Sala de ensayo
Rosario Tijeras: subversión y trasgresión de las fórmulas de la narcoliteratura

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Jorge Franco
Jorge Franco.

El narcomundo es territorio fundamentalmente masculino. Ellas existen a su vera y algunas cuantas en puntos centrales. Las damas del narco sufren, acompañan, son lúcidas, obsequiadas, mandan o traicionan. No cabe duda de que cuando son ellas las meras apelan al asombro generalizado porque en el mundo del narco es preciso morir en la raya, matar y no doblarse en el compacto código de normas silenciosas que rigen los actos de todos los días (Lavín, 179).

En un mundo de inmensas diferencias socioeconómicas, donde la debilidad y el abandono del Estado son evidentes, el narcotráfico o el empleo que ofrecen narcotraficantes se presenta como una alternativa para saltar las barreras sociales y como una esperanza tangible en un mundo desordenado que condena a sus pobladores a vivir en la miseria. La persona que toma el camino del narcotráfico es, por lo general, representada en el arte popular con el sexo masculino; muy macho, muy violento y capaz de asesinar a cualquiera que se interponga en su camino. Las novelas La noche de las luciérnagas, de José Cervantes Angulo (1980); El leopardo al sol, de Laura Restrepo (1993); Cartas cruzadas, de Darío Jaramillo Agudelo (1995); Morir con papá, de Oscar Collazos(1997) yBalas de plata, de Elmer Mendoza (2008), son algunos ejemplos donde el papel de ser valiente, audaz y violento siempre le pertenece a los hombres. Por otro lado, la representación femenina, tanto en la ficción como en el mundo del narcotráfico, tiende a enfocarse en roles pasivos, sumisos, serviciales y sometidos al deseo del hombre en el poder; la mujer es su amante o acompañante pero rara vez se le ve al frente del negocio o en la línea del fuego. En 1994 se publica La virgen de los sicarios, una novela que presenta a otro grupo subalterno: el homosexual, como el eje alrededor del cual giran la violencia y la muerte. Esta feminización del macho violento le abre las puertas a la mujer narcotraficante y cinco años más tarde se publica la novela Rosario Tijeras, de Jorge Franco. Esta novela representa un hito en este tipo de literatura ya que dentro del contexto social y político de la violencia en Colombia, se alteran las fórmulas tradicionales por la inversión que se hace en las relaciones de poder y de género. A través de su protagonista, “una mujer con ganas y con güevas” (40), se subvierte y transgrede un incipiente canon dominado por lo masculino.

La trama principal de Rosario Tijeras se desarrolla en Medellín a finales de los ochenta y principios de los noventa, precisamente cuando la violencia relacionada con el narcotráfico está en su apogeo. En su artículo “Young Assassins of the Drug Trade”, Alonzo Salazar revela la siguiente estadística sobre Medellín: “In 1985, homicide had become the city’s leading cause of death, accounting for 1,684 victims, and by 1990, there were 5,500 homicides in this city of 1,700,000”.

En el comienzo de la novela, Rosario Tijeras es baleada a quemarropa y llevada a un hospital. El narrador, Antonio, se sienta en la sala de espera mientras los médicos atienden a Rosario en el quirófano y, en medio de la preocupación y el cansancio, su mente empieza a deambular entre el presente y el pasado. Es por medio de este deambular mental que se conocen algunos detalles de la vida de Rosario en el oscuro mundo de Medellín. Rosario, al igual que otros jóvenes de la comuna, se dedica al sicariato y obedece a las órdenes de los duros, de los narcotraficantes. Como carece de puntería, usa la máscara de su belleza para acercarse a sus objetivos sin crear sospechas, y al tenerlos cerca, los premia (o los despide) con un beso, luego les quita la vida disparándoles a quemarropa.

En una discoteca de la ciudad, Rosario conoce primero a Emilio, un joven mujeriego de la clase alta de la ciudad. Después conoce a su mejor amigo, Antonio, también de la clase adinerada. Aunque ambos ocasionalmente usan drogas, ellos no tienen una conexión directa con los carteles. Rosario y Emilio se convierten en una pareja sexualmente apasionada, pero emocionalmente distante. En Antonio, Rosario encuentra a un parcero, a un amigo sincero, con el cual también tiene relaciones sexuales. Cumpliendo con dos papeles, el de mejor amigo de Emilio y el de amante y amigo de Rosario, Antonio se convierte en el mediador y confidente de ambos. Debido a esto, Emilio llega a conocer los motivos que alimentan el comportamiento de Rosario y narra su lucha y trayectoria desde la vida en la comuna hasta su ascenso al poder.

