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Letralia, Tierra de Letras Año V • Nº 91
3 de julio de 2000
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Eduardo Heras León
"De joven yo era un limpiador, era un niño muy pobre y la Revolución nos transformó a todos. Transformó mi familia. Para mí la Revolución era un asunto esencial".  
Literatura y política en la Cuba revolucionaria
Conversación con Eduardo Heras León

Stephen Clark

Eduardo Heras León nació en La Habana en 1940. Es uno de los autores con más sostenida presencia en el cuento cubano durante la época revolucionaria. Como director de talleres literarios, también ha jugado un papel fundamental en la formación de varias generaciones de escritores de la isla. Se dio a conocer como narrador con La guerra tuvo seis nombres (Premio David, 1968) y Los pasos en la hierba (Mención Casa de las Américas, 1970), dos colecciones de cuentos sobre momentos claves de los primeros años de la Revolución. En estos importantes y controvertidos libros, Heras León superó los rígidos patrones de realismo socialista panfletario impuestos por el régimen castrista. Como consecuencia, fue despedido del consejo editorial del periódico El Caimán Barbudo en 1971 y presionado a aceptar un trabajo en una fábrica de acero por 5 años. Tras estas vicisitudes, volvió a integrarse plenamente al panorama literario del país, publicando Acero (1977), A fuego limpio (1981), Cuestión de principio (Premio Uneac, 1983; Premio de la Crítica, 1987), La nueva guerra (1990) y La noche del capitán (1995). Actualmente Heras León es uno de los intelectuales de mayor influencia en el sector cultural de Cuba y ejerce los cargos de director de la Editorial Casa de las Américas y vicepresidente primero de la Asociación de Escritores Cubanos. Sus textos también aparecen en numerosas antologías de cuento cubano. Esta entrevista tomó lugar en las oficinas de la Casa de las Américas en La Habana en agosto de 1999.

Stephen Clark: Es bien sabido que el sector artístico de Cuba ha cambiado mucho en los últimos años. ¿Podrías hablar un poco de cómo ha evolucionado la relación entre el Estado y los escritores desde la época del famoso caso Padilla?

Eduardo Heras León: El desarrollo de las relaciones entre los intelectuales y la Revolución ha sido un largo proceso durante estos cuarenta años, que ha sufrido altas y bajas, que ha tenido momentos de crisis. Como antecedente, hay que partir de un hecho importante: prácticamente no hubo ningún intelectual que subió a la Sierra Maestra a pelear con el ejército rebelde. La generación preponderante en el campo literario antes de la Revolución era el grupo Orígenes, encabezado por José Lezama Lima y Cintio Vitier. Orígenes era un grupo, como tú bien sabes, que se encerró en sí mismo porque, asqueados de la política y del proceso histórico del país, pensaban que a través de la poesía era posible salvaguardar los valores de la identidad, los valores de la patria. Y este grupo se aisló completamente de la política. Había un pequeño grupo de intelectuales orientados por el partido socialista popular, que era el partido comunista, pero era un grupo menor. Cuando se produce el alzamiento en la Sierra Maestra, prácticamente ningún artista, ningún intelectual, sube a la Sierra Maestra. De ahí que el ejército revolucionario no tuviera inicialmente mucha confianza en los intelectuales porque no habían sido participantes activos en el movimiento.

La Revolución rompió todas las amarras, le dio un vuelco al país. Y la cultura fue uno de los grandes puntos en que la Revolución influyó y se produjo un crecimiento extraordinario. Se hizo la campaña de alfabetización. Para que haya una Revolución cultural, la gente tiene que aprender a leer. El primer gran hecho cultural de la Revolución fue enseñar a leer y a escribir a la gente en masa. Luego se creó la imprenta nacional de Cuba, se empezaron a publicar una cantidad de libros inimaginable. El primer libro que se publicó fue El Quijote, en una edición de 100.000 ejemplares. Y muchos de los intelectuales que estaban exiliados regresaron al país. Eso te explica por qué en el primer quinquenio de la década del 60, no hay libros con temas revolucionarios. Los escritores regresaban del exilio con sus libros bajo el brazo. Tenían los libros escritos. Y los libros generalmente eran arreglos de cuentas, ajustes de cuentas con el pasado. Eran libros muy signados por el existencialismo, muy influidos por los pensadores franceses de posguerra como Sartre y Camus. Había algunos autores influidos por los autores norteamericanos como Hemingway. Y esos fueron los primeros libros que se publican. Guillermo Cabrera Infante publica Así en la paz como en la guerra, su libro de cuentos, un libro importante. Hay otros escritores como Humberto Arenal, como Lisandro Otero, como Calvert Casey, que publican los primeros libros importantes en ese quinquenio. Virgilio Piñera también publica una novela. Esos son los primeros libros importantes en el primer quinquenio.

