Artículos y reportajes
José Ovejero
José Ovejero.
Para amar hay que tener historias que contar

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El premio Alfaguara de novela 2013, La invención del amor, de José Ovejero (Madrid, 1958), es una novela que trabaja la irracionalidad del amor, la forma casi accidental en que nos enamoramos, y la dosis de imaginación que se requiere para enamorarse. Esta es la historia de Samuel, quien recibe una llamada telefónica un día para decirle que Clara, la chica a la que supuestamente ama, ha muerto en un accidente de tránsito. A partir de ahí se empieza a dar una serie de situaciones a veces un tanto ridículas, a veces fortuitas, en las que termina enamorándose de Carina, la hermana de la chica muerta. Como casi todos los premios Alfaguara, esta viene a ser una novela un poco light, comercial, entretenida, de fácil lectura, correcta políticamente y lo suficientemente interesante para satisfacer a numerosos lectores; pero ésta es también una reflexión sobre la construcción de la realidad y de la ficción, y cómo el amor, el sentimiento más auténtico de los seres humanos, puede ser también una producción verbal y discursiva, puede ser una ficción.

La novela empieza con una noche de parranda y borrachera en el departamento de Samuel. Un grupo de amigos se encuentran hablando sobre la situación de España y sobre la situación del mundo. Un grupo de personas de clase media, un poco conformistas y medio críticos de la situación mundial. Personajes más o menos buenos, más o menos mediocres, que trabajan de lunes a viernes y se reúnen los fines de semana para divertirse un rato desde la terraza de Samuel. Una terraza que permite ver Madrid: el cerro de Los Ángeles por un lado, la Sierra de Guadarrama por el otro, Vallecas hacia el este: es decir, tiene una vista panorámica de la ciudad, lo cual viene a ser significativo en la presentación de este personaje que inmediatamente después va a recibir una llamada de una persona que no conoce. Tenemos por un lado entonces una terraza, un espacio que nos permite ver toda la ciudad panorámicamente, y por el otro lado un mundo en el que Samuel se va adentrando, donde no puede ver nada, donde él no sabe nada, y donde básicamente tiene que inventar las historias que cuenta. Este es un punto muy importante en la novela: la invención de la realidad. Los ocasionales subtítulos a lo largo de la novela nos revelarán precisamente ese elemento: los personajes según tal persona, Clara, según Samuel. La relación entre realidad y ficción es un tema ampliamente estudiado y discutido. Léase por ejemplo Fictional and Historical Narratives, de Lubomir Doležel, o Mentiras verdaderas, de Sergio Ramírez. Sabemos que hay varias realidades y que las ficciones siempre se nutren de la realidad. Sabemos que hay ficciones que quieren imitar la realidad lo más fielmente posible, y sabemos que hay ficciones a las que les importan poco la realidad. Los lectores tenemos la obligación de discernir qué tipo de “suspension of disbelive”, según la famosa frase de Coleridge, para ser lectores ideales de la obra. Porque, como afirma Umberto Eco en Sulla letteratura (Milano: Bompiani, 2002), “Il mondo della letteratura è un universo nel quale è possibile fare dei test per stabilire se un lettore ha il senso della realtà o è prenda delle sue allucinazioni” (14). Esta novela sin embargo nos enfrenta a la realidad alucinada, a un universo donde errores fortuitos cambian el destino de los protagonistas, y donde éstos asumen esos cambios a conciencia.

Cuando suena el teléfono Samuel está borracho y adormecido, por lo tanto su enfoque en la realidad es ambiguo, se encuentra en un mundo de irrealidad, un mundo de sueños y de confusiones. En esa llamada telefónica entonces está el principio generador de la novela. Un tal Luis que llama a Samuel y que le dice: “Lo siento, lo siento mucho, Samuel... Clara. Esta tarde. Hace un rato. Joder, no sabes cómo lo siento” (16 in passim). Y a partir de ahí entonces Samuel empieza a preguntarse quién es esta Clara, tratando de hacer memoria, tratando de recordar. Y nos dice el narrador-personaje: “Antes de irme a dormir necesitaría escuchar esa historia que no es la mía, precisamente para que también sea la mía, igual que leemos una novela para añadir historias a nuestra vida, historias que por dramáticas que sean resultan inocuas, pensamos, porque no pueden afectarnos en la realidad. Quiero saber quién es Clara, y qué ha hecho, qué relación me unía con ella y por qué voy a sentirlo” (16-17). Como si fuera un amnésico, Samuel se lanza en un descubrimiento de su pasado. La curiosidad o la intriga lo llevan a aventurarse en una empresa que como las de Don Quijote parece bastante descabellada y absurda.

Samuel trabaja en una tienda de materiales de construcción, un trabajo que en realidad no le importa mucho. Es accionista minoritario de la compañía y el socio es su mejor amigo de la universidad. Hace su trabajo justo y necesario, pero tampoco se esfuerza mucho ni le entusiasma, por lo tanto tenemos a un personaje un poco aburrido de su vida. Ha tenido algunas relaciones amorosas, algunas amantes, pero tampoco ha establecido ninguna relación duradera y estable. No ha tenido ni quiere tener hijos, y prácticamente su vida es bastante vacía y abúlica, como la de un observador que está en la terraza viendo una panorámica de Madrid, sin involucrarse mucho en la vida de la ciudad ni comprometerse con ninguno de los problemas de la vida. Es en este contexto que tenemos que ver entonces la problemática de una llamada telefónica como la que ha recibido Samuel. ¿Qué podemos hacer ante una situación como esta? Lo más normal sería decir número equivocado y colgar el auricular. Se acabó el problema. Sin embargo Samuel opta por seguir la historia, por presentarse en el tanatorio donde están velando el cuerpo de Clara, y empieza a enfrentar una serie de situaciones de las que en realidad no sabe absolutamente nada. Lo primero es una bofetada del esposo de Clara que sabe que es el amante con quien su esposa ha estado manteniendo una relación en los últimos tiempos. Lo segundo es la desaprobación de todos los familiares y los amigos presentes en el funeral. Y lo tercero es la conversación que tiene con la hermana de Clara, Carina, con quien empieza a partir de ahí una amistad y una serie de conversaciones que serán el cuerpo de la novela.

