Confesionario
de un poeta triste
Jeanfreddy Gutiérrez
1
Porque la filosofía es...
me prohíbo ver los incendios mortuorios
del sol,
los crepúsculos, negados aún, vuelan emigrando,
pues
tormentas invernales de mi cosmos resignado,
frotan como sutil manzana,
con ocio, con deseo perverso,
su suave piel, mi camino en venganza de
la maldad irracional.
Es deber mío, pues, cerrar mis ojos alternando.
Soñar con olas en
los más insólitos momentos de meditación
Prepararme para cobijarlos sin
piedad, para cometer masacres
De pasión, horror con hijos, temores
casados y divorciados de Dios
Y es menester de las auras nocturnas, de devas desconocidas,
El
seducirme, el engañarme, y volcar mi mente en frascos virtuales,
Pues
cuando ya casi, veo la luz, y olvido mi sed de sangre
Los ojos de
Aurora, abriendo la ventana del Olimpo, se asoman
Cuando ya casi veo el
amanecer, los dorados e incendiarios cabellos
Explotan en mi cabeza,
los siento apoderarse de mí
Un orgasmo de belleza infinita, el sueño me
vence,
Y las celdas de mis pestañas me desvanecen la vista,
Y me
duermo, sin ver el amanecer.
Porque la filosofía es...
2
Desayuné con odio, mezclado con un poco de ambición,
Así comencé un
nuevo día, un pedazo de torta de amargura
Acompaña una infusión de
hierbas salvadoras, concentradas,
En no sé qué proyecto interesante de
proyección espacial.
Duermo muy poco, y las semillas del poder parecen suficientes
Para
alimentarme en aquellas mañanas llenas de arte en que...
Es ansiedad lo
que siento, ganas de ser transformado
En la arena, en una escultura, en
un collage de emoción,
En el pensamiento de un niño, asesorado por un
anciano,
Que sabe de mí, pero no lo recuerda muy bien, o no lo recuerdo
yo.
Me acostaría con todas las emociones, con entusiasmo de
engañarlas.
Hacerles el amor de la mejor manera, sin permitirles
sospechar,
sin que ni siquiera lo piensen.
No sobraría nada, todo serían excesos y más excesos con ellas
¿Acaso
algo falta en mi poesía, que les haría llorar y reír,
sin parar, sin
aprisionarme, sin exigirme más?
Pues díganme, libérenme de la prisión de la composición,
Déjame
pintar mi vida, componer la sinfonía de mis acciones,
La escultura de
mis decisiones, exhibición de mis emociones, muertas,
pálidas, atadas y
reprimidas, que en salvaje descarga se derraman
en versos libres y
asesinos, que me quitan el sueño, el hambre y sólo me
brindan
depresión, alegría, odio y amor, pertenencias sublimes que
morirán
junto a mí, impregnando las sábanas de mi lúgubre lecho final.
Quiero ser poderoso, y abarcar la amalgama de posibilidades.
Ser
humildísimo y pasar desapercibido
Me provoca y ya no lo quiero
hacer
Vomito una bulimia insaciable de superación externa
Cuando no
soy yo, sólo es mi culpa, mi ser humano
Que se involucra, se
sensibiliza y oprime a mi alma.
Libérenme y sólo haré poesía para Ella,
Sólo para Ella misma y para
mí.
3
No es más que Oscuridad,
Oscuridad Mística es lo que hay dentro de
mí,
De mis eternos anillos, que resuenan entre mis dedos.
Al alba, ya soy maligno, y mi sangre hierve, congelando mi
Duro y
negro corazón repentino, viajero y emotivo.
Son sólo las vestiduras de mis aves, las que guardando
silencio
Prefieren simular que han muerto, como un valle sin río.
Y olvido la bondad, ya no hay nada que perder, como soga al
cuello,
la personalidad es lava ardiente, y su trazado de pluma
salvaje, de genio
loco, trastoca la ilusión, y caigo en mis propios
trucos, en mi propia
trampa de seducción, de hipnosis colectiva, de
tratar de no ser visto y
mirar.
Para entonces, ya muchas historias se han contado acerca de mí
e
Invoco las energías y un esoterismo secreto, un ritual de
magia.