De pronto, en el año 66, rompió el llamado tema revolucionario en la literatura con el libro de Jesús Díaz, Los años duros, que es un libro que recoge la lucha clandestina, los primeros momentos de la formación de las milicias, etc. Tú sabes que en 1961 se produce la invasión mercenaria de Playa Girón, que fue derrotada en 72 horas y comenzó un proceso de lucha de clases en el país. Es decir, los ricos fueron desapropiados y se nacionalizaron todas las empresas norteamericanas. Los medios de producción se pasaron a manos del Estado. La relación entre los intelectuales y los poderes revolucionarios en ese momento, después de Playa Girón, queda fijada en unas reuniones que hubo en la Biblioteca Nacional en junio de ese año, que fue cuando Fidel dio su famoso discurso llamado "Palabras a los intelectuales". De ese discurso, que desgraciadamente es un discurso poco estudiado, lo que siempre quedó fue una famosa consigna: "Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada". Tal vez para aquellos momentos, esa fórmula, ese esquema, pudiera servir, por lo menos de orientación. Lo que pasa es que a medida que transcurre el proceso revolucionario, esa consigna no es suficiente porque "Dentro de la Revolución" abarca un espectro muy amplio, y "contra la Revolución nada" también. Pero ¿quién determina qué cosa es "dentro" y qué cosa es "contra"? Allí es donde comienzan los primeros problemas.

Bueno, se produce el Caso Padilla en el 68. Hay que entender que el año 68 fue un año muy importante para Cuba, como lo fue para todo el mundo. La revolución de mayo en Francia, el asunto éste de México, la Primavera de Praga en Checoslovaquia. En Cuba también. En Cuba se produjo una medida revolucionaria en el 68, que se llamó la Ofensiva Revolucionaria. Fue la nacionalización de todos los pequeños comercios que quedaban. Había una pequeña propiedad privada en el país. Se habían nacionalizado las grandes empresas y los latifundios, pero quedaban las pequeñas propiedades privadas. Se tomó la decisión de nacionalizarlo todo. Tú puedes, ahora, 30 años después, decir que fue un error o no, pero fue la medida que se tomó. Como comprenderás, esa medida provocó una lucha de clases en el país porque ahora fue la pequeña burguesía la que estaba siendo afectada. Y se produjo como una polarización de fuerzas. O sea, se acabaron los términos medios: tú estás a favor de la Revolución o en contra de la Revolución. Y esos términos medios, esos matices, ya no se veían bien. Estaba todo muy polarizado. En medio de todo eso es que surge lo de Padilla y toda la secuela como tú bien conoces, todo lo que sucede con ese libro.

Simultáneamente el país se estaba enfrentando con un plan, un proyecto muy ambicioso, que era hacer diez mil toneladas de azúcar en el año 70. Como tú sabes, ese proyecto fracasó. No se llegaron a producir los diez millones y aquello fue una gran desilusión. El país se vio muy deprimido porque todos los esfuerzos y las esperanzas de la gente estaban en cumplir esa meta. Prácticamente aquí no se hablaba de nada que no fuera la zafra. Y cuando se fracasó con ese proyecto, el país se desplomó económicamente. Yo te diría que el resultado económico fundamental de ese fracaso fue el ingreso al Came, el Consejo de Ayuda Mutua Económica, la agrupación económica de los países socialistas. Cuba tuvo que meterse en ese Came y eso implica determinados compromisos. Entonces en el año 71 se hace un congreso de educación y cultura que determinó una política cultural muy delimitada, muy delineada, y que fue uno de los grandes errores que se cometieron en el plano cultural. Se estableció una política de signo muy dogmático, muy cerrado. Se creó esa consigna de que el arte es un arma de la Revolución. El arte perdió su autonomía, se ideologizó. Todo se miraba por el prisma político.

En el caso específico mío, yo había ganado con mi segundo libro, Los pasos en la hierba, una segunda mención en la Casa de las Américas. Era un libro profundamente crítico y muy humano que abordaba el tema de la formación de las milicias en Cuba. Fue acusado de contrarrevolucionario. El caso mío se conoce menos que el caso Padilla. Fue más en el ámbito nacional pero fue igual de profundo y de duro. Entonces salió un artículo contra ese libro que acusaba el libro de contrarrevolucionario en el año 71. Yo estudiaba periodismo en la universidad. Me suspendieron en la universidad y estuve cinco años trabajando en una fábrica de acero. De esto habla un poquito Seymour Menton en su libro sobre la narrativa cubana. Fue un tema muy comentado. Estuve cinco años trabajando en una fábrica y por eso es que después aparecen esos cuentos de la fábrica. Sufrí mucho. Fue un período muy duro, muy agónico. Ese período lo conocemos en Cuba como el quinquenio gris, del 71 hasta el 76. Ese nombre se lo puso el crítico Ambrosio Fornet. Lo que se publicó en ese período fue una literatura vacía. Se hicieron los intentos por meter el realismo socialista que nunca fructificaron. Todo el mundo desconfiaba mucho de eso. Nosotros en el argot cubano lo llamábamos una literatura "sinflictiva". Incluso en la poesía, en vez de ser una poesía pura, una poesía combativa, empezó a ser una poesía medio bucólica. Aquí le decíamos una poesía "tojosista" porque la tojosa es un pájaro muy lindo del campo, del ambiente bucólico. Se pueden contar con los dedos de la mano algunos libros importantes de ese período, pero en general todo el panorama es muy gris.

