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“Al sur de la Alameda: diario de una toma”, de Lola Larra y Vicente Reinamontes
Al sur de la Alameda: desmitificando las tomas como un espacio de anarquía y desorden.
Publican en Chile una novela gráfica sobre la “Revolución Pingüina”
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Una historia de amor, pero también política y generacional, contiene la novela ilustrada chilena Al sur de la Alameda: diario de una toma, de la escritora Lola Larra y el ilustrador Vicente Reinamontes, que acaba de publicar la editorial Ekaré.

El libro cuenta la historia de Nicolás, el arquero estrella del equipo de fútbol, que estudia en un pequeño colegio del sur de Santiago y es testigo de la toma del establecimiento en medio de la llamada “Revolución Pingüina”, que estalla en mayo de 2006. Aunque no está muy convencido de participar, Nicolás se termina involucrando prendado de Paula, una carismática chica francesa.

La novela gráfica, dirigida a jóvenes pero también a sus padres, revela todos los avatares que vive una ocupación de este tipo: las eternas asambleas, la organización para alimentar a los muchachos y las peleas, entre otros, en una obra que mezcla elementos del mundo del cómic, el cine, la televisión y la fotografía.

“¿Cómo se organizan los estudiantes en una toma, cómo funcionan, cómo se relacionan entre ellos? ¿Repiten los defectos de la sociedad? ¿O son capaces de librarse de ellos y crear una comunidad más armoniosa? Esas preguntas fueron las que me hice al empezar a escribir”, cuenta Larra, autora de varias novelas, con una historia cruzada por el exilio en Caracas y una trayectoria periodística que incluye el diario español El País y las revistas Rolling Stone y Vogue.

“Y a nivel meramente literario y dramático la toma me parece una escenografía fascinante: un espacio aislado, sin adultos, en el que el tiempo se encapsula y la rutina normal se trastoca”, agrega la autora, que conoció la experiencia de cerca al acompañar al colectivo artístico Patogallina en sus actividades al interior de varios establecimientos ocupados en 2006.

“Me ayudé con los recuerdos de aquellas tomas a las que fui como observadora y también con una buena parte de investigación”, relata. “La Revolución Pingüina ha dado muchos y muy buenos documentos periodísticos, escritos y audiovisuales. Faltaba, supongo, la ficcionalización de ese movimiento que ya tiene su hueco en la historia de Chile”.

Para la autora, aunque no deja de ser una historia clásica en la que “chico conoce a chica”, también es una historia sobre el crecimiento y la toma de conciencia ciudadana y política. “¿Hasta dónde llega nuestro deber como ciudadanos? ¿Hasta qué punto implicarse o quedarse fuera?”, se pregunta Larra, quien encontró el sustrato de la novela en obras como La invención de Hugo Cabret, el clásico El señor de las moscas, de William Golding, la poesía de Paul Éluard, la música de Los Prisioneros y el filme El ángel exterminador, del cineasta español Luis Buñuel.

“Creo que es un libro que entrega una invitación”, complementa Reinamontes, un diseñador cuyos trabajos han sido publicados en medios como las revistas Qué Pasa y Paula, entre otros, y que para la obra se inspiró en “el cartel político polaco y austríaco”, así como la saga The Sandman, del inglés Neil Gaiman.

“Es una invitación a reflexionar sobre nuestros ideales y compromisos con nuestro entorno. Y creo que eso es lo que me gusta tanto del personaje de Nicolás, el protagonista de la historia, es que su desarrollo en la novela no está motivado por convertirse en héroe, sino por encontrar su lugar, consigo mismo y con quienes lo rodean”, subraya.

Uno de los aportes del libro es que ayuda a desmitificar las tomas como un espacio de anarquía y desorden, y que como tales fueron muy cuestionadas en su momento por los medios tradicionales. Por el contrario, los autores defienden esa acción como legítima.

“A mí personalmente una toma me parece un acto completamente válido si se respetan las mínimas normas de civismo”, argumenta Larra. “¿Que los alumnos pierden muchas clases? Puede resultar más formativo, tanto para estudiantes como profesores, lidiar con una toma que correr cumpliendo malamente los objetivos del currículum”.

Para Reinamontes, hay que tener altura de mira y observar cómo las tomas funcionan como un quiebre dentro de la rutina física y psicológica tanto de los jóvenes que están dentro como fuera de ellas. “Estos quiebres, en el caso de Chile y Latinoamérica en general, pueden resultar en agentes de cambio muy positivos para la sociedad”.

“También hay que recordar que tanto las tomas como cualquier otro tipo de manifestación activista ocurren cuando los canales de diálogo tradicionales entre la sociedad y sus instituciones están deteriorados o simplemente no existen”, asevera. “Gracias a este tipo de manifestaciones, y los acontecimientos que les siguieron, es que los jóvenes chilenos lograron poner sobre la mesa la discusión sobre la educación en nuestro país”.

Otro de los hechos relevantes de la obra es que conecta los acontecimientos con la lucha contra la dictadura. De hecho hay un capítulo en el que el “Gordo Mellado”, ideólogo de la toma, explica las similitudes entre ambos momentos.

Reinamontes, contemporáneo de los actores de la Revolución Pingüina, recuerda que cuando era estudiante hubo comentarios de muchos adultos que al observar las manifestaciones recordaban “vívidamente” las protestas que enfrentó Pinochet.

“Y es curioso cómo estos dos acontecimientos, distanciados en tiempo y contexto político, de alguna manera terminaron por acercar a muchos adultos a las generaciones más jóvenes, como a estos mismos jóvenes al pasado de nuestro país”, agrega.

“Parte de la sorpresa de la trama tiene que ver con este encuentro de épocas”, asegura Larra, aunque destaca que una cosa es protestar en democracia y otra en una dictadura.

Unas manifestaciones de un movimiento estudiantil que para muchos ha generado una revolución cultural y un cambio de mentalidad frente al neoliberalismo en Chile.

“Y es muy emocionante que suceda, que sean los estudiantes los que planten cara a una sociedad perfectible. Yo defiendo mucho la democracia chilena actual, creo que tenemos que congratularnos por ella. Pero arrastra muchísimos defectos y muchas injusticias en temas primordiales como educación o salud, o algunas libertades civiles”, afirma Larra.

“Espero que ese cambio de mentalidad pueda traducirse en avances positivos y concretos para nuestro país”, coincide Reinamontes. “Después de conocer las diferentes realidades educacionales en Chile, me di cuenta de cómo muchas escuelas, en lugar de ser un agente de cambio, perpetúan la segregación de los jóvenes dentro de los niveles socioeconómicos de los que provienen”.

El diseñador había tenido ya un acercamiento previo al tema de la educación con una comentada ilustración que desarrolló para la Fundación Educación 2020, que mostraba a un grupo de estudiantes jugando al cachipún y el lema “Educación pública para todos”, “en donde jugaba con la idea de que la educación de calidad no debiese ser algo que se obtiene al azar”.

“Sin entrar en detalles acerca del modo, creo que la educación debería ser una garantía de Estado que abra las puertas a un panorama de igualdad de oportunidades, en donde la educación privada sea sólo una opción más, y no la promesa de éstas”, concluye.

Fuente: El Mostrador