Cuatro poemas
Victoria Kenty
Cruce de caminos
Cruce de caminos: nadie sabe si se encuentran
en algún ínfimo punto
de la ingravidez,
o apenas son el testigo de la rapidez
con que el
día y la noche, tocándose, se alejan.
Del uno al dos, del dos al tres y del tres al uno,
me voy sucediendo
sin quererlo ni evitarlo,
pero por más que ruede y ruede, del gris
pasado
un día perderá su presente y su futuro
quedando entre las redes, mi cuerpo temporáneo;
afortunada seré si
entonces los espejos
siguen revelando mi nombre, pese al
silencio
si, en fin, estas letras en alguien siguen girando;
como al leer las tuyas, siento que estás conmigo,
eres hoy, serás
mañana, demoras tu adiós,
mas me pregunto si hubo respuesta a tu
obsesión
y si la encontraste en aquel cruce de caminos.
Anochecer
Acostumbran a amanecer los días
porque infinitos dedos
pegajosos
de todos se apoderan, codiciosos,
con su lengua reptil y
escurridiza.
Y seres que, en extrema vanidad,
racionales se llaman a sí
mismos,
sólo ven lo anteriormente descrito
si Vida les concede un
día más.
Invasión
La oscuridad del sol
hería
mis abstraídos ojos,
abiertos a la
luz de la noche,
inesperado temblor
de pasos rojos,
sacudía
mi
pecho de cristal
y el incesante compás
mi mente
extraña
aturdía,
la respiración
invadía
cada resquicio de
intimidad,
cada quimera,
y mi cuerpo ajeno
recuperaba su
identidad:
¡volvía
a estar despierta!
Esperanza
Desierto azul
de la esperanza:
luna sin reino,
—la luna
pálida—,
sol sin ocaso,
corpórea brisa,
arroyos puros,
almas vertidas;
en cada plaza
de ojos abiertos,
niñas jugando,
candor en
verso;
en cada pueblo
solas las casas,
—bajo la tierra
duermen las
armas—;
y cada plato
de amor manchado,
—sobre la tierra
tú y yo,
hermanos.