En el año 76 empieza a cambiar de signo el problema porque en ese año se reorganiza el Estado. Se creó el Ministerio de Cultura, que no existía. Antes se llamaba el Consejo Nacional de Cultura, que estaba subordinado al Ministerio de Educación. Se hizo el congreso del Partido en el año 75 y el congreso reconoció la necesidad de un cambio de esa política cultural. Y esa política cambió por una de signo mucho más abierto y se creó el Ministerio de Cultura. Al frente del Ministerio de Cultura se nombró a Armando Hart, que es un hombre a quien creo que se debe mucho porque transformó lo imposible en posible al recuperar la confianza de los intelectuales en la Revolución. Lo primero que hizo Hart en el Ministerio de Cultura fue reunirse con los creadores, los escritores, los artistas plásticos, los músicos. Y entonces empezó a crear ese clima diciendo, "Borrón y cuenta nueva", que había que comenzar de nuevo, que la Revolución tenía confianza en los intelectuales, que había que escribir, que había que crear, sin preocuparse de otra cosa. Y empezaron a modificarse esas premisas de ideologización.

En este período, del 76 al 77, viene la segunda promoción de mi generación. Mi generación, que había sido un poco cercenada en el 71, reaparece un poco, pero con gente más joven. Esa es la promoción de Senel Paz, de Miguel Mejides, de Abiel Prieto, de Abilio Estévez, los nacidos alrededor del año 50. El heraldo de esa promoción es un joven llamado Rafael Soler que se murió a los 25 años, el hijo de José Soler Puig, el gran novelista. Él empezó a publicar, a actualizar un poco la narrativa y empezó a introducir los temas de los jóvenes, los temas de los becados. Hubo un gran plan de becas que dio el gobierno al principio de la Revolución y muchos muchachos campesinos vinieron a La Habana a educarse. Y ese mundo de los becados generó una narrativa. Allí empezaron a aparecer los temas del primer amor, de los problemas existenciales de los adolescentes, que nosotros habíamos olvidado, porque nosotros no fuimos una promoción que tuvo juventud. La juventud nuestra fue la Revolución. La juventud nuestra fue meterse en la milicia, pelear en Playa Girón, como peleé yo, pelear en el Escambray, como peleé yo, ésa fue la juventud nuestra. Y esta juventud era la de la campaña de alfabetización. Ellos tenían 9, 10, 11 años cuando triunfó la Revolución y alfabetizaron a campesinos. El mundo de ellos era el mundo de las becas. Esta generación fue la que ayudó a autonomizar a la literatura otra vez, a darle la autonomía necesaria que tenía que tener la literatura, desideologizar un poco el discurso. Aquel discurso que era totalmente ideológico del quinquenio gris era una literatura para comparar: el pasado era lo malo y el presente era luminoso, el presente de la Revolución. Los cuentos eran tan elementales, tan ingenuos, tan primitivos y tan ideologizados, que no eran literatura. Esta promoción empezó a introducir nuevos temas y se empezó a desideologizar esto. Ya no se medía el contenido ideológico ni político del cuento sino su contenido existencial. Comenzó a haber una preocupación muy profunda por los temas éticos. Y así se llegó a la década de los 80.

En el año 80 se produjo un suceso muy importante en el plano social que fue el problema del Mariel. La salida de Mariel mostró que la Revolución no era un bloque macizo sino que tenía fisuras. Se fue mucha gente y hubo escenas muy duras y eso se reflejó de alguna manera en la literatura. Comenzaron a surgir esos temas en la literatura. Pero a mediados de la década del 80, esta segunda oleada de la generación nuestra —que viene a culminar en Abilio, en Reinaldo Montero, en Luis Manuel García, en Francisco López Sacha— dio un paso a una nueva generación. De pronto, muchachitos jovencitos de 17, 18, 19 años empiezan a publicar con un desenfado, con una libertad y con una rebeldía que nunca se había visto antes. Y empiezan a publicar principalmente en el terreno de la narrativa. Todos estos jóvenes empiezan a introducir temas nunca antes tocados en estos últimos treinta años. Surgió con fuerza el tema del homosexualismo. Surgió el tema de las zonas marginadas de la juventud cubana, de un grupo que le decían roqueros, que son una especie de hippies, un nuevo tipo, los friquis. Son los que les gusta ir a los festivales de rock y se empastillan muchas veces. Lo interesante es que hay una zona de estos roqueros, que son muchachos creadores, escritores, algunos de ellos muy buenos, y escriben desde dentro de esos problemas de una forma muy auténtica. Otro tema muy interesante que aparece es el tema de la guerra de Angola, pero ya no con la óptica épica, la visión épica nuestra. Es decir, mi libro sobre Playa Girón es un libro absolutamente épico. También mi libro sobre la lucha contra bandidos. Todo eso tenía un matiz épico. Esto no. Esto es el antiheroísmo.

Al final de la década del 70 habían aparecido varios libros sobre Angola, pero de signo positivo, de signo apologético. Estos cuentos que se empiezan a publicar ahora son cuentos muy críticos, que dan la nueva visión de los jóvenes. El libro de Ángel Santiesteban, Sueño de un día de verano, es el paradigma de este tipo de cuentos y ganó el premio nacional en el año 95. Es un libro excepcional, un libro antiheroico totalmente. Recuerda que Angola fue voluntaria, es decir, no se iba obligado. Por ejemplo, a muchos reclutas, muchos muchachos que pasaban el servicio, les proponían: "¿tú quieres ir a Angola?". Y decían que sí, por muchas razones. Uno, por vivir la aventura, otra para salir a un país de África, a un país exótico. Otra porque iban todos los compañeros. En fin, si tú dices que no cuando va todo el mundo eres mal mirado, eres un cobarde. Y por supuesto había los que decían "Sí, yo voy porque creo que es una misión que hay que cumplir". Había de todo. Pero van y allá se enfrentan con una terrible realidad, a miles de millas de distancia de aquí y se producen grandes conflictos humanos, profundamente humanos. Ése es el signo del libro de Santiesteban. Él se preocupa más por los aspectos humanos, por los aspectos psicológicos, que por los aspectos políticos. Ése es un aspecto que no le interesa. Por eso puedes entender que esta promoción nueva ha estremecido un poco el ámbito nacional.