El olor de la soledad es muy gris ya, sobre todo en esta
hora,
Donde nos sumimos en un mar, y a la orilla nos encontramos, de
nuevo,
pero solos. No existe la tercera mano que abrace nuestra otra
vista,
otro ojo...
Y abrazamos, buscándola.
Me reconcilio con mi naturaleza escondida,
Y es otra cosa, detrás de
las pesadas y húmedas cortinas,
Mi sentir oscuro, lágrimas de rocío,
desdicha eterna y temporal
Durante la época de la Luna, en la Era de La
Noche,
Es mi flor nocturna la que vuela, cerrándose sus pétalos.
Lirios blancos, amarillos jacintos, flotando sobre claras aguas,
Se
deshacen, se caen sus espinas, y sólo deseo una mujer boca
abajo,
Muerta sobre el lago, sangre brotando desde su boca, mientras
yace
Pálida sobre la tumba acuosa, queriendo ser vista, festejada.
4
La muerte puede ser tan sensual...
aquella toma de posesión de la
nada sobre mis cenizas,
sólo puede causarme sensación, deseo y estupor.
Ojalá estén allí para verme morir,
Ojalá algunos de ustedes muriesen
también con mi reloj,
Cuando la cadavérica presencia engañándose junto
al tiempo
Trate de llevarme, no sé a cuál posible lugar, ni en qué
momento,
Del que ya, yo no pueda regresar.
Sería divertido, y hasta fantasioso ver la muerte con cierta
alegría
Así lo hago yo, ¿por qué mis amores, apreciados amigos de la
vida,
No pueden disfrutar, justo como lo hago yo, de tan importante
paso?,
Del final de un torcido boulevard, al paseo de la existencia
eterna,
Una espiral, un molino, un torbellino, una curva cerrada de
nunca acabar,
un asomo y aviso de la verdadera Vida.
Acostado al lado del silencio jugueteo con Ella, temo su
hora,
Pasado, presente y futuro inexistentes, ilusión dibujada en
minuteros.
Eres invierno de los sentidos, cese del pensamiento,
Resguardo de la
ínfima emoción, bruja del miedo,
Sólo puedo crear poemas otoñales
inscritos sobre tus ropajes.
Decadentes e inconclusas frases de hojas amarillentas,
Cortezas
mutiladas por un viento que olvidó cómo cantar en soprano,
Ríen los
demonios ante la llegada del invierno, estúpidos inconscientes,
No
reconocen la Rueca del Destino, las 4 estaciones, el Resurgir de
una
próxima e indetenible Primavera, la noche tras el día que muere
incesante,
sin suerte ni casualidad, sin calamidad, pura y absoluta
Ley.
Trata entonces de encontrarla, búscala sin misericordia.
Reconocerla
esta fuera de ti. Existirás hasta que te recuerde, del resto,
Descansa
en paz, querida.
5
Lluvia recién caída, restos llenos de neblina y tristeza,
de vapores
que se levantan, como fantasmas insatisfechos,
atmosférica frialdad
donde la humedad penetra en sí misma.
Antes de la tormenta, todo apacible, como antes de una
catástrofe,
Un silencio mínimo, que perdura en el tiempo y sólo tarda
un segundo.
El momento sublime antes de una explosión, un aguantar de
lágrimas,
Un sonrojo de Natura, un capricho de Malvados Dioses
Estratosféricos.
El torrente celestial durante la tormenta, cascada invisible,
Azota
acariciando, casi seduciendo los terrenos, las planicies,
Las praderas
de nuestros ojos, arrastrándolo todo, limpiándolo.
Y pareciese por siempre, el llorar de las nubes y
El deshacerse del
Universo, imposible imaginar,
Que el Aguador detuviese su labor.
Y no hay luz alguna, ni durante la suave llovizna,
Que nos hiciese
pensar en el fin de tan feroz animal de montaña,
Que se desliza sobre
éstas, rasguñándolas con poderosas garras,
Derramándose hasta los
valles.
El Mundo se acaba en cada lluvia que cae.
Y su pesadumbre huele a soledad, a desesperanza:
A vida en dos
colores. A quejumbroso final.
