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Antonio María Flórez

Antonio María Flórez. Foto: Ana Berta López

Lo primero que me llamó la atención de él al conocerlo fue su voz. Es una voz muy suave pero con un acento que no terminaba de identificar. Después supe la razón: hijo de madre española, de Extremadura para más señas, y de padre colombiano, hace suponer que la influencia de ambos produjera en él una especie de combinación de acentos que resultó en el acento propio de Antonio María Flórez.

Y así es él, muy propio de sí, muy particular. Quizás cuando uno lee sus impresionantes biografía y bibliografía imagina a un señor con aspecto de ratón de biblioteca que no hace otra cosa que escribir y escribir, pues muy sabida es su capacidad creativa en diversos géneros literarios: narrativa, crónica, ensayo y poesía, siendo esta última la que más premios y reconocimientos le ha dado. Pero resulta que Antonio María no es nada de lo que pudimos imaginar. Es un alto y apuesto caballero con una impresionante vitalidad y energía. Un sibarita cuya filosofía de vida es vivir a plenitud.

Pero también resulta un hombre muy humano y humanitario. Tal vez por esto estudió medicina, por su vocación de ayuda y servicio a las gentes. En este aspecto se desempeña en dos trabajos, asesora al Ministerio de Protección Social de la Universidad Javeriana en un proyecto de prevención del consumo de drogas en el ámbito laboral, abordado desde los nuevos enfoques de manejo del fenómeno de las drogas en el mundo. A la vez dirige un Centro de Perfeccionamiento Deportivo, cuya sede es una de las zonas más deprimidas de Bogotá, ahí tiene a su cargo la coordinación del equipo multidisciplinario en ciencias de la salud que apoya a los atletas, jugadores de baloncesto y ciclistas que forman parte del centro. En su gran mayoría son adolescentes y jóvenes talentosos de muy bajos recursos que entran al programa para ser conducidos al alto rendimiento deportivo. Esos son sus dos grandes campos de experticia profesional. Y por eso afirma: “El trabajo es una parte importante de mi vida. Trabajo en cosas que me gustan, que me llenan, que me satisfacen, que me permiten ser y aportar, creer y crecer. No concibo trabajar en algo que no me guste, es como vivir sin querer ni poder vivir”.

Viajero empedernido ha residido no sólo en Colombia, país a donde llegó muy niño a vivir a la mítica Marquetalia, famosa por sus indígenas y revolucionarios, sino también en España y Brasil. Será por esto que dice: “Mi vida es una eterna parábola de idas y retornos, de búsquedas y huidas, de perplejidad ante la muerte y el azar de la existencia...”.

Un hombre amoroso que se delata en todos sus poemas, en los que encontramos amor a la vida, la gente, el ambiente y obviamente a la pareja. Una de sus más hermosas creaciones es el llamado “Poema tonto”:

Amarte
me cuesta veinte centavos
todas las noches,
colgarme media hora
del teléfono público
y una gran dosis
de imaginación
para suponer que tus labios
desean besar el auricular
cuando te digo estupideces
y que tus ojos lejanos
siguen siendo azules
como mi máquina
de escribir poemas tontos

Declara ser un desastre en el amor, aunque sabemos que son muchas sus admiradoras. Será tal vez que Toño, como le llaman sus amigos, esté como tantos en la búsqueda de la mujer de sus sueños. Y no dudamos que la encontrará y que será muy felíz, pues un ser tan lleno de amor y sobre todo con tantos deseos de dar amor no debe estar solo. De sí mismo dice: “Antonio María Flórez es un ser bueno en esencia, generoso en afectos con sus amigos, dadivoso con el que necesita y no mendiga... En cada campo de mi vida me planteo metas generales y puntuales. En lo familiar, afectivo, laboral, literario... tengo metas, por supuesto, de distinto alcance. Quiero ser de nuevo padre, amar siempre, hacer bien mi trabajo y explorar campos nuevos en él, y seguir escribiendo... avanzar y terminar varios proyectos literarios que tengo entre manos, tanto en poesía como en narrativa y ensayo”.

”Amante del buen comer y beber, disfruta enormemente de las reuniones con los amigos, donde la conversación se anima al calor de unos tragos y de la anécdota oportuna. No sabe resistirse al deleite de la natación, en sus viajes suele ejercitarse en la piscina del hotel donde se hospeda”.

Antonio María Flórez es de esos amigos entrañables en cuya amistad no priva ni interfiere la cortedad del tiempo que se lleve conociéndolo, ni la largura de la distancia física. Es un querido amigo y admirado poeta por quien se siente un gran afecto y de quien podríamos decir sencillamente que es un hombre entregado apasionadamente a vivir.