Para entender mejor el mundo donde se desarrolla la trama de Rosario Tijeras es preciso conocer algunos aspectos clave de la historia reciente de Medellín y de Colombia. Citando a Alonso Salazar, Hermann Herlinghaus, en Violence without Guilt: Ethical Narratives from Global South, describe la historia de esta manera:

Towards 1985 the drug trade had already taken over the city, and the peace process with the guerrillas of the FARC, M-19 and the EPL begun by president Betancur had failed. In addition, Justice Minister, Rodrigo Lara Bonilla had been assassinated. And the so called holocaust of the Palace of Justice had taken place in which, after being taken by a group of M-19 fighters and the reaction of the military forces, dozens of people died, among them a good part of the high court judges. These occurrences were something like the breaking of a dike, giving way to a period of institutional crisis in the country and the increase in violence that brought us to more than twenty years during which death reigns. In this context an unprecedented phenomenon was produced: the organization of young men into dozens of armed bands that terrorized first their neighborhoods, then their country (107).

Estos hombres armados que menciona Herlinghaus son el producto de la fusión entre el narcotráfico y la gran inequidad social del país. Ellos vienen de las mismas esferas de donde sale Rosario, de los tugurios o comunas que rodean la ciudad de Medellín. Al anochecer, estos tugurios embellecen el paisaje con las miles de lucecitas brillando en las montañas, pero al salir el sol, revelan la crisis social de la ciudad y el inmenso contraste entre dos mundos. A través de Rosario, Antonio logra conocer los tugurios que rodean su ciudad, un mundo que, hasta ese momento, desconocía por completo, tal y como lo describe Antonio:

Rosario me acercó a la otra ciudad, la de las lucecitas. Fue lenta en enseñármela, pero con el tiempo levantó su dedo para mostrarme de dónde venía...

—Bajar de la comuna para venir acá es como ir a Miami la primera vez —decía Rosario—. Como mucho íbamos al centro, pero el centro es otro mierdero; pero venir acá, donde ustedes, eso casi nunca, ¿para qué? ¿Para quedar antojados?

Antonio continúa explicando:

La parte de la ciudad que le tocó a Rosario me impresionó tanto como a ella la parte mía, con la diferencia de que yo no pude compararla con ningún Miami, ni con ningún otro sitio que conociera.

—Por si no sabías, esto también es Medellín —me dijo el día en que me tocó acompañarla (40).

Esta población marginada que circunda las ciudades latinoamericanas es una población que lucha día a día para sobrevivir. Darcy Ribeiro, en El dilema de América Latina, explica que las clases marginadas parecen sobrevivir por milagro pues sus tasas de mortalidad son altísimas y sus ingresos extremadamente bajos (86).

Desde una muy temprana edad, las personas de las comunas se dan cuenta de sus desventajas, pero a pesar de ello no dejan de soñar e ingeniarse de alguna manera u otra el ascenso hacia una mejor vida. Todos sueñan, la mayoría lo intentan, pero muy pocos logran escapar de su realidad. Alonzo Salazar explica en su artículo “Young Assassins of the Drug Trade”, que el narcotráfico se presenta como una fantasía para salir de la pobreza, una alternativa que va de la mano con la muerte: “For the children of Medellin, drug trafficking brings the fantasy of wealth and the reality of death. First it becomes normal to witness killing and dying; then, to kill and to die”.

Esta conexión entre la muerte y la realidad está muy presente en la vida de Rosario. Antonio afirma que Rosario y Muerte son dos ideas inseparables (92) y además sus besos, según Emilio y Antonio, “saben a muerto” (161). Rosario es perseguida por la muerte desde su nacimiento y ha logrado burlarla muchas veces. Emilio en su deambulación mental lo cuenta de esta manera: “Desde que Rosario conoció la vida no ha dejado de pelear con ella. Unas veces gana Rosario, otras su rival, a veces empatan, pero si uno le fuera a apostar a la contienda, con los ojos cerrados vería el final: Rosario va a perder” (19).

La lucha por sobrevivir y las desventajas que acompañan a Rosario desde su nacimiento, o quizás desde mucho antes, se representan en el texto por medio de la voz de Antonio:

La pelea de Rosario no es tan simple, tiene raíces muy profundas, de mucho tiempo atrás, de generaciones anteriores; a ella la vida le pesa lo que pesa este país. Sus genes arrastran con una raza de hidalgos e hijueputas que a punta de machete le abrieron camino a la vida... No sabemos lo larga que es nuestra historia pero sentimos su peso. Y Rosario lo ha soportado desde siempre, por eso el día en que nació no llegó cargando pan, sino que traía la desgracia bajo el brazo (32-33).