Y es que tan negras se ven esas nubes,
tan poderosas las lanzas de
Júpiter,
Aquellas estruendosas gacelas resplandecientes,
Que
zumbando estrepitosamente parecen agrietar El Cielo.
Como preparando la
venida de los 4 nunca esperados Jinetes.
Llorar con la lluvia es lo único se me ocurre,
o sentarme a meditar,
en su lugar.
Añoro pues, la húmeda ansiedad, la depresión compañera,
Tu lejanía
de entonces, la sordera de mis gritos, lo inútil de ello.
Y corro,
sudando lluvia, explorando el frío y el temor,
Para encontrarte bajo
las sombras de todas las lunas de agua.
Y solo allí, estampar sobre tu
boscosa voz, en tu aliento de avellanas,
Un recuerdo y un beso, una
lágrima, algo que no sea lluvia.
Después de la tormenta, ya todo es nostalgia,
Muerto el naufragio,
el náufrago se encuentra solo,
Ensimismado, dentro de un vacío
abismal.
Cuestionándose la existencia, su naturaleza derivada,
Su
romance inmortal.
Lluvia, Señora mía, deva de mis poemas delirantes,
Fuente eterna de
inspiración divina, cósmica, celestial,
Sólo tu conoces el goteo sobre
mis mejillas,
La confesión bajo tu ruidosa caída, mi rabia
contenida,
Gritada bajo tus cortinas, eres quien, pues, sabe del alma
mía.
Allá en suaves y recónditos rincones de mis viajes,
Permaneces
escondida, esperando la sagrada invocación,
Esa invitación de licores,
de festejos, de una nueva emoción.
Llegas sin aviso, destruyes sin permiso,
Vienes y te vas, tan
efímera y constante,
Eres moribunda y frágil, como la vida, como las
flores,
Perpetua y predecible, como la existencia, como las semillas.
Pertenezco a tu reino de inocuidad, tu Duquesa de la
Frialdad,
Reflejas las emociones humanas, fornidas armaduras de puro
metal,
Con cuerpos vacuos, de aires hondos que habitan en tu interior.
Te adoro frente al sol, asustando su luz,
Deprimes hasta al aire, y
envejeces el paisaje,
Pintor Rechazado que sólo sabe usar el azul, el
negro y los grises.
Eres un lago azul volteado boca abajo,
Vomitándose a sí mismo, pues.
6
¿Creo en el amor?
Y no hablo de la irrefutable e inagotable
energía.
Que todo lo posee. Que todo lo crea y que en todo está.
Hablo del amor salpicado, del amor seductor y engañoso,
El que besa
y acaricia sin ninguna misericordia, ese que duele,
Que traiciona, el
que mata y hace asesinar.
Amo con un amor que dura para siempre en el instante en que
existe,
Amo para siempre segundo a segundo, en un eterno presente de
cariño,
No hay nada de malo en ello, pues entrego mis ilusiones
completas,
Toda mi devoción, pero suelo aburrirme y en otro par de
piernas,
Fácilmente fijar mi atención, y quise ser libre y no tenerte.
A nadie.
Aunque mis manos y mis hombros están llenos de ti,
Tu perfume me
invade dondequiera, en inimaginables rincones,
Allí se encuentra, como
serpiente pendenciera acechando,
Esperando que dé la espalda para sonar
su insensato cascabel.
Yo odio los recuerdos, y no fabrico ningún tipo de alfombra con
ellos,
Donde me pueda tender en molestias, en amarguras, en lo que
hubiera pasado.
Pero es que no puedo olvidarte, incesantemente y sin
desearlo,
Pienso en ti, me obsesiono y es para mi mente, mi arte, mi
creación.
No es el cumplir de pensarte, es la obligación
involuntaria,
Y divina, de hacerlo. Tu imagen aparece ante mí,
En
inconsciente invocación.
Afortunadamente, te extraño,
A cada momento mucho más, siendo más
desesperante,
Cada vez que respiro, no hacerlo a tu lado.
Pero no creo en amores y promesas, osados, atrevidos,
Como panteras
en busca de inocentes y débiles presas.
Mi día a día es de entrega, de enseñarte lo mejor,
De temor de
perderte, de que tu horizonte ya no se dibuje a mi lado.
Y pudieses
voltear tu rostro en busca de algo más.