SC: ¿A qué se debe este cambio de actitud y la aparición de estos temas antes considerados tabú?

EHL: Yo creo que la razón o la respuesta está principalmente en el hecho de que estos muchachos nacieron después del triunfo de la Revolución. Yo nací en el 40; por lo tanto, yo tenía 18 años cuando terminó el capitalismo. Inevitablemente cuando yo escribo, tengo los pies vueltos al pasado. Yo tengo puntos de referencia que los jóvenes no tienen. Cuando nacieron los jóvenes, ya había un montón de cosas hechas. Si en mí todavía puede funcionar el discurso de la educación, el discurso de la salud pública, que son los grandes logros de la Revolución, en ellos no funcionan. Cuando ellos nacieron, ya estaba la educación, ya estaba la salud pública. Ellos no tienen puntos de referencia en el pasado. Por ejemplo, cuando yo estuve en México con Santiesteban nos preguntaron, ¿qué relación tienen ustedes con Fidel? Yo les dije, bueno, imagínense, yo puedo

Fidel Castro
"Puedo estar a favor de todo lo que hace y dice, puedo estar en contra, puedo estar de acuerdo con cosas y puedo estar en desacuerdo con otras cosas. Pero lo que pasa cuando yo lo veo, veo a un tipo que peleó conmigo en Playa Girón".
estar a favor de todo lo que hace y dice, puedo estar en contra, puedo estar de acuerdo con cosas y puedo estar en desacuerdo con otras cosas. Pero lo que pasa cuando yo lo veo, veo a un tipo que peleó conmigo en Playa Girón. Cuando yo estaba en Playa Girón, en medio del combate, él estaba montado arriba de un tanque al lado mío. Allí hay una relación que se establece más allá de lo político, más allá de todo. Y entonces, Santiesteban, cuando le hacen esta pregunta, él dijo una cosa que me sobrecogió porque se quedó así pensando y fue: "Cuando yo nací, él ya estaba allí. Yo no conozco nada antes que él. Él estaba allí. Mi relación con él es totalmente distinta. Para mí, él es el jefe del Estado". ¿Te das cuenta? El abordaje de la realidad es diferente. Ellos no quieren compromisos con el pasado. No hay compromisos porque no hay puntos de referencia con el pasado. Eso te explica un poco las diferencias.

SC: ¿Y cómo ha reaccionado el gobierno a la literatura de esta nueva promoción?

EHL: Mira, este proceso yo te diría que es de signo doble. Por un lado, yo pienso que los escritores han madurado en su relación con el poder a través de este proceso. Pienso que los dirigentes también han madurado. Difícilmente te encontrarás a un dirigente de la cultura que sea un cuadrado como en la década del 70. Afortunadamente, el presidente de la Uneac, a partir del año 88, es Abel Prieto. Abel Prieto es un escritor joven, narrador de este grupo de Senel, de la misma promoción. Es un escritor de literatura fantástica, sus cuentos son fantásticos y además de un humor corrosivo. Abel es un especialista en Lezama, uno de los grandes especialistas en Lezama. Cuando él entró en la Uneac fue como si fuera un baño de agua fresca que le dio a la cultura cubana. Además, añádele que además de ser presidente de la Uneac, fue designado miembro del buró político, que es la instancia más alta del poder. Entonces, ese hombre por la influencia que tiene, desde el punto de vista del poder revolucionario, y por su simpatía, porque además es un tipo muy simpático, que tiene un don de gentes maravilloso, y por su intelecto, es lo mejor que le ha pasado a la cultura cubana en los últimos 20 años. Gracias a él la Uneac se convirtió en una institución de mucha influencia dentro del país. Por ejemplo, el último congreso de la Uneac fue un evento histórico, por la cantidad de problemas que se plantearon allí. La prensa lo reflejaba, la gente estaba pendiente de ese congreso. El propio Fidel fue. Fidel habló de temas que nunca había hablado en muchos años, de la discriminación racial que todavía existe en Cuba y de un montón de cosas. Y todo el mundo estaba contento porque se pudo hablar abiertamente, decir lo que uno pensaba de todo. Con todo esto te quiero decir que ha habido un proceso de maduración en muchos dirigentes. Que quedan dirigentes que son dogmáticos, sí, por supuesto. Que quedan dirigentes, en distintos niveles, que tienen miedo a veces de publicar, sí. Nosotros en la Asociación de Escritores estamos siempre en la lucha contra eso. Cada vez que oímos de algún caso de algún libro que ha sido retenido, nosotros vamos a discutir eso inmediatamente. Yo te diría que en este momento este país no es un paraíso en nada, pero no es exactamente tampoco el infierno. La imagen satanizada sobre Cuba, que puede existir en Estados Unidos, no es objetiva.