Al enfrentar su realidad, a Rosario no le queda más opción que aprender a defenderse sola, a luchar para sobrevivir y no sólo sobrellevar el peso de su situación económica y social, sino también evadir otro tipo de opresión: la del hombre sobre la mujer.

El sufrimiento y la frustración de Rosario es en parte causada por los roles pasivos y sumisos que se le adjudican y, por lo tanto, se niega a adquirir todos los rasgos que la sociedad asocia con la feminidad. El control masculino se encuentra instalado en todas las esferas de su mundo; este control pretende dominarla, vigilarla y silenciarla. Catherine Itzin, en Gender, Culture and Organizational Change, explica lo siguiente:

Women are silenced by the structure of organizations, but also through interactional processes. Men dominate in meetings, interrupt and talk over women, silence women with subtle put-downs, ignore contributions made by women and even attribute them to men (109).

Rosario reconoce que el sistema no está a su favor ni a favor de ninguna otra mujer. Su propia madre representa la feminidad sumisa puesto que ha sido dominada y poseída por muchos hombres, pero Rosario demuestra que está dispuesta a romper este ciclo al asumir un rol principal en su mundo. En el entorno violento de Rosario, en la narcoliteratura y en otras artes populares que tratan el tema del narcotráfico, la mujer casi siempre tiene un papel secundario y casi nunca se le ve cumpliendo con un rol principal. El hombre en cambio es el que controla, agrede y gobierna. Al referirse al narcodrama y sus roles masculinos, O. Hugo Benavides, en Drugs, Thugs and Divas, afirma lo siguiente: “In narco-drama it is the men who are constantly seen as the public, active gents, always the aggressors” (174).

La mujer, en el narcomundo, en literatura y otras artes que tratan el tema, por lo general, es usada como acompañante del hombre narcotraficante o como instrumento para complacer sus deseos carnales. También es común la representación de la mujer como “mula” para llevar la carga. La película colombiana María, llena eres de gracia, representa muy bien este tipo de uso que se le da a la mujer en el mundo del tráfico de drogas. Otro ejemplo es el corrido “Las pompis de mi güera”, del grupo musical Exterminador, donde relatan cómo se usa el cuerpo de la mujer para esconder y pasar la droga hacia los Estados Unidos:

Cuando cruzaba la línea
nadie se lo imaginaba
que las pompis de mi güera
las traía bien rellenadas
con polvito de la fina
sin problemas se cruzaba.

Otro grupo musical, Los Tigres del Norte, comúnmente narra también la historia de los hombres dejando a un lado el punto de vista femenino. Sin embargo, en su canción “También las mujeres pueden” un grupo de mujeres narcotraficantes se apodera del discurso masculino y le demuestran al hombre que ellas también son capaces de tomar las riendas del negocio peligroso. El narrador de esta historia, un hombre que observa una reunión entre mujeres armadas y peligrosas, admite abiertamente que le duele aceptar el hecho de que ellas también pueden hacer lo mismo que los hombres:

También las mujeres pueden
y además no andan con cosas,
cuando se enojan son fieras
esas caritas hermosas
y con pistola en la mano
se vuelven repeligrosas.
Con un motor muy rugiente
llegaron quemando llantas
en una trocona negra
pero la traían sin placas
dos muchachas que venían
del barrio de tierra blanca...
También las mujeres pueden
aunque nos duela aceptarlo
lo digo aquí y donde quiera
porque pude comprobarlo
que como un hombre se mueren
y eso no hay que dudarlo.

Esta mentalidad del macho, que le duele aceptar que la mujer sea tan capaz como él, es la que agobia a Rosario; ella se siente acorralada por el mundo masculino pero jamás deja de luchar. Para salir del tugurio el hombre debe saltar la barrera de la pobreza, la mujer en cambio debe saltar la barrera de la pobreza y también la del hombre, además debe superar al hombre en su especialidad, ser mejor que él. El rechazo que Rosario siente hacia el dominio del hombre es evidente. Emilio le cuenta a Antonio que al invitar a Rosario a comer en un puesto de la calle, ella pide un perro caliente, pero especifica que lo quiere “sin salchicha” (24). Con el actual énfasis de la cultura que presiona a la mujer a cuidar su dieta y su figura, este dato podría pasar por alto. Sin embargo, a medida que se conoce a Rosario se sabe que ella sube y baja de peso constantemente y se le describe comiendo grandes cantidades de alimentos y no le avergüenza mostrarle sus estrías a los hombres. Así lo revela el narrador: “Estas rayas son estrías —nos las mostró en el abdomen y en las piernas—. Es que yo he sido gorda muchas veces” (13).