Temo esto porque yo mismo he
creado estos miedos,
Yo mismo los he cumplido, yo he prometido y hecho
llorar.
He sido despiadado, con látigos de desprecio e
ingratitud,
Incomprensión por elevadas polémicas, por imposibles
charlas.
Y he abandonado, dejado y echado a un lado,
Luego de
haberme entregado de espíritu en mis hazañas.
Mis amores son de arte, esculturas perfeccionadas,
Pinturas
majestuosas que tienen toda mi pasión,
Pero siempre pueden ser mejores,
y las admiro diariamente,
Como a las flores, las hago arder con mis
rayos de Rey Sol.
He maldecido al amor, y profanado su nombre por frustración,
Pero no
puedo evitar amar por siempre, amar y amar,
Sin restricciones, sin
inhibiciones, sin traumas,
Sin querer complacer, satisfacer,
Y sin
que el hecho me haga feliz.
7
No creo en la familia.
No creo en mis padres.
Los hijos no creen
en sus padres.
Mi padre tiene razón en tantas cosas,
Como en las que está
terriblemente equivocado,
Solo como un espejo, admiro los detalles que
muy bien están,
Y noto con atención los que están inversos, los que
debo tener al revés.
Aunque en supraterrenal preexistencia debí seleccionar quien me
procreara,
y aunque bien sabido es que son los justos que debo
tener.
Lidiando con los aspectos que harían estallar,
Sé que algo no
anda bien. No creo en los padres.
El antiquísimo autor de la obra familiar no debió estar tan loco,
Ni
tan ebrio, ni siquiera tan equivocado. Pero el montaje en escena
es
defectuoso, los directores no han sido sino un grupo de charlatanes,
de
improvisados y ociosos intelectualoides. Androides que creen tener
ideas,
Pinochos que nunca llegan a humanos, marionetas con
problemas
existenciales.
Los papeles fueron mal dados, y como en la Guerra del Ajedrez,
El
rey se mueve muy poco, y es poco eficaz, aunque aun así sigue siendo
el
más importante, los pequeños peones son sacrificados en el campo, y
sólo
algunos logran realizarse, llegando a ser grandes torres o
jinetes, alguno
hasta lograra el Poder de la deseada Reina, del Mundo
de los Dos Colores.
Aquel monarca desdichado para las estrategias lo ordena todo, sin
embargo,
en su defecto, no habría cabida de tal juego, eso es, en el
juego,
¿juego de la vida, acaso? ¿es la vida un ¡juego!?
Nunca dictan las reglas de éste.
Por petición, explico dónde queda la escuela para padres,
Allí donde
les molestaba el grito, la injusticia,
la palabra que faltó, la
incomprensión,
En la promesa que en tu hogar eso no pasaría,
En que
no fallara esa madre que no existió,
En que no se irá de tu casa el
padre.
En que se amarán.
Queridos hijos de la Tierra:
Es su deber no creer en sus padres, refutar lo que dicen,
Desear y
añorar en sueños juveniles cambiar el mundo,
De nuevo, si es necesario,
claro está.
Pues, han sido ustedes quienes han volcado este verdiazul hogar
planetario,
quienes han provocado la palabra Historia, quienes han
desechado, por la
inconformidad de los hijos, por la sociedad, por los
valores de los padres,
el ambiente que les rodea.
Es que hemos evolucionado, es que ya no somos lo que éramos
antes,
No pregono la felicidad gracias al progreso,
Y admito los
grandes errores humanos,
Ya Cristo murió en la Cruz.
Asesinemos entonces los fósiles de nuestra sociedad,
Pues así
cumpliremos con la profecía,
Y, sea bueno o malo, actuaremos por la
evolución del Mundo,
Cambiaremos.
Así crucifiquemos otra vez a nuestro nuevo Mesías.
8
Soy el Agua. Lágrimas que bañan tus mejillas, tus sentimientos.
Agua
lluviosa que moja tus ya cansados pensamientos.
Claro estanque donde se
sumerge tu alma, donde flotan las hojas,
Hojas del otoño, recuerdos que
no atesoro, que ruego al Viento llevar
consigo.