“La invención del amor”, de José OvejeroCarina Álvarez, la hermana de Clara, resulta ser una persona similar a Samuel. La hija mayor de la familia, todavía vive en casa de sus padres, tampoco se ha casado ni ha tenido hijos. Una persona que ha sido siempre correcta, que ha sido buena hija, que ha sido formal, es decir, otro ser mediocre y común al igual que Samuel. Personas con cierto éxito, con estabilidad, con tranquilidad, pero que no tienen nada especial en su vida. Lo más interesante de la novela es la forma en que el protagonista empieza a fantasear con la chica muerta. Clara se convierte en una presencia que está representada en la fotografía que Samuel robó en el tanatorio, y que lleva con él a todos lados. Como dice el narrador: “Me estoy acostumbrando a llevarla allí donde me encuentro, a tenerla cerca, a contemplarla una y otra vez como si quisiera constantemente adentrarme en el recuerdo de algo que nunca sucedió”. (43) Ahí está la esencia de la figuración que se lleva a cabo en la novela, “adentrarse en algo que nunca sucedió”, profundizar en la ficción, generar el discurso de un recuerdo inexistente, recordar lo que no ha sucedido, inventar el pasado al decirlo. Me parece que es ahí donde radica el mayor valor de esta novela, en la confianza que hay en el lenguaje como forma de inventar la memoria.

La obra de José Ovejero se caracteriza por su simplicidad, por la elegancia de sus ideas y la forma clara y directa de decirlas, pero hay siempre una invención de la historia, un recuerdo de eventos que no sucedieron o de los que no se está muy seguro. En Escritores delincuentes (Alfaguara, 2011), por ejemplo, Ovejero narra las historia de una decena de escritores que pasaron por la cárcel y escribieron sus obras en prisión. En estos ensayos el autor profundiza en las posibles razones por las que estos delincuentes terminan convirtiéndose en escritores, y narra sus vidas con la intención de explicar cómo y por qué llegaron a delinquir y a escribir. En cierta forma cada uno de estos escritores delincuentes reinventa su biografía para justificar su crimen y narra sus hazañas para inmortalizar su vida. En Nunca pasa nada (Alfaguara, 2007) tenemos las pequeñas biografías, las vidas sin importancia de Olivia, la chica ecuatoriana que cuida a la niña de Carmela y Nico. La historia de Claudio y su crueldad, su genio, su pusilánime traición a Nico. En este nunca pasa nada, pasan cosas muy interesantes, que a veces parecen más interesantes de lo que son en realidad. En Las vidas ajenas (Espasa, 2005) tenemos también una serie de biografías que aparentemente no tienen nada en común, pero hacia el final de la novela se van revelando sus íntimas conexiones y sus inventos. Los personajes de esta trama se describen en detalle y en función de una trama detectivesca que nunca se desarrolla, porque al autor le interesa más describir a cada uno de los personajes en su complejidad, que montar la trama policiaca. Cada uno de esos personajes está inventando su vida, cambiando de identidad o escondiendo su pasado, imaginando la historia de los muertos cuyas pertenencias Claude y Daniel sacarán de sus casas y venderán en El Rastro por unos cuantos euros, o chantajeando a un magnate por los pecados en su pasado. De cualquier manera, a Ovejero le interesa mostrar la forma en que cada uno de nosotros se inventa su propia vida, su pasado y su futuro.

Eso es lo que sucede en La invención del amor. El amor por Clara que nunca existió va a dar paso al amor por su hermana Carina, un amor verdadero construido en las horas que pasaron juntos hablando de Clara y del pasado inexistente. La biografía de Clara que Samuel y Carina reconstruyen contándose sus experiencias, los lleva a reescribir sus propias vidas y a cambiar radicalmente su futuro. Ahí radica la belleza y el arte de esta novela, en la demostración de que los pequeños errores en la vida son los que producen cambios más duraderos e influyentes. Cuando Samuel descubre que su vecino de la planta inferior se llama también Samuel, y que él es quien estaba involucrado con Clara, la revelación de que todo ha sido una confusión accidental parece desarmar la narración. A mitad de la novela se nos revela el error y se despeja la incógnita, pero Ovejero nos llevará de la mano durante toda la segunda parte mostrando cómo esta mentira se convierte en una realidad, aunque sea una realidad inventada.

Arriesgo a decir que Carina y Samuel como pareja no tendrán un futuro muy feliz. Tarde o temprano Samuel le tendrá que contar a Carina que todo fue un equívoco y que él ha estado mintiendo desde el principio, con lo que pronostico el fin de esa relación. La otra opción es que Samuel siga ocultando la verdad y viva toda su vida con esa mentira a cuestas. Con lo que será siempre secretamente desdichado. Pero eso ya es especulación extradiegética. Lo cierto es que José Ovejero ha escrito una novela interesante, que se lee con placer, que complace a las mayorías y señala puntos importantes de la existencia humana.