Por lo tanto el rechazo de la salchicha no es más que el rechazo hacia el pene, hacia el símbolo masculino, que desde los ocho años la saca de su inocencia y la introduce en un mundo de dolor. Siendo muy niña, en su propia casa, Rosario sufre el abuso de un hombre que vive con su madre:

Ella no sabía que podían herirla por ahí, por el sitio que en el colegio le pedían que cuidara y se enjabonara todos los días, pero fue precisamente por ahí, por donde más duele, que uno de los tantos que vivieron con su madre una noche le tapó la boca, se le trepó encima, le abrió las piernitas y le incrustó el primer dolor que Rosario sintió en su vida (19).

Antonio también conoce muy bien su rechazo hacia el dominio masculino y recuerda muy bien la explicación que Rosario le da sobre su falta de confianza en Dios, pues ella asegura que Dios también es un hombre:

—Dios y yo tenemos malas relaciones —dijo un día hablando de Dios.

—¿No creés en Él?

—No —dijo—. No creo mucho en los hombres (11).

Rosario continúa siendo abusada por su entorno masculino hasta que ella misma decide enfrentarse a él. Una noche, al caminar hacia casa de su madre, es sorprendida por dos hombres que la golpean y la violan. Rosario no tiene más opción que dejarse maltratar, porque sus gritos de auxilio llegan a oídos sordos, nadie acude a socorrerla. Ella misma lo afirma en el recuento de Antonio: “Por allá mientras más grite uno, la gente más se asusta y más se encierra” (30).

Sin embargo, esa noche Rosario carga armas invisibles: sus ojos y memoria. Rosario nunca olvida la cara de uno de sus agresores y seis meses más tarde lo vuelve a ver. En una conversación que tiene con Antonio, Rosario relata el acontecimiento donde se gana el respeto del barrio y su apodo:

Me parece que no me reconoció... se puso a coquetearme... yo le seguí el jueguito de las risitas y el coqueteo... le dije que entrara que mi mamá no estaba... entonces lo entré al cuarto que era mío, le puse musiquita, me dejé dar besitos, me dejé tocar por donde antes me había maltratado, le dije que se quitara la ropita y que se acostara juicioso al lado mío, y yo lo empecé a sobar por allá abajo, y él cerraba los ojos diciendo que no lo podía creer, que qué delicia, y en una de esas saqué las tijeras... y, ¡taque!, le mandé un tijeretazo en todas las güevas (30-31).

Rosario es una prisionera de su entorno, es violada en diferentes etapas de su vida y la amenaza de violación siempre está latente. La violación es una herramienta para el sometimiento de la mujer y la castración para el sometimiento del hombre. Refiriéndose al abuso de prisioneros políticos, Francois Chamous señala en Hellenistic Civilization que la principal herramienta para aterrorizar a la mujer prisionera es la violación sexual o la amenaza de violación (391). Al referirse a los testimonios de treinta y siete prisioneros zapotecos sospechosos de pertenecer al EPR en la década de los noventa en México, también describe las tácticas de tortura que comúnmente se usan en contra de los hombres. El proceso de detención y tortura, según Chamous, resalta la vulnerabilidad de la hombría. Por ejemplo: descargas eléctricas en los testículos. El proceso entero se enfoca en la desmasculinización por medio del control sexual que ejerce la policía sobre ellos (195).

Rosario reconoce las tácticas masculinas para el sometimiento de la mujer y se apodera de su discurso. Por su manera de comportarse, se dice que Rosario es un hombre disfrazado de mujer pero Antonio, que la conoce mejor que nadie, afirma que “no existía nadie más mujer” (72). De esta manera consigue ganarse el respeto de todos en el barrio pero su estatus social sigue estorbando sus deseos de superación.

