Un famoso escritor cuyo nombre no recuerdo, decía que para él la
inspiración se explicaba con tres palabras: trabajo, trabajo y trabajo.
Natalie Goldberg, poetisa norteamericana, describe en su libro "El gozo de
escribir" todos los problemas del proceso creativo y aconseja que el autor
aficionado se acostumbre a escribir todos los días, durante un tiempo
determinado (15 minutos, una hora); no hace falta que se escriba un cuento
serio, cualquier cosa es válida: un artículo, un diario, una carta, o
simplemente una descripción de tus recuerdos, tus pensamientos, tus
sensaciones... Todo lo que sea coger un lápiz (o un ordenador) y juntar
palabras una detrás de otra sirve para practicar. Muchos otros escritores
cuando dan consejos a los escritores jóvenes o noveles destacan esa misma
idea: a escribir se aprende escribiendo, no hay otra manera. Hay que
escribir, escribir y volver a escribir.
Si sigues ese consejo llega un momento en el que el temido bloqueo —eso de
que sentarse ante la página (o la pantalla) en blanco y no saber qué
decir— no es un problema, porque te has pasado muchas horas escribiendo sin
saber de qué escribir y te has dado cuenta de que cualquier tema es bueno:
desde tus recuerdos de la infancia o los sentimientos que te provoca un
perfume, hasta las travesuras de tu gatito o la forma en la que las vecinas
se ponen a discutir en el portal. Siempre hay una historia.
Una de las cosas que suelo hacer para desatascarme cuando no sé de qué
hablar o cómo hacerlo, es emborronar una página o varias con las primeras
frases que se me pasan por la cabeza, sin pensar y sobre todo sin parar: me
pongo un límite (de tiempo o de número de folios) y lo cumplo sin detenerme
un segundo y sin corregir lo que he escrito, siempre hacia adelante.
Después, cuando termino, me tomo un pequeño descanso y luego lo leo todo y
saco los párrafos, frases o ideas que más me llaman la atención, de las que
incluso surgen historias.
Otro ejercicio que me gusta mucho y me sirve para practicar es derivar de
otra historia. Se trata de coger una historia conocida y escribir una nueva
versión: por ejemplo, sacar un cuento de algún episodio mítico o bíblico, o
escoger una escena de alguna obra famosa, o no tan famosa, pero que
conozcamos bien, y contarla tal como nosotros la hubiéramos escrito (mejor
no comparar después), incluso una historia entera, ¿por qué no? Muchas
obras están sacadas o inspiradas en historias ya conocidas, empezando por
el Ulises de James Joyce (de la Odisea de Homero), hasta
Heredarás la tierra (la de la película con Michelle Pfeiffer es una
adaptación de una novela con el mismo título que cuenta la historia
modernizada de El rey Lear, de Shakespeare).
Más cosas: escribir algo que nos importe menos, para descansar. Por
ejemplo, a mí lo que me interesa es la prosa (cuento, novela corta) y es lo
que más me preocupa.
Pues para practicar, o cuando estoy atascada, me pongo a escribir poemas,
que me salen mucho peor, pero no me importa tanto. Y, por lo menos, estoy
escribiendo. También se pueden escribir imaginarios artículos
periodísticos, colaboraciones del taller literario, hasta cartas al
director de nuestro periódico... Cualquier cosa que sea escribir y que no
signifique tanto como lo que tenemos entre manos.
También se puede, sencillamente, descansar del todo. ¿No os pasa que muchas
veces, cuando estáis haciendo algo aburrido o repetitivo, se os ocurre de
repente una idea genial? Por lo visto, es que cuando estamos llevando a
cabo una tarea rutinaria y repetitiva (pero de ocio, se entiende) nuestro
cerebro descansa, se relaja, y entonces aparece la maravillosa inspiración.
A mí me ocurre cuando estoy caminando, yendo en el autobús o haciendo
ejercicio. ¡Una vez se me ocurrió un cuento precioso mientras pelaba
patatas!
Ah, y una cosa más, que ya se me olvidaba. Cuando a mí se me ocurren más
ideas y me entran más ganas de escribir es justo cuando acabo de leer algo
que me ha impactado, incluso si es un libro que estoy leyendo por tercera o
por cuarta vez... De repente siento un ansia incontrolable por coger el
ordenador y ponerme a escribir lo que sea, como sea y cuando sea.
Bueno, espero que todo esto os sirva de algo. Y si conocéis más ejercicios
o trucos para ponerse a escribir cuando no hay ganas o cuando no te sale
nada... por favor, compartidlos con los demás, los necesitamos.