SC: ¿Entonces hoy podemos hablar de libertad artística en Cuba?

EHL: Yo creo que sí, creciente.

SC: Pero no completa, ¿verdad?

EHL: Claro, no es la panacea. Este problema de la censura es un problema complejo. Yo soy del criterio de que hay censura en todos lados, hasta en Estados Unidos, pero se ejerce de otra manera. Como todas las editoriales son privadas, no son estatales, de pronto tú llevas un libro a esas editoriales y te dice el editor, "No, no me interesa". Y si llevas ese libro a una editorial de aquí, como las editoriales son estatales, y el editor te dice, "No me interesa", luego tú dices, "Me están censurando. Me quieren censurar". Es posible que en algún caso sí existe, porque todavía hay funcionarios que piensan que ese libro o esa novela puede hacerle daño a la Revolución. Y así surgió todo ese problema de la autocensura, porque había autocensura también. Y existe todavía porque muchos escritores que honestamente son revolucionarios pensaban que a lo mejor un texto le podía hacer daño a la Revolución, y decían, "Yo no voy a publicar esto". En ese sentido la Uneac funciona como un gremio; no es un apéndice del estado. Mira, por ejemplo, mi libro Los pasos en la hierba, el libro execrado, el libro prohibido. En el 90 se publicó la segunda edición y hoy en día se considera un clásico de la narrativa cubana de la Revolución.

Yo publiqué hace poco un cuento en La Gaceta de Cuba, un cuento muy crítico. Se llama "La última cena" y narra las angustias de un hombre que no tiene un centavo para pasar el fin de año y quiere cambiar una grabadora por un cerdo. Ésas son las angustias de ese tipo, para cambiar esa grabadora. Me divertí mucho con ese cuento porque es como Kafka en Cuba. Es un cuento totalmente absurdo y se publicó en La Gaceta. Y yo sé que hubo reacciones de algunos escritores, de algunos dirigentes que dijeron, "Pero este cuento, ¿qué cosa es?". Otros se rieron muchísimo y para que tengas una idea le pregunté al ministro, Abel Prieto, que qué le parecía. Y me dijo, "Excelente. Hay dos o tres detalles que a alguna gente no le han gustado. Pero no te preocupes por eso". Así es como se manejan ahora estos asuntos. En el año 70 ese cuento no se hubiera publicado, lo cual te indica que ha habido un proceso de madurez creciente. Por otra parte, los escritores más jóvenes son muy rebeldes, lo cual me parece excelente. Tienen que ser así, cuando uno es joven tiene que ser muy rebelde. Publican sus cuentos, escriben de lo que les da la gana.

La Gaceta de Cuba tiene un concurso anual de cuentos que es muy importante y van como 500 cuentos todos los años. Se dan dos premios, uno que es el premio principal, y un segundo premio, "La Beca de Creación", que se da a un joven inédito de menos de 35 años. El premio es una beca; le dan un sueldo durante seis meses para que escriba. Hace dos años se premió un cuento de crítica social de un escritor gay que se llama Pedro de Jesús, un escritor muy agresivo, yo te diría más agresivo que Reinaldo Arenas. La literatura de él no tiene problemas aquí, se publica. Ese cuento premiado era un cuento de sexo explícito muy fuerte. No sé si era un oficial de la policía o del ejército. Era de un hombre que fue violado. Y ese cuento fue premiado. Nosotros defendemos eso. Defendemos la autonomía de la literatura, esos espacios que hemos ido ganando. Y se han ido ganando no suplicando ni mucho menos. Se han ido ganando en un proceso de lucha, de maduración creciente por parte de los dirigentes y por parte de los escritores. Y hemos llegado a un punto en que no ha habido nunca más libertad para escribir desde el triunfo de la Revolución.

SC: Con ese mismo tema en mente, me gustaría preguntarte sobre escritores como Lezama Lima y Virgilio Piñera, que aunque nunca se exiliaron, por un tiempo vivieron como exiliados en su propia tierra. ¿Han recuperado estas figuras el prestigio que merecen? ¿Ejercen alguna influencia hoy en día?

