocerte. Decir altura no tuvo intención ofensiva ni aires de superioridad. Pude haber dicho que necesitaba ir hacia el norte o a un infinito confín de la galaxia. Pude emprender un descenso hacia las profundidades de mi sinrazón para dejar claras mis intenciones de abandonarte sin añadir lastimaduras, porque supongo que todas las ausencias duelen. Tal vez pronuncio demasiadas pistas en vez de partir en silencio como lo hacen aquellos que se alejan para siempre.

No pretendo emprender un movimiento rotativo, apenas anhelo marcharme seguro de que no voy a regresar. Debería descubrirme seguro de mis pensamientos y no logro romper el encantamiento que me mantiene aquí. Es como encontrar las tres dimensiones repletas de tus imágenes. No todas duelen y mi semblante ajado titubea al descubrirme festivo en otras realidades. No son las escenas más abundantes, pero más allá de las ocasiones enturbiadas por la tristeza, la rabia o los malos entendidos predomina la calma. Me pregunto si huyo de la paz, pero me respondo que puede ser tan nociva como los combates emprendidos en nombre del romance. Afirmo y desmiento con un afán más creativo que demoledor. Pospongo la ausencia. Te nombro y pienso en la altura que necesito para aproximarme a ti.