Entrevistas
Jorge Edwards
“El país narrado desapareció”

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Jorge Edwards

Jorge Edwards Valdés (Santiago de Chile, Chile, 29 de junio de 1931) es escritor, abogado, periodista y diplomático. Estudia en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y en el Instituto Pedagógico de la misma universidad. Posteriormente realiza sus estudios de posgrado en la Universidad de Princeton. Diplomático de carrera ente 1957 y 1973, ocupa diferentes puestos: primer secretario en París (1962-1967), consejero en Lima (1970), encargado de Negocios en La Habana (1970-1971) y ministro consejero en París (1971-1973).Tras el golpe de Estado en Chile, en 1973 se marcha a Barcelona, donde trabaja como director de la editorial Difusora Internacional y colabora como asesor en la editorial Seix Barral. Contribuyó a formar, con la Sociedad de Escritores de Chile, la Comisión de Defensa de la Libertad de Expresión. En 1982 ingresó como miembro de la Academia de la Lengua de Chile. Entre 1994 y 1997 es embajador ante la Unesco en París, siendo miembro del Consejo Ejecutivo de la Unesco y presidente del Comité de Convenciones y Recomendaciones (1995-1997), que se ocupa de los derechos humanos. En 2010 obtiene la ciudadanía española y también es nombrado embajador en París del gobierno chileno. Es autor de numerosas novelas, cuentos y ensayos. Destacan, entre otras obras, El peso de la nocheLa mujer imaginariaEl origen del mundoGente de la ciudadLas máscarasAdiós, poeta... Algunos de sus libros han sido traducidos a diversos idiomas. Colabora en diversos diarios europeos y latinoamericanos, como Le MondeEl País, Corriere della SeraLa Nación o Clarín, de Buenos Aires. Es miembro del consejo de redacción de las revistas Vuelta Letras Libres de México y ha dictado cursos sobre temas latinoamericanos en diversas universidades norteamericanas (Chicago, Georgetown) y europeas (Universidad Complutense de Madrid, Universidad Pompeu Fabra de Barcelona). Recibe el Premio Cervantes en 1999 y la biblioteca del Instituto Cervantes de Mánchester (http://bit.ly/1miC5p9) lleva su nombre.

 

—Querido Jorge, ¿cuándo nace tu relación con la literatura? ¿Qué escritores son tus referentes o tus autores de cabecera?

—Nace en la infancia o en mi primera adolescencia. Menciono los escritores de mi iniciación literaria: el Neruda de los Veinte poemas y de Residencia en la tierra. El T. S. Eliot de Miércoles de ceniza (leído en una traducción chilena en la revista Pro Arte, allá por 1946). Dostoievsky, Stendhal.

—Tu libro Persona non grata tuvo una gran repercusión y polémica, ¿qué me puedes decir sobre este libro?

—Fue una memoria de tres meses y medio de residencia en Cuba. Creo que fue un libro honesto, que irritó a medio mundo. Tuve sentimientos de exaltación y liberación al escribirlo. Al publicarlo me vi enfrentado a una verdadera jauría, pero hubo aliados y cómplices. Casi siempre discretos. Octavio Paz le pidió a Carlos Barral que nos presentara. Un jefe político de Polonia comunista pasó por Barcelona, me pidió que nos reuniéramos en un café de las Ramblas y me dijo que yo, a su juicio, me había limitado a decir que el rey andaba desnudo.

—Un libro que disfruté mucho al leerlo fue El inútil de la familia, ¿cómo escribir desde el interior, desde la familia, y volverlo público y literario al mundo?

—Ese “inútil” era Joaquín Edward Bello, primo hermano de mi padre, y fui yo desde que me puse a escribir. Las familias son esencialmente antiliterarias, pero son literatura. Casi todas las novelas del mundo son historias de familias: desde Marcel Proust y desde Tolstoi.

—Al leer tus libros uno tiene la impresión de leer a un gran narrador de un Chile que fue, que existió, pero que ha desaparecido de la memoria chilena. Y una gran devoción a la vida de los poetas y de la poesía y por supuesto, la política.

—Narro desde la memoria, haciendo ficción para llenar los vacíos de la memoria. El país narrado desapareció. Quedó en la memoria, en la ficción, en el lenguaje. País de la ausencia, escribió Gabriela Mistral. Residencia en la lengua, escribí hace poco, parodiando al poeta de Residencia en la tierra.

—A estas alturas del partido, ¿qué tan importante es la postura y opinión política de un intelectual o escritor en el mundo que vivimos?

—La opinión de un escritor puede importar cuando es una verdadera opinión. Si repite una consigna, como ocurre tan a menudo, aunque lo haga con trémolos y pulmones inflamados, no interesa absolutamente nada.

—Alguna vez dijo: Ser escritor es una aventura. ¿Lo sigue pensando?

—Si la aventura termina, el escritor también termina. Cada libro, cada cuento, cada ensayo, son aventuras que se renuevan. Hay una luz al final del recorrido, pero es una luz difusa, de colores y formas no enteramente previsibles.

—En 1999 obtiene el Premio Cervantes y dijo que en parte era un reconocimiento a la gran literatura chilena como Neruda, Parra, Donoso o Teillier, ¿qué tan significante fue para ti recibir este premio?

—Es verdad que fue un reconocimiento a la literatura chilena, no sólo a mí. Muchos de los grandes chilenos estaban muertos y los evoqué en mis declaraciones. Naturalmente, fue un episodio emocionante y un enorme estímulo.

—¿Cómo ves la actual narrativa latinoamericana? ¿Qué autores lees?

—No los leo a todos, mis lecturas me llevan a todas partes, pero hay muchos que leo con gusto. Las listas de nombres son peligrosas: siempre me olvido de alguien.

—¿Qué conoces de la nueva literatura ecuatoriana?

—De la nueva creo que muy poco. Me gustaría conocer más.

—¿Actualmente en qué proyectos literarios estás?

—Termino una novela de largo aliento, Réquiem para una justa, y es probable que ahora escriba un segundo tomo de memorias. La novela breve El descubrimiento de la pintura se desprendió del primer tomo, Los círculos morados, y no es imposible que otra novela corta se desprenda del segundo tomo. Un crítico mexicano habla de mis “casi novelas”. Yo creo que las novelas de hoy son las casi novelas de ayer.