José Lezama Lima
"Lezama siempre tuvo un prestigio en los círculos intelectuales, a nivel popular no. En estos momentos, Lezama es el gran heraldo de la poesía cubana".
EHL: El caso de Lezama y Virgilio, como el de muchos otros escritores, tuvo su momento más álgido durante ese quinquenio gris del que hablábamos. Lezama muere en el 76. A Lezama siempre se le consideró un gran poeta, un poeta muy hermético como tú sabes. Cuando publicó Paradiso, fue un escándalo. La gente le hacía más caso al capítulo ocho, el capítulo pornográfico, que a otra cosa. Y en un período determinado, Lezama fue aislado. Y Virgilio también. Recuerda que durante este período hubo una persecución de homosexuales. Aquel congreso de educación y cultura, uno de sus presupuestos era que los homosexuales eran anormales, que hacían daño a la sociedad. Y hubo persecución de los homosexuales. Eso no es un secreto para nadie. Esa situación por supuesto ya no existe en este país. A los homosexuales nadie los condena, viven libremente sin ningún problema. Posiblemente la última presentación pública de Virgilio fue con nosotros en la universidad. Yo estaba en la universidad en ese momento terminando mi carrera de letras. Y lo invitamos para que nos diera una charla sobre el grupo Orígenes. Y él fue, poco antes de morir. Lezama siempre tuvo un prestigio en los círculos intelectuales, a nivel popular no. En estos momentos, Lezama es el gran heraldo de la poesía cubana. ¿Qué sucedió? Sucedió un fenómeno muy interesante. Tú sabes que Nicolás Guillén era el llamado "poeta nacional". Pues esa categoría, esa denominación, le hizo mucho daño. Nicolás Guillén es un gran poeta, pero hay una zona de su poesía que es una poesía circunstancial, es lo más flojo de su poesía. Sin embargo, eso fue muy exaltado en un momento determinado. Entonces prácticamente teníamos a Nicolás Guillén hasta en la sopa. Cuando Nicolás muere, hubo como un proceso de reacción. Los más jóvenes, sobre todo, volvieron sus ojos hacia la figura legendaria, medio fabulosa, un poco vilipendiada. Y Lezama empezó a influir crecientemente. Su influencia en estos momentos en la poesía joven es muy grande.

SC: ¿Pero se siguen publicando sus obras?

EHL: Sí, claro. Y se consiguen en todas partes. Paradiso se publica y las ediciones se agotan. En estos momentos en la Casa de las Américas estamos preparando una edición de Paradiso. Pero ha habido como 8 o 10 ediciones de Paradiso y de toda su poesía. El caso de Virgilio es similar, principalmente su faceta de teatrista. Virgilio es uno de los grandes dramaturgos cubanos de este siglo y sus obras por supuesto que se ponen. Hace poco vi yo "Dos viejos pánicos", la obra premiada en el 68 por la Casa de las Américas. Se puso en los 80 y ahora se puso recientemente y fui a verlo. Se publicó el teatro completo de Virgilio. Han salido sus libros de cuentos. Incluso en uno de sus homenajes hablé de anécdotas personales que yo tenía con él. Recientemente se publicó un libro muy interesante de Antón Arrufat, que fue muy amigo de Virgilio, un libro que se llama Virgilio Piñera: entre él y yo. Me parece que es una obra maestra. Es un libro de las memorias de Antón sobre su relación con Virgilio. Y en estos momentos su presencia es muy importante en la literatura.

SC: Hablando específicamente sobre tu obra, tu primer libro de cuentos fue La guerra tuvo seis nombres, que habla sobre tu intervención en Playa Girón. ¿Podrías hablar un poco de este libro y de cómo ha evolucionado tu obra a partir de ese libro?

EHL: Bueno, como tú bien dices, ese libro trata de experiencias mías en Playa Girón. Yo era un muchacho de 20 años y estaba en la milicia. Cuando triunfó la Revolución había el ejército rebelde, que era el que peleó en la Sierra, el ejército regular. Pero cuando empezaron las primeras agresiones y lo demás, se crearon las milicias nacionales revolucionarias. De esas milicias, había una parte que era la infantería, y a nosotros, los más jóvenes, que teníamos varias preparaciones, nos pusieron a estudiar armas de artillería. Y yo caí en una escuela que era la escuela de morteros. Y allí aprendí el manejo de esta arma. Terminamos el curso en esa escuela y es cuando se produce lo de Playa Girón. Fuimos a Playa Girón con una batería de morteros. Yo fui de segundo jefe de esa batería. Hubo otros que manejaron los cañones antitanques, otros que manejaron las antiaéreas. Este libro ganó el premio David de la Uneac, para autores inéditos. Y la impresión que le causó a todo el mundo fue que era un libro un poco diferente. No era un libro apologético del acontecimiento, sino que era un libro que centraba su problema en las motivaciones psicológicas de los combatientes. Era un libro que hablaba mucho de miedo, del miedo que se sentía, que sentimos todos. Por supuesto, se habla del valor también. Mi objetivo no era exaltar la derrota del imperialismo ni hacer propaganda política sino centrarme en los conflictos humanos de esos personajes. Hay un cuento, por ejemplo, que se llama "Rogelio", que es un cobarde que por su cobardía murió gente. Hay un cuento que se llama "Modesto" que narra la historia de un oficial que se suicida en medio de los combates. Se suicida porque ha visto que las granadas que ha disparado de su propia mirilla han matado a un hermano de él y no puede soportar aquello y se suicida. Hay un cuento que se llama "Eduardo", que tiene mi nombre pero no es exactamente mi caso, y es la historia de alguien que estuvo allí esperando y no llegó a combatir. Aunque vio todo, estuvo muy cercano. Tuvo una participación muy pequeña y regresó. Ese libro de cuentos despertó mucha incertidumbre en ese momento. Acuérdate que fue el Premio David del 68, año terrible, y mucha gente dijo que no era un libro revolucionario, que era un libro que hablaba más del miedo que del valor, y todo aquello que se manejó.