Finalmente, Rosario es sacada de la comuna por los duros, ellos le muestran lo que el dinero puede conseguir, le dan carro, cuenta bancaria y apartamento en una mejor zona de la ciudad. La utilizan como sicario pero también como objeto sexual del cual pueden controlar y disponer a su antojo. Sin embargo, Rosario siempre busca librarse de este yugo. La misma noche en que conoce a Emilio, ella demuestra sus agallas y aunque no logra conseguir lo que quiere en ese momento, se enfrenta a los duros y les demuestra que ella no está dispuesta a ser sometida. Mientras Emilio le explica a Antonio los pormenores del encuentro pasado con Rosario, ella aparece frente a ellos y así la describe Antonio:

...sus labios gruesos y unos ojos que me tocó imaginar porque bailaba con ellos cerrados... para no ver a la docena de guaches que la creían propia...

—Eso no es nada —me dijo Emilio—, cada vez que va al baño hay un tipo que la acompaña... No pudimos hacer nada, apenas mirarnos y sonreírnos, yo creo que el tipo se la pilló, porque vos no te imaginás el mierdero que se armó después, eso manoteaban y gritaban y había uno que la agarraba por el brazo pero ella no se dejaba, hasta patadas le dio al tipo, y ella me miraba de vez en cuando...

—¿Y entonces?

—Entonces nada. Se la llevaron a la fuerza (76-77).

El enfrentamiento de Rosario con los duros no es en vano porque finalmente logra reunirse con Emilio, logra conseguir el hombre que quiere. Emilio, acostumbrado a saltar de mujer en mujer, nunca se imagina el tipo de mujer que es Rosario y, cuando menos lo espera, cae arrodillado ante sus pies. Emilio no comprende el comportamiento de Rosario, ella sale cuando se le antoja, se acuesta con otros hombres e incluso con su mejor amigo, Antonio. Este comportamiento sexual de Rosario imita al comportamiento masculino representado en el narcomundo. Por otro lado, el comportamiento de Emilio y Antonio, a medida que transcurre la novela, imita cada vez más al rol tradicional que se le atribuye a la mujer. Aunque no desean hacerlo, Emilio y Antonio terminan aceptando el comportamiento de Rosario y se resignan. Rosario juega con el hombre de la misma manera que él juega con la mujer. En una ocasión, Rosario le arruina la noche a Antonio diciéndole que su pene es más pequeño que el de su amigo Emilio (163).

“Rosario Tijeras”, de Jorge FrancoEn cualquier otro caso, un hombre mujeriego y adinerado como Emilio, acostumbrado a tener las cosas a su manera, hubiera obligado a esta mujer de clase humilde a someterse a sus reglas, pero con Rosario, el orden de la jerarquías cambia de lugar. Sentado en el hospital sumergido en el deambular entre el presente y el pasado, Antonio admite el miedo que Emilio y él le tienen a Rosario: “...yo tuve más miedo que Emilio, porque con ella no se trataba de gusto, de amor o de suerte, con ella la cosa era de coraje. Había que tener muchas güevas para meterse con Rosario Tijeras” (16).

Rosario, desde muy temprano en su relación con Emilio, demuestra ser una mujer de respeto, una mujer que no le teme a nada y no se siente obligada a darle explicaciones a ningún hombre. Emilio, frustrado con la actitud de Rosario, dice furioso: “Lo que me emberraca es que nunca me consulta nada” (44). Emilio espera explicaciones, desea que le pida permiso antes de salir, pero Rosario hace todo lo contrario. Emilio nunca logra ni se atreve a someterla. Desde el comienzo de la relación, Rosario les demuestra a ambos su capacidad para matar. Poco después de haberse conocido, los tres regresan a la discoteca donde se vieron por primera vez. Rosario se dirige al baño y allí le falta el respeto un hombre a quien ella besa y asesina. Luego se arma el alboroto, la noche termina con una balacera donde Emilio y Antonio sienten la muerte cerca por primera vez. Al salir de la discoteca, Emilio y Antonio se encuentran abrumados por la conmoción; la tranquila actitud de Rosario frente al asesinato que acababa de cometer los desespera. El miedo y el llanto los invade, mientras ella se mantiene firme y tranquila a pesar de lo ocurrido; así recuerda Antonio este momento:

No lo podíamos creer, lloramos del susto y del asombro. Emilio se desesperó como si él fuera el asesino, agarró los muebles a patadas, lloriqueaba y le daba puños a las puertas. Más que afectarlo el crimen, lo que lo tenía fuera de sí era darse cuenta de que Rosario no era un sueño, sino una realidad (37).

