Letras
Poemas

Comparte este contenido con tus amigos

Devuelvo los ojos al día insalubre...

Devuelvo los ojos al día insalubre
respiro el ladrido tembloroso de las aves
escucho el aleteo transparente
                                          [entre las claras sombras.
El cuerpo y su albedrío
se rehúsan a ser la rama del ciruelo
que viste de negro atormentado.
Pienso en el no ser
sinfonía de grises incoloros
o río melancólico quebrantado
hundido en el fugaz respiro
de una soterrada lluvia invernal.
Prefiero la búsqueda alargada
detrás de los niños abstraídos
                                      [por el grasiento desarraigo.
Busco amainar a la delgada bestia
que se caracolea en el cielo de cobalto
para conquistar el parpadeo del paisaje
para entreabrir la borroneada esperanza

para saborear el dulzor lechoso de la joven madre
(que busca guarecerse de los nubarrones astillados).
Hurgo al fondo de las hondonadas polvorientas
                                                             [una ciudad menospreciada
lavo las manchas de aceite ilegible pegadas a sus dientes
hasta sembrarlos de un blanco puro.
La fosa helada desprende sobre mi cuello
                                              [el irreductible azul.
Al fondo la desgarradura lineal del horizonte
y su rojo soberbio que reverbera...
trae la noche y con ella
                                               la paz.
...
Más al fondo la humedad de la Palabra.

 

Cristo hostil...

¡Cristo hostil!
Vejas mi aliento y callo.

...

Un cruce de huesos en la garganta
la carne, brocal al descuido
ínfimo desaguadero de ojos
el girasol disuelto en el arroyo.

Tierra que esconde la sombra intacta,
temible insecto amarillo
un cúmulo de temblores inhóspitos,
la catedral de sangre hecha ovillo.

Como gacela incendiada intento
traspasar la muralla, fiel testigo
de huidas, quebrantos inflados
te busco en el abismo en tránsito
de flores machacadas al descuido.

El trago de una lágrima es veneno
delira entre mis fríos delirios
hila y deshila a la muerte
la hace polvo, desquicio cenizo.

La zozobra se extingue en el suelo
soy gusano desnudo marchito
le advertí al Cristo decapitado
que era hilo de espasmos bañados
de ausencias, ausencias, ausencias...

¡Que ambicionen la gloria otros hombres!
Inquebrantable retorno:
al sol, al cielo, al aire...
A la tierra donde nada yace,
NADA.

...

¡Cristo hostil!
Rellenas mis cavidades de algodón.

 

Sólo tu voz

“Since I have walk’d with you through shady lanes...”
Keats

Sentí el morir
en la garganta
su perfume
abría una fosa
solemne.

Era el día
negro y tibio
de soles rotos
balanceando
el vaho en los pliegues.

Esperé la danza
blanquísima,
esculpí palacios
de sombras.

Abrí el crepúsculo
voluptuoso,
tu música brillaba
frente a mí.

Bebí tu voz,
deposité la vigilia
en la hendidura plateada
de tu pecho espectral.

(Yo empezaba a tiritar
en ese instante*).

(*) Vánegas Coveña.

 

Pompeya

En el oculto latido de los ramajes del mundo
infrinjo la esencia de la noche remota
mis vísceras anuncian una danza relegada
en los balcones de ensueños tu cabellera salina.

Depongo la investidura y me muestro huérfana
de ideologías ceñidas al hielo de la sombra
por el deseo henchido de reconciliar tu carne
y amarrar mis sudores a los tuyos.

Sé que crepitas al otro lado del espejo
que mi cuerpo sorbes en un haz de luz
y que parado sujetas solitario y desnudo
la perennidad de mi inmanencia

salpicada en ti.

...

Recuerda que resbalo en todos tus confines
y te amamanto bajo el Vesubio.

 

Perfume

Dedos subyugados
ahorcando a una araña
de dientes minúsculos...

El fragante ungüento arderá
en la gota de tu músculo.

 

A media noche

a Jenny

Empalideces entre el muro y los espejos
colapsan vaivenes, en la hendija el dédalo.

Se deshilachan las venas arrebatadas
contorno de una imagen que abomina.

El día venidero danza en las cornisas
y el piso aspira tus babas.

Plagada de golondrinas
se enhebra sobre la tierra seca
tu mente partida.

La sangre riega el follaje,
punza los pardos ojos de las flores
con su alfiler.

 

S A G R Ä G N E

Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por dolor me duele hasta el aliento.
Miguel Hernández

        Abrir la espiral de sauces
            ver el amor inscripto
          sobre espurios vientos
         los párpados intrínsecos
           goteando infinitos hilos

          Cerca       Cerca       Cerca

    SAGRADOS              SANGRANTES

      (Y la muerte incrustada en el día
              se afana por encontrarme

      mamo su amnésica lengua virgen).

 

El Nopoema

Repto en el grito cenizo del silencio
me estrangula la ardida sombra
el complexo mayor del cuello lo arqueo
me inclino lateralmente y bebo siluetas.

Rescatada del tedio maloliente,
él besa mi hocico como lo hacía mi madre
se expande el tejido muscular dentro del ojo,
roto y elevo la cabeza apuntalando hacia la luz.

Execro la habitación obscuramente cotidiana
permanecemos atados a una palabra que llega de lejos
nos diluimos y remozamos el verbo hundido
—casi negro.

Deshojamos todas las voces que invisibles trascendían
para asir el mensaje que amenaza, el Nopoema
la inspiración que se funde en el camuflaje del viento
como un espectro equilibrista en los gemidos desérticos.

Y se oye la gota que redimida en una voz se alza,

P o e s í a.