Pero de todas formas el libro se publicó e incluso sirvió casi de plataforma para los enemigos míos cuando publiqué mi segundo libro que fue el libro que causó los problemas: Los pasos en la hierba. Cronológicamente este libro narra un período anterior a Playa Girón, el período de la formación de las milicias. Y Playa Girón es ya la culminación de la formación de las milicias. Y este segundo libro, que pienso yo que es mi mejor libro, técnicamente es un libro muy trabajado, muy elaborado. Es un libro en que yo experimentaba con técnicas. Es un libro que yo te diría estaba al nivel de lo que se estaba haciendo en América Latina en esos momentos. Era un libro profundamente crítico y era un libro que respiraba una atmósfera épica también. Estamos hablando de la épica de la Revolución, los grandes combates, las grandes batallas de los primeros años de la Revolución. Ese fue, yo te diría, el punto culminante de mi obra, cuando vino el gran mazazo del 71, que pienso yo que nos frustró en muchos sentidos a la promoción mía. Nosotros somos un poco una promoción frustrada por ese período tan terrible.

SC: ¿Cómo lograste sobrevivir esas circunstancias?

EHL: Durante el tiempo que estuve en la fábrica, comencé a escribir los cuentos de ese libro que se llama Acero. Es un libro que mucha gente ha catalogado de complaciente, un libro que narra cosas positivas, que exalta el valor de los obreros. Yo te diría que lo que sucede con ese libro es que yo escribo lo que vivo. Yo soy un escritor muy vivencial. Las experiencias mías me nutren. Hay por supuesto los elementos de ficción normales, pero yo soy muy vivencial. Y a mí, el mundo de la fábrica me deslumbró. De pronto yo descubrí un mundo que yo no conocía. Descubrí una gente, es decir el obrero, que eran tipos extraordinarios, hombres que como seres humanos me enseñaron mucho. Y por supuesto fui voluntario, no fui a trabajo forzado. Alguien me dijo, "Nosotros pensamos que tú debes ir para esa fábrica", y yo dije, "Yo voy". Porque para nosotros la Revolución era un hecho muy trascendental, un hecho que transformó mi vida. De joven yo era un limpiador, era un niño muy pobre y la Revolución nos transformó a todos. Transformó mi familia. Para mí la Revolución era un asunto esencial. Y entonces el hecho de que, de pronto, dijeran que yo era un contrarrevolucionario, que mi libro era contrarrevolucionario, yo no lo podía aceptar. Y era un poco como lavarme en las aguas del Jordán e ir a la fábrica y demostrar que yo no era un contrarrevolucionario. Era de cierta manera un castigo, pero yo fui voluntario. Hubiera podido decir, "Hombre, yo no voy a ninguna fábrica. Hago lo que me da la gana". Pero yo fui voluntariamente, lo cual no quiere decir que no hubiera habido una compulsión social. Es decir, yo iba a demostrar que yo era revolucionario. Y lo demostré. Y lo que pasó con ese libro fue que comprobé que los obreros son realmente gente muy dura, muy noble. Y era una zona de la sociedad que yo desconocía. Publiqué ese libro un poco deslumbrado por esa experiencia en la fábrica. Ése fue mi tercer libro.

Mi cuarto libro se llama A fuego limpio. Es un libro sobre la fábrica también, pero ya desde una perspectiva un poco más crítica. Empiezo a meter el dedo en aspectos críticos. Terminé con ese aspecto fabril cuando me fui de la fábrica en el 76, cuando cumplí los 5 años allí. Fui a hablar con autoridades culturales y comencé a trabajar en el Instituto del Libro, como editor de la Editorial Artes y Literatura. Y seguí escribiendo. En el 83 gané el Premio Nacional de Cuento con un libro que se llama Cuestión de principio, que también fue Premio Nacional de la Crítica. De este libro hay un cuento que fue llevado a la televisión y fue un escándalo cuando se puso. Fue un cuento muy crítico, sobre el tema fabril, pero con un conflicto muy fuerte dentro de la fábrica. Y cuando se puso en la televisión hubo una conmoción. Incluso se puso otra vez a la semana siguiente. Fue la primera vez que pasó eso en la televisión, porque la gente empezó a llamar y a escribir que querían verlo. Entonces me convertí en una especie de vedette porque tuve que ir a millones de lugares a discutir ese cuento. Hubo una versión teatral también de ese cuento y fue muy comentada. Ése fue "Cuestión de principio". Después publiqué una antología de mis cuentos que se llama La nueva guerra, en el 90. Después he publicado cuentos sueltos. En el año 95, se publicó en México La noche del capitán, una antología de mis cuentos con algunos cuentos nuevos, en la Unam. Se hizo una edición cubana de esa antología también. El título de ese libro viene de uno de los cuentos de mi segundo libro, Los pasos en la hierba, un cuento muy controvertido. En estos momentos dirijo la editorial de la Casa de las Américas y soy vicepresidente primero de la Asociación de Escritores.

SC: ¿Y se está publicado ahora en Cuba, en este llamado período especial?