Aquel destello suave que penetra en tus oídos sordos de sinfonías
de
Júpiter. Deseando en lenguas latinas que todo haya pasado ya: que
la
tenebrosa niebla del Miedo pereciera como muere ante la Luz del Sol,
al
encontrarse con mi mirada, con mi presencia, con tu cuerpo.
Estás llena de duendes que cantan, que vanaglorian frutos del manzano
que
no han sido probados aún, verdes asesinatos, mentiras ahogadas en
un lago
sin agua: lleno de pantano y remordimientos, verdades nunca
dichas y
despedidas secretas e inconclusas.
Preceptos, convicciones y prejuicios: hipócritas hipótesis humanas de
lo
falso, de la intrascendencia de su naturaleza mental. Jardín
despoblado de
rosas, de jacintos, de árboles de nísperos, sólo
conceptos, teorías y
fundamentos, grises filosofías metálicas, que no
brillan, opacas placas de
cristal negro que absorben luz, que brillan
en la oscuridad, que sollozan
entre las sombras blancas, entre
bastidores.
Me encuentro solo y triste de nuevo, una tristeza que llevo en el alma,
que
no muere, que no tiende a desaparecer, una tristeza infinita.
Tristeza por
ti, por verte morir, por verte partir, por verte alejarte
de mí. Una
tristeza que me arrastra a la soledad de las multitudes, a
una soledad a
gritos, a soledad de arte y profesión. Solitario entre
cuerpos desnudos que
nunca presencia, sabores que nunca probé, pero
deseé cuando te tuve.
Mirar las estrellas, escribir poemas, llorar entre los charcos, nadar
en
las galaxias, son esas mis ocupaciones. Alucinar donde estás, gemir
por tu
ausencia. Soy tu poeta, vida mía, entre el cese de la
respiración y el
embarazo, se efectúa la más grande hazaña, la gran
tarea que pocos saben
cumplir: Vivir.
Soy el agua. Sollozos que rompen en lágrimas. Hay lluvia en mi alma.
Soy la emoción que hace temblar las manos, que sonroja las miradas,
que
nubla los sollozos. Desborda la marea de tus ojos, húndete en tus
sueños,
despréndete de tu carne, vuela suavemente entre estatuas
plateadas, en
oníricas suposiciones personales, observa las rosadas
esferas del aire,
mira mi cuerpo sutilisimo, olvida mi concepto, y sólo
así respirarás mi
esencia.
9
Naturaleza amada. Siempreverde Valle de Jardines.
Perfumes,
esencias, aromas e inciensos frutales.
Naranja y verde, púrpura y
dorado sobre azul eléctrico.
Nubes en tres colores, en doble fondo, que se descorren como
telones,
Cortinas de ventanas limpísimas, de ojos entreabiertos,
bostezos arrítmicos
y corazones somnolientos hacen la overtura para la
entrada, en la aurora,
del majestuoso monarca del mediodía.
Fuertes y vigorosas plantas verdes, azules y castañas.
Nogales que
se ríen junto a los pinos, con piñas rebeldes.
Manzanas que batallan
entre tomates suntuosos y pedantes.
Sobre una tierra llena de minerales opacos y brillantes,
Ópalos,
diamantes y amatistas, rocas perladas, rojas y azules,
Púrpuras,
verdes, arcoiris subterráneo que abraza a la luz con fuerza,
Dándole
dádivas llenas de besos y de ecos luminosos, lámparas del sol.
Crepúsculos bicolores, púrpuras y dorados que vencen a nubes amarillas
y
brillantes, al denso mar con algas reflectantes, decoradoras, desde
arriba
todo parece la travesura multicolor de un niño pintor.
Cayendo del sueño se retiran los espíritus del día, ante la llegada de
la
Condesa Crepuscular, los ángeles ceden su lugar a demonios, a voces,
a
oscuros magos que embrujan la atmósfera, a la Doncella Lunar.
¡Oh! Reina entre tinieblas, Vampira de la Luz Equinoccial. Bajo las
húmedas
sábanas de la oscura noche arropas tu mágica y mística
presencia y como
prediciendo la Aurora Boreal, sueltas tu flujo
femenino y se calienta tu
pubis, pues copularás como si fuera tu última
aparición en escena;
trasnochada caminarás de mañana entre
transparentes batolas y asomarás tu
cuerpo entre las vespertinas
astrologías antes del ocaso. Recordarás tu
Reinado.
