"A
nosotros, como a las generaciones que nos precedieron, nos ha sido dada una
débil fuerza mesiánica, sobre la cual el pasado tiene un derecho". Eso
dice Walter Benjamin en la segunda de sus Tesis de filosofía de la historia,
y el escritor español Javier Cercas ha escrito una novela, Soldados de
Salamina (Tusquets, 2001), que pareciera demostrar que lo que dice Benjamin
es verdad, si cuenta con un poco de ayuda de la ficción.
Escogida como una de las 10 finalistas del Premio Rómulo Gallegos 2003, que
ganó el colombiano Fernando Vallejo con El desbarrancadero, el rescate
histórico es, en varios sentidos, el tema de Soldados de Salamina. La
novela se plantea inicialmente como una suerte de reivindicación del escritor
Rafael Sánchez Mazas (1894-1966), una joyita que portaba el carnet número 4 de
la Falange Española.
Pese a haber sido un fascista, Sánchez Mazas "era un buen escritor,
pero no un gran escritor, aunque apuesto a que no hubiera sabido explicar con
claridad qué diferencia a un buen escritor de un gran escritor", dice el
narrador. La militancia del autor de La vida nueva de Pedro de Andía (1951,
reeditada en 1995) lo convirtió en uno de esos autores que, tal como afirma el
también escritor Andrés Trapiello, citado en la novela por Cercas, ganaron la
guerra pero perdieron la historia de la literatura.
La
historia entra así por partida doble en Soldados de Salamina —como
historia de la Guerra Civil Española y como historia de la literatura. La causa
es una insólita coincidencia: Rafael Sánchez Mazas salvó el pellejo tras ser
fusilado en un oscuro episodio de finales de la contienda, casi en los mismos
días en que moría el poeta Antonio Machado, quien simpatizaba con la
República. La posible relación entre ambos episodios, decisivos para dos
escritores que se identificaron con bandos políticos opuestos, lleva al autor a
escribir, primero un artículo periodístico, y más adelante, tras indagar con
mayor profundidad en la historia del fusilamiento, un "relato real".
Precisamente aquel que Sánchez Mazas nunca llegó a escribir, pese a que había
dicho que lo haría y que iba a titularse Soldados de Salamina.
La historia de la novela de Cercas reúne así todos los ingredientes de lo
que Benjamin llama una imagen dialéctica. El filósofo explica que se trata una
constelación de tensiones, en cuya cristalización se reconoce una oportunidad
revolucionaria en la lucha por el pasado oprimido (Tesis XVII). ¿Pero de qué
pasado podría tratarse en Soldados de Salamina? ¿Del de aquellos que
perdieron la historia de la literatura, aunque triunfaron en la guerra de
España? Afortunadamente no.
La novela dentro de la novela relata la vida del escritor falangista, da
valor a su obra, menciona la diligente generosidad que tuvo para con quienes lo
ayudaron a sobrevivir —"los amigos del bosque", los llamaba— luego
del fusilamiento. Y, sin embargo, algo le falta. Rafael Sánchez Mazas llegó a
ser un buen narrador, un buen poeta, un heredero millonario y hasta ministro
decorativo en el gabinete del dictador Francisco Franco, pero no fue un héroe.
"Uno no encuentra lo que busca, sino lo que la realidad le entrega",
admite el frustrado autor del "relato real", y lo que esa historia le
deja es básicamente la necesidad de localizar a ese otro personaje, el
verdadero héroe de la historia: aquel soldado que tuvo en sus manos la vida de
Sánchez Maza y lo salvó.
No voy a contar, desde luego, cuál resulta ser la verdadera historia
ficticia de la historia de ficción verdadera que es Soldados de Salamina.
Pero no puedo dejar de decir que, como en toda constelación, los puntos
brillantes que son las estrellas reclaman que la imaginación trace la osa o el
toro que la completan. Qué ocurrió en realidad es una pregunta que adquiere,
entonces, un sentido más profundo: "La única respuesta era una especia de
secreta o insondable alegría, algo que linda con la crueldad y se resiste a la
razón pero tampoco es instinto, algo que vive en ella con la misma ciega
obstinación con que la sangre persiste en sus conductos y la tierra en su
órbita inamovible y todos los seres en su terca condición de seres, algo que
elude a las palabras como el agua del arroyo elude a la piedra, porque las
palabras sólo están hechas para decirse a sí mismas, para decir lo decible,
es decir, todo excepto lo que nos gobierna o hace vivir o concierne o
somos".
Novela que aborda los problemas que plantea la ficción y esa manera de vivir
la realidad que es nuestra relación con el pasado; novela que desnuda la
investigación de la que se nutre y a la vez su propio proceso de invención;
que se apropia de otros géneros, como el reportaje periodístico, y que hasta
convierte en motivo las influencias literarias del autor —Roberto Bolaño es
quien da la clave para completar la obra—, Soldados de Salamina justifica
con su calidad las 24 ediciones que se hicieron de ella hasta octubre de 2002.
¿Por qué no ganó el Premio Rómulo Gallegos? Quizás —si es válido
conjeturar—, porque el Javier Cercas de la ficción pierde un poco, al final,
la distancia que lo separa del Javier Cercas de la vida real, y deja traslucir,
probablemente en exceso, la emoción que sentía, al momento de escribir, por un
triunfo literario que ya sabía, con toda certeza, que iba a llegar.