EHL: Hemos mejorado muchísimo la situación y ya estamos volviendo a la producción histórica de la Casa de las Américas. En el plano de la literatura nacional, en el Ministerio de Cultura se creó una institución que se llama el Fondo para el Desarrollo de la Educación y la Cultura. Ese fondo funciona con dinero que las empresas del Ministerio de Cultura obtienen, principalmente de artes plásticas, la pintura, que se vende mucho, y la música. Y toda la literatura cubana está financiada por ese fondo, para vender en moneda nacional. Porque hay venta en divisas también. Pero esto es para vender en moneda nacional. Toda la producción de la Unión de Escritores, de la editorial Unión, es sufragada por el Fondo. Y no quiero decirte que ya hemos salido del período especial. Antes del período especial llegaron a publicarse 50 millones de ejemplares aquí en Cuba. Pero lentamente se va aumentando la producción. Por supuesto las tiradas no son como eran antes. Antes había tiradas de 50 mil ejemplares, de 100 mil ejemplares. Ahora son tiradas de tres mil, de cinco mil. Estamos manejando menos ejemplares y más libros.

SC: ¿Cuál de los géneros literarios es el más fuerte ahora en Cuba?

EHL: En los últimos años, desde mediados de los 80, el cuento es el género que tiene más potencia. Es lo que aborda con más rigor crítico, con más profundidad, esta realidad tan difícil que hay. Ésta es una realidad muy contradictoria porque en medio de todo este período especial, hubo un gran auge en el turismo. El turismo es ahora la primera fuente de ingresos del país, pero el turismo genera un costo social. Alrededor de las zonas del turismo, se ha creado una zona de prostitución. Son las famosas jineteras como las llaman aquí. Se combate mucho, pero existe. ¿Quién ha abordado ese tema con más rigor? Los narradores. Hay toda una literatura que aborda esos temas directamente. Es una literatura muy agresiva, esta literatura de la prostitución, de este submundo medio marginal.

SC: Hablando de autores agresivos, me gustaría terminar preguntándote sobre el estatus actual de los escritores disidentes que han salido de Cuba en las últimas décadas. Me refiero a personas como Heberto Padilla, Reinaldo Arenas y Guillermo Cabrera Infante. ¿Son todavía anatema aquí en Cuba?

Guillermo Cabrera Infante
"Sabes la posición que [Cabrera Infante] ha tomado, una posición incluso obsesiva, psicótica, y sin embargo hemos querido publicar cosas de él aquí en la Casa de las Américas. Pero él se niega totalmente".  
EHL: En cuanto a Guillermo Cabrera Infante, tú sabes la posición que ha tomado, una posición incluso obsesiva, psicótica, y sin embargo hemos querido publicar cosas de él aquí en la Casa de las Américas. Pero él se niega totalmente. Hemos querido publicar Tres tristes tigres, pero fue imposible. Hay antologías que se han publicado de cuento cubano donde se le ha pedido permiso para publicar y él ha dicho que no, de ninguna manera. Aquí se le considera un gran escritor, como lo que es. Pero como te digo, es un hombre obcecado, obsesionado. Yo vi una entrevista que le hicieron cuando ganó el Premio Cervantes y dijo que en Cuba su obra no se publica pero que por un libro suyo dan 12 latas de leche. Eso es una tontería, en primer lugar porque nadie da 12 latas de leche por un libro de Cabrera Infante, porque la gente no tiene 12 latas de leche. De todas formas, di un seminario de la narrativa hace dos años donde estudiamos la obra de Guillermo, Tres tristes tigres. La charla la impartió el propio Ambrosio Fornet. Y también hubo una charla sobre la obra de Reinaldo Arenas.

El caso de Padilla es diferente. Padilla mantiene relaciones con muchos escritores aquí en Cuba. Tengo entendido que ha querido venir. Y estoy seguro de que si viene, no va a pasar absolutamente nada. Hace poco yo me releí Fuera del juego, el libro famoso del problema, y comentaba con un compañero que ese libro es literatura para niños aquí. Los poemas que se publican ahora son de un nivel crítico tal que el libro de Padilla parece un libro para adolescentes.

El caso de Arenas es otro caso. Nosotros creemos que es uno de los grandes novelistas independientemente de sus excesos. Yo pienso que algunos de sus libros son muy delirantes. Pero, por ejemplo, El mundo alucinante es una novela extraordinaria. Es un hombre que al final de su vida estaba muy agresivo. Yo lo conocí y conversé mucho con él en muchas ocasiones. Es un hombre de gran talento y aquí se le considera siempre eso, un escritor de gran talento. Es un escritor que era muy delirante. Personalmente sentí mucho su muerte, y mucha gente la sintió. Yo pienso, Stephen, que con el tiempo lo vamos a volver a publicar. Aquí se publicó a Lino Novas Calvo, un autor que se fue a principios de la Revolución, uno de los grandes narradores cubanos de todos los tiempos. Estando yo de jefe de la redacción de narrativa publiqué un tomo de su obra escogida. Se publicó recientemente a Carlos Montenegro, que fue otro autor que se fue del país y murió en los 80. Se publicó su gran novela Hombres sin mujer, una de las grandes novelas cubanas de todos los tiempos. Y yo creo que en este proceso de creciente maduración y de creciente cambio, estos escritores se van a ir publicando. En La Gaceta de Cuba, publicamos hace poco unas selecciones de ensayistas, narradores y poetas cubano-norteamericanos, cosa que no hemos podido lograr en Miami. En Miami no publican nunca nada de aquí. La Gaceta de Cuba es una revista muy importante que opera bajo la nueva óptica que le dio Abel Prieto cuando estaba de presidente de la Uneac, y esa nueva óptica es la óptica de la polémica. Allí se han publicado textos realmente polémicos, del mundo de la cultura y de la sociedad.



       

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