A pesar de ser hija de las comunas de Medellín y de cargar su peso cada día, Rosario no está dispuesta a regresar allí. Ella descubre que en su mundo la violencia y las drogas son las únicas armas para conseguir ser alguien en la vida. No obstante, Rosario no le cierra las puertas a otras opciones; durante su noviazgo con Emilio, intenta incorporarse a la vida de la clase alta asistiendo a las reuniones con la familia de Emilio. Sin embargo, según lo describe Antonio, la familia de Emilio es de una clase demasiado refinada y por ello nunca la ven con buenos ojos. Según Antonio:

La familia de Emilio pertenece a la monarquía criolla, llena de taras y abolengos. Son de esos que en ningún lado hacen fila porque piensan que no se la merecen, tampoco le pagan a nadie porque creen que el apellido les da crédito, hablan en inglés porque creen que así tienen más clase, y quieren más a Estados Unidos que a este país (48).

Antonio cuenta que a Rosario “se le encharcaban los ojos” mientras le contaba lo que le había pasado al intentar integrarse a la familia de Emilio:

Cuando me vio, la señora arrugó la nariz como si yo oliera maluco... Yo que me había comprado una pinta donde la vieja compra la ropa, y me cobraron un ojo. Me mandé peinar donde arreglan a la vieja, y me dejaron lo más de bonita... parecía una reina. Me había propuesto hablar poquito para no ir a cagarla, ensayé en el espejo una risita lo más de chévere y hasta me tapé los escapularios con unas cadenas lo más de finas, mejor dicho, no me hubieras reconocido, pero apenas llegué, me sale esta hijueputa vieja mirándome como si yo fuera un pedazo de mierda (50-51).

El hecho de que Rosario, ya sabiendo cómo defenderse en su mundo, intente buscar otra salida de la pobreza, indica que ella está consciente de la peligrosidad de su mundo y, aunque se desenvuelve muy bien en él, la salida sin violencia le llama más la atención. El rechazo total de la familia de Emilio representa el rechazo de la oligarquía que el pueblo enfrenta y lo difícil que es salir de la pobreza siguiendo las normas que dicta la ley. Lisa A. Serbin, en “Disadvantaged Youth More Likely to Be High-School Dropouts, Young Parents and Poor Adults”, afirma que un bajo estatus socioeconómico en los jóvenes tiene consecuencias negativas que permanecerán afectando sus vidas durante gran parte de la edad adulta.

Rosario entiende muy bien el sistema y por eso decide abandonar sus ideas de escalar, a través de Emilio, “el camino decente”, y opta por el camino más peligroso pero de ascenso rápido. Aquí es donde Pablo Escobar, la figura más grande del narcotráfico que Colombia, y tal vez el mundo, ha conocido, entra a jugar un papel importante en la vida de Rosario.

Aunque no se nombra explícitamente, existen algunos indicios que marcan una conexión fuerte entre el personaje de la novela “el más duro de todos” y el narcotraficante colombiano y jefe del cartel de Medellín Pablo Escobar. Escobar es abatido por la policía colombiana en 1993 (Bowden, 201). Esto indica que el capo vive en el tiempo cuando se desarrolla la trama de la novela. Antonio describe sus sentimientos al escuchar el relato de Rosario cuando cuenta el primer encuentro que tiene ella con “los duros”:

Sentí rabia al saberlos mirándola con ganas, con la lujuria que reflejan sus enormes barrigas, sus risitas malévolas, y no me equivoqué, porque ella misma me contó lo que alcanzó a oír.

—¿Y esa muchacha tan bonita quién es? —había dicho el más duro de todos—. Tráiganme a ese bizcochito (130).

Los rumores que le llegan a Antonio y a Emilio sobre Rosario tal vez indiquen muchas cosas extrañas de las andanzas de ella, pero hay un rumor en particular que indica que ella posiblemente es la moza “del que sabemos” (72) y Rosario le explica a Antonio que sólo la mitad de esos rumores son ciertos. Emilio se atreve a preguntarle: “¿Y cuál es la mitad verdad?”.

“Seguramente la que te duele —contesta ella” (83). El dolor más grande para Emilio es resignarse a que existe un hombre más rico y más poderoso que él, por eso se niega a creer en los rumores.

Aparte de los rumores que señalan que el amante es precisamente “el que ya sabemos”, existen también algunos rasgos físicos que apuntan a que el narcotraficante al que se refiere Rosario es Pablo Escobar. Después de estar con “los duros” por algún tiempo, Rosario regresa y le cuenta a Antonio que extraña la barriga plana y las nalgas duras de Emilio porque eso no lo consigue con los duros. Emilio lo recuerda así: “Con ellos extrañaba lo que más le gusta de Emilio, su abdomen plano, sus nalgas duras... todo lo que ellos, por más plata que tuvieran, no podían ofrecerle” (58). Pablo Escobar, en sus últimos años de vida, sube de peso. El día de su muerte es baleado encima de un tejado en la ciudad de Medellín y en la portada del libro Killing Pablo, de Mark Bowden, se observa la fotografía que la policía colombiana saca con el cuerpo obeso y ensangrentado del capo.

Los indicios de que Pablo Escobar y su cartel están relacionados con la trama de la novela y con Rosario son muchos. En esos últimos años de su vida, tanto Pablo Escobar como sus enemigos detonaban bombas en todo el país, tratando de aniquilarse. En febrero del año 1993, El diario The New York Times describe que un grupo llamado Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) detona 3 bombas en Medellín como retaliación por un carro bomba que, una semana antes, causa la muerte de 21 personas en Bogotá.

Esta guerra que afecta a todos en la ciudad y que tarda muchos años en extinguirse, reitera nuevamente la presencia de Pablo Escobar en el texto; este panorama, Antonio lo describe en los siguientes términos:

Todos los días nos despertaba una bomba de cientos de kilos que dejaba igual número de chamuscados y a los edificios en sus esqueletos. Tratábamos de acostumbrarnos, pero el ruido de cada explosión cumplía su propósito de no dejarnos salir del miedo. Muchos se fueron, tanto de acá como de allá, unos huyéndole al terror y otros a las retaliaciones de sus hechos (65).

La conexión entre Rosario y Pablo Escobar es evidente, no sólo por lo mencionado anteriormente, sino por muchos otros detalles que expone la obra. Por ejemplo, Rosario menciona un sistema llamado “la oficina” de donde “los duros” imparten órdenes. Atehortúa Cruz, en El narcotráfico en Colombia, describe a estas oficinas, creadas por Pablo Escobar, como centros de recibimiento de estupefacientes:

Medellín conoció muy temprano la existencia de un sistema identificado con el nombre de “oficina”. Consistía en un centro de acopio al cual podía llegar cualquier persona con la cantidad de cocaína que quisiera. La oficina se encargaba de colocarla en las calles de las grandes ciudades de Estados Unidos por un precio que oscilaba entre 25 mil y 45 mil dólares el kilo.

Alonzo Salazar, en Young Assassins of the Drug Trade, añade que Pablo Escobar también utiliza “las oficinas” como centro de reclutamiento de jóvenes sicarios a sueldo del Cartel de Medellín.

Antonio reproduce las palabras de Rosario donde ella le cuenta cómo su ex novio Ferney y su hermano Johnefe logran entrar en la llamada “oficina”:

—Ferney y Johnefe se pudieron colocar en la oficina —me contó—. Eso es lo que todo muchacho quiere. Ahí deja uno de ser chichipato y se puede volver duro... Es que en esa época había mucha demanda porque había un descontrol tenaz... estaban pagando un billete grande al que se bajara a un tombo (59).

En la última frase, “estaban pagando un billete grande al que se bajara a un tombo”, Rosario describe la campaña de terror que se desencadena cuando Pablo Escobar anuncia que pagará por la cabeza de cada policía asesinado. Eliza Griswold, en Medellin Stories from an Urban War, describe esta situación: “Pablo Escobar had put a price of five million pesos (about $7,000 at the time) on the head of every honest cop in Medellin, and many were being hunted down and murdered”.

Uno de los más claros indicios de la presencia de Pablo Escobar en la vida de Rosario es cuando se revela en el texto un contrato que su hermano y su ex novio obtienen para asesinar a un político en Bogotá, y es precisamente en ese instante en el que Rosario conoce al duro de duros. En 1989, el asesinato de uno de los grandes enemigos de Pablo Escobar y el principal candidato a la presidencia, Luis Carlos Galán Sarmiento, sacude al país. El periódico Times de Londres reporta el incidente: “Colombia’s presidential election campaign has been thrown into chaos by the assassination of the front-runner, Senator Luis Carlos Galan Sarmiento”.

Poco tiempo después se conoce que el asesinato fue ordenado por Pablo Escobar. El diario The Miami Herald en el mismo año señala la enemistad entre Escobar y Galán:

Luis Carlos Galan was the leading presidential hopeful for his unflinching stance in favor of extraditing drug traffickers like Pablo Escobar, head of the Medellin cartel and a congressman from Galan’s Liberal party until he was ousted from the party... Galan’s death shook the country. Following Galan’s death, suspicion fell on Escobar.