Existen dragones, vampiros y lobos entre las tantas criaturas de la
noche,
entre el crepúsculo y la aurora, alternativamente me siento como
uno de
ellos, dependiendo si la semana empieza en Miércoles o en Luna.
Y así decido si pinto, canto o escribo.
10
Puedo componer la más bella cantata poética ahora,
si tan sólo
pudiera dormir en paz, si tan sólo estuvieras aquí,
si pudiese
descansar, sino fuese tan muda la Sonata.
Una ópera de garganta desgarrada canto en tu presencia,
Las lágrimas
ennegrecidas bajan ya, por entre las sombras,
Y no me encuentro más, ya
no sé dónde me perdí ni de dónde vine.
Solo sé que eres mi canción, y
escribí esto pensando en ti.
La noche con su capa negrísima me atrapa, me cautiva,
Mientras tu
mirada se pierde en el lazo lunar,
qué crees que me susurra, que me
mece, que me embruja,
y es tu voz apagada en el silencio de tu ausencia
quien me falta.
Un concerto de melancólico piano, de nostalgia de tu sombra,
Impresa
sobre mis descolgadas paredes, en mi sensibilidad,
En ese corazón
herido, temeroso, maltratado por los vientos,
Tan amarillento, marrón,
óseo, demacrado, olvidado,
Desterrado, sin aliento, llorando pues, como
hojas de otoño,
Que mueren, bajo la nieve, el frío, el olvido, la
desgracia.
Un concerto que aspiro componer, una cantata a dúo,
Inconclusa,
lírica, poética, onírica, soñadora,
De fuego y agua, de emoción
incendiaria, de humo helado, niebla.
Lago de lava cristalina, de
cristal líquido, de espejos, de aluminio.
Temo prometer, pero más temo desilusionar,
Mas aun así sé
permanecer, como las sombras,
Allí, inexplicable, incansable,
imborrable,
Esparciéndome sobre tu vida, tus recuerdos, tus
olvidos.
Derramándome sobre tus rincones, tus sueños, tus rabias.
In crescendo ad infinitum te amo.
11
El Cielo se quiere caer, el Cielo quiere llorar,
ya sus mejillas se
han tornado púrpura
y su rabia ennegrecido su rostro implacable.
Suelen ocurrir batallas entre los cielos,
Y las explosiones auguran
ira de los Dioses,
Los niños, grandes sabios, huyen al
escucharlas,
Inmensos destellos de luz azul, morada, plateada,
metálica,
Se notan detrás de las colinas de cirros, de cúmulos, de
nubes anónimas.
Está oscurecido mi ánimo, estoy observando el cuadro,
Que algún
pintor descuidado ha hecho, olvidándolo quizás,
A manos de algún
infante que sabe colorear apenas,
En negro, azul, en grises, y ha
manchado de pesimismo la atmósfera.
Y llora, llora sin parar el Cielo,
y se desbordan las nubes,
Y no hay salvación, ni salvadores,
Ni
botes, ni remos que nos salven,
Ya todo está húmedo, mojado,
empapado,
Todos tristes, pálidos, con frío,
Viene y se va, golpea y
se muere, renace con furia de tontos,
De malacrianza, de espíritu de
niño ahogado,
De bestialidad, de animales muertos, de plantas
medicinales.
De gritos, de voces tenores, de lamentos en secreto.
Va a llover, eso va a acontecer, quizás renacentista,
Quizás
barroco, paisaje vanguardista,
El loco pintor de los cielos no se
define, si usa el aluminio,
El plateado, o decide sollozar entre los
crepúsculos,
Y perderse en el laberinto de los amaneceres, los
equinoccios,
Y no saber a quién culpar, a qué Dios, a qué cosa,
A
qué nombre, a qué roca, piedra, manantial,
A qué devoción, obligación,
rito, o profeta.
Lloverá.
E irremediablemente, nuestra alma se va a mojar,
La
tristeza gota a gota se irá vertiendo en un oscuro manantial.
Y nos
quedaremos llorando durante largo tiempo,
Como húmedos por dentro.