La presencia de Pablo Escobar en la vida de Rosario se presenta como el obstáculo más grande en su lucha para liberarse de la pobreza y del yugo masculino. Rosario logra escapar de la pobreza de la comuna, posee dinero y bienes materiales, pero siente que nada de esto le pertenece mientras esté bajo el control de los duros. “Ellos”, los de la cúpula del narcotráfico, la mantienen económicamente pero, a su vez, la someten a sus deseos. Es en este momento de cansancio y desesperación que Rosario decide saltar esa última barrera que le falta: superar al hombre en su especialidad y ser mejor que él, superar “al más duro de todos”. El ímpetu de sus deseos es relatado por Antonio:

Rosario estaba decidida a arrastrar con quien fuera. Se le había metido conseguir plata por su propia cuenta, volverse más rica que los que la sostenían, y lo que nos asustó es que ella sólo conocía una forma de conseguirlo, la manera como ellos la habían conseguido (43).

Rosario, en una reunión que sostiene con Emilio y Antonio, empieza a explicarles el gran deseo de cambiar su vida, y el cansancio que siente por estar siempre bajo el control de alguien:

Lo que ustedes no saben, muchachos, es lo difícil que ha sido mi vida... Estoy decidida a que todo va a cambiar... no estoy dispuesta a seguir viviendo así (150).

Luego procede a explicarles cómo piensa cambiar su vida. Es aquí donde ella les revela sus planes de enviar droga a los Estados Unidos, igual como lo hacen “ellos”, anunciando que subirá el último escalón en su ascenso hacia el poder: “Es muy fácil —explicó ella—, yo ya tengo los contactos, los de aquí y los de Miami”.

Rosario les propone a Emilio y Antonio que se unan al negocio, les dice que es muy fácil, que ella ya tienen la gente que se necesita, pero ambos muchachos rechazan la propuesta: “No era solamente cuestión de gente, también había que tener las ganas y las güevas de Rosario y a nosotros no nos quedaban ganas... tampoco necesitábamos plata, y las güevas hace mucho que las habíamos perdido” (43).

Aquí se muestra nuevamente cómo Rosario, sin usar tijeras, ya ha castrado a los hombres a su alrededor. Antonio admite que hace tiempo los dos habían perdido “las güevas”, pero no sólo eso, Antonio finalmente decide aceptar el rol tradicional de la mujer. “Llamé a Rosario decidido a aceptarle su propuesta, pero eso sí, con algunas variantes: me iría con ella pero no participaría en su negocio, yo sería simplemente su acompañante, viviría con ella donde ella quisiera” (156).

Rosario no logra el estatus deseado porque la muerte la sorprende antes de derrotar y remplazar “al más duro de todos”. Sin embargo, por su valor y “sus güevas” el pueblo ya empezaba a glorificar su nombre. Antonio relata cómo el pueblo empieza a reconocer su lucha:

Las niñas querían ser como ella y hasta supimos de varias que fueron bautizadas María del Rosario, Claudia Rosario, Leidy Rosario y nuestra Rosario nos habló de una Amparo Tijeras. Su historia adquirió la misma proporción de realidad y ficción que la de sus jefes (71).

El único indicio de que el pueblo ya la considera un escalón por encima “del más duro de todos” es un grafiti que Antonio lee en una pared de un barrio de las comunas: “Rosario Tijeras, presidente, Pablo Escobar, vicepresidente” (71).

Rosario Tijeras es el producto de la comuna donde crece, allí vive en un infierno terrenal, sufre los abusos de su medio y aprende que la violencia es el recurso más factible para escapar de la miseria. En su entorno la hostigan la pobreza y el mundo de los hombres; desde muy joven Rosario emprende una lucha incesante para salir de la penuria y para escapar del yugo masculino que la agobia desde sus ocho años. Siendo una adolescente, castra a un hombre que la ha maltratado con las tijeras de su madre. A partir de ese momento rompe con el discurso masculino y, sin necesidad de amputaciones, empieza a “castrar” simbólicamente a los hombres que se cruzan en su camino, situándolos en el rol tradicional de la mujer mientras ella se apodera de su trono. Al ejercer el poder femenino, derrocando y superando a los hombres, Rosario asciende en la escala del poder, y arranca de sus cimientos al esquema tradicional de la mujer en el narcomundo.

 